Dentro de La Misión. Último capítulo sobre The Mission

El personaje central de la película es Rodrigo Mendoza (Robert de Niro), un ex cazador y vendedor de esclavos que entra en La Misión jesuita –concretamente de San Carlos- sometiéndose a penitencia después de matar a su hermano debido a una infidelidad de su pareja con este. Es un personaje que experimenta un cambio radical en su personalidad después de efectuar el asesinato. Sube al lugar donde se pone en práctica La Misión de San Carlos -más allá de las cataratas del Iguazú- con una carga inmensa a cuestas que por momentos está a punto de costarle la vida. El personaje busca la redención de esta manera y llega a ser feliz dentro de la tribu. Nada más llegar a la tribu Mendoza es reconocido por uno de los indígenas a los que persiguió anteriormente y el indígena le pregunta: “¿Por qué apareces vestido de misionero?” A lo que Mendoza responde: “Mi nuevo hábito protege a gente como tu de individuos como yo”. Es decir, aparece un claro sentimiento de culpa que el espectador tan solo puede intuir con una gran fuerza durante el ascenso por las cataratas y la jungla, ya que prácticamente no hay diálogo, y se certifica en este diálogo demoledor que, además, pone de relieve un claro problema social, el tráfico de esclavos, algo que no era legal pero sí permitido por las autoridades españolas. La posición de Rodrigo Mendoza a partir de este momento es clara. Algo muy interesante es que al comienzo de la película el nombre de Rodrigo Mendoza se escucha con bastante frecuencia pese al corto tiempo que pasa desde que aparece Robert de Niro en escena hasta que su personaje mata a su hermano. Y es interesante porque a partir de este hecho se deja de escuchar su nombre, es como si él ya no fuera el mismo. Pero algo permanece en él, y es que en la resistencia de los indígenas en las últimas y memorables secuencias del filme, él desenvaina la espada y combate con la mayoría del pueblo indígena contra el ejército hispano-portugués. El Padre Gabriel no detiene a Mendoza, pero no aprueba su método, eligiendo no luchar. Y es que el Padre Gabriel era jesuita puro, y de él viene, por ejemplo, la simbología de la música mediante su flauta, ya que mediante esta comenzaba a tratar con los indígenas. En una escena un jesuita dice sobre el padre Gabriel y su música: “Si en vez de un oboe tuviera una orquesta, hubiera podido someter a todo el continente”. Volviendo a Mendoza, este cambio bien podría suponer un ejemplo del cambio que se puede producir en el ser de una persona que antes no era consciente realmente de que, en este caso, una tribu guaraní son personas, y que como tal, debían poseer sus derechos y su identidad cultural.

Conclusión

La Misión, por todo lo visto, es un filme que funciona como película y que funciona históricamente, aunque con matices. Por cierto, estos matices son los que permiten que la película funcione como película. Pero lo más importante, que es la esencia que subyace de la misión, permanece y es veraz. La Misión transmite la problemática de un periodo casi a la perfección y nos regala paisajes inconmensurables, espectaculares, que se funden con una música majestuosa. Todo en La Misión es solidez, y a parte, aporta algo muy importante que, aunque también aporten muchas otras obras cinematográficas, no por ello no es motivo de mención, y esto es el mensaje humano y la denuncia social, aunque esta denuncia llegue aparentemente tarde. En la época en la que estamos sigue prevaleciendo el nosotros por encima del ellos, y, lo que es peor, se establece esa diferencia que en algunas ocasiones se traduce en tragedia y fatalidad. Los derechos humanos deben estar por encima de los Estados, por encima de la diplomacia, la política. Porque el ser humano debe quedar por encima de las estructuras aunque permanezca a ellas. En La Misión prevalece lo humano aunque triunfen las estructuras, y por ello su mensaje es importante, porque se queda del lado de las víctimas, no de los acuerdos imperialistas. Y aunque aparentemente triunfen los imperios coloniales, en realidad, la sensación final al acabar de visionar el filme es que ha triunfado la humanidad. Supone la victoria del perdedor, con lo que no puede suponer una esencia más humanista que eso mismo.

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La situación política en La Misión

La situación política en los años que trata la película es tensa. Por parte de las metrópolis es tensa porque buscan anexionar territorios y existen discrepancias en cuanto a la extensión de las zonas fronterizas, es decir, existen discrepancias entre los diferentes imperios -Portugal y España- por el territorio, aunque en este caso concreto existe finalmente un acuerdo, ya nombrado anteriormente, que perjudica a los indios de zonas del Paraguay.

