José de Espronceda compuso en 1840 un poema a la libertad, encarnado en la figura de un pirata. La palabra española pirata, hija legítima de la latina pirata, como ésta parece haberlo sido de la griega PEIRATES, se aplica entre nosotros al ladrón que anda robando por el mar, y metafóricamente al sujeto cruel y despiadado que no se compadece de los trabajos de otros.
Comparto con vosotros unas lineas de un libro escrito en 1883 por D. Justo Zaragoza y titulado “Piraterias y agresiones de los ingleses y de otros pueblos de europa en la America Española desde el siglo XVI al XVIII” . En un primer apartado nos habla del nacimiento de un “núcleo pirata” en la isla de Tortuga, posteriormente encontraremos un ejemplo de incursión contra territorios y barcos del Reino de España a cargo del pirata Inglés Francisco Drake
CONTEXTO:
Cuando el camino de América fue bien conocido en Europa, apresuráronse a invadir el archipiélago de las Antillas no pocos aventureros de varias naciones, y se instalaron en las pequeñas islas que por su poca importancia abandonaron los españoles después de descubrirlas. Fijáronse los franceses en la de san Cristóbal y empujados luego por los ingleses se trasladaron a la de la Tortuga, situada en la parte septentrional a dos leguas de la Isla Española. Desde allí, aquellos, como los ingleses desde San Cristobal, dedicáronse a absorber no solo la sustancia que rebosaba la prosperidad de los descubridores, sino toda la gente díscola y los criminales que lograban eludir la acción de la justicia, y que como baqueanos en la tierra les sirvieron de grandes auxiliares en la vida del merodeo.
Pero castigados alguna vez por los verdaderos poseedores de la Isla Española, se emboscaron aquellos intrusos en lo más abrupto de la Tortuga, erigieron su fortaleza, organizaron una parte de ellos las piraterías, que tanto hicieron sufrir a las nacientes poblaciones de las costas vecinas y los otros, que por inútiles o poco belicosos eran refractarios a tan penoso y criminal ejercicio, ocupáronse en las plantaciones de tabaco que, a cambio de armas, municiones herramientas, bebidas alcohólicas y mujeres más o menos mundanas, entregaban a los negociantes compatriotas suyos, que subrepticiamente introducían su comercio en los mares de Colón y aumentaban con alguna gente la vecindad de la colonia.
El amor a las aventuras, la atracción del crimen y el enganche reunieron en la isla de la tortuga, hacia el año de 1666, unos dos mil plantadores y sirvientes engañados. Cuando los piratas apresaban navíos españoles, pues sus agresiones no se dirigían en aquellas partes a los de ninguna otra nación, después de asesinar a los que se defendían, lo primero que ejecutaban era poner en tierra a los prisioneros para evitar inquietudes y consumo de bastimentos, reservándose algunos marineros y criados para su servicio y ayuda, a los cuales pasados dos o tres años les daban la libertad.
INCURSIONES Y HOSTILIDADES DE LAS NACIONES EXTRANJERAS EN LA AMERICA MERIDIONAL POR LA BANDA DEL SUR
El año de 1577, reinando en Castilla el señor Felipe II, por la renuncia de su padre el señor emperador Carlos V, y gobernando el Perú el Virrey D. Francisco de Toledo, hijo del Conde de Oropesa, el famoso corsario inglés Francisco Drake fue el primero que violó las inmunidades de este mar.
Ya que tenemos dicho su nacimiento y su muerte, será bien decir aquí, que en su juventud le entregó su padre a un piloto amigo suyo, dueño de un pequeño bajel con que comerciaba a los puertos de Zelanda y Francia, para que le enseñase el arte de la navegación. Con la inclinación y el ejercicio se adelantó a su maestro y le supo ganar la voluntad de suerte, que cuando murió sin tener hijos, ni otro heredero, le dejó el navío; con el cual continuó el mismo tráfico hasta el año de 1567, que sabiendo que Juan Haukins armaba una escuadra para pasar a hostilizar las costas de los españoles en las Indias, llevado del espíritu de la codicia y del aborrecimiento a nuestra Nación, vendió su navío y pasó a Plimouth a ofrecerse de voluntario en el armamento. Con el crédito que ya tenía de intrépido, buen marinero y soldado, le dio el nuevo jefe del comando del navío El dragón, con el cual fue principal director de las muchas e interesadas preseas que cogió aquella escuadra, y horribles hostilidades que hizo en Nombre de dios, en Santa Marta, en el Río de el hacha y en otros lugares de la provincia de Castilla del Oro.
Con sus robos, insultos y correrías volvió rico a Inglaterra y tan soberbio, que por sí solo y favorecido de su Reina Isabel, armó este año de 1577, en el mismo puerto de Plimouth otra escuadra de cinco navíos, con la cual pasó el estrecho de Magallanes, entró en la mar del Sur, y recorriendo las costas de Chile, antes de tocar en las del Perú apresó un navío con 25.000 pesos en oro. Sin ser sentido llegó al puerto del Callao, que se forma de la isla de San Lorenzo, y de doce navíos que estaban fondeados en él, se llevó uno cargado de plata, con destino para el puerto de Perico, de la ciudad de Panamá; cortó los calves con que estaban amarrados los demás, y barajando la costa al favor de las corrientes y de los vientos por el sur, hizo derrota al Norte, y sobre el cabo de San Francisco cogió otra presa de un navío con 13 cajones de plata y 80 libras de oro. Hechos estos insultos y robos, siguió el mismo rumbo hasta llegar a la latitud de 40 grados, y desde allí, mudando la derrota, navegó en demanda de las Molucas, hizo escala en la Java, y doblando el Cabo de Buena Esperanza volvió a Inglaterra el año de 1580, rico con el tesoro de las presas que había hecho.
El Virrey del Perú sin haber podido adquirir noticia cierta de la derrota que había tomado, hizo armar prontamente una fuerte escuadra de once navíos de guerra al comando del General Pedro Sarmiento y del Almirante Antón Pablo Corso, creyendo que el enemigo volviera a buscar la salida por donde había hecho la entrada; les dió la orden de esperarle en ambos parajes, y que con lo que resultase fuera el uno a España, y el otro volviese a darle parte. Ambos observaron puntualmente la orden; mas habiendo hecho una dilatada campaña de más de seis meses se desengañaron de sus vanas diligencias e inútiles esperanzas, tomando entonces el General la determinación de entrar en el Estrecho, reconocer los parajes más ceñidos para la construcción de las fortalezas que se hubieran de hacer y seguir el viaje a España a dar cuenta de estas diligencias y de la novedad de la entrada, hostilidades y salida del pirata en aquel mar; lo cual ejecutó puntualmente en cumplimiento de la instrucción del Virrey, y llegó a Cádiz al mismo tiempo que Drake a Inglaterra. El Almirante, que no pudo tomar la boca del estrecho para seguir al General hasta el determinado lugar de su separación por un temporal que le sobrevino en la misma boca, se volvió al Callao, registrando y reconociendo todo los puertos, radas, caletas y bocas de ríos de la costa desde los 52 grados y 30 minutos de la salida del Estrecho hasta los 12 grados y 28 minutos del puerto del Callao, viendo y escudriñando si en alguno de ellos encontraban rastros del pirata, y reconociendo al mismo tiempo y demarcando las bahías, islas y ríos de aquella dilatada costa.