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Jan Hus

Jan Hus también conocido como Juan HuArchivo:Jan Hus.jpgss o Juan de Hussenitz, (1370, Hussenitz, Bohemia del Sur – † 6 de julio de 1415, Constanza, Alemania) fue un teólogo, filósofo, reformador y predicador checo, que se desempeñó como maestro en la Universidad Carolina de Praga. Es considerado como un precursor de la Reforma Protestante; sus seguidores se conocen como husitas.

Infancia

Hijo de un campesino pobre que murió cuando Jan era niño, fue criado con mucho esfuerzo por su madre. Demostró tener piedad y fervor religioso desde su infancia, pues participó como monaguillo (ayudante de sacerdote) y cantó en el coro de la iglesia. Los libros religiosos le apasionaban. Cierta noche que leía la vida de San Lorenzo cerca de la chimenea, acercó su mano al fuego para ver hasta dónde sería capaz de soportar los tormentos que San Lorenzo había sufrido.
Se le dio la mejor educación que permitían sus circunstancias; y habiendo aprendido bastante sobre los escritores de Grecia y Roma, en una escuela privada en la provincia de Bohemia, donde sacó el título de Bachiller en Teología en 1398, se le aceptó en la universidad de Praga por caridad, es decir, se le permitió estudiar en esa universidad aunque no tuviera el dinero para pagar. Allí, pronto dio pruebas de su capacidad intelectual, y se destacó por su diligencia y aplicación al estudio.

Sacerdocio

Hus fue ordenado sacerdote en 1400 y nombrado predicador, primero en la iglesia de San Miguel y luego en una capilla, en 1402, donde se predicaba exclusivamente en idioma checo. Allí criticaba la corrupción moral de la Iglesia, los abusos que cometía y la riqueza que estaba acumulando. Hus quería que la Iglesia católica fuera pobre, que todo lo que hiciera estuviera claramente basado en el Evangelio; además, criticaba la venta de indulgencias. Le decía a todo el pueblo que debía desobedecer a la Iglesia porque era evidente que los sacerdotes vivían en el pecado. También quería que se prohibieran los bailes. Participó en los grupos que surgieron en la escuela de predicadores de Milia de Kromeriz, que querían volver a la pureza de los primeros años del cristianismo y se oponían a los grandes dirigentes de la Iglesia. Predicaba acerca de Jesucristo, y decía que el papa, con su corrupción y sus muchos pecados y errores que enseñaba a las personas, era la encarnación del Anticristo. En 1401 obtuvo el cargo de decano de la Facultad de Arte y Filosofía, y en 1409 fue nombrado rector de la Universidad de Praga.
Hus encabezó desde 1408 un movimiento basado en las ideas de John Wycliff denominado husismo y sus seguidores fueron llamados husitas, los cuales se multiplicaron en momentos en que la Iglesia católica sufría la crisis del Cisma de Occidente, cuando había dos papas, a los que en 1409 se agregó un tercero, Alejandro V. El emperador Segismundo le ofreció un salvoconducto para que Hus acudiera al Concilio de Constanza a explicar sus postulados, pero en el Concilio Hus se negó a retractarse y por ello fue condenado por herejía. El rey Segismundo de Hungría lo acusó de traición y le condenó a morir en la hoguera, ejecutándose la sentencia el 6 de julio de 1415.
Antes de ser quemado, Hus dijo las siguientes palabras:
«Vas a asar un ganso , pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar.»
Se suele identificar a Martín Lutero con esta profecía (102 años después, Lutero clavó sus 95 tesis en Wittenberg y en su escudo de armas figuraba un cisne).

A la muerte de Jan Hus, sus seguidores los husitas se dividieron ideológicamente en dos grupos:
• Los utraquistas: grupo más moderado que estaba formado por la baja nobleza y la burguesía y que estaban apoyados por la Universidad de Praga.
• Los taboritas: grupo más radical, constituido en torno a la fortaleza de Tabor y con influencia de corrientes milenaristas, con tintes antinobiliarios y antigermánicos.
En un primer momento ambas corrientes se unieron en torno al militar Jan Ziska, organizándose militarmente y enfrentándose a las tropas imperiales. Sin embargo, Ziska murió de peste negra y las corrientes se separaron, acabando enfrentadas entre ellas. Los taboritas continuaron con sus campañas militares, saqueos y pillaje, mientras que los utraquistas se dirigieron al Concilio de Basilea donde se reconciliaron con la Iglesia y con el emperador Segismundo, dando su apoyo a ambos en la lucha contra los taboritas y derrotándolos en 1434.

http://www.youtube.com/watch?v=GNwR6-S76ec&feature=related

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John Wickliffe

John Wickliffe

John Wickliffe Yorkshire, cerca 1320 – Lutterworth, Leicestershire, 31 de diciembre de 1384) fue un traductor, teólogo y reformista inglés que fundó el movimiento que se conoce como Lolardos o Wyclifismo y es considerado por muchos autores como el padre espiritual de los husitas y, en última instancia, de los protestantes. También fue una de las primeras personas en realizar una traducción de la Biblia en latín, conocida como la Vulgata, directamente a una lengua vernácula, en este caso, el inglés, en 1382.

Biografía

 

 

Su vida se sitúa en la Inglaterra del siglo XIV, donde, tras su formación personal, accederá a la cátedra de Teología en la universidad de Oxford. Al acabar sus estudios, usó sus contactos personales para acceder en 1378 a la Corte Inglesa, siendo el protegido personal del Duque de Lancaster y tutor personal del rey Ricardo II de Inglaterra de 1367 a 1400.
Es en esa época donde inicia sus críticas radicales y polémicas hacia la institución eclesiástica, evitando, en varias ocasiones, y gracias a sus contactos, ser procesado personalmente, por su catalogación de “anticristo” por el propio pontífice romano.
El 19 de febrero de 1377, Wiclif fue llamado por el obispo de Londres, Guillaume Courtenay, para que expusiera su doctrina. El interrogatorio se terminó cuando, Jean de Gand, que había acompañado a Wyclif, se encontró en medio de una refriega con el obispo y su entorno. El 22 de mayo de 1377, el Papa Gregorio XI publicó numerosas bulas acusando a Wyclif de herejía. En el otoño de ese mismo año, el Parlamento le pidió explicaciones sobre el carácter legal de la prohibición hecha a la Iglesia de Inglaterra acerca de transferir sus bienes al extranjero por orden del Papa. Wyclif confirmó la legalidad de dicha prohibición, y a principios del 1378 fue convocado de nuevo por el arzobispo de Canterbury, Simon de Sudbury. Wyclif recibió sólo una pequeña sanción gracias a sus relaciones privilegiadas con la Corte.
En lugar de retractarse, en 1378 niega la transubstanciación en la eucaristía, lo cual crea un profundo escándalo en la sociedad inglesa, que le supuso su expulsión definitiva de la corte y de su cátedra universitaria.
Durante el año 1378, Wyclif y sus amigos de Oxford empezaron la traducción al inglés de la Vulgata, desafiando la prohibición de la Iglesia. En 1379, Wyclif repudió la doctrina de la transubstanciación (cambio de la sustancia del pan y del vino en la sustancia del cuerpo y la sangre de Jesucristo). Esta toma de posición tan atrevida suscitó tal reprobación que Jean de Gand le retiró su apoyo. Wyclif envió, a partir de 1380, a sus discípulos, a los que llamaban los pobres predicadores, a las ciudades para que dieran a conocer sus tesis religiosas igualitarias. Los predicadores se encontraron, en todas partes, con una gran audiencia, y Wyclif fue acusado de sembrar el desorden social. Sin embargo, él no se implicó directamente en la sublevación de los campesinos en 1381, aunque es probable que sus doctrinas influyeran en ellos. En mayo de 1382, Couternay, nombrado arzobispo de Canterbury, llevó a Wyclif ante un tribunal eclesiástico que le condenó por hereje y determinó su expulsión de Oxford. Wyclif se retiró a su parroquia de Lutterworth.
En 1382 el entonces Arzobispo de Canterbury, Courtenay, reúne un sínodo para analizar detenidamente las teorías de Wycliff, que son definitivamente condenadas como heréticas, y nuevamente, gracias a sus contactos, se salva de la cárcel en un momento en que sus seguidores, los lolardos, empiezan a surgir.
El duque de Lancastrer, el pueblo londinense y, durante un tiempo, las órdenes mendicantes sostuvieron sus ideas que fueron propagadas por Inglaterra por los predicadores itinerantes. Sus ataques contra el papado le costaron la condena de Roma y, en 1384, Wyclif murió totalmente solo.
El Concilio de Constanza declaró a John Wycliffe culpable de herejía en 1414 y se ordenó la quema de sus libros, así como la exhumación de su cuerpo y la quema de sus huesos, cuyas cenizas serían tiradas al río Swift a su paso por Lutterworth.

