Los combates llegan a los diques
El comandante de los buque rebeldes atracados en la desembocadura del Escalda, ordenó a sus hombres desembarcar en tierra , convencido de que solo por tierra era posible ayudar a los sitiados., tomar los diques y después destruirlos. Con ello conseguiría inundar las tierras, para así una vez inundada la tierra, los barcos podrían navegar fuera del cauce y llegar a ala ciudad, convirtiendo el puente Farnesio en un obra inútil. A partir de finales de abril, los ejércitos contendiente luchaban arduamente por conquistar los diques y los fuertes que los protegían, durante el próximo mes de mayo, los ejércitos reales consiguieron oponerse con éxito a los ataques de los rebeldes.
A todo ello Federico Giambelli no paraba de agudizar el ingenio para intentar acabar con el puente que tantos quebraderos de cabeza les estaba ocasionando, y en Amberes se estaba construyendo otro artefacto de más de mil toneladas, y un tanto prematuramente fue bautizado como “el fin de la guerra”. En medio de su cubierta se había construido un castillo,, con más de mil soldados en su interior, con cientos de mosquetes y decenas de cañones.
Tras una simulación de ataque a su objetivo predilecto, el puente , enfiló contra los fuertes haciéndoles llegar un fuego mortífero que produjo muchos daños, aunque a tratar de virar no tardó en embarrancar, debido a la pesadez del mismo y al poco calado del terreno inundado, con lo cual dada la imposibilidad de rescatarlo fue abandonado por su tripulación.
Jocosamente los españoles bautizaron a este nuevo invento de Giambelli, como los “gastos perdidos”. Pero fue a la luz del alba del 26 de mayo de 1585, cuando los holandeses lanzaron el contraataque más sangriento de la batalla, con 160 barcos y 15.000 hombres por tierra, siendo tan intenso que obligo a los españoles a buscar refugio en los fuertes, siendo aprovechado por los infante enemigos para desembarcar y con picos y palas comenzaron a abrir zanjas para inundar las tierras, protegidos las brigadas de zapadores por parapetos construidos por sus compañeros para protegerlos del fuego enemigo. En seguida este trabajo de los zapadores dio sus frutos y lentamente las aguas empezaron a salir por los surcos aprietos en lo diques, sin que los realistas fueran capaces de impedirlo.
Alejandro Farnesio pronto se dio cuenta de la gravedad de la situación y envió prontamente refuerzos que pasaron a nivela la situación. No obstante una esclusa había sido rota y por allí se coló un barco, cargado de avituallamientos que fue recibido con júbilo por la población civil, dando gritos de victoria. Pero los tercios poco a poco fueron imponiendo su buen hacer y sus zapadores iban taponando los boquetes abiertos por los holandeses, también la marea había empezado a bajar y los barcos que no pudieron alcanzar el mar a tiempo, quedaron embarrancados, unos treinta de ellos que quedaron encallados fueron masacrados por los soldados españoles. Fue el propio príncipe de Parma con su entrada en combate con las reservas lo que empezó a decantar la balanza a su favor. Fueron expulsados de los diques, poco a poco, y acosándoles sin tregua hasta que se rindieron, o bien huyendo a nado o a pié, por la zona embarrada, lo que los convertían en un blanco perfecto de los españoles.
Después de asegurarse la victoria, se pasó a taponar los diques abiertos con toda clase de materiales, incluyendo los cadáveres que estaban tirados allí. La duración de la batalla fue de unas siete horas, contabilizándose unos 4.000 muertos por el bando holandés por unos 1.000 por el bando de Farnesio, amén de capturar unos 28 navíos grandes y 65 cañones de bronce.
La rendición de Amberes
Esta victoria cayó como un jarro de agua helada para las aspiraciones de los defensores de la ciudad y empezó a cundir el desanimo entre ellos, y ya se empezaron a oír voces cada vez más numerosas pidiendo la rendición. El gobernador trató de infundir nuevos ánimos a sus conciudadanos asegurándoles que nuevos refuerzos estaban por llegar, incluso llegó a falsificar cartas en éste sentido, pero cuando se descubrió el engaño, creció el descontento y se produjeron algunos motines.
Mientras la artillería de Farnesio estaba batiendo con saña los fuertes que rodeaban las murallas de la ciudad , lo que acabó por provocar que los defensores de los mismos, los abandonaran y se refugiaran en la ciudad.
