La batalla de Mühlberg tuvo lugar el 24 de abril de 1547 en esta localidad alemana entre las tropas del emperador Carlos V y las de la Liga de Esmalcalda, con el triunfo de las primeras.
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La reforma luterana estaba creando una escisión no sólo religiosa, sino también política en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico. Los opositores al emperador Carlos V formaron la Liga de Esmalcalda y desafiaron la autoridad imperial. Carlos y su hermano el archiduque Fernando (futuro emperador) se unieron para combatir contra la Liga. Por razones no confesionales, sino estratégicas, contaron con el apoyo del duque protestante Mauricio de Sajonia. Las tropas de los Habsburgo estaban compuestas por 8.000 veteranos de los tercios españoles procedentes del Tercio de Hungría, con 2.800 infantes a las órdenes del maestro de campo Álvaro de Sande; elTercio Viejo de Lombardía, con 3.000 hombres mandados por Rodrigo de Arce, y el Tercio Viejo de Nápoles, con poco más de 2.000 soldados, dirigido por Alonso Vivas, todos al mando del duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, 16.000 lansquenetes alemanes, 10.000 italianos comandados por Octavio Farnesio y otros 10.000 belgas y flamencos capitaneados por el conde de Buren, Maximiliano de Egmont. En total, 44.000 soldados de infantería a los que hay que añadir otros 7.000 de caballería. La Liga contaba con una fuerza similar mandada por Juan Federico, el elector de Sajonia, y por Felipe el Magnánimo, el landgrave de Hesse.
Batalla de Mühlberg, 1547
Las tropas de la Liga estaban acampadas a orillas del río Elba, en las proximidades de la actual localidad de Mühlberg an der Elbe, hoy en al Estado federado alemán de Brandeburgo y en aquella época en Sajonia. Habían destruido los puentes que comunicaban con la otra orilla y se consideraban protegidas por el caudaloso río, cuya barrera les parecía infranqueable. Mas no era así; el ejército imperial averiguó el emplazamiento del enemigo y antes de la madrugada del 24 de abril de 1547, aprovechando la nocturnidad, la audacia de diez arcabuceros españoles al mando del capitán Cristóbal de Mondragón, que cruzaron el río a nado con las espada entre los dientes y apresaron varias barcas, con las que luego pasarían de un lado al otro de las orillas del río a casi mil soldados de la infantería de los tercios, con lo que lograron crear una cabeza de puente segura, que consiguió que -gracias a la eficacia de los pontoneros imperiales- el grueso de las tropas de Carlos I de España pasase y aniquilara al ejército de la Liga de Esmacalda mientras el ejército protestante intentaba huir. Sus jefes, Juan Federico y Felipe I de Hesse fueron apresados.
Tras la batalla, Carlos I llamó ante su presencia a aquellos primeros arcabuceros españoles que consiguieron cruzar a nado el río y que dieron la victoria a los imperiales. El rey los recompensó con una vestimenta de terciopelo grana, guarnecida de plata, y cien ducados.
Como consecuencia la Liga de Esmalcalda quedó disuelta, sus jefes encarcelados en el castillo de Halle, a Mauricio de Sajonia se le otorgó el cargo de elector, y Carlos V salió triunfante y reforzado en su poder imperial. Sin embargo, esta euforia no fue muy duradera, ya que los príncipes alemanes se aliaron con Enrique II de Francia en el Tratado de Chambord, quien tomó las plazas imperiales de Metz, Toul y Verdún, al tiempo que los turcos ocupaban Trípoli y Mauricio de Sajonia traicionaba la confianza de su Emperador Carlos y le atacaba en Innsbruck, quien pudo escapar por los nevados pasos de los Alpes para salvarse en Italia.
La huida de Innsbruck supone una humillación para el Emperador y además fracasa estrepitosamente al intentar recuperar Metz (1553). La solución definitiva se alcanzará en la Paz de Augsburgo de 1555, por la que cada príncipe podrá determinar la religión de su territorio (cuius regio, eius religio), y la posición del Emperador quedará irremediablemente debilitada en el interior del Imperio.
Retrato Ecuestre de Carlos V en Mühlberg