Se trata de una época, por otra parte, que va avisando de los movimientos independentistas en América, y esto se observa en la película. Es una época en la que la Iglesia ha perdido cierto poder y la Compañía de Jesús en zonas de Latinoamérica intenta actuar un tanto de forma independiente, siempre atada a decisiones diplomáticas y, sobre todo, a decisiones del papado. Todo esto se percibe en el filme y todo esto es más o menos cierto. Puede que se le de demasiada importancia al deseo de independencia de los guaraníes más allá de las cataratas de Iguazú, pero esto responde a algo básico, y es el hecho de que no hablamos de una independencia pretenciosa objetivamente, y es que simplemente los guaraníes se encontraban en una zona prácticamente inaccesible donde allí mantenían las tribus cierta identidad propia y coexistían con sus modos de vida. Si se permite el término, la “intrusión” de los jesuitas en tierras más allá de las cataratas del Iguazú ya supone una especie de invasión, aunque en el filme se muestra como que es necesaria esta irrupción jesuita, sobre todo porque estos pretenden demostrar que aquellas tribus no son salvajes a los ojos de los diplomáticos que informan a los respectivos imperios. Y esto lo hacen para que no se encarguen los imperios, con sus respectivos ejércitos, de invadir estas zonas, realmente casi inaccesibles como ya se ha dicho. Es decir, se trata del remedio de una invasión pacífica jesuita para evitar una invasión violenta; unos objetivos religiosos contra unos objetivos políticos. Hay que decir que todo esto no es descabellado, ya que los jesuitas sufrieron un gran desprestigio a todos los niveles hasta el punto que tanto en Francia como en España disolvieron la Compañía de Jesús años más adelante de las misiones en el Paraguay. Por tanto, no es descabellado que los jesuitas pretendieran de verdad ayudar al pueblo indígena, siendo esta afirmación contraria a muchos comentarios que suscitó la película en los que se venía diciendo que el filme era puramente pro-jesuita y pro-occidental, cuando, mucho más lejos de la realidad, el filme no se asemeja a lo que es una postura pro-occidental, que sí pro-jesuita, pero es que tampoco se puede derrumbar una hipótesis por prejuicios de ningún tipo, ni morales ni institucionales. Esto es, si el guionista de La Misión o el mismo Roland Joffé se han documentado y establecen una hipótesis que creen fielmente, ¿por qué proponer algo que no entre en esa hipótesis? Por tanto, no existe un deseo de favorecer claramente e impúdicamente a nadie en este filme, simplemente de mostrar lo que los responsables del filme creen que fueron los hechos, aunque la forma de mostrarlo esté obviamente fundamentado desde una cierta subjetividad inevitable, denunciando un problema social que viene provocado por un problema ajeno, extranjero, donde las víctimas son los indígenas.

Por otro lado, es discutible la resistencia indígena al final del filme junto a los jesuitas, ya que los jesuitas es muy probable que no opusieran mucha resistencia debido a que la orden ya era lo suficientemente discutida como para luchar contra las fuerzas hispano-portuguesas. Pero no deja de ser un filme, por mucho que intente ser correcto debe funcionar como película de entretenimiento, debe de intentar que la mirada del espectador no se pierda, y lo consigue.

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En el tercer y último capítulo sobre La Misión se analizarán algunos puntos fundamentales que se observan en el filme y se dará por terminada la serie de artículos con una conclusión.

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La Misión (The Mission, 1986), de Roland Joffé

La Misión es un film, indudablemente un drama histórico, que funciona de principio a fin gracias a una buena lectura del director que favorece un lenguaje cinematográfico fluido aunque la trama y el modo de hacer del cineasta pueda parecer un tanto lánguido en un primer momento. Históricamente se sitúa en la América colonial del S. XVIII, concretamente en la década de los 50, antes de que se produjera la expulsión de la Compañía de Jesús en 1967. Y es que la Compañía de Jesús, los jesuitas, son protagonistas de la historia que se narra en La Misión. De hecho, bien pueda parece el film un canto en defensa de la tarea jesuítica, aunque parece remitirse a sucesos y comportamientos veraces y con rigor. Más que sucesos podemos hablar de comportamientos, tendencias. Por consiguiente, tanto comportamientos como tendencias responden a la historia aceptada de aquellos años.

