El navegante español Álvaro de Mendaña, en 1568 saliendo de Perú a la búsqueda del continente austral, había descubierto las Salomón, a las que llamó Santa Cruz; y en 1595 volvió para fundar una colonia en la isla Isabel, en donde murió. Su lugarteniente, Quirós en 1606, descubrió una tierra que tomó por una punta del famoso continente austral y a la que llamó Espíritu Santo; es la más grande de las Nuevas Hébridas(archipiélago de las islas Vanuatu). En 1642, Tasman pasó entre las Fidji; después encuentra Nueva Bretaña y Nueva Irlanda, precisando Dampier, en 1699, su posición, creyendo que se trataba de una sola isla. Boungainville exploró, en 1768, las Nuevas Hébridas del norte, la Lousiana, las Salomón del oeste (isla Bougainville) y cruzó el estrecho entre Nueva Bretaña y Nueva Irlanda, descubierto el año anterior por Carteret. Cook en su segundo viaje trazó un mapa del conjunto de las Nuevas Hébridas y descubrió Nueva Caledonia. De Entrecasteaux pasó a las Salomón y a Nueva Caledonia. Dumont dÚrville, en 1827, precisó las posiciones de las Nuevas Hébridas, de Louisiana, de Nueva Bretaña, de Nueva Irlanda y de las Fidji.
Las Fidji fueron estudiadas en 1840 por Wilkes. Nueva Caledonia, en donde se instalaron las misiones católicas en 1840, fue estudiada en busca de yacimientos por el geólogo Jules Garnier, que descubrió el níquel. Las Nuevas hébridas fueron exploradas por el naturalista John Baker (1922-34) y el geólogo Aubert de la Rüe (1934-36), que recorrió 3.000 kilómetros a pie por el interior de las islas, entre los indígenas reputados como más o menos peligrosos. Nueva Bretaña, estrecha cadena de montañas, recubierta por una densa selva, permaneció durante mucho tiempo sin explorar.
Nueva Guinea, la isla más grande del mundo (después de Groenlandia), también permaneció durante mucho tiempo inexplorada en parte, por las mismas razones: cordilleras muy altas de montañas cubiertas por una selva inextricable, tormentosos y torrenciales ríos, diluvianas lluvias, marjales, fiebres y población de la edad de piedra (los papúes), poco atractivos y a menudo incómodos.
En 1858 el navío Saint-Paul naufragó en sus costas; los trescientos pasajeros fueron comidos, excepto dos, sin duda no comestibles.
En 1526-27 el portugués Meneses descubrió la parte occidental de la costa norte y llamó Papúa al país. Al año siguiente, Saavedra prologaba la exploración hacia el este. En 1545 Ortiz de Retes la bordeó y la llamó “Nueva Guinea”, porque los habitantes eran negros y con el pelo crespo. En 1606 Torres descubrió el estrecho que lleva su nombre y bordeó una parte de la costa sur. Tasman,Dampier, Carteret y Bouganville lo crozaron. A comienzos del siglo XIX el contorno de las costas estaba casi explorado.
Desde 1845, los ingleses Blackwood, Yule y Owen Stanley permanecieron cinco años en la costa sudeste y trazaron el mapa de ella. En 1873, Moresby prosiguió este trabajo. En 1884, la isla fue repartida entre los ingleses el sudeste, los alemanes el nordeste y los holandeses el oeste. Durante veinticuatro años, a partir de 1877, el misionero Chalmers exploró el sudeste a partir de Port Moresby; fue muerto en 1901. El italiano De Albertis efectuó tres viajes al río Fly, que remontó en más de 700 kilómetros (1875-77). El ruso Mikluko Maklay (1871-83) efectuó tres viajes pacíficos a la costa nordeste, que también fue explorada por el alemán Finsch. En 1886 Schader, remontó el Sepik 500 kilometros. Los ingleses Mac Gregor (1888) y Monkton (1907) atravesaron la cadena Own-Stanley, en la península del este. En 1907, Karius y Champion remontaron el Fly hasta su origen y cruzaron la cuenca del Sepik, que volvieron a descender hasta el mar, habiendo sido los primeros en realizar la travesía de la parte central.
La Nueva Guinea holandesa, en donde se yerguen las más altas montañas, permaneció durante mucho tiempo escasamente explorada. Una serie de expediciones militares, en 1907 a 1915, la recorrió en gran parte. El macizo montañoso de la Estrella fue explorado y la isla atravesada de sur a norte, en 1959, por la expedición científica Brongersma y Venema, con la ayuda de aviones y helicópteros.
El navegante holandés Jan Cartensz, bordeando la costa sur en 1632, había visto montañas cubiertas de nieve, lo que durante mucho tiempo fue puesto en duda. Ahora bien, era al menos el caso del pico Wilhelmine (4.750 m), cuya ascensión se hizo en 1913, y del pico Juliana, escalado por la expedición de 1959.