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Un rebelde contra la monarquía española

Primer independista de América

 

Como sabemos, el capitán, Lope, se rebeló contra los reyes de España, para convertirse en el primer revolucionario en contra de la colonización española. Sus doscientos hombres, a los que llamaba marañones, eran tan aguerridos y sanguinarios como él, cuya ira desbordaron a su arribo a las costas de Margarita en julio de 1561. Aquel día las campanas de la iglesia de Paraguachi informan del arribo de una embarcación española que ondeaba 2 banderas negras. Nada más bajar de sus canoas, el cura fue capturado y la mayoría de la gente confinadas en la iglesia. Lope exigió torturar a los hombres para que informaran el lugar donde enterraban sus riquezas, mientras que sus hijas y esposas eran violadas por los marañones que se apoderaron de la costa. Apenas pocos lograron huir hacia el cerro Guayamurí para llegar a La Asunción.

Según dicen, como rehén, Lope, apodado, la ira de Dios, llevaba algunos curas de la isla, y que luego arrojó en alta mar para que su Dios lo llevara hasta la orilla. En ese momento estaba el cura de la iglesia de Paraguachí, la primera edificación en su tipo en Venezuela, y que en su arrogancia de dejar una señal de su presencia en la isla, Aguirre, hizo incrustar en las paredes de la iglesia una lujosa vajilla de cerámica china finamente garabateada en atractivos colores y diseños. Luego esa curiosidad constituyó una atracción para los visitantes de ese recinto religioso, hasta que desaparecieron misteriosamente un día.

El asesinato de sesenta y cinco españoles, tres sacerdotes, cuatro mujeres, y el desacato se le atribuían a la autoridad del Rey de España. El 27 de octubre de 1561,  apuñala a su propia hija de nombre Elvira, para que no se convirtiese en “puta y ramera de todos”, como lo gritó al momento de introducir el filoso puñal en su corazón (con este hecho queda más que claro que el uso y costumbre de la época era la vejación de cautivas por parte de la tropa). Ante esta horrible escena, 2 marañones lo matan de dos disparos. Pero era tan bravo que dijo “mal tiro” cuando el primer disparo de arcabuz le abrió un surco en el pecho sin herirlo de muerte; un segundo después, exclamaría al segundo disparo: “pero este sí que es bueno”. Su cabeza cortada con su propia espada, fue expuesta en una jaula de hierro en Tocuyo, para que la gente viera la cabeza de la que brotaban “tan perversas maquinaciones”. Su mano derecha fue enviada a Mérida y la izquierda a Valencia. El resto del cuerpo fue echado de comer a los perros hambrientos.

Entonces, las cuatro banderas que usó él durante sus travesias fueron dos negras, una amarilla y otra azul. Todas con dos espadas cruzadas y la leyenda “Sigo” fueron tomadas como botín de guerra; una negra fue expuesta en Tocuyo junto a la cabeza de Aguirre; la otra negra se guardó en Barquisimeto; y la azul y la amarilla fueron colocadas sobre la tumba del padre de Lope de Aguirre en la iglesia de Santa María. La ira de Dios, como lo llamos fue un guerrero complicado y temerario, cruel con los vencidos, pero no más cruel que los que los usos y costumbres de la época aconsejaban, la carta de rebeldía enviada al Rey es un grito de justicia con ecos en la historia.

Dice Fray Pedro de aguado: …….comunicado y tratado cuál sería la mejor orden y el mejor medio y más breve que para efectuar su guerra y sujetar el Pirú se podría tener; y después de haber hecho muchas juntas y consultas sobre ello, y dado a todos sus pareceres, se vinieron a resumir en que la orden que para ello se había de tener era esta: acabados los bergantines o navíos, procurar con toda brevedad salir a la mar, y por la necesidad que de comida llevaban, hacer escala en la isla Margarita, donde por la poca resistencia que les podrían hacer, en pocos días se proveerían de lo necesario, así como pan y carne y agua, en lo cual no se había de detener de cuatro días arriba, y si allí hubiese alguna gente que los quisiese seguir, recibirla en sus navíos y partirse luego, a cabo del tiempo dicho e ir derecho al Nombre de Dios, y tomar tierra y puerto en un río que llaman del Saor, que está muy cerca del Nombre de Dios, y saltar allí en tierra de noche, y puesto toda su gente en armada y ordenanza, según que para semejante hecho se requería, irse derechos al pueblo o ciudad de Nombre de Dios y llevar la gente apercibida y repartida de suerte que antes que fuesen sentidos tuviesen tomado el puerto y sierra de Capira, que es paso para Panamá, para que ninguno con el alboroto pudiese ir a dar aviso a los de Panamá; y asegurado y tomado este paso, todos los demás con su príncipe dar en el pueblo y robarlo y saquearlo, y matar a los ministros que en él hubiese del rey y a todos los demás de quien se temiesen que les harían algún daño, y asolar y abrasar el pueblo, de suerte que los que por allí quedasen no pudiesen prevalecer contra ellos; y luego, sin más detenerse con los amigos que allí se le juntasen, ir sobre Panamá y hacer las mismas crueldades y robos que en el Nombre de Dios hubiesen hecho, y ante todas cosas tomar y asegurar todos los navíos que allí hubiese, porque alguno no se fuese y huyese y fuese a dar aviso al Pirú de su llegada y motín; y hecho esto, juntar el artillería que había quedado en el Nombre de Dios, con la que hubiese en Panamá, y fortificarse y hacer allí una galera que fuese tal cual para semejante negocio era menester, y otros navíos de armada, y en el ínterin que en Panamá estuviesen haciendo estas guarniciones, vendría ayudarles y favorecerles gente de Veragua y de Nicaragua y de otras muchas partes y más de mil negros, que, so color de tener y haber libertad, se les llegarían, y los armarían a todos, y con estas guarniciones y gentes y aderezos de guerra pasarían a Pirú, donde aunque estuviesen avisados y en arma, no serían parte para defenderse, porque allende del mucho y buen aparato de guerra que llevarían, así de gente como de armas, muchos amigos que en el Pirú tenían, en llegando, luego se les pasarían, y no había duda sino que en pocos días temían por suyo el Pirú; y como hombres que en tan breve tiempo entre si tenían ya hecha la guerra.