La zona que se encuentra por encima de las cataratas de Iguazú es la zona de disputa de tres actores fundamentales: el Imperio portugués, el español y la Iglesia Católica. Es una zona que, en realidad, no debiera suponer mucho para estos tres actores pero que geo-estratégicamente es crucial, ya que viene de un acuerdo entre España y Portugal. Estas relaciones políticas y acuerdos los explica el catedrático Fernando Sánchez Marcos: “El deseo de españoles y portugueses de resolver de mutuo acuerdo sus diferencias fronterizas en Sudamérica llevó en 1750 a la firma en Madrid del discutido tratado de Límites o de Permuta, entre los gobiernos de España y Portugal, para reemplazar la obsoleta demarcación establecida por el acuerdo de Tordesillas de 1494. Carlos III, considerando excesivamente favorable a los portugueses el tratado de Límites, lo revocaría nada más iniciar su reinado, aunque demasiado tarde para las misiones guaraníticas en cuestión. Según las estipulaciones de este tratado, España, a cambio de recibir la colonia del Sacramento (un asentamiento portugués asomado al Río de la Plata, frente a Buenos Aires) reconocería un desplazamiento de la frontera de Paraguay hacia el oeste y, concretamente, se comprometía a entregar a los portugueses los territorios entre los ríos Uruguay e Ibicuy. Allí se encontraban siete misiones jesuíticas.” De todas formas, aunque el filme históricamente se fije en estas relaciones políticas entre España y Portugal, estos acuerdos mencionan la misión de San Miguel, que aparece en la película, pero no menciona la misión de San Carlos, que es con la que más fijación trata La Misión. Y es que todo esto es lo que da lugar a que en el film se narre la historia desde diversas perspectivas: desde la diplomacia tanto política como religiosa de las metrópoli; desde la visión jesuita pura mediante el padre Gabriel (Jeremy Irons); desde la visión de un ex cazador y vendedor de esclavos que mediante La Misión busca la redención -Rodrigo Mendoza (Robert de Niro)-; y desde la visión de los indígenas que están siendo evangelizados por los jesuitas. Todas estas perspectivas hacen que la película se mantenga dentro de un cierto juego neutral, aunque obviamente esto es muy difícil, y más sabiendo de ante mano que el director de la obra, Roland Joffé, ha sido creador de variados filmes políticos como Los Gritos del Silencio (The Killing Fiels, 1984) ó Creadores de Sombras (Fat Man and Little Boy, 1990), películas justamente anterior y posterior a La Misión respectivamente en la filmografía de Roland Joffé. Por tanto, ingenuidad política no, pero rigor político sí. Ambos son compatibles y es lo que sucede en La Misión, que trata el problema de la colonización en América en la época del reformismo borbónico, una época en la que España quería recuperar el tiempo perdido anteriormente (S. XVII).

Cine e historia en La Misión

Se ha comentado más arriba que la película La Misión funciona como lo que es, una película. Esto sucede como suele suceder en muchos casos por una serie de motivos: una buena historia adaptada a lo que se convierte en un buen guión; una buena interpretación por parte de los actores, indiscutible en La Misión simplemente nombrando a Jeremy Irons y Robert de Niro, dos actores ya maduros en su carrera; obviamente una buena dirección de un buen director que viene de ofrecer en su primera película una obra maestra como Los Gritos del Silencio; y dos factores fundamentales: la fotografía de la mano de Chris Menges y la música de la mano del maestro y genio romano Ennio Morricone. Tanto una como otra parcela artística dentro del filme están sobresalientes y son los verdaderos ensalzadores del largometraje. El proceso evangelizador se da mediante la música (la flauta del padre Gabriel, que se entremezcla de forma no agresiva con la cultura guaraní, uno de los valores que se pretenden realzar de las tareas que llevaban a cabo los jesuitas). Los paisajes de la jungla dentro del contexto natural que suponen las aguas de las cataratas de Iguazú son espectaculares. La naturaleza es testigo directo de lo que acontece allí, y de hecho puede salir seriamente perjudicada por la ocupación de las fuerzas imperiales.

Por consiguiente a todo lo que se acaba de nombrar La Misión posee todos los ingredientes para ser una gran obra majestuosa en cuanto a lo meramente cinematográfico. Si entráramos en detalle en cuanto al guión nos daríamos cuenta de que no es un guión trepidante, no es un guión genial, pero está bien hilado y posee seriedad y elegancia para solventar con creces el papel que le corresponde. Con las interpretaciones ocurre algo muy parecido, son interpretaciones correctas, no excesivamente voluptuosas, y no ejercen un papel derrochador en cuanto a lo que se le presupone que es una grandísima interpretación, pero cumple con su cometido: correctas interpretaciones venidas de grandísimos actores, venidas de, eso sí, genios de la interpretación, por lo que en esta faceta cumplen con su trabajo con creces. Podríamos decir exactamente lo mismo de la dirección por parte de Joffé. Por tanto es en la fotografía y en la música donde no sólo se cumple, sino que se rebasa el cometido de estas elevando a la película a grados más altos de los que en realidad poseería si no hubiese tenido a su servicio Roland Joffé a estas dos personas fundamentales en La Misión, Menges y Morricone.

