Un día en dos mundos

La “Dame espagnole”

Este catorce de abril es uno de esos días que he compartido a medias entre Orán y Alicante. Esta mañana estuve en la place de la Perle, el alma del viejo Orán, y ahora hemos regresado tranquilamente de pasear por la plaza del Puente, el alma del viejo Alicante. Dos ciudades hermanadas por la historia, la distancia y, ahora, por el interés. Hoy subí a Santa Cruz y al bajar pasé junto a lo que queda de la Escalera y de La Marina. Frente a la iglesia de Saint Louis giramos a la derecha y encaramos la mezquita de Sidi el Houari. Luego bajamos por la calle Madrid para desembocar, a través de la puerta de Canastell, en la place de la Préfecture y en la place de la République. Aún hoy, en Alicante y en Orán, hay personas que no permanecen indiferentes antes estos nombres. Son un eslabón, ya lejano aunque vivo, de la larguísima cadena de vaivenes que hay entre nuestras dos ciudades.

Cada vez que voy o regreso en barco o en avión de Orán, tengo la suerte de evadirme con estos pensamientos. Unos viajan apesadumbrados por la lucha que han entablar con el trabajo, otros disfrutan pensando en el descanso, la familia o el jolgorio; yo me voy lejos. Me imagino la misa del Cardenal Cisneros en 1509, la expulsión de los judíos en 1669, el crujir de la tierra en 1790. Asisto a la llegada de levantinos al amparo de los franceses, al día a día de los miles y miles de alicantinos, murcianos, andaluces que vivieron en este otro lado. Siento la desesperación de los republicanos recién llegados de la derrota y la de aquellos pieds-noirs que un cinco de julio tuvieron que abandonar precipitadamente sus casas, a veces dejando la comida encima de la mesa. Recuerdo a los europeos que ayudaron a la Argelia independiente, entro en los antros del Raï antes de que esta fusion music se hiciera mundialmente famosa, observo como los harraga se embarcaron en sus zodiac rumbo a la tierra prometida. Veo finalmente, y esta vez con mis propios ojos, a los trabajadores españoles y argelinos, autónomos o currantes, que viajan conmigo y se ganan la vida en la otra orilla.

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