El príncipe de Parma alentaba todas las posibilidades de rendición y cuéntase que un joven que consiguió salir de la ciudad, para conseguir leche para su esposa enferma, fue apresado por los españoles y llevado a presencia de Farnesio, éste no solo le dio permiso para regresar a la ciudad con la leche, sino que le entregó una mula, cargada con alimentos para su dama, cosa que la población civil al enterarse corrió de boca en boca, consiguiendo su objetivo de que su nombre fuese asociado a galantería y humanidad.
Viendo el gobernador que la población civil, harta de la escasez de alimentos, podía deponerle, empezó a iniciar las condiciones de su rendición, estando ya en el mes de julio. A finales del mismo y coincidiendo con la rendición de Malinas, se empezaron a redactar las condiciones de la capitulación. Siendo las condiciones de Farnesio muy benévolas para Amberes, ya quería que se olvidaran del motín y del saqueo por parte de los tercios españoles en 1576. Entonces se fijó la guarnición en 2.500 soldados, la promesa de fidelidad al rey, la restauración de los templos católicos. El pago de 400.000 florines, siendo el mismo gobernador puesto en libertad bajo promesa de no librar armas contra Felipe II por un año, y todo ello le costó una vez en Holanda, ser acusado de traición.
En lo único que Alejandro Farnesio se mostró intransigente fue en el tema del culto religioso, concediendo a los protestantes cuatro años para abandonar la ciudad, llevando sus pertenencias, cumpliendo a rajatabla las órdenes de Felipe II, que eran como se detalla a continuación: “En todos los tratados con las ciudades y castillos que vendrán a vuestro poder, sea esto lo último : que en estos lugares se reciba la religión católica, sin que se permita a los herejes ejercicio o profesión alguna, sea civil o forense, ; sino es que para la libre disposición de sus haciendas se les haya de conceder cualquier tiempo y este fijo y limitado”. La toma de Amberes produjo una gran alegría en Felipe II(Se dice que la caída de Amberes fue la única noticia que altero la impasibilidad del Rey) y por ende en toda la nobleza española, siéndole concedido a su sobrino Alejandro Farnesio el Toisón de Oro. La rendición de la gran ciudad originó la caída de todo el Brabante.
A mediados de agosto de 1585, Farnesio hizo su entrada triunfal en la ciudad, teniendo buen cuidado de no tener ningún español o italiano en las tropas que desfilaron por las calles de Amberes para no recordar el pillaje a que fue sometida la ciudad diez años antes. Al cabo de unos días organizó un gran banquete sobre el puente que tanto le había costado construir, invitando a unas 800 damas de la nobleza, entre miles de comensales, y dichos festejos duraron tres días, en los que lució su recién concedido Toisón de Oro, siendo el 2 de septiembre el día fijado para desmantelar el puente, lo cual hizo regalando el material a los ingenieros. Este fue un gran triunfo de Farnesio ya que había recuperado diez de las diecisiete provincias holandesas.
Militarmente, el príncipe de Parma no tenía enemigo, pero en la guerra de los Países Bajos repercuten todos los incidentes e intrigas de la lucha que contra el protestantismo mantenía Felipe II en Inglaterra y en Francia, Isabel Tudor al ver Amberes en manos españolas, se decidió tardíamente a romper las hostilidades contra la corona española y envió a los Países Bajos un ejército, bajo el mando del conde de Leicester(1586),. El lord no era enemigo para el de Parma, que continuó la serie de victorias y conquistas.
Todo el país. Incluso Holanda y Zelanda, hubiera sido sometido totalmente si el caudillo no se hubiese visto obligado a secundar la acción marítima de “La Armada Invencible” española, destinada a un gran fracaso.
Podemos decir con gran certeza que fue uno de los mejores comandantes del ejército español y como varios de ellos(El Gran Capitán. El Duque de Alba, etc.) sufrió meses después la incomprensión de su monarca, ya que debido a la falta de coordinación del jefe de la Armada Española, Duque de Medina Sidonia, con Farnesio, éste no pudo embarcar jamás sus tercios para la conquista de Inglaterra. Lo cual le provocó no pocas críticas y si a eso añadimos el interés de Felipe II de intervenir en las guerras civiles de Francia para colocar en el trono a su hija Isabel Clara Eugenia, desatendiendo así la guerra total contra los holandeses, le llevaron al rey a destituir a Farnesio en 1592, pero esto ya pertenece a otra historia.