En cuanto a la complementación entre cine e historia podríamos decir que La Misión es un film válido que proporciona una perspectiva, en consecuencia, válida. Se han podido observar otras películas como La Conquista del Paraíso (The Conquest of Paradise, 1992) o Gladiador (Gladiator, 2000), ambas de un gran director, Ridley Scott, en las que cine e historia no se complementan correctamente, ya que son filmes que si bien pueden funcionar como película, no pueden funcionar proporcionando una perspectiva histórica debido a la deformación clara y manifiesta que se hace de la historia, de los hechos, algo que no es malo que suceda, ya que se declaran descaradamente ellas mismas dejando claro que simplemente son películas, pero que no son válidas desde el punto de vista histórico. Y es que con esto se debe tener excesivo cuidado, y hay que saber diferenciar entre películas que proporcionan mero entretenimiento y películas que son capaces de aportar, además de eso, otras cosas, como es ofrecer desde el punto de vista histórico una perspectiva válida. ¿Y por qué La Misión proporciona una perspectiva válida para la historia? Por lo que se ha comentado antes de forma escueta: porque La Misión, si bien no es rigurosa en cuanto a lo exactamente sucedido en aquellos años en esa zona fronteriza entre el Brasil (del imperio portugués) y el Paraguay (del imperio español), sí que es fiel a muchos de los comportamientos políticos, sociales y económicos de aquellos tiempos. Es fiel a muchos de los comportamientos, por ejemplo, de la diplomacia de la Iglesia, de la de los Imperios coloniales, y fiel a muchos de los comportamientos de los jesuitas y de los indígenas guaraníes. También es fiel a una época en la que se comerciaba con esclavos, se utilizaba la espada y habían asesinatos basados en el los celos o la deshonra, algo que, por otra parte, ha sucedido y sucederá siempre, aunque en la película se plasma de forma muy adherida a una época concreta. La historia y los personajes son veraces, y como la historia y los personajes son veraces y tratan una época del pasado, La Misión sirve a la historia, funciona como perspectiva histórica, es útil históricamente hablando, siempre teniendo en cuenta que el cine es una representación de la realidad que muestra una realidad distinta a la que fue, puesto que el cine siempre es ficción.

En el siguiente capítulo se tratará la situación política en La Misión.

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Jesuitas en el Nuevo Mundo (III): Expulsión e influencia jesuita

Expulsión de los jesuitas

La expulsión de los jesuitas en España se llevó a cabo mediante el Dictamen Fiscal de Expulsión de los Jesuitas de España, rubricado en Madrid el 31 de diciembre de 1766. Campomanes escribe sobre los cuantiosos bienes de la Compañía de Jesús en Europa y en las colonias, percibiéndose claramente de que dicha compañía se aprovecha de muchas situaciones e incluso se intuye que puede estar ocultando algunos datos que impidieran mostrar los pingües beneficios de los jesuitas.  Y mediante la Pragmática Sanción de Su Majestad en Fuerza de Ley, Carlos III ordenó la expulsión de la Compañía de Jesús el 27 de febrero de 1767 y se ejecutó el día 2 de abril de ese año excepto en las misiones del Paraguay, donde se llevaría a cabo en agosto de 1768. Seguramente se tardó más en aplicar en las misiones del Paraguay por dos motivos fundamentales: que la mayoría de los indígenas estaban con los jesuitas; y que estos habían creado en torno a estas misiones poblados de un gran esplendor cultural y económico. El pensador argentino José Manuel Estrada afirmaba en 1866 que “los jesuitas eran un motor vivo y fogoso: la administración española fue una invasión de retroceso en las tierras guaraníes, cuando les arrancaron la cabeza que promovía y dirigía sus adelantos o neutralizaba las fuerzas disolventes de la utopía […] y el señor Bucarelli, pretenso reformador, nada hizo en la colonia, nada, sino echar en las fauces de las furias los pueblos niños de la república guaraní […] Diez años después de la expulsión las florecientes reducciones estaban desoladas. En muchos de los mejores pueblos no quedaba una sola cabeza de ganado, no quedaba una sementera, no había un instante de paz ni de justicia: los curas, las administraciones locales y los gobernadores, se despedazaban mutuamente; los indios eran tiranizados, y emprendían en grupos inmensos el éxodo del destierro, a quien la patria prostituida arroja de su seno, rompiendo su alma con la eyección perpetua de las leyes y el delito sistemático de la tiranía.”