 

Sus últimos años

El que Wiclif todavía siguiera viviendo en libertad tiene que atribuirse al apoyo continuo de algunos de sus poderosos amigos2 y a la actitud del parlamento, que todavía no se había convertido en lacayo del nuevo arzobispo. Wiclif centralizó sus actividades en Lutterworth y continuó escribiendo e inspirando a sus seguidores. Fijó su atención particularmente en las acciones del obispo de Norwich, un tal Henry le Spencer, quien se había distinguido durante la revuelta de los campesinos por su valor y dirección en el logro de la derrota inicial de los rebeldes en Norfolk.
Este obispo, orgulloso de su reputación recién ganada, decidió participar en el Cisma Papal. En 1383 obtuvo de Urbano VI una bula que le autorizaba a organizar una cruzada en contra de Clemente VII. Rápidamente reunió un ejército por medio de prometer absolución y dar cartas de indulgencia a los que sirvieran bajo su mando. Wiclif ya se había expresado claramente sobre el cisma, y su próximo paso fue escribir un tratado intitulado “Against the War of the Clergy” (Contra la guerra del clero). Comparó el cisma a dos perros que estuvieran peleando por un hueso.2 Sostuvo que toda la disputa era contraria al espíritu de Cristo, pues tenía que ver con ganar poderío y una alta posición en el mundo. Dijo Wiclif que el prometer a alguien el perdón de pecados por participar en tal guerra se basaba en una mentira. Más bien, éstos morirían como incrédulos si caían en un combate que de ningún modo era cristiano. La cruzada fue un terrible fracaso, y el obispo anteriormente orgulloso regresó a Inglaterra avergonzado.
Antes, en 1382, Wiclif había sufrido un ataque apoplético que lo había dejado parcialmente incapacitado. Dos años más tarde un segundo ataque lo dejó paralizado y sin habla. Murió unos cuantos días después, el 31 de diciembre de 1384, y fue enterrado en el patio de la iglesia de Lutterworth, donde sus restos permanecieron sin ser tocados por más de 40 años.
Entonces, en 1428, hubo un acontecimiento raro y asombroso y al mismo tiempo vergonzoso. En conformidad con el decreto del Concilio de Constanza emitido 14 años antes, la tumba de John Wiclif fue abierta. Sus restos fueron exhumados y quemados, y las cenizas fueron llevadas al pequeño río Swift, que fluía cerca. Allí las cenizas fueron esparcidas sobre las aguas para que flotaran corriente abajo al río Avon, luego al Severn y finalmente al mar. Los que ejecutaron este acto no le atribuyeron ningún significado simbólico. Sin embargo, los que quisieron consolarse por esta acción de venganza la interpretaron de manera simbólica.
Legado
Tras su muerte, sus enseñanzas se expandieron con rapidez. Su Biblia, que apareció en 1388, se repartió profusamente por medio de sus discípulos. Sus obras influyeron de manera inequívoca en el reformador checo Jan Hus y en los anabaptistas, así como en la sublevación que él promovió contra la Iglesia. Martín Lutero reconoció, asimismo, la influencia que Wyclif ejerció en sus ideas.
En mayo de 1415, el Concilio de Constanza condenó las herejías de Wyclif y ordenó que su cuerpo fuera exhumado y quemado. Este decreto se llevó a cabo en 1428.
El pensamiento de Wyclif representó una ruptura total con la Iglesia, en la medida en que él afirmaba que existía una relación directa entre los hombres y Dios, sin la intromisión de la iglesia de Roma. Ateniéndose a las escrituras, Wyclif pensaba que los cristianos tenían derecho a dirigir sus vidas sin la intervención del Papa o de sus prelados. Wyclif puso en cuestión las numerosas creencias y prácticas de la Iglesia de Roma, juzgándolas contrarias a las Escrituras. Condenó la esclavitud y la guerra, defendiendo la idea de que la clerecía cristiana tenía que seguir el ideal de la pobreza evangélica, predicada por Cristo y sus apóstoles.
Teorías

  • Teoría del Dominio
    Establece que Dios es el único que posee el dominio y está en todas partes, lo cual es fomentado por la debilidad y el pecado del hombre, cosa que no ocurre en la sociedad perfecta e ideal. En ella, no se necesita de curas ni sacerdotes, pues según él, Dios no precisa de delegados ni intermediarios, una teoría similar a la que después usará Martín Lutero en el siglo XVI en la Reforma protestante.
    Así, solamente en Dios está la salvación, pero para él, el dominio no es propiedad, ya que Dios domina y es perfecto, en tanto que la propiedad privada es imperfecta y pecaminosa, y se debe tender a suprimirla. Para Wyclif, la servidumbre y la propiedad privada son imperfectas y fruto del pecado del hombre.

 

  • Teoría de la Eclesiología
    En 1376 Wyclif defendió la doctrina de “la autoridad fundada en la gracia”, según la cual toda autoridad viene otorgada, directamente, por la gracia de Dios y pierde su valor cuando su detentador es culpable de pecado mortal. Para él, la verdadera Iglesia es la iglesia invisible de los cristianos en estado en gracia: Wyclif negaba el principio de la autoridad jerárquica en la Iglesia y preconizaba la designación del Papa por sorteo. Negaba a los curas que habían cometido un pecado mortal la posibilidad de perdonar los pecados. Wyclif declaró, abiertamente, que la Iglesia de Inglaterra era pecadora y culpable de corrupción.
    Establece que hay dos iglesias, la visible y la invisible, esta última formada por los predestinados, y que es la auténtica, como afirmará tiempo después Jan Hus. Así, Dios es la causa de esta predestinación y él dispone de todo, según el plan divino, y este predestinado no pierde sus derechos aunque peque, pues ha sido elegido por Dios.
    Por otra parte, toda la estructura de la iglesia visible o terrenal es duramente criticada por Wyclif, donde el Papa, la curia, el cardenal, los obispos, los archidiáconos, el oficial, el decano, el rector, el sacerdote, el monje o el clérigo son quienes hunden realmente la iglesia. Afirma que si existe el papel del predestinado por Dios, entonces el papa, que es electo y no eterno, no tiene ningún sentido, y no reconoce su autoridad, por lo que debe desaparecer. Por tanto, expresa una crítica radical contra la autoridad eclesiástica.
  • Teoría de las Escrituras
    Wycliffe se inclinó, resueltamente, por el realismo contra el nominalismo, en un debate muy acalorado en el que defendía la vuelta a la Biblia y al agustinismo. Dice que el verdadero y auténtico poder está en las Sagradas Escrituras (la Biblia), y no en la Iglesia. Esta es la teoría del “biblicismo”, donde está la salvación, la revelación y la autoridad, de forma que la salvación viene directamente de Dios, sin intermediarios, y solamente resaltando el valor único de la Biblia, como fuente única de poder. No juzga a la iglesia, sino que, novedosamente, antepone directamente la autoridad suprema de la Biblia a la eclesiástica, como revelación divina.
    Son de su autoría:
    • De domino divino (1375),
    • De officio regis,
    • De veritate scripturae (1378) y
    • De potestate papae (1379).
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MIGUEL SERVET

MIGUEL SERVET

llamado también Miguel de Villanueva, Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus (su nombre auténtico era Miguel Serveto y Conesa, alias «Revés») (Villanueva de Sigena, Huesca, 29 de septiembre de 1511 – Ginebra, 27 de octubre de 1553) fue un teólogo y científico español.

