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Francisco de Borja y Leonor de Castro, dos personalidades gandienses del Quinientos

Conocido sobre todo por su faceta religiosa, San Francisco de Borja tuvo también una faceta no por poco conocida menos interesante; nos referimos a su papel de maestro espiritual de las mujeres de la familia real de los Habsburgo españoles. Su relación con las reinas e infantas españolas no ha sido estudiada con la profundidad y el esmero que se merece, sin contar su famosa conversión tras la muerte de la emperatriz Isabel de Portugal, a la que apreciaba mucho.

En 1522, siendo un adolescente aún, Francisco fue enviado por sus padres los Duques de Gandía a servir en el palacio de Tordesillas, donde residía recluida la legítima reina de Castilla, Juana I, apartada del gobierno por su precaria salud mental y la subida al trono de su hijo Carlos como rey de Castilla en 1516 y como emperador del Sacro Imperio Romano en 1519. Seis años más tarde, en 1528, entró al servicio del emperador Carlos, como caballerizo mayor de Isabel de Portugal, la emperatriz consorte.

Isabel de Portugal (1503 - 1539).
Isabel de Portugal (1503 – 1539).

Los planes familiares iniciales para el joven Borja consistían en desposarlo con doña Aldonza de Cardona, un matrimonio muy ventajoso para la casa de Borja tanto desde el punto de vista económico como por el prestigio social de los Cardona. Lo cierto es que, por extrañas razones, en 1529 tuvieron lugar unas delicadas negociaciones para acordar su boda con doña Leonor de Castro, dama portuguesa del cortejo de la emperatriz Isabel. Tras pactar todos los detalles, los esposos pudieron reunirse en Toledo en agosto de 1539. Pocos días después, Isabel de Portugal escribió al Duque de Gandía que se alegraba enormemente por el casamiento de su hijo con su dama, y le ofrecía concederle las mercedes que pudiese.

El matrimonio finalmente se celebró en 1529, en el Alcázar Real de Madrid, como muestra del gran aprecio de los monarcas por la feliz pareja. Francisco y Leonor no tardaron en tener una amplia familia, cinco varones y tres mujeres: Carlos en 1530, Isabel en 1532, Juan en 1533, Álvaro y Juana Francisca en 1535, Fernando en 1537, Dorotea en 1538 y Alonso en 1539.

En 1539, doña Leonor acompañó a su esposo en el entierro de la emperatriz, fallecida estando embarazada de su sexto hijo en sus aposentos del palacio toledano de Fuensalida, ya que era su camarera mayor, además de íntima amiga. El emperador, desgarrado por el dolor de la pérdida, se retiró por un tiempo al monasterio de Santa María de la Sisla. Su hijo, el príncipe Felipe, futuro Felipe II, fue el encargado de presidir el cortejo fúnebre hasta la Capilla Real de Granada, donde sería enterrada la soberana. Francisco de Borja dirigió la comitiva como caballerizo mayor de la difunta.

Cuando llegaron a la Capilla, hubo de dar fe a los monjes de que el cadáver que entregaba para enterrar era el de la emperatriz, por lo que se abrió el ataúd. Ante la visión del cuerpo de Isabel, en avanzado estado de descomposición, Francisco sentenció: “No puedo jurar que ésta sea la emperatriz, pero sí juro que es su cadáver el que aquí ponemos.” Según se dice, fue este suceso el que le inclinó a la vida religiosa.

Leonor pasó sus últimos días en el monasterio de San Jerónimo de Cotalba, muy cerca de Gandía. En ese lugar falleció el 27 de marzo de 1546. Su esposo, sumamente entristecido, renunció a sus bienes y posesiones en favor de sus hijos, cediendo los títulos nobiliarios, y marchó a Roma en junio de ese mismo año. Decidió ingresar en la recientemente fundada Compañía de Jesús. Por su linaje y posición en la corte, inmediatamente se le ofreció el título de cardenal. Francisco no quiso aceptarlo, pues prefería vivir el resto de su vida como humilde predicador itinerante.