Como ya se ha dicho, la pretendida excusa para la expulsión fue el Motín de Esquilache y, a partir de este momento, franciscanos, dominicos y mercedarios cogieron el testigo y se constituyó la Gobernación de las Misiones Guaraníes. Y la fiscalidad se convirtió en un auténtico desastre con el reinado de Carlos III después de la expulsión de la Compañía de Jesús. Otra de las consecuencias fue la radicalización de la reforma en el territorio colonial español, con el aumento de gravámenes a partir del 26 de julio de 1776, unos días después de que las colonias del Norte declararan su independencia, y unos días antes de la creación del Virreinato del Río de la Plata. Obviamente todo esto hacía acrecentar los ánimos de independencia en las colonias españolas de América. Lejos de suponer la unidad y la lealtad a la metrópoli se consiguió todo lo contrario en una maniobra fatal.

Conclusión: influencia jesuita

La tesis de Juan Eduardo Leonetti es del todo sugerente. Este dice que “la vigencia del pensamiento jesuita sobre este tema en el proceso que llevó a la Independencia, desarrollado hasta la perfección por sus más preclaros pensadores, más allá de la participación activa que pudieran haber tenido los miembros de la Orden –ya sea antes o después de su expulsión– en las diversas manifestaciones revolucionarias, es un hecho que difícilmente pueda rebatirse a esta altura de la Historia. […] ¿Alguien podría negar la presencia de las ideas de Rousseau o de Voltaire en la Francia Revolucionaria de 1789, aunque ambos ya no estaban por entonces físicamente en este mundo? […] Sostengo desde aquí que cada vez que se levanten las banderas de la dignidad fiscal en cualquier circunstancia en que la misma sea desconocida, allí estarán las ideas fuentes de esas formulaciones prohijadas en forma precisa del mensaje de Cristo por los hombres de la Compañía de Jesús, en cuanto reconozcan en el bien común la prístina razón de su existencia.”

Es indudable la influencia de los jesuitas en Latinoamérica y es muy comprensible que la política fiscal que pusieron en práctica la compañía de Jesús en aquellas tierras fue toda una revolución. Molestaba a imperios como Portugal y, sobre todo, España. El poder de los jesuitas en la lejanía de un territorio del imperio como era la de aquella zona hacía desconfiar a las autoridades de la labor que allí se estaba llevando a cabo, y el celo que despertaba la Compañía de Jesús por parte de encomenderos que perdieron privilegios, así como la diplomacia que era consciente del prestigio que se estaba ganando la orden religiosa, hicieron que las noticias que le llegaban al monarca no fueran del todo halagüeñas. Pero lo cierto es que parece claro que si la zona del Paraguay y concretamente las misiones guaraníes gozaron de un sistema con un gran equilibrio económico, político y cultural, fue por culpa o gracias a los jesuitas, que tenían como base los buenos actos, los actos que fueron en pro del individuo para, finalmente, conseguir el bien común, el fin último del pensamiento jesuita del que debiera salir una sociedad próspera en todos los sentidos. A parte de todo esto, se ha dicho como se ha podido ver, que la política fiscal de los jesuitas, teniendo como base el pensamiento político y jurídico de Francisco Suárez y Juan de Mariana, pudo servir a los nativos para darse cuenta después de la Expulsión de la Compañía de Jesús en 1767, que el sistema impositivo que se dio después fruto de la reforma fiscal de Carlos III, iba en contra de ellos y les oprimía, y que antes, con los jesuitas, eso no era así. El sistema era más justo, por lo que las revueltas independentistas que se producirían en no mucho tiempo en esa zona bien pudieron ser producto de la labor jesuita. No es de extrañar, pues, que esta orden tenga, en muchas ocasiones, una buena acogida en muchas zonas de Suramérica.

Gran parte del artículo está basado en las XII JORNADAS INTERNACIONALES SOBRE LAS MISIONES JESUÍTICAS: “INTERACCIONES Y SENTIDOS DE LA CONVERSIÓN” LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS Y LA POLÍTICA FISCAL EN LA AMÉRICA HISPÁNICA,

de Juan Eduardo Leonetti.

Universidad Católica de Argentina

Después de esta serie de tres artículos, próximamente, amplia crítica de la película La Misión, del cineasta Roland Joffé. Por Patrick Vidal.

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Jesuitas en el Nuevo Mundo (II): Recelo, Sistema Impositivo y Polémica

Recelo a los jesuitas

La Compañía de Jesús fue una orden decisiva en el contexto de la Contrarreforma o Reforma Católica y tuvo una relación particular con el poder absoluto de los monarcas. El tiempo que duró la contrarreforma, hasta mediados del S. XVII, tuvo una relación graduada o contemporizada con los gobiernos imperiales, especialmente con España. Actuaban conforme a los intereses de ambos, pero una vez terminado el tiempo de la contrarreforma, ya en tiempos de Felipe IV, esta relación fue alejándose cada vez más. En algunas colonias españolas de América del Sur los jesuitas cada vez tenían mayor peso en todas las esferas de las organizaciones políticas que básicamente eran creadas por ellos mismos bajo unos principios fieles al pensamiento jesuita resultado de un hipotético puente desde la escolástica hacia formas de Fe más modernas y actualizadas.

