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Gillermo de Orange

El “archienemigo” de Felipe II en los Países Bajos.

Guillermo I de Orange-Nassau

(Llamado El Taciturno; Dillenburg, Alemania, 1533-Delft, actual Países Bajos, 1584) Príncipe de Orange. Noble flamenco, se educó en la corte de Carlos I, y durante los primeros años del reinado de Felipe II formó parte del Consejo de Estado de Flandes, encargado de asesorar a la princesa Margarita de Parma.

Su oposición al cardenal Granvela, el principal abogado de las pretensiones centralizadoras de Felipe II, que atentaban contra los intereses de la nobleza de los Países Bajos, así como su temor a las actitudes de intransigencia religiosa con los protestantes y calvinistas emanadas de la corte española, lo fueron alejando paulatinamente de su lealtad a su rey.

Aun así, se mostró indeciso durante los disturbios iconoclastas que agitaron Flandes en el año 1566, pero la llegada del duque de Alba con sus tercios, y la terrible represión ejercida con la instauración del Tribunal de Tumultos que condenó a diversos nobles flamencos como Egmont y Horn, lo obligaron a exiliarse entre los hugonotes franceses con su hermano Luis de Nassau.

Los acontecimientos de 1572, que culminaron con la toma de Brill por los «mendigos del mar» y provocaron la defección de Holanda y Zelanda, propiciaron una base territorial para conducir la lucha contra España. El motín de los tercios, que saquearon Amberes en 1576, y la hostilidad general contra Felipe II, a causa de la represión ejercida por el duque de Alba, fueron hábilmente utilizados por Guillermo de Orange para atraerse a las ciudades del sur de Flandes y reunir las Diecisiete Provincias en un frente conjunto para alcanzar un acuerdo con Felipe II que salvaguardase las libertades religiosas y las instituciones de los Países Bajos.
(Llamado El Taciturno; Dillenburg, Alemania, 1533-Delft, actual Países Bajos, 1584) Príncipe de Orange. Noble flamenco, se educó en la corte de Carlos I, y durante los primeros años del reinado de Felipe II formó parte del Consejo de Estado de Flandes, encargado de asesorar a la princesa Margarita de Parma.

Su oposición al cardenal Granvela, el principal abogado de las pretensiones centralizadoras de Felipe II, que atentaban contra los intereses de la nobleza de los Países Bajos, así como su temor a las actitudes de intransigencia religiosa con los protestantes y calvinistas emanadas de la corte española, lo fueron alejando paulatinamente de su lealtad a su rey.

Aun así, se mostró indeciso durante los disturbios iconoclastas que agitaron Flandes en el año 1566, pero la llegada del duque de Alba con sus tercios, y la terrible represión ejercida con la instauración del Tribunal de Tumultos que condenó a diversos nobles flamencos como Egmont y Horn, lo obligaron a exiliarse entre los hugonotes franceses con su hermano Luis de Nassau.

Los acontecimientos de 1572, que culminaron con la toma de Brill por los «mendigos del mar» y provocaron la defección de Holanda y Zelanda, propiciaron una base territorial para conducir la lucha contra España. El motín de los tercios, que saquearon Amberes en 1576, y la hostilidad general contra Felipe II, a causa de la represión ejercida por el duque de Alba, fueron hábilmente utilizados por Guillermo de Orange para atraerse a las ciudades del sur de Flandes y reunir las Diecisiete Provincias en un frente conjunto para alcanzar un acuerdo con Felipe II que salvaguardase las libertades religiosas y las instituciones de los Países Bajos.

Esta unidad se rompió pronto, y los intentos de Guillermo de Orange de imponer un gobernante extranjero en la persona del duque de Anjou terminaron en fracaso. Finalmente, Felipe II lo declaró fuera de la ley y puso precio a su cabeza. En respuesta al monarca español, Guillermo de Orange publicó su Apología, escrito en el que se cimenta la «Leyenda Negra» contra España y en el cual defiende su lucha por la libertad. En 1583 fue asesinado por el fanático realista Baltasar Gerard.