Sus intereses abarcaron muchas ciencias: astronomía, meteorología, geografía, jurisprudencia, teología y el estudio de la Biblia, matemáticas, anatomía y medicina.

Participó en la Reforma Protestante y desarrolló una cristología contraria a la trinidad. Repudiado tanto por los católicos como por los protestantes fue arrestado en Ginebra y condenado a morir en la hoguera en 1553 por orden del Gobernador de la ciudad, que era Calvinista.

Nacimiento y años de formación

Actualmente existe un consenso casi general en situar el lugar de nacimiento de Servet en Villanueva de Sigena, aunque hay investigadores que mantienen la opinión de que nació en Tudela de Navarra, basándose en los documentos en que Servet se atribuía dicho origen mientras mantenía en Francia la falsa identidad de Michel de Villeneuve, que haría alusión a su localidad natal, Villanueva de Sigena, donde se conserva la casa familiar, hoy convertida en centro de interpretación.

Fue hijo de Antón Serveto, noble infanzón y notario del Monasterio de Sigena, y de Catalina Conesa, que por línea materna descendía de la familia judeoconversa de los Zaporta. Tenía dos hermanos menores: Pedro, quien continuó con la notaría paterna, y Juan, que fue ordenado sacerdote.

Joven con dotes sobresalientes para las letras y gran conocedor del latín, griego y hebreo, Miguel abandonó su población de origen para ampliar estudios, quizá en el castillo de Montearagón. Es aceptado como pupilo por fray Juan de Quintana, quien llegaría a ser confesor de Carlos I. Tras una estancia en Toulouse (Francia) para realizar estudios de Derecho, donde entra por primera vez en contacto con círculos próximos a la Reforma, viaja con Quintana por Italia y Alemania, como parte del séquito imperial, y presencia la coronación de Carlos V como emperador en Bolonia (1530).

Primeras obras teológicas

Posteriormente abandona a su mentor e inicia un periplo por varias ciudades de Centroeuropa afines al naciente protestantismo. Establece una relación cada vez más difícil y polémica con algunos líderes reformadores, como Ecolampadio de Basilea, y se dirige más tarde a Estrasburgo, donde se relaciona con Bucer, y a Hagenau (ciudad alsaciana entonces perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico).

En 1531 publica De Trinitatis Erroribus (De los errores acerca de la Trinidad), que produjo gran escándalo entre los reformadores alemanes. Tampoco caló bien en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, quien no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición. El año siguiente publicó Dialogorum de Trinitate (Diálogos sobre la Trinidad), acompañado de una obra suplementaria, De Iustitia Regni Christi (Sobre la Justicia del Reino de Dios). Otro opúsculo atribuido a Servet, aunque de datación imprecisa, es Declarationis Iesu Christi Filii Dei (Declaración de Jesucristo Hijo de Dios), también conocido como «Manuscrito de Stuttgart».

De los errores acerca de la Trinidad: estructura y contenido

En esta obra, dividida en siete libros o capítulos, Servet argumenta que el dogma de la Trinidad carece de base bíblica, ya que no se halla en las Escrituras, sino que es fruto posterior de elucubraciones de «filósofos». Basándose en abundantes citas de la Biblia, Servet concluye que Jesús es hombre, hijo de Dios, y en definitiva no Dios mismo. Es hombre en tanto que nacido de mujer, por más que su nacimiento fuese milagroso. A su vez, Jesús es hijo de Dios en tanto que su nacimiento es el fruto de la fecundación por el Logos divino de la Virgen María.

Niega así Servet, por tanto, que el Hijo sea eterno, ya que fue engendrado como tal en la encarnación, aunque es divino por gracia de Dios, su Padre. Tampoco es, pues, una Persona de la Trinidad, cuya existencia niega vehementemente definiéndola como «tres fantasmas» o «Perro Cerbero de tres cabezas». Asimismo califica a los que creen en tal doctrina como «ateos, es decir, sin Dios» y «triteístas». A su vez, el Espíritu Santo no sería una tercera Persona trinitaria, sino la fuerza o manifestación del espíritu de Dios tal como actúa en el mundo a través de los hombres.

Diálogos sobre la Trinidad y De la Justicia: estructura y contenido
Obra de tamaño y ambición inferiores a Errores…, Diálogos está estructurada en dos libros como una conversación ficticia entre dos personajes: Miguel (el propio autor) y un tal Petrucho. Según Servet, la escribe para despejar las dudas e inquietudes sembradas por su obra anterior, que a su juicio se deben «a mi propia impericia y a la negligencia del tipógrafo». A diferencia de lo afirmado en Errores…, Servet dice que Jesús no es sólo divino por gracia, sino también por naturaleza, aunque aclara que sólo en tanto que participa de la sustancia divina de su Padre.

A su vez, en el opúsculo De la Justicia del Reino de Dios incluido al final, explica entre otras cosas la complementariedad entre fe y caridad, pues, aunque la justificación del creyente es sólo por la fe, la caridad y las buenas obras son encomiables y complacen a Dios, aspecto en el que se diferencia claramente de Lutero y otros reformadores protestantes. Finalmente, al final se encuentra uno de los textos por los que Servet es considerado como adalid de la tolerancia y la libertad de conciencia, ya que afirma que «ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo… Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar».

Tiempo de ocultación

Miguel Servet se dirige a Lyon. Había estado brevemente en París, donde un encuentro previsto, pero finalmente no efectuado, con Calvino se transforma en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Servet llega a Lyon con una nueva identidad, Michel de Villeneuve, supuestamente originario de Tudela de Navarra, para evitar las persecuciones de la Inquisición española. Estuvo empleado en una imprenta, primero como corrector de pruebas. En 1535 le encargaron la publicación y anotación de la Geografía de Claudio Ptolomeo, lo que llevó a cabo dando pruebas de su gran erudición. En Lyon fue la etapa más feliz de su vida. Conoció al médico Symphorien Champier, quien le anima a estudiar Medicina y fue a París.

En 1537 se matricula en la Universidad de París para estudiar Medicina. Allí estudia junto a los grandes médicos de la época, enseñando Matemáticas y Medicina en la Universidad. Sin embargo, pronto se encuentra en dificultades, puesto que dicta un curso de Astrología, en el que defendía la influencia de las estrellas en los eventos futuros (astrología judiciaria), lo cual, junto con un opúsculo en el que describe el uso de jarabes para administrar los remedios de la época, le enfrenta con la comunidad universitaria.

Deja de nuevo París y reside en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se encuentra con el arzobispo de Viena del Delfinado, Pedro Palmier, al que había conocido previamente en París. De esta forma entra a su servicio como médico personal en 1541.

La Restitución del Cristianismo

En Vienne de Isère, Servet se dedica a proseguir sus estudios y publicaciones y prepara en secreto la que será su obra cumbre. Prosigue su correspondencia con Calvino, a quien envía una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio (Restitución del Cristianismo), de carácter fundamentalmente teológico, en espera de sus comentarios (1546). El concepto de cristianismo ahí expuesto es cercano al panteísmo. Cristo está en todas las cosas. El mundo está lleno con él. Se mostraba también contrario al bautismo de los niños, ya que el bautismo debe ser un acto maduro y consciente de discipulado cristiano, lo que le acerca a las posiciones anabaptistas. Sobre la edad adecuada para recibir el bautismo, sugirió seguir el ejemplo de Jesús: Jesucristo fue él mismo bautizado cerca de los treinta años.

Curiosamente el libro pasaría a la posteridad por contener en su «Libro V» la primera exposición en el Occidente cristiano de la función de la circulación pulmonar o menor: según Servet, la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar por un paso prolongado a través de los pulmones, en cuyo curso se torna de color rojo y se libera de los vapores fuliginosos por el acto de la espiración. Servet sostenía que el alma era una emanación de la Divinidad y que tenía como sede a la sangre. Gracias a la sangre, el alma podía estar diseminada por todo el cuerpo, pudiendo asumir así el hombre su condición divina. Por tanto, los descubrimientos relativos a la circulación de la sangre tenían un impulso más religioso que científico. De ahí que la descripción de la circulación pulmonar esté dentro de una obra de teología y no de una de fisiología. Para Servet no había diferencia entre ambos ámbitos, ya que todo obedecía a un mismo gran designio divino.