La expulsión de los jesuitas se da en España en el año 1767, sirviendo como excusa el famoso Motín de Esquilache (1766), ya que cogieron como cabezas de turco y grandes culpables de los motines que se dieron a lo largo y ancho de la península a los jesuitas. Y coincide esa expulsión con las reformas fiscales para las colonias españolas en América de Carlos III. Uno de los síntomas que hubieron antes de la expulsión fue el miedo que existía en la corte española porque los jesuitas discutían el poder absoluto del Rey siguiendo algunos métodos muy actuales que casi disponían la explosión de las ideas que desembocaron en la Revolución Francesa. Acabado el tiempo de la reforma católica, con una Iglesia muy consolidada y un prestigio jesuita ganado por las acciones y consecuencias positivas de las reducciones en América, los jesuitas seguramente se sentirían con un gran vigor para conseguir intereses tanto espirituales como terrenales. Y es conveniente resaltar que lo que se mandaba desde España no se cumplía en América, y que los jesuitas tenían sus propios métodos para la colonización, ajenos a los de la corte española.

Sistema impositivo

Hay que decir que los jesuitas fueron unos grandes protectores de los indígenas y que consiguieron que las sociedades creadas en el Nuevo Mundo fueran productivas. En este sentido cabe destacar a Queijo, jesuita que consiguió una provisión real en 1555 donde se pedía mejor trato y derechos para los nativos. Las ordenanzas de Alfaro -oidor Francisco de Alfaro- de 1611 permitieron cambiar el sistema impositivo, que convirtió un sistema encorsetado y medievalista basado en los diezmos en un sistema con un pago anual que se sacaba de las explotaciones de las reducciones jesuíticas en lo que suponía un sólido modelo industrial. Es interesante lo que dice Juan Eduardo Leonetti a través de Magnus Mörner sobre esto: “los jesuitas de América se resistieron desde 1624 a pagar el diezmo sobre la producción agrícola e industrial de sus propios establecimientos, dirimiéndose el pleito en 1750 cuando la Corona dispuso que pagasen sólo la treintava parte de lo producido, lo que fue drásticamente modificado en 1766 [reforma fiscal de Carlos III y latente expulsión de los jesuitas] disponiéndose que el diezmo sería del diez por ciento y con efecto retroactivo.” Se volvió al diezmo a pesar de que el sistema impositivo de los jesuitas dio resultados hasta 1753.

Al margen de esto cabe destacar que la aceptación de los jesuitas por parte de los indios tiene mucho que ver con la protección que estos les aseguraban. Los jesuitas aseguraban a los indios no tener que servir a los encomenderos -que en muchas ocasiones no realizaban un trato ni siquiera aceptable de sus encomendados-, sino solo al Rey, una cabeza no visible y, por lo tanto, casi intrascendente para los indígenas. Esto les aseguraba a los indígenas convivir con los jesuitas con ciertas garantías y libertades. Y es que confluían intereses mutuos, y se llegaron a crear 30 misiones jesuitas, un número que refleja el vigor y éxito de los jesuitas en Latinoamérica. Es muy reseñable el hecho de que, a pesar de la oposición existente contra los jesuitas, estos consiguieron en 1743 de Felipe V el dictado de la llamada Cédula Grande “aprobando casi todos los aspectos de la administración jesuita en los pueblos guaraníes y confirmando sus privilegios, incluso el tributo de un solo peso por cabeza”, como bien dice otra vez Leonetti a través de Mörner.