San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.
San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

En 1554 llegó a ser comisario general de los jesuitas en España, y en 1565, a la muerte del P. Laínez, Padre General de la Orden, hasta su fallecimiento el 1 de octubre de 1572, a los 62 años de edad, en Roma. El Papa Clemente X le canonizó en 1671, tardíamente en comparación con Ignacio de Loyola y Francisco Javier (1622). Hoy en día es santo patrono en España de la nobleza y la cetrería y de las ciudades de Gandía, Valencia y Bonares.

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Economía Sociedad

Causas económicas de la expulsión de los moriscos

Jaime Bleda, autor de la Crónica de los Moros de España (1618), ya decía que la expulsión de los moriscos de España suponía el triunfo de la Fe sobre la razón económica. Aznar de Cardona, coetáneo también a la expulsión, comentaba en 1612 que los arbitristas –a los que él denomina un tanto despectivamente aritméticos– pretendían calcular cuál era el daño económico de la intolerancia religiosa. Y es que el vacío dejado por los moriscos, sobre todo en el Reino de Valencia, produjo una crisis económica que afectó a esta parte de la Monarquía Hispánica durante la mayor parte del XVII.

"Crónica de los Moriscos de España", de Jaime Bleda (1618).
“Crónica de los Moriscos de España”, de Jaime Bleda (1618).

La comprensión de cómo funcionaba la economía dio un gran paso adelante en la Modernidad; no cabe pensar más que en el papel de los arbitristas y su énfasis en el bienestar material del ciudadano como el fundamento de una república estable. En el Microcosmia (1592) del prior de los agustinos de Barcelona, Marco Antonio de Camos, la economía era la educación de los jóvenes y la protección de los ancianos por la unidad de producción que era el hogar, cuyos excedentes permitían, a través de los diezmos y rentas feudales, la construcción de una jerarquía política que fomentara el buen orden de la comunidad.

Los teólogos de la Escuela de Salamanca empiezan a atraer su atención sobre el funcionamiento del mercado en la misma época, aunque la economía seguía viéndose como algo subordinado a la voluntad de Dios. Coincide además el debate acerca de la cuestión morisca con la controversia sobre la inflación de los precios, que causaba un profundo desorden moral en la república. El intelectual Pedro de Valencia sostenía sobre los moriscos y su posible expulsión que “cuando la pérdida no sea mayor     que privarse el Rey y el reino de tantas casas de vasallos en tiempo que tan falta de gente se halla España, es de consideración no pequeña.”

Joan Reglà advierte que fue precisamente la proliferación demográfica morisca una de las causas principales de su ruina. Los moriscos valencianos, a principios del Seiscientos, suponían un tercio de la población total del reino. Habían aumentado, además, un 69,7% entre 1565 y 1609, mientras que los cristianos viejos lo habían hecho sólo un 44,7% en el mismo período.

El principal punto de contacto entre ambos mundos era el párroco, pues la Iglesia se esforzaba en contabilizar, en pleno auge de la Contrarreforma, el número de cristianos que nacía, se casaban y fallecían, por lo que el registro de los bautismos, los matrimonios y las partidas de defunción se volvió imprescindible. Ésta era la única forma que tenían para controlar las rentas que percibía la Iglesia, y la evolución de la población morisca. De ahí que el obispo de Orihuela, en 1595, se quejara de la falta de iglesias y curas en su diócesis. Los rectores de Turís y Pedralba, en Valencia, por ejemplo, apuntaban si sus feligreses les llamaban para confesarse antes de morir, y si se enterraban a la manera cristiana, pues así detectaban si seguían practicando en secreto el Islam.

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Moriscos camino del puerto de embarque.

En cuanto a la economía morisca, Aznar de Cardona señalaba que comían sin mesas, dormían en el suelo, comían preferentemente frutas y legumbres en lugar de carne y trigo, gastaban poco y producían poco. En definitiva, vivían en un régimen de autosuficiencia, y sin embargo, su población continuaba creciendo. Desde la óptica de la nueva economía de los siglos XVII y XVIII, las aljamas ya no eran productivas ni rentables para el incipiente sistema capitalista, que explotaba la tierra siguiendo criterios de mercado. Pero lo más interesante es que existía una importante red de créditos y tierras moriscos fuera de las aljamas y alquerías, que no era bien vista en un contexto de crisis económica profunda por los cristianos viejos.