En respuesta, Calvino le conmina a leer su propio libro Institutio religionis Christianae (Institución de la Religión Cristiana), publicado en 1536. Servet leyó el libro de Calvino e hizo anotaciones muy críticas en los márgenes del libro, devolviéndole la copia corregida, lo que desagradó enormemente al reformador, quien avisó que si Servet ponía los pies en Ginebra «no saldría vivo de ella».

Finalmente, Christianismi Restitutio es publicado anónimamente a principios de 1553, de nuevo con gran escándalo. Un calvinista de Ginebra escribe a un amigo católico revelándole que el autor del libro es el hereje Miguel Servet, oculto bajo la falsa identidad de Villeneuve. Se sospecha que detrás de esta denuncia podría estar el propio Calvino, quien había tenido acceso al texto gracias al mismo Servet. La Inquisición de Lyon recibe parte de la correspondencia intercambiada entre ellos, tras lo cual Servet es detenido, interrogado y encarcelado en Vienne. El 7 de abril, sin embargo, logra evadirse y el 17 de junio es sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.

Juicio en Ginebra y muerte

Monumento a Servet en la plaza del Ayuntamiento de Annemasse (Francia).Posiblemente mientras iba rumbo a Italia, por alguna razón Servet acaba haciendo una estancia en Ginebra, donde fue reconocido en la iglesia donde predicaba el propio Calvino (13 de agosto). La ciudad se regía por los principios de la Reforma tal como Calvino los había definido en sus Ordenanzas eclesiásticas, basadas en su obra magna, Institución de la religión cristiana.[10] Servet fue detenido y juzgado por herejía (por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta).

Servet sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al Consejo de Ginebra de 15 de septiembre de 1553. Durante el juicio, sostuvo diversos debates de carácter teológico. El 22 de septiembre, Servet escribe una última alegación en la que culpa a Calvino de hacer acusaciones falsas de herejía contra él y solicita que también sea detenido e interrogado como él, y concluye: “Estaré contento de morir si no le convenzo tanto de esto como de otras cosas de que le acuso más abajo. Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia.” Finalizado el proceso, fueron consultadas las iglesias reformadas de los cantones de Zúrich, Schaffhausen, Berna y Basilea, tras lo cual el acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el 27 de octubre de 1553. En una carta fechada el día anterior, Calvino comentaba a Farel que Servet iba a ser condenado sin discusión y conducido al suplicio, y aseguraba que él había intentado cambiar la forma de su ejecución, aunque inútilmente.

La sentencia dictada en su contra por el Consejo (Petit Counseil) de Ginebra dice:

Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.
Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.

Consecuencias de la ejecución de Servet

Independientemente de la importancia de sus descubrimientos fisiológicos o de su labor como polemista religioso, los sucesos que acarrearon el juicio y muerte de Miguel Servet se han considerado como punto de arranque de la discusión que condujo al reconocimiento de la libertad de pensamiento y de expresión de las ideas. Asimismo, las Iglesias Unitarias, surgidas de los movimientos antitrinitarios del siglo XVI y posteriores, consideran a Servet su pionero y primer mártir.

La ejecución de Servet escandalizó a muchos pensadores de toda Europa, principalmente en el ámbito protestante, que se oponían a que se matara a las personas por razones de fe. Destaca particularmente la defensa de Servet que realizó Sebastián Castellion: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre.»

Por otro lado, desde mediados del siglo XIX y principios del XX, Servet comenzó a ser reivindicado por partidarios del librepensamiento, que veían en su ejecución una prueba de los peligros que conlleva el fanatismo religioso, aunque a menudo como resultado de un análisis superficial y sin tener en cuenta la obra y conceptos teológicos del propio Servet.

Marian Hillar, estudioso polaco-norteamericano de la obra de Servet, hizo la siguiente evaluación sobre el impacto perdurable que tuvo la ejecución del erudito español: «Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IV. […]
Históricamente hablando, Servet murió para que la libertad de conciencia se convirtiera en un derecho civil en la sociedad moderna»

 



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Los monarcómacos

LOS MONÁRCOMANOS

Tras la matanza de la noche de San Bartolomé, el partido hugonote produjo gran cantidad de obras políticas. Junto a la argumentación constitucionalista podemos encontrar una nueva línea de justificación de la limitación del poder regio, fundada en principios filosóficos políticos que se resumen en dos ideas:

• Los reyes fueron creados por la sociedad para su servicio.
• Debe ser la sociedad la que defina la función regia y controle su ejercicio.

Los títulos más destacados de esta línea filosófica son:
• El derecho de los magistrados, de Théodore de Bèze.
• El político (anónima).
• El despertador de los franceses y de sus vecinos (anónima).
• Discursos políticos (anónima).
• El toque de rebato (anónima).
• Y la más importante: el Alegato contra los tiranos (Vindiciae contra tyrannos), atribuida a Philippe Duplessis-Mornay y publicada en Basilea en 1579.File:Duplessis-Mornay.jpg

Esta línea de pensamiento defiende que la legitimidad del recurso a las armas frente al “agresor injusto”, pero concibe la resistencia como un derecho limitado, constitucional y defensivo del pueblo, que no puede ser ejercido por todo el pueblo, ni por particulares, sino únicamente por los jefes o guías del pueblo. El rey accede al poder en virtud de un pacto con los jefes naturales del pueblo, de forma que la soberanía persiste en este último, así como el derecho de deponer al monarca en los casos en que incumpla el pacto.
Vindiciae contra tyrannos es la obra más famosa y difundida de la producción monarcómaca. En ella, Philippe Duplesis-Mornay aplica a la realidad francesa el doble pacto que se daba en la consagración de los reyes del pueblo de Israel:
• El primer pacto es entre Dios, el rey y el pueblo. Se trata de un contrato religioso, llamado alianza o foedus, de Dios con el pueblo, a través de su cabeza, el rey, en virtud del cual, el pueblo se convierte en pueblo de Dios, en Iglesia. El rey tiene como obligación mantener al pueblo dentro de la ley de Dios. El pueblo mantiene el derecho a resistirse y a deponerlo si se aparta de dicha ley. En esta situación, los magistrados intermedios podrían actuar en nombre del pueblo para perpetrar el tiranicidio.
• El segundo pacto (pactum) es político, entre el rey y el pueblo. El pueblo crea la figura del rey y se compromete a obedecerle con la condición de que gobierne con justicia y busque el bien público. Las leyes son establecidas por el pueblo y están por encima de los reyes; estos deben cumplirlas y administrarlas, y no las pueden cambiar sin el consentimiento del pueblo. Si el rey incumple sus funciones, el pueblo queda desligado de su obligación de obediencia y puede resistirse.
Duplessis distingue dos formas de resistencia en función de los dos tipos existentes de tiranos:
• El “tirano sin título”, que accede al trono usurpando el poder. El ciudadano privado no tiene ninguna obligación de obediencia y puede incluso matar al usurpador.
• El “tirano por práctica”, el monarca legítimo que incumple el pacto. La resistencia pertenece al pueblo, pero el tiranicidio solo puede ser realizado por los jefes del pueblo (llamados tutores, controladores o éforos).
El autor legitima la ayuda exterior, de un príncipe extranjero, para socorrer al pueblo oprimido por un tirano (de forma coherente con la necesidad de los hugonotes de contar con apoyos externos en su lucha contra la monarquía). Justifica el deber de ayudar por motivos religiosos y civiles: el príncipe extranjero no puede permitir ni los daños espirituales ni los perjuicios civiles que el monarca hereje y tirano está perpetrando contra el pueblo vecino; debe actuar movido por la fe y la solidaridad humana.