Polémica posición de Groussac y filme The Mission

Las misiones guaraníticas son de las más decisivas que dan sentido a la labor de la Compañía de Jesús en el Nuevo Mundo. Una zona donde se pusieron en práctica casi utopías. De esas utopías se podrían extraer experiencias positivas para ponerlas en práctica también entre los imperios europeos. Existe un filme ya soslayado en el anterior capítulo que es La Misión (The Mission, de Roland Joffé, 1986) donde se puede observar cómo funcionaban las misiones guaraníticas de los jesuitas. La imagen que se desprende de la ficción cinematográfica es la de una orden que desea evangelizar a un pueblo nativo que no poseen valores occidentales. Pero se observa que el método de los jesuitas no es conseguir la aculturación mediante la violencia, sino todo lo contrario. Ellos desean que se interiorice una forma de vida que incluye un sistema político, social y económico diferente al que los indígenas poseen, y que, además, es mejor y más eficaz. Las intenciones que vienen desde la corte española es precisamente eso, pero existen diferencias entre lo que entiende la corte y la diplomacia española por un modelo perfecto y lo que entiende la Compañía de Jesús. Las decisiones que toman los jesuitas en relación con los indígenas y sus métodos son ajenos a la corona aunque se deban a ella. En el filme hay un personaje que debe redimirse del asesinato de su propio hermano y esto lo consigue mediante la penitencia, que consiste en subir más allá de las cataratas de Iguazú y participar de la misión de San Carlos integrándose en la sociedad indígena. Se observar que la integración se lleva a cabo de forma contraria a lo que se nos muestra, por ejemplo, en 1492, La Conquista del Paraíso (1492: The Conquest of Paradise, de Ridley Scott, 1992). En esta se nos muestra una conquista y aculturación por la fuerza, donde deben aprender los indígenas la lengua española para integrarse. En La Misión no es así, se observa que primero los jesuitas se integran en la tradición y lengua guaraní para posteriormente adoctrinar a los indígenas. Pues bien, volviendo a la disciplina de la historia, existe un autor, Paul Groussac, que acusa a los misioneros “de estar ciento cincuenta años mandando a Europa el sudor monetizado de los pobres indios, sin dignarse siquiera introducir en las tribus más nociones de civilización que el manejo de las armas de fuego con las que se rebelarán abiertamente contra su señor el Rey de España cuando la cesión de aquellos terrenos a Portugal.” Y dice Leonetti, “se refiere Groussac al levantamiento de la población indígena como consecuencia de la entrega de siete pueblos guaraníes al dominio portugués a cambio de la Colonia de Sacramento –en la actual República Oriental del Uruguay–, la que fue duramente resistida por la población autóctona alzada en armas, que fue derrotada en 1752 por un ejército mixto español y portugués de 2500 hombres.” Por cierto que precisamente uno de los pilares históricos fundamentales en la película La Misión es este momento, el de la cesión de unos territorios de España a Portugal. Y sucede que la misión de San Carlos no esta claro a quien pertenece por situarse en la frontera de los límites establecidos por ambos imperios. Esto es lo que alegan los jesuitas en la película, bien representado por el padre Gabriel (Jeremy Irons).

Mariluz Urquijo dice respecto de las polémicas palabras de Groussac: “No creemos que los jesuitas hayan participado de la guerra como se dijo alguna vez ni está probado que hayan intervenido en la preparación militar de los indígenas pero lo que no parece dudable es que buena parte de ellos miró con simpatía el esfuerzo bélico guaraní y alentó una campaña de esclarecimiento en la que se llega a cuestionar el derecho del rey a disponer de los pueblos.” (Mariluz Urquijo, José María. El cambio ideológico en la periferia del imperio: el Río de la Plata. Madrid, 1997, p. 166). En el filme de La Misión es esto lo que se refleja, que hay un apoyo claro de los jesuitas a la población pero no luchan con ellos, excepto el penitente, que anteriormente se ganaba la vida de mercenario. Benítez de Almada dice en defensa de la obra misionera que “crimen fue salvar a doce mil indígenas del hambre, de la peste, de la catarata inmensa y de la indolencia natural […] pero por sobre todo el crimen eran sus cuarenta y ocho escuelas y sus catorce colegios repartidos a lo largo de todo el territorio del Plata”. (Benítez de Almada, Enrique. La leyenda negra jesuita: cuatro siglos bajo la calumnia. Buenos Aires, 1941, p. 37). Queda meridianamente claro que la labor de los jesuitas, sobre todo comparándola a otras labores de conquista y colonización, no fue traumática y si positiva en algunas aspectos de las poblaciones indígenas.

En el tercer y último capítulo de esta serie se tratará la Expulsión de los jesuitas y se procederá a una conclusión de los temas tratados.

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Jesuitas en el Nuevo Mundo

La Compañía de Jesús tuvo una influencia innegable en algunas colonias españolas casi desde los primeros años de conquista del llamado Nuevo Mundo. Se fueron estableciendo en zonas de América del Sur que parecían un tanto inhóspitas, donde el carácter indígena era muy fuerte (sin olvidar que en América del Norte, sobre todo en zonas como Canadá, las misiones jesuíticas fueron también de vital importancia). Los lugares geográficos más importantes donde se hicieron reducciones jesuíticas fueron, sobre todo, en el corazón de América Latina: en parte de Argentina, Paraguay y Brasil. En una zona de las cataratas del Iguazú, fronteriza entre Brasil y Paraguay existiría un conflicto diplomático entre los reinos de Portugal y España que quedaría plasmado con más o menos rigor en el filme de Roland Joffé The Mission (La Misión, 1986).