El obispo de Segorbe se lamentaba en 1587 de que los moriscos ejercían “oficios bajos y mecánicos”, acumulaban dinero y arrendaban alcabalas y otros impuestos, y que en breves años, superarían a los cristianos viejos en haciendas y número de personas. Por otro lado, las relaciones entre los señores y sus vasallos moriscos se deterioran a finales del XVI, y estos últimos comienzan a cuestionarse el valor del “precio” que pagaban a sus protectores para escapar a la presión religiosa. De hecho, pagaban más servicios arbitrarios que los cristianos. La quiebra oficial de la casa de Borja en 1604, por acumulación de deudas, arroja luz sobre los motivos ocultos de la expulsión: era una oportunidad providencial para eliminar las deudas y adquirir nuevas propiedades.

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Puerto de Alicante en 1609, con los barcos rumbo al Magreb.

Nos quedamos, a modo de conclusión, con las palabras de Pascual Boronat en su excelente obra sobre los moriscos: “En la historia contemporánea, hay páginas en que figuran nombres como Cuba, Filipinas, Puerto Rico, Orange y Transvaal, capaces de sonrojar a generaciones hipócritas que lamentaron hechos como la expulsión de los moriscos españoles.” Y es que la Fe, desgraciadamente, a menudo se utiliza como excusa para ocultar la razón económica.

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Cultura

Biblioteca morisca en Potries (Gandía)

Los moriscos valencianos, al igual que los granadinos, siempre detentaron un superior nivel cultural entre la comunidad morisca de España, no solamente por su fidelidad a la lengua árabe, a los preceptos religiosos islámicos y a las costumbres musulmanas, sino también a su cultura escrita, pese a los pocos textos que han sobrevivido a las purgas y al paso inexorable del tiempo. Casi todos los libros árabes valencianos se han perdido para la posteridad, excepto algunos ejemplares conservados al azar en El Escorial, el Palacio Real de Madrid, Valencia, la British Library y la Bibliotheque Nationale de París.

Pareja morisca.
Pareja morisca.

A diferencia de lo ocurrido en Aragón o en Andalucía, apenas se han encontrado bibliotecas moriscas al derribarse o reformarse una casa en Valencia, y aún menos en Murcia. El 12 de febrero de 1789, don Joaquín Linares Martínez, un cultivado vecino de Gandía notificó al Conde de Floridablanca, secretario de Estado de Carlos IV, que en Potries, a una legua de Gandía, se habían hallado 18 ó 20 libros en árabe, al tirarse una pared en la casa de Vicente Fuster. Para evitar su destrucción por los propietarios del inmueble, labradores, Linares lo comunica al ministro ilustrado, famoso por su interés en conservar el patrimonio cultural español.

Tal vez pudiera atribuirse al célebre cadí gandiense Moscayre, célebre por sus diatribas con Bernardo Pérez de Chinchón por su Antialcorán, pero parece más probable que fuera un comerciante o un rico labrador, que no eran iletrados ni lejanamente, aunque por su condición social se les vea como tales. De lo que no cabe duda alguna es que el pequeño conjunto bibliográfico de Potries es el mayor fondo documental morisco del Reino de Valencia.

Literatura aljamiada.
Literatura aljamiada.

Supera al extraordinario hallazgo de los libros y papeles escondidos en una de las paredes de la ermita de Albalat de Sergat, en 1904. Otros hallazgos posteriores son los del castillo de Vilavella (1941) y Muro de Alcoy (1951). La respuesta de Floridablanca a Linares llegó pronto: debía adquirir el lote completo. A partir de ahí, perdemos la pista sobre el destino del lote. Puede que fuera enviado a algún franciscano arabófono destinado en Marruecos, o que fuera donado al sultán Mulay Solimán por Carlos IV.