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La resistencia al poder

LA RESISTENCIA AL PODER DE LOS HUGONOTES:

EL CONSTITCIONALISMO DE HOTMAN

Para defender sus posiciones respecto a la monarquía de los Valois, los calvinistas franceses o hugonotes necesitaban justificar su derecho de resistencia. No obstante, no podían recurrir a argumentos religiosos, ya que Calvino había negado reiteradamente ese derecho, dado el carácter divino del poder real. Esta negativa y la necesidad de conseguir aliados entre otros descontentos (aunque no fueran calvinistas) les llevaron a buscar justificaciones seculares. Con dicha intención, elaboraron una interesante literatura política de oposición a la monarquía absoluta, basada en la defensa de la monarquía limitada. En ella, podemos encontrar dos líneas temáticas:

• La primera encontró justificación en argumentos constitucionales e históricos. Pretendía demostrar a partir de pruebas históricas que la monarquía francesa era en origen una monarquía limitada y que el absolutismo era una corrupción inadmisible.
• La segunda tenía una base más filosófica. Afirmaba que la monarquía absoluta era una institución contraria a los principios de un recto gobierno fundado de acuerdo con el Derecho Natural.

El constitucionalismo histórico de François Hotman

El principal representante del constitucionalismo histórico hugonote fue François Hotman (1524-1590). En su obra Francogallia, propuso como remedio para la crisis de la monarquía la vuelta a la tradición constitucional.
Francogallia es una historia de la organización de la monarquía francesa que parte de la Galia prerromana, sigue con la época de ocupación romana y termina con los francos. En ella, Hotman argumentaba que a lo largo de su historia la monarquía siempre había sido controlada por las instituciones con las que compartía el ejercicio del poder y que era originalmente electiva: el rey era elegido por la asamblea de guerreros que representaba a la totalidad de la nación. Por ello, la asamblea mantenía en sus manos la suprema autoridad del reino, tomaba las decisiones importantes en las que podía estar en juego el destino del reino (deliberaciones sobre la paz y la guerra, las leyes importantes o los impuestos) y conservaba el derecho de vigilar la conducta del rey y, en consecuencia, el de deponerlo. La corona era un órgano de la comunidad, el más importante en su calidad de cabeza política del reino. El rey era el más alto magistrado, pero sus poderes estaban definidos y limitados por las leyes (no podía nombrar sucesor a su arbitrio, no podía enajenar los bienes de la corona y no podía remover a los altos dignatarios del reino según su voluntad).
La argumentación de Hotman se basaba en datos históricos incorrectos, tanto por falta de información, como por su manipulación interesada. Además, su propuesta no era operativa en la Francia de su tiempo, ya que los Estados Generales estaban divididos y eran controlados por la Liga Católica, lo que impedía que asumiesen el papel propuesto por Hotman a los ojos de los hugonotes.

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La matanza de la noche de San Bartolomé

LA MATANZA DE LA NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ

La Matanza o Masacre de San Bartolomé es el asesinato en masa de hugonotes (cristianos protestantes franceses de doctrina calvinista) durante las Guerras de religión de Francia del siglo XVI. Los hechos comenzaron el 24 de agosto de 1572 en París, extendiéndose durante los meses siguientes por toda Francia.

http://www.youtube.com/watch?v=2fluxT4zquo

Contexto

La matanza de San Bartolomé, inscrita en el contexto general de las Guerras de religión francesas, estuvo precedida de varios acontecimientos que son usados por los historiadores para su explicación:

La Paz de Saint-Germain que puso fin a la tercera guerra religiosa el 8 de agosto de 1570
El matrimonio de Enrique de Navarra y Margarita de Valois, el 18 de agosto de 1572
El atentado contra el almirante Gaspar de Coligny, el 23 de agosto de 1572
Una paz y un matrimonio no aceptados [editar]La Paz de Saint-Germain, que puso fin a la tercera guerra de religión entre católicos y protestantes, resultó ser muy precaria, dado que los católicos más intransigentes no aceptaron varios de sus términos, como la vuelta del partido protestante a la corte y la administración. Tanto la reina madre Catalina de Médicis, como su hijo Carlos IX, que estaban dispuestos a realizar concesiones para que no volviera a recomenzar la guerra entre ambas facciones y eran conscientes de las dificultades financieras del reino, defendieron los términos de la paz y permitieron que Gaspar de Coligny, líder de los protestantes, formara parte del consejo real.

Para afianzar la paz entre los dos partidos religiosos, Catalina de Médicis concertó el matrimonio de su hija Margarita con el príncipe protestante Enrique de Navarra, futuro rey Enrique IV de Francia. La boda, prevista para el 18 de agosto de 1572, no fue aceptada ni por el Papa Pío V, ni por su sucesor Gregorio XIII, en funciones cuando tuvo lugar la matanza. Asimismo, el rey Felipe II de España condenó de manera rotunda la política de la reina madre.

Una ciudad en tensión

La boda propicia, en París, la presencia de un gran número de nobles protestantes que acuden en apoyo del príncipe. París es, en aquel momento una ciudad decididamente antihugonota: los católicos más extremistas no aceptan de buen grado la presencia de los protestantes. Los predicadores católicos, capuchinos principalmente, hacen patente su rechazo frontal hacia el matrimonio de una princesa de Francia con un protestante. Incluso el Parlamento de París decide mostrar su malestar por este matrimonio. Las protestas del pueblo se hacen evidentes, acentuándose ante el derroche de gastos y lujos que este matrimonio comporta.

La corte está en tensión. Catalina de Médicis no logra obtener el permiso del Papa para este matrimonio excepcional. Los prelados franceses dudan, no sabiendo qué actitud tomar. La reina madre pone en juego todas sus estrategias a fin de convencer al cardenal de Borbón para que oficie los esponsales. La rivalidad latente entre los dos bandos religiosos reaparece de nuevo. La Casa de Guisa no está dispuesta a ceder su lugar a los Montmorency. Francisco de Montmorency, duque de Montmorency y gobernador de París, no consigue controlar las revueltas urbanas. Tratando de eludir los problemas que se avecinan, prefiere abandonar la ciudad unos días después de celebrado el matrimonio.

La tentativa de asesinato de Coligny [editar]El 22 de agosto se lleva a cabo un atentado contra Gaspar de Coligny. No se ha sabido, a ciencia cierta, quiénes o quién planificaron el atentado. Algunos autores destacan tres posibles responsables directos:

La Casa de Guisa: el cardenal de Lorena, el duque de Guisa y el duque de Aumale son los sospechosos más probables. Dirigentes del partido católico deseaban vengar el asesinato de Francisco de Guisa que, según ellos, habría sido ordenado por Coligny diez años antes.
El duque de Alba, gobernador de los Países Bajos, representante de Felipe II: Coligny proyectaba un ataque a este país con el fin de liberarlo del yugo español. Durante el verano envió clandestinamente un gran número de tropas acogidas por los protestantes de Mons, ciudad sitiada por el duque de Alba, para quien el almirante constituía una amenaza real.
Catalina de Médicis: Al parecer, Coligny ejercía una gran influencia sobre Carlos IX, y la reina madre le temía. Sin embargo, es difícil creer en su culpabilidad, habida cuenta de los esfuerzos realizados por ella a favor de la paz y la tranquilidad del Estado. Si ella no fue la inductora del atentado ¿estuvo al corriente de lo que los Guisa y los españoles preparaban?

La noche de San Bartolomé La masacre

El intento de asesinato de Coligny es el desencadenante de la crisis que desembocó en la matanza. El almirante Coligny era el líder del partido de los hugonotes, sumamente respetado. Consciente del peligro protestante, el rey se entrevistó con Coligny asegurándole amparo. Mientras la reina madre cenaba, los protestantes irrumpieron a pedir justicia. Esta situación hizo crecer los temores de una revuelta de los Hugonotes buscando represalias; más aún, la presencia en las afueras de París del cuñado de Coligny al mando de unos 4.000 hombres que acampaban allí creó en los católicos de la ciudad la certeza de que se preparaba una matanza por parte de los protestantes para vengar el atentado. Esa misma noche, Catalina de Médicis mantuvo una reunión en las Tullerías con sus consejeros italianos y el barón de Retz.