Existen algunos puntos importantes que señalar en relación a la labor de la Compañía de Jesús en las poblaciones indígenas. El fin oficial de estas misiones, que tenían validez en tanto que la ortodoxia católica y el Imperio Español estaban de acuerdo con algunos objetivos comunes, fue evangelizar una zona geográfica de América con un arraigo cultural entre sus gentes muy consolidado y diferente a la cultura cristiana europea. Entonces, evangelizar estas tierras suponía la existencia de un motor económico homologable con la situación política y económica de Europa, y más concretamente, homologable con España. La evangelización conllevaba cambiar el sistema político, económico y social, haciendo útiles y provechosos a aquellas gentes poniéndose al servicio de los imperios. Los jesuitas iban en esta dirección no por todos los objetivos que pudieran interesar a los estados, sino que estaban de acuerdo con la evangelización porque el pensamiento jesuita era el de realizar buenas acciones, entre las que se encuentra ayudar a progresar en un modo de vida donde la Fe en Jesucristo y la ética y moral cristiana es algo capital. De paso y no por ello menos importante, les interesaba crear un sistema político y económico favorable, con más orden y justicia, más civilizado. Pero para que la Compañía de Jesús tuviera esta forma de actuar unificada hubieron tres personalidades claras y decisivas: Luis de Molina, Francisco Suárez y Juan de Mariana.

Luis de Molina, Francisco Suárez y Juan de Mariana

Luis de Molina propuso la salvación por la realización de buenas obras contrariamente a lo que exponían los protestantes, con lo que supuso una gran revolución teológica dentro del contexto de la contrarreforma. Durante buena parte del S. XVI el pensamiento de este intelectual jesuita fue calando en la Compañía de Jesús y pronto se convertiría en base ideológica. Algo decisivo en el pensamiento de Luis de Molina es la valoración del individuo, ya que frente a la tradición escolástica que arengaba que el bien común era la suma de los bienes particulares, su pensamiento contemplaba que cada individuo consiga su propio bien. El individuo no debe estar al servicio de la sociedad, sino que la sociedad debe estar al servicio del individuo. Eso sí, Molina creía que como el poder no puede ejecutarlo toda la sociedad, este debe recaer en un solo gobernante. Pero esto es una transmisión de la soberanía, el pueblo delega en un gobernante.

Francisco de Suárez fue importantísimo tanto para la filosofía en general como para la Compañía de Jesús. Sirvió de puente entre la escolástica y una visión que se adecuara a los tiempos. En la línea de Molina, Suárez creía que el bien común es esencial en la sociedad, y pensaba que la sociedad debía ser activa políticamente y participar de los asuntos que afectaban a los ciudadanos. Como Molina, creía que el poder debía recaer en un gobernante y, en este sentido defiende la monarquía absoluta como régimen político. Seguramente esta clara defensa se deba al contexto histórico de contrarreforma en el que la iglesia necesitaba del apoyo político del estado. Algo que es muy interesante en el pensamiento de Suárez es lo que respecta al derecho internacional, ya que piensa que el gobernante no puede proporcionar los medios necesarios para que se llegue a la perfección social. Por ello Suárez defiende la existencia de una comunidad internacional superior a las sociedades de cada estado.

De Juan de Mariana es muy importante el pensamiento político que se destila de su obra De rege et regis institutione, donde en la primera parte y más importante habla de los principios filosóficos del estado, refiriéndose, por ejemplo, a la sumisión de los gobernantes a la comunidad. El poder del gobernante es superior al de los individuos, sin embargo no lo es al de la comunidad, que sigue teniendo la posibilidad de decidir sobre la continuidad del gobernante en casos extraordinarios como la tiranía. El pensador valora la existencia de instituciones representativas de la comunidad por su función limitadora del poder real. Además, defiende que el rey está sometido a las leyes, cuyo origen está en la comunidad.

También es importante la figura de José de Acosta, misionero jesuita español que estuvo en América desde que en el año 1574 llegara al Perú. Hizo grandes observaciones por su condición de antropólogo, como que los indígenas americanos habían cruzado a América a través de Siberia. José de Acosta fue citado por Locke en su obra Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, en la que se refiere a la Historia Natural y Moral de las Indias (Sevilla, 1590), de la que es autor Acosta.

En el siguiente artículo de esta serie se abordará el recelo que existía hacia la Compañía de Jesús en la corte española, el sistema impositivo jesuita en sus misiones y la polémica posición de Paul Groussac, relacionando esto último con alguna parte del filme La Misión de Roland Joffé.

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