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Sociedad

La convivencia entre moriscos y cristianos viejos en la historiografía

La obra de Pascual Boronat y Barrachina Los Moriscos españoles y su expulsión (1901), acerca de los moriscos está en la línea de la historiografía conservadora decimonónica de Danvila, Roque Chabás y Menéndez Pelayo, que no sólo justifican, sino que alaban la expulsión de los moriscos en 1609, decretada por el rey Felipe III. Como indica don Marcelino, era la conclusión “lógica” y necesaria a la trayectoria iniciada por don Pelayo en Covadonga y jalonada por el bautismo forzoso impuesto por los Reyes Católicios, puesto que las buenas relaciones entre las comunidades cristiana y morisca se veían impedidas por ser los moriscos “perversos españoles, enemigos domésticos, auxiliares natos de toda invasión extranjera” y ser una “raza inasimilable”. La expulsión, según esta corriente historiográfica, era el triunfo de la unidad de raza, de religión, de lengua y de costumbres.

Henry Charles Lea (1825 - 1909).
Henry Charles Lea (1825 – 1909).

Por el contrario, la actitud moriscófila de los liberales del XIX, como Florencio Janer, José Muñoz Gaviria, Matías Sangrados y Vítores o Vicente Boix, culminaría en la obra del estadounidense Henry Charles Lea, The Moriscos of Spain, también de 1901. Intentan “entender” a los moriscos y alaban su laboriosidad, admiran al arzobispo Hernando de Talavera en Granada y critican a Cisneros, Lerma y Felipe III, y hacen hincapié en las consecuencias negativas de la expulsión.

A partir de los años cincuenta, bajo la influencia de los Annales, los historiadores pretender ser más científicos y no dejarse influenciar tanto por sus opiniones personales, en una postura más acorde con la Historia “total” y “combativa”, que aspira a comprender el pasado y no a juzgarlo. En la postura de esta escuela se sitúa Caro Baroja con su tratado Los Moriscos del Reino de Granada. Ensayo de Historia social, o la Geografía de la España morisca, de Henry Lapeire.

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Familia morisca.

Halperin-Donghi califica la relación entre cristianos y moriscos como un conflicto nacional, mientras que Braudel prefiere usar el término conflicto de civilizaciones. Se ve a estas dos comunidades como dos mundos cerrados, yuxtapuestos, con características peculiares que los diferenciaban entre sí y los llevan a un enfrentamiento en el que se impone el más fuerte.

En Valencia se profundiza en las consecuencias de la expulsión –la distribución de tierras (A. Bataller), las características demográficas del proceso repoblador (Torres Morera) o el análisis de las cartas-puebla (Císcar)- por lo que el período previo a 1609 queda oculto en las sombras. Los estudios de los arabistas son especialmente interesantes para comprender mejor esta cuestión (M. de Epalza, A. Labarta, Barceló Torres, Bramon…), que transcriben documentos aljamiados que aportan a los historiadores información imprescindible para conocer la otra cara de la moneda, es decir la visión que tenían los propios moriscos de su convivencia con los cristianos viejos. Sin duda aún nos queda un largo camino por recorrer en la historia de las relaciones entre ambas comunidades.

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Cultura

Joanot Martorell y Tirant lo Blanch

Biografía del autor

Joanot Martorell nació probablemente en Valencia, entre 1405 y 1410, en el seno de un importante linaje nobiliario, aunque su familia era originaria de Gandía, y en la actualidad varios autores defienden que nació en esta ciudad de La Safor. Fue un caballero brioso, muy aficionado a las luchas caballerescas, que intervino en diversos conflictos de este tipo (justas, pleitos, batallas a muerte…), de los cuales destaca el que le enfrentó con su primo Joan de Monpalau, y de incumplido la promesa de matrimonio. Precisamente este duelo lleva a Martorell a viaja a Londres para pedir al rey Enrique VI de Inglaterra que haga de juez. Pero, finalmente, Monpalau no comparece en el duelo y el conflicto se resuelve con una indemnización económica. A causa de diferentes pleitos caballerescos y económicos, Joanot Martorell hace otros viajes a Portugal y a Italia.