La noche del 23 de agosto, Catalina se entrevista con el rey para discutir la peligrosa situación. Carlos IX decide, entonces, eliminar a los cabecillas protestantes, excepción hecha de los príncipes Enrique de Navarra y el príncipe de Condé. Poco después, las autoridades municipales de París fueron convocadas a palacio. Se les ordenó cerrar todas las puertas de la ciudad y proporcionar armas a los burgueses, a fin de prevenir cualquier tentativa de sublevación. Es difícil, todavía, determinar la cronología de los hechos y conocer el momento exacto en el que empezó la masacre. Parece ser que fue una señal dada por las campanadas de maitines desde la iglesia de San Germán-Auxerrois, próxima al Louvre y parroquia de los reyes de Francia. De inmediato, los nobles protestantes fueron expulsados del palacio del Louvre y masacrados en las calles. El almirante Coligny fue sacado por la fuerza de su lecho y arrojado a la calle por una ventana de palacio. Ya de madrugada, el pueblo empezó a perseguir a los protestantes por toda la ciudad. La matanza continuó durante varios días pese a las tentativas del rey por detenerla.

Interpretación


La conclusión de lo acontecido se dirime entre las causas y la responsabilidad de la matanza.

En opinión de Denis Crouzet, Carlos IX temía una insurrección protestante, que habría tratado de sofocar para defender su poder. La responsabilidad de lo ocurrido recae, por tanto, sobre Carlos IX, no sobre Catalina de Médicis.
La interpretación tradicional, sostenida por Janine Garrison, es la de que Catalina de Médicis y sus consejeros católicos fueron los principales responsables de lo sucedido. Ellos habrían forzado a Carlos IX, dubitativo y veleidoso, a tomar una decisión que se demostró equivocada.
Y según Jean-Luis Bourgeon, fueron los ciudadanos de París, profundamente antihugonotes, los verdaderos responsables de la matanza. Los Guisa, muy populares entre el pueblo, aprovecharon esta situación para presionar tanto al rey como a la reina. Y Carlos IX habría provocado este amotinamiento obligado por los Guisa, la burguesía y el pueblo.

El día de San Bartolomé

Sea como fuere, la noche de San Bartolomé resultó provechosa para algunos. El 26 de agosto el rey, en una sesión solemne de las Cortes les endosó la responsabilidad de la matanza. Declaró que él pretendía:

“prevenir la ejecución de una detestable y desdichada conspiración tramada por el susodicho almirante, jefe y autor de la misma y sus secuaces y cómplices contra el rey y su Estado, la reina, su madre, MM. sus hermanos, el rey de Navarra y cuantos príncipes y nobles que estuvieran a su lado.”

De todos modos, en las capitales de provincia se secundó la masacre. El 25 de agosto los asesinatos tuvieron lugar en Orleans y Meaux; el 26 en la Charité-sur-Loire; el 28 y 29 en Angers y Saumur; el 31 de agosto, en Lyon; el 11 de septiembre en Bourges; el 3 de octubre en Burdeos; etc. El número de muertos se estima en total en 2.000 en París y de 5.000 a 10.000 en toda Francia.

El Papa Gregorio XIII, en cuanto supo la noticia, organizó un solemne Te Deum en la basílica de San Pedro. Felipe II de España demostró su satisfacción. Isabel I de Inglaterra se negó a recibir al embajador francés, hasta que pareció aceptar la tesis de la conspiración.
La matanza de San Bartolomé, provocó al Cuarta GUerra religiosa en Francia.

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La Reforma en Francia: los Hugonotes

El término Hugonotes (Huguenot en francés) es el antiguo nombre otorgado a los protestantes franceses de doctrina calvinista durante las guerras de religión. A partir del siglo XVII, los hugonotes serían denominados frecuentemente Religionnaires, ya que los decretos reales (y otros documentos oficiales) empleaban el desdeñoso «pretendida religión reformada» para designar al protestantismo.

Reforma en Francia

De acuerdo a lo señalado por el evangélico Samuel Vila Ventura en su Enciclopedia Ilustrada de Historia de la Iglesia, el movimiento hugonote francés se remonta hasta la publicación en París de la obra de Jacobus Faber Stapulensis: Sancti Pauli Epistolae XIV ex Vulgat: adiecta intelligentia ex Graeco, cum commentariis, en 1512, en la cual se enseñaba claramente la doctrina de la justificación por la sola fe.

Posteriormente, católicos galeses y reformados, como Jacques Lefèvre d’Étaples, se adherirían también a estas creencias, prosiguiendo el movimiento iniciado por Martín Lutero en Sajonia. No obstante, el verdadero organizador de los reformados franceses sería Juan Calvino, quien, incluso después de haber tenido que huir de Francia hacia 1534, dedicó su obra La Institución de la Religión Cristiana al rey Francisco I de Francia en 1536. Calvino, establecido en Ginebra, ayudó a organizar las Iglesias reformadas de Francia, denominadas desdeñosamente “pretendida religión reformada” en los textos oficiales.

En el Sínodo de París de 1559, los protestantes franceses decidieron en su gran mayoría aprobar una declaración doctrinal claramente calvinista, para presentarla ante el nuevo rey de Francia, Francisco II de Francia. Sin embargo, la influencia de la Casa de Guisa, enemiga declarada de la Reforma, desató en respuesta una política claramente represiva contra, ya en ese momento, la ya respetada minoría protestante. Las familias hugonotas serían perseguidas por todos los medios y por espacio de treinta años (1562 a 1594).

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Ulrico Zuinglio

Ulrico Zuinglio

en alemán Huldrych (o Ulrich) Zwingli (1 de enero de 1484 – 11 de octubre de 1531) fue el líder de la Reforma Protestante suiza y el fundador de la Iglesia Reformada Suiza. Independientemente de Lutero, quien era un doctor biblicus, Zuinglio llegó a conclusiones similares estudiando las Escrituras desde el punto de vista de un estudioso humanista.

Estudió la educación básica en Weesen, bajo la tutela de su tío Bartolomeo. Antes de ir a la Universidad de Viena, cursó algunos estudios en Berna. Llegó a Viena en 1498 y se inscribió en la Universidad de Basilea, donde hizo un posgrado en 1504 y un doctorado en 1506.

Presbiterado Zuinglio se convirtió en presbítero en Glarus, tras graduarse como doctor en teología (1506). Allí estudió griego y hebreo, leyó a Erasmo de Róterdam y llegó a la conclusión de que muchas de las doctrinas de la Iglesia estaban en contradicción con las enseñanzas del Nuevo Testamento.

Zuinglio se opuso a las campañas de la ciudad contra el Papa Julio II, una guerra en la que participaban mercenarios suizos. La ciudad luchaba al lado de los franceses en Lombardía (1512-1515). En aquella época se contrataban mercenarios suizos a las órdenes del Papa para luchar en las guerras. Zuinglio fue llamado al servicio militar en varias ocasiones, en muchas de las cuales se negó, lo que le valió ser nombrado párroco en 1518, donde consiguió crear en el pueblo un sentimiento de empatía hacia los franceses. Gracias a lo cual percibiría una pensión de 50 florines anuales del Papa.

La reforma protestante

El 31 de octubre de 1517 Martín Lutero publicó en la Catedral de Wittenberg sus 95 tesis sobre la religión cristiana, en que atacaba profundamente a la Iglesia Católica.

Poco antes, en 1516, Diebold de Geroldseck le llamó para predicar en el monasterio de Maria-Einsiedeln, con lo que Zuinglio entra en contacto con uno de los centros más activos de peregrinación y también de supersticiones. Comienza así su predicación contra estas prácticas y contra el negociante de indulgencias Bernardin Samson, que había llegado a Suiza a instancias del Papa en 1518.

Predica asimismo contra la costumbre de los suizos de alistarse como mercenarios a las órdenes del Papa, lo que le proporcionó el cargo de predicador en Zúrich, cuyo gobierno estaba enfrentado con la autoridad romana. El 1 de enero de 1519 comienza su actividad en Zúrich, donde con su discurso claro y directo va explicando a los feligreses los evangelios. El gobierno de la ciudad decide apoyar las nuevas enseñanzas y dispone en 1520 que todos los predicadores actúen siguiendo las pautas de Zuinglio.

En 1522 Zuinglio publica su primera obra reformadora, dirigida contra el ayuno propugnado por la Iglesia de Roma. Defiende así un acontecimiento real en el que, al parecer, un amigo suyo había comido carne durante el período de ayuno, lo cual justifica Zuinglio con el argumento de que el ayuno va contra la fe cristiana. De la misma época es un escrito enviado por él y diez de sus compañeros al obispo de Constanza, en el que afirmaban su disposición a seguir predicando según los Evangelios y pedían la supresión del celibato. El Papa Adriano VI intenta convencerle de que no emprenda nuevas acciones que atenten contra la sustancia de la teología romana.