Miniatura del "Tirant lo Blanch".
Miniatura del “Tirant lo Blanch”.

En 1460, comienza a escribir Tirant lo Blanch, pero unos cuantos años más tarde, en 1468, le sorprende la muerte y el libro queda inacabado. Asimismo, el manuscrito de Martorell llega a manos de Martí Joan de Galba como prenda por el dinero que aquél le debía. Galba pone a punto la novela y la hace imprimir en Valencia en 1490.

Además del Tirant, dentro de la producción de Joanot Martorell cabe destacar las numerosas letras de batalla y un relato inacabado titulado Guillem de Varoic, adaptación de una narración anglonormanda del siglo XIII que Martorell conoce en Londres en 1438 y que encontramos en los primeros capítulos de Tirant lo Blanch.

Tema, estructura y argumento de Tirant lo Blanch

La novela Tirant lo Blanch narra las proezas de un caballero que con su esfuerzo y valor consigue el grade de capitán general y, después de poner fin a la amenaza de los turcos contra Constantinopla, es casa con la hija del emperador, Carmesina, al mismo tiempo que se convierte en heredero del trono.

El libro comienza con las aventuras del caballero ermitaño Guillem de Varoic, el cual vence a los sarracenos y libera Inglaterra. Caballeros de todo el mundo asisten a las fiestas con motivo de la boda del rey inglés. Tirant, que iba, se duerme encima del caballo y cuando despierta se encuentra con el ermitaño Guillem de Varoic, que le alecciona sobre caballería. En la corte, Tirant es nombrado caballero por el rey de Inglaterra y participa en diversos combates caballerescos con éxito.

Al enterarse Tirant de que la isla de Rodas se halla asediada, acude acompañado del infante Felipe, hijo del rey de Francia. En Sicilia, Felipe se enamora de la princesa Ricomana. Mientras tanto, Tirant lleva a cabo con éxito la liberación de Rodas. Después hace una especie de peregrinaje a Tierra Santa y rescata a cautivos cristianos.

A continuación, Tirant se dirige a Constantinopla para luchar contra los turcos, que amenazan el Imperio Bizantino. El emperador le hace capitán general del Ejército y Tirant gana todas las batallas gracias a su valor e ingenio. En esta parte aparecen escenas románticas que se alternan con las acciones militares. Así, asistimos al enamoramiento de Tirant con la princesa Carmesina y al cortejo, lleno de dificultades, pese a la ayuda de la doncella Plaerdemavida. Las traiciones del Duque de Macedonia obligan a Tirant y Plaerdemavida a embarcarse en un barco que naufraga en las costas del Norte de África. Tirant es apresado y, posteriormente, liberado para luchar contra los moros. Consigue ganar fama militar y convertir al cristianismo diversos reinos magrebíes. Finalmente, acompañado de Plaerdemavida, retorna a Constantinopla. Una vez allí, libera el Imperio de la amenaza turca, se casa con Carmesina y es nombrado César del Imperio. Al final, sin embargo, Tirant enferma y muere después de hacer testamento. Carmesina muere también, a causa del dolor por la muerte de su marido. Finalmente, Hipólito, el escudero de Tirant, se casa con la emperatriz y se convierte, por tanto, en emperador.

En el Tirant lo Blanch se combinan perfectamente tres planos: el caballeresco, donde abundan los torneos y las acciones militares; el histórico, con referencias constantes a la realidad inmediata de aquella época y a personajes históricos; y el realista, al constituir una muestra de la realidad cotidiana de la época.

Joanot Martorell creó con Tirant lo Blanch una novela total, compleja y múltiple como la vida, ya que, como señala Mario Vargas Llosa, es una “novela caballeresca, fantástica, histórica, militar, social, erótica y psicológica: todas estas cosas al mismo tiempo y ninguna exclusivamente, ni más ni menos que la realidad.” A pesar d esto, el afán del autor por presentar las diversas historias de una manera verídica y creíble es uno de los elementos más destacados del Tirant, que permite considerarla como una novela moderna.

Por otra parte y en este mismo sentido, Miguel de Cervantes, en el Quijote, hace esta valoración:

“Digoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo; aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen.”