Ante la acusación de los dominicos, de que Zuinglio propagaba la herejía, el Gran Consejo de la ciudad de Zúrich convocó para el 29 de enero de 1523 a un elevado número de teólogos a un debate público (1ª Disputación de Zúrich), en la que se debía discutir sobre las tesis defendidas por Zuinglio. A ella acudieron 600 personas entre clérigos y laicos y, puesto que los enviados del obispo sólo pudieron hacer valer en su favor la tradición y las disposiciones de los concilios, el Consejo decidió adjudicar a Zuinglio la victoria dialéctica.

No sería esa, sin embargo, la única disputa oficial y pública que se celebró en Zúrich. Entre el 26 y el 29 de octubre de 1523 se dirime, en presencia de 900 asistentes, la necesidad de suprimir las imágenes de las iglesias, decisión que se acaba adoptando y que se pondrá en práctica de una manera paulatina. Asimismo, entre el 13 y el 14 de enero de 1524 el tema tratado fue la misa y su posible supresión, lo que finalmente se establece.

Ese mismo año Zuinglio se casa con la viuda Anna Meyer, con la que vivía de manera marital desde hacía algún tiempo.

La Reforma en Zúrich no afectó, sin embargo, solamente a la religión, sino que, al igual que en otros movimientos reformistas de la época, se trató de una serie de medidas de regulación social con las que el Consejo pretendía organizar el sistema escolar, el matrimonio, las costumbres, etc. El papel de Zuinglio es capital en este proceso, pues si bien no asume ningún cargo orgánico, su carisma y su predicamiento entre el pueblo le convierten en una figura determinante del proceso.

Zuinglio publica en 1525 su confesión de fe (De la verdadera y la falsa religión). Su teología, coincidente con la de Lutero en muchos aspectos básicos, opera de una manera más radical en otros, como puede ser la cuestión de la eucaristía, al rechazar Zuinglio la presencial real de Cristo en la comunión. A partir de 1525, la Reforma en Zúrich se completa: se administra la Eucaristía bajo las dos especies se suprime la misa se eliminan las imágenes de las iglesias se decreta la supresión del celibato sacerdotal se establece y regula una beneficencia para los pobres, financiada con los fondos obtenidos de la secularización de bienes eclesiásticos.

Ese año de 1525 se funda asimismo en Grossmünster una escuela para teólogos, donde podrán aprender exégesis bíblica, que luego utilizarán en sus sermones al pueblo.

Importante en la teología de Zuinglio es también su concepción de las relaciones entre el poder laico y el religioso, pues mientras, por un lado, considera que es derecho y obligación del poder terrenal organizar la Iglesia y la sociedad, admite por otro lado la posibilidad de derrocar al grupo gobernante si éste no se comporta de manera apropiada a las enseñanzas del Evangelio.

Las relaciones con la otra ala del movimiento reformista, encabezada por Lutero y Melanchton, se ven dificultadas por la concepción que tienen ambas partes sobre la comunión. Estas diferencias devienen claramente insuperables en el intento más importante que se hace de aunar posiciones, cuando en octubre de 1529 el landgrave Felipe de Hesse, Felipe I, invita a Zuinglio y Lutero a una discusión teológica (conocida como Disputa de Marburgo).

La situación política en la Suiza del siglo XVI resulta sin duda determinante para el ulterior desarrollo de la reforma zuingliana. A pesar de la Primera Paz de Kappel de 1529, las tensiones entre Zúrich y Berna (que había sido ganada por Zuinglio para su movimiento), por un lado, y los cantones que permanecían católicos, por otro, no podía menos que estallar en un conflicto político – y finalmente también armado. La opción de Zuinglio era en este sentido clara: usar las armas para extender la verdad del Evangelio era una obligación de todo buen cristiano.

Muerte

El 11 de octubre de 1531 cayó Zuinglio en el campo de batalla, cerca de Cappel. Como traductor de la Biblia, Ulrico Zuinglio el grande trabajó en estrecha colaboración con Leo Jud. La traducción se conoce hoy en día como “La Biblia de Zürich”.

La Reforma zuingliana 

La Reforma de Zuinglio, a pesar de sus evidentes puntos de conexión con Lutero, presenta también características propias. Mientras el fin de Lutero era criticar aquellos aspectos de la Iglesia que no consideraba apropiados (indulgencias), Zuinglio sólo acepta como Iglesia aquello que aparece en las Escrituras. De ahí que las iglesias reformadas sean en gran modo iglesias de la palabra, del verbo, donde no encontramos decoración alguna (fuera de textos bíblicos), una liturgia exigua e inicialmente tampoco música alguna.

Teología de Zuinglio

La piedra angular de la teología de Zuinglio es la Biblia. Zuinglio apeló a la Escritura constantemente en sus escritos. Puso la autoridad de la misma sobre otras fuentes, tales como los concilios ecuménicos o los Padres de la Iglesia, aunque no dudaba en usar otras fuentes para apoyar sus argumentos.[1] Los principios que guiaron las interpretaciones de Zuinglio se derivan de su educación humanística y de su entendimiento a la luz de la Reforma de la Biblia. Modificando una interpretación literal de un pasaje, ponía atención al contexto inmediato y trataba de entender el propósito detrás del mismo. Comparó pasajes de la Escritura y usó analogías, un método que describe en Una Exégesis Amigable (1527). Dos analogías que el usó con bastante efectividad fueron entre el bautismo y la circuncisión y entre la Pascua y la Eucaristía.

Zuinglio rechazó la palabra sacramento en el modo que se usaba popularmente en su tiempo. Para la gente ordinaria, la palabra significaba alguna forma de acción santa en la cual había un poder inherente para liberar la conciencia de pecado. Para Zuinglio, un sacramento era una ceremonia de iniciación o una promesa, señalando que la palabra se derivaba de sacramentum, que significa un juramento. En sus primeros escritos sobre el bautismo, hizo notar que el bautismo era un ejemplo de tal compromiso o promesa. Él cuestionó a los católicos acusándolos de superstición al atribuirle al agua del bautismo un cierto poder para limpiar los pecados. Posteriormente, en su conflicto con los Anabaptistas, defendió la práctica del bautismo de infantes, señalando que no había ninguna ley que prohibiera la práctica. Argumentaba que el bautismo era un símbolo de un pacto con Dios, por lo tanto reemplazaba la circuncisión del Antiguo Testamento.

Zuinglio abordaba la cuestión de la Eucaristía de manera similar al bautismo. Durante el primer debate de Zurich en 1523, negó que un verdadero sacrificio ocurría durante la misa, argumentando que Cristo hizo el sacrificio por una sola vez y por toda la eternidad. En consecuencia, la Eucaristía era “un memorial del sacrificio”. Siguiendo con este argumento, desarrollo aún más su punto de vista, llegando a la conclusión de interpretar como “significa” para las palabras de la institución. Usó varios pasajes de la Escritura para argumentar en contra de la transubstanciación así como el punto de vista de Lutero, siendo el texto clave Juan 6:63, “Es el espíritu el que da vida, la carne para nada aprovecha”. El enfoque racional de Zuinglio y el uso de la Escritura para entender el significado de la Eucaristía fue una razón por la que no pudo llegar a un concenso con Lutero. De hecho, cuando se reunieron los reformadores suizos con los alemanes en 1529 a instancias de Felipe de Hesse, estaban de acuerdo en casi todos los puntos principales, excepto ese. Punto que Lutero no estaba dispuesto a conceder ya que iba encontra de su doctrina de la Consubstanciación. Resulta interesante que tiempo después, Melanchton (discípulo de Lutero) llegó a un concenso con los reformadores suizos, una vez que la separación con los católicos era definitiva.