Cartel de la película "Tirant lo Banch", de Vicente Aranda (2006).
Cartel de la película “Tirant lo Banch”, de Vicente Aranda (2006).

Asimismo, la nota más original y atractiva la aportan el humor, la ironía y, sobre todo, el erotismo, porque frente el tratamiento más refinado y espiritual del amor en la narrativa medieval, en el Tirant las manifestaciones del amor son múltiples, entre las cuales se incluye un amplio repertorio (lesbianismo, fetichismo, adulterio, alcahuetería…). En el Tirant el amor es tan importante como los hechos caballerescos y militares. El amor aparece, a veces, en su vertiente sensual y erótica, aunque en estas escenas el autor siempre adopta una actitud irónica y humorística.

Los personajes más importantes del Tirant tienen un tratamiento psicológico moderno, porque son de carne y huesos, con evoluciones y cambios de carácter a lo largo de la novela. Así, Tirant es un héroe moderno por su humanidad, que se acentúa en la vida íntima, donde se revela como un amante tímido e inexperto, o en su muerte a causa de un simple resfriado.

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Cultura

Ausiàs March

Ausiàs March, tradicionalmente vinculado a Gandia y Beniarjó, parece, sin embargo, que nació en Valencia el año 1397. Hijo de Pere March y sobrino de Jaume March, ambos poetas y caballeros del XIV, pertenece a la baja nobleza. Como caballero participó en la campaña militar de Alfonso el Magnánimo en Italia (1420 – 1425) y fue recompensado con territorios y honores. El año 1425 es nombrado halconero mayor del rey, justo cuando acaba su vida militar y se inicia la época de creación poética de Ausiàs March. Poco tiempo después residió en Gandía y Valencia, desde donde se dedica a administrar sus bienes.

Ausiás March como San Sebastián, tabla de Jacomart, Museo Diocesano, Colegiata de Xàtiva.
Ausiás March como San Sebastián, tabla de Jacomart, Museo Diocesano, Colegiata de Xàtiva.

Se casó con Isabel Martorell, hermana de Joanot Martorell, autor del Tirant lo Blanch. Dos años después, enviudó, y a partir de ese momento, lo encontramos involucrado diversos conflictos y pleitos. Contrajo matrimonio nuevamente, con Joana Escona, que murió también sin descendencia; asimismo, tuvo hijos naturales. Ausiàs March murió en Valencia el año 1459.

La poesía de Ausiàs March supuso la ruptura con la poesía trovadoresca. Escribió en valenciano porque quería abandonar expresamente la lengua occitana como lengua poética, y, además, su poesía amorosa es personal y sincera, con profundas reflexiones sobre la muerte. Ausiàs March se aleja de la tradición trovadoresca, sobre todo por el tono intimista y por la reflexión personal que aportan las vivencias y los sentimientos de un yo concreto, con virtudes y defectos, con dudas y certezas.

Pero por encima de reminiscencias, de influencias o, si se prefiere, de plagios, hay en Ausiàs March, a lo largo de su obra, una cosa que lo separa fundamentalmente de trovadores provenzales y de poetas italianos, y es su actitud frente a la mujer. La dama de los trovadores es cantada prestando atención a su jerarquía social, es la domna, la señora, entendido feudalmente el término, a la cual el poeta rinde un vasallaje amoroso que es una adaptación del vasallaje feudal. Este concepto, propio de las condiciones sociales de las cortes del Mediodía de las Galias y que debido a condiciones similares se mantuvo vigente en Cataluña hasta finales del siglo XV, como demuestran Gilabert de Próixita, Andreu Febrer, Jordi de Sant Jordi y otros, no encajó con las condiciones sociales italianas; y en Italia, los stilnovisti, opusieron a la señora de los trovadores, la alta categoría que se basaba en el linaje, la mujer angelicata: aquélla que merece ser amada no por la nobleza de la sangre, sino por la nobleza del corazón, o sea el corazón gentil (no olvidemos que gentil significaba noble).

Poema de Ausiàs March.

La sublimación de la dama es cada vez más grande entre los poetas italianos: para Dante Beatrice será la Teología que la conducirá hasta Dios, y para Petrarca Laura encarnará la más elevada espiritualidad. En este camino ascendente era imposible llegar más alto. Y Ausiàs March, lógicamente, no lo pretendió. Lo que hizo nuestro autor, y no lo hicieron ni los trovadores ni los italianos, es considerar a la dama simplemente como una mujer: con virtudes y vicios, con firmeza y debilidad, un ser capaz de pecar y de hacer pecar al poeta. La sitúa a ras de tierra, donde realmente está, y desde la tierra la ama o la odia, la reza o la canta cuando muere, y descabeza toda una teoría moral sobre los diversos amores y los contradictorios estados del enamorado.

Esta nueva visión de la mujer muestra un distanciamiento respecto a la sensibilidad medieval. Ahora bien, nuestro poeta, lejos de ser un precursor del Renacimiento, continúa siendo un poeta típicamente medieval sin tenemos en cuenta los temas, los procedimientos estilísticos, la métrica y la actitud moralista.

* Dejamos aquí el enlace de un vídeo que nos ha dejado nuestra compañera Jéssica, del blog Un viatge per la Xàtiva del segle XVIII. Esperamos que os guste: http://www.youtube.com/watch?v=xh11JDaql6w

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Sociedad

El extrañamiento de los jesuitas valencianos

Cuando en 1767 Carlos III firmó la Pragmática Sanción por la que expulsaba de sus dominios a todos los miembros de la Compañía de Jesús, había nueve centros jesuitas en el Reino de Valencia, siendo uno de ellos la Universidad de Gandía. Los jesuitas españoles, a pesar de que la decisión real les pilló por sorpresa, se esperaban desde tiempo atrás que sucediera. No sólo por haber sucedido lo mismo en Portugal y Francia, también por diversos informantes fieles a ellos y compañeros extranjeros, como el P. Pedro Góusen, un flamenco procedente de Roma, que avisó a los jesuitas alicantinos de su inminente expulsión.

Carlos III.
Carlos III.

La Universidad de Gandía era uno de los centros emblemáticos de la Compañía, y su arresto fue una operación que causó un gran impacto por su violencia. El edificio fue rodeado por tropas, para evitar cualquier intento de fuga, y el Gobernador y los soldados entraron atropelladamente a las cinco de la mañana. Los novicios pudieron elegir entre el destierro o quedarse en España secularizados, y los padres y coadjutores fueron encerrados hasta que partiesen al exilio. Quedaron en la ciudad Fco. Costa y Vicente Lores, para dar cuentas a la Junta de Temporalidades, y después embarcaron en Cartagena.

Comunicado el extrañamiento, los jesuitas fueron trasladados a casas previamente asignadas y denominadas depósitos interinos o cajas de embarque; en el Reino de Valencia la Caja se situó en el Colegio de Segorbe. Allí se les reunió, y desde ese centro salieron en dirección a Tarragona, en cuyo noviciado se centralizó a todos los pertenecientes a la Provincia de Aragón, dada su cercanía al punto de embarque: Salou. Las condiciones que reunía ese noviciado eran infrahumanas, por la estrechez física y la congoja por el futuro que les esperaba. Durante la noche del 29 al 30 de abril los jesuitas valencianos subieron a bordo de las embarcaciones que les transportarían al destierro.

Tras una travesía llena de penalidades por lo angosto de los buques y su nulo contacto previo con el mar, en el puerto romano de Civitavecchia les sorprendió la noticia de que Clemente XIII no les recibía en sus dominios, y que debían ser trasladados a Córcega. Las penalidades de los padres continuaron en la isla, hasta el punto de que algunos pidieron su secularización al no ver fin a ese tormento. En total, se secularizaron veintitrés jesuitas procedentes del Reino de Valencia. De ellos once eran sacerdotes, seis escolares y seis coadjutores; siendo los años de mayor número de secularizaciones 1767 y 1768.

 

Grabado de la expulsión de los jesuitas en 1767.
Grabado de la expulsión de los jesuitas en 1767.