El impacto de Lutero en el desarrollo teológico de Zuinglio ha sido por largo tiempo un tema de interés y discusión entre los eruditos zuinglianos. Zuinglio mismo afirmó vigorosamente su independencia de Lutero. Los estudios más recientes han dado credibilidad a esta afirmación, aunque algunos eruditos aún afirman que su teología era dependiente de la de Lutero. Pareciera que Zuinglio había leído los libros de Lutero buscando confirmación del mismo sobre sus propias opiniones. Sin embargo, Zuinglio si admiraba a Lutero bastante por oponerse al Papa. Esto, más que la teología de Lutero, fue una influencia clave en las convicciones de Zuinglio como reformador. Lo que Zuinglio consideró una postura valerosa de Lutero en el Debate de Leipzig tuvo un impacto decisivo sobre Zuinglio durante sus primeros años como sacerdote, y durante este tiempo Zuinglio alababa y promovía los escritos de Lutero para apoyar sus propias ideas que eran similares. Como Lutero, Zuinglio era también un estudiante y admirador de Agustín de Hipona. Sus últimos escritos continuaron mostrando características diferentes de las de Lutero tales como la inclusión de no cristianos en el cielo, como lo describe en Una Exposición de la Fe.

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Martín Lutero

Matín Lutero

Martín Lutero fue el responsable de la reforma que sacudió los cimientos de la Europa católica del siglo XVI. Es por eso que no podíamos dejarlo de lado en este blog, puesto que su obra fue la inspiración de Juan Calvino.

 Nació en Eisleben, Turingia,  en 1483. Contrariando la voluntad de sus padres, Martín Lutero se hizo monje agustino en 1505 y comenzó a estudiar Teología en la Universidad de Wittenberg, en donde se doctoró en 1512.

Siendo ya profesor comenzó a criticar la situación en la que se encontraba la Iglesia católica: Lutero protestaba por la frivolidad en la que vivía gran parte del clero (especialmente las altas jerarquías, como había podido contemplar durante una visita a Roma en 1510) y también el que las bulas eclesiásticas -documentos que teóricamente concedían indulgencias a los creyentes por los pecados cometidos- fueran objeto de un tráfico puramente mercantil.

Las críticas de Lutero reflejaban un clima bastante extendido de descontento por la degradación de la Iglesia, expresado desde la Baja Edad Media por otros reformadores que se pueden considerar predecesores del luteranismo, como el inglés John Wyclif (siglo XIV) o el bohemio Jan Hus (siglo XV). Las protestas de Lutero fueron subiendo de tono hasta que, a raíz de una campaña de venta de bulas eclesiásticas para reparar la basílica de San Pedro, decidió hacer pública su protesta redactando 95 tesis que clavó a la puerta del castillo de Wittenberg (1517).

La Iglesia hizo comparecer varias veces a Lutero para que se retractase de aquellas ideas (en 1518 y 1519); pero en cada controversia Lutero fue más allá y rechazó la autoridad del papa, de los concilios y de los «Padres de la Iglesia», remitiéndose en su lugar a la Biblia y al uso de la razón.

En 1520, Lutero completó el ciclo de su ruptura con la Iglesia, al desarrollar sus ideas en tres grandes «escritos reformistas»: Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana, La cautividad babilónica de la Iglesia y Sobre la libertad cristiana. Finalmente, el papa León X le condenó y excomulgó como hereje en una bula que Lutero quemó públicamente (1520); y el nuevo emperador, Carlos V, le declaró proscrito tras escuchar sus razones en la Dieta de Worms (1521). Lutero permaneció un año escondido bajo la protección del elector Federico de Sajonia; pero sus ideas habían hallado eco entre el pueblo alemán y también entre algunos príncipes deseosos de afirmar su independencia frente al papa y frente al emperador, por lo que Lutero no tardó en recibir apoyos que le convirtieron en dirigente de un movimiento religioso conocido como la Reforma.

Desligado de la obediencia romana, Lutero emprendió la reforma de los sectores eclesiásticos que le siguieron y que conformaron la primera Iglesia protestante, a la cual dotó de una base teológica. El luteranismo se basa en la doctrina (inspirada en escritos de san Pablo y de san Agustín) de que el hombre puede salvarse sólo por su fe y por la gracia de Dios, sin que las buenas obras sean necesarias ni mucho menos suficientes para alcanzar la salvación del alma; en consecuencia, expedientes como las bulas que vendía la Iglesia católica no sólo eran inmorales, sino también inútiles.

Lutero defendió la doctrina del «sacerdocio universal», que implicaba una relación personal directa del individuo con Dios en la cual desaparecía el papel mediador de la Iglesia, privando a ésta de su justificación tradicional; la interpretación de las Sagradas Escrituras no tenía por qué ser un monopolio exclusivo del clero, sino que cualquier creyente podía leer y examinar libremente la Biblia, para lo cual ésta debía ser traducida a idiomas que todos los creyentes pudieran entender (él mismo la tradujo al alemán, creando un monumento literario de gran repercusión sobre la lengua escrita en Alemania en los siglos posteriores).

También negó otras ideas asumidas por la Iglesia a lo largo de la Edad Media, como la existencia del Purgatorio o la necesidad de que los clérigos permanecieran célibes; para dar ejemplo, él mismo contrajo matrimonio con una antigua monja convertida al luteranismo. De los sacramentos católicos Lutero sólo consideró válidos los dos que halló reflejados en los Evangelios, es decir, el bautismo y la eucaristía, rechazando los demás.

Al rechazar la autoridad centralizadora de Roma, Lutero proclamó la independencia de las Iglesias nacionales, cuya cabeza debía ser el príncipe legítimo de cada Estado; la posibilidad de hacerse con el dominio sobre las Iglesias locales (tanto en su vertiente patrimonial como en la de aparato propagandístico para el control de las conciencias) atrajo a muchos príncipes alemanes y facilitó la extensión de la Reforma. Tanto más cuanto que Lutero insistió en la obediencia al poder civil, contribuyendo a reforzar el absolutismo monárquico y desautorizando movimientos populares inspirados en su doctrina, como el que desencadenó la «guerra de los campesinos» (1524-25).

La extensión del luteranismo dio lugar a las «guerras de religión» que enfrentaron a católicos y protestantes en Europa a lo largo de los siglos XVI y XVII, si bien las diferencias religiosas fueron poco más que el pretexto para canalizar luchas de poder en las que se mezclaban intereses políticos, económicos y estratégicos. El protestantismo acabó por consolidarse como una religión cristiana separada del catolicismo romano; pero, a su vez, también se dividió en múltiples corrientes, al aparecer disidentes radicales en la propia Alemania (como Thomas Münzer) y al extenderse el protestantismo a otros países europeos en donde aparecieron reformadores locales que crearon sus propias Iglesias con doctrinas teológicas diferenciadas (como en la Inglaterra de Enrique VIII o la Suiza de Zuinglio y Calvino).

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/l/lutero.htm

http://www.youtube.com/watch?v=NhPgo_0vf-I

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Guillaume Farel

Guillaume Farel

Guillaume Farel fue uno de los protagonistas de la reforma calvinista, que desempeñó un importante papel en la introducción de la Reforma en Suiza.

Nació en Gap, Delfinado, Francia, hacia 1489, en una familia aristocrática. Mientras estudiaba en la Universidad de París se hizo alumno del erudito humanista y reformador moderado católico Jacques Lefèvre d’Étaples. Hacia el año 1520, Guillaume Farel ya había adoptado las ideas protestantes, y en 1523 fue expulsado de Francia por difundirlas. Se trasladó a Basilea, aunque sus enérgicos ataques al catolicismo le llevaron muy pronto al destierro. Continuó difundiendo las ideas de la Reforma, sobre todo entre los francohablantes suizos y se hizo famoso por su valor y elocuencia.

En 1532 se trasladó a Ginebra, donde su predicación y debates públicos ayudaron al triunfo del protestantismo, que el ayuntamiento de la ciudad adoptaría de manera formal en 1535. En 1536 Guillaume Farel persuadió al teólogo y reformador francés Juan Calvino para que le ayudara en la difusión de la Reforma y en la normalización de las prácticas eclesiásticas. Sus severas medidas iniciales fueron resistidas y los dos reformadores tuvieron que abandonar Ginebra en 1538. Farel se instaló en Neuchâtel, pero convenció a los ginebrinos para que permitieran el regreso de Calvino en 1541, y se convirtió en uno de sus más estrechos consejeros.

Archivo:GuillaumeFarel.jpg