Los expulsos del Colegio-Universidad de Gandía fueron treinta y dos, entre los que se dieron cinco secularizaciones, dos de ellas al unísono. El valenciano José Manuel Vidal y un escolar natural de Elda, José Ferrándiz, solicitaron en Roma su cese a mediados de agosto de 1767, y de allí salieron hacia España, pero en Gerona fueron descubiertos y reenviados a Italia.

Otro escolar gandiense, Antonio Vila, profesor de Retórica y Griego en la ciudad de Comacchio en 1787, año en el que también recibió premio de doble pensión. Hacia 1791 impartía la cátedra de Retórica en la Universidad de Ferrara, donde publicó algunas obras. De los que permanecieron en la Orden, alguno volvió a tierras valencianas en 1798, como Pedro Roca, que salió de Gandía siendo escolar, y al volver a su Caudiel natal, el obispo Lorenzo Gómez de Haedo le prohibió oficiar misa en la iglesia de las carmelitas descalzas del pueblo. Mariano Arascot, también del Colegio de Gandía, que vivía en Bolonia después de la expulsión y fue trasladado a Mantua durante la ocupación napoleónica, sufrió un duro confinamiento. Como vemos, la suerte de los jesuitas gandienses no fue mucho mejor que la del resto de los extrañados de España.

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Cultura

Joan Roís de Corella

Joan Roís de Corella nació, probablemente, en Gandía entre 1433 y 1443. Además de escritor aristócrata, fue maestro en Teología. Como noble no tenía acceso a otras profesiones como la medicina o la jurisprudencia, propias de la clase burguesa, y hubo de dedicarse necesariamente a la carrera eclesiástica. A pesar de su vida religiosa, Corella tuvo una intensa vida sentimental, la cual constituyó uno de los motivos temáticos más importantes de su obra literaria. De todas las damas con las cuales mantuvo relaciones destaca Caldesa, a quien Corella dedicó más de una composición. Vivió en Valencia, donde frecuentaba las tertulias literarias, y donde moriría en 1497. La muerte de Corella se ha relacionado tradicionalmente con la clausura del Siglo de Oro de las letras valencianas.

Retrato de Corella.
Retrato de Corella.

En cuanto a la obra, cabe destacar la extensión de la misma y su variedad. Escribe en prosa y en verso, y a menudo aplica técnicas de un género al otro. Así, a veces encontramos poemas insertos en algunas narraciones. De hecho, Corella consideraba poéticos todos sus textos. La presencia de elementos autobiográficos y sentimentales, junto con el desarrollo de nuevas formas de expresión, constituyen dos de los rasgos más característicos de la obra corelliana, completamente innovadora en la literatura de aquella época.

Como poeta, Roís de Corella es autor de poesía religiosa, circunstancial, pero sobre todo es la poesía amorosa el hito más destacado de su obra. Por lo que respecta a la poesía religiosa, Corella escribió tres poemas de temática mariana, entre los cuales destaca la Oració a la sacratíssima Verge Maria.

La poesía amorosa de Corella, muy difente de la poesía de Ausiàs March, es más sincera y más personal y sus versos poseen una extraordinaria musicalidad, inusual hasta entonces en nuestras letras. Entre las poesías románticas, cabe señalar el ciclo temático de Caldesa, una dama bella y elengante, que aceptó el amor de nuestro escritor, pero le fue infiel, como dejó ver el mismo autor en los versos de Desengany, poema incluido en la obra en prosa Tragedia de Caldesa. La amargura producida por el engaño de Caldesa dará paso a la ira y al sarcasmo con que el poeta se dirige a Caldesa, justo cuando la pasión se ha apagado.

Otro poema que refleja el dolor íntimo de Corella es la Sepultura, en donde el poeta aparece esculpido en mármol, arrodillado a los pies de la imagen de la dama. Pero, la Balada de la garsa i l’esmerla es, probablemente, el poema amoroso más bello y más delicado de Roís de Corella. El autor coge dos aves como simples referentes metafóricos de la dama y del poeta enamorado para introducir el tópico literario de la mort per amor.

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