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La Leyenda Negra

La leyenda negra de Felipe II

Las guerras que mantuvo Felipe II en toda Europa y su apoyo a la Contrarreforma católica lo hicieron objeto de una propaganda hostil que ha ensombrecido su imagen ante la historia.

 

Los muchos enemigos de la monarquía española acusaron a Felipe II de una insaciable sed de dominio, de intolerancia religiosa e incluso de crímenes como la muerte de su hijo y su esposa. Historiadores, dramaturgos y poetas de fuera de España presentaban a Felipe II como un monarca tiránico y siniestro, culpable de los más terribles crímenes, tanto en su vida privada como en la pública. En lugares como los Países Bajos y Bélgica, su figura estaba ligada a episodios tristemente célebres, como el saqueo de Amberes, protagonizado por los temibles combatientes de los tercios hispánicos en 1576. Allí la «furia española» (por cierto, de aquí deriva precisamente la expresión, y no de ninguna connotación deportiva de nuestro tiempo) había alcanzado su máxima expresión de barbarie: violaciones, saqueos, cuchilladas, bebés lanzados desde las ventanas y atravesados por las largas y enhiestas picas españolas… De hecho, no era sólo Felipe II el acusado, sino los españoles en general, a los que se achacaba en buena parte de Europa una aureola de prepotencia y crueldad. Todo ello formaba parte de lo que se ha denominado «leyenda negra» sobre España, una serie de escritos y representaciones culturales de diverso tipo que presentan bajo una luz desfavorable la historia española. Muchos de los elementos de esta leyenda negra están claramente infundados o tergiversados, pero han tenido enorme éxito gracias a la obra de historiadores, autores teatrales, libretos de ópera e incluso el cine. El origen de estas críticas se relaciona con la hegemonía política que ejerció España en Europa desde la llegada al poder de Carlos V, en 1517. Felipe II fue objeto de terribles acusaciones sobre su política, pero también sobre su vida personal, acusaciones que han resultado tener gran eficacia. Podría decirse que el Rey Prudente perdió la batalla de la imagen, en su época y muchos siglos más allá. Ello fue así, en parte, porque tuvo la mala suerte de enfrentarse con enemigos de la talla que hoy sonconsiderados en sus respectivos países como auténticos héroes nacionales. Tal fue el caso de Guillermo de Orange, líder de la guerra de independencia de los Países Bajos contra el dominio español; de Isabel de Inglaterra, que galvanizó la resistencia de Inglaterra contra la Gran Armada española en 1588; o de don Antonio de Portugal, pretendiente al trono luso cuando Felipe II lo ocupó en 1580. También se debió a que en muchas de las empresas acometidas por el monarca la suerte le fue esquiva, lo que no ayudaba demasiado a contrarrestar algunas limitaciones de su carácter personal; como, por ejemplo, el no conceder la suficiente importancia al hecho de que el gobernante no sólo debe ser bueno, sino también parecerlo. En 1581, ante el enconamiento de la guerra de Flandes, Felipe II promulgó un edicto en el que ponía precio a la cabeza de Guillermo de Orange. En respuesta, el líder holandés publicó ese mismo año lo que se considera la primera gran muestra de la leyenda negra en el reinado de Felipe II: su famosa Apología. En este escrito, Orange atacaba los duros métodos del duque de Alba como gobernador y presentaba a los soldados españoles como crueles y bárbaros. No escatimaba los insultos a los españoles como tales: «todo el mundo cree que la mayor parte de los españoles, y principalmente los que se dicen nobles, son de sangre de marranos, y de judíos […] que han hecho buenos negocios con la vida de nuestro Salvador». En cuanto al rey, lo acusaba de adulterio (por su relación con Isabel Osorio), de incesto (por haberse casado con su sobrina Ana de Austria) y de ser el asesino de su propio hijo don Carlos y su mujer, Isabel de Valois. Estas dos últimas acusaciones, las más graves, eran totalmente infundadas pero a partir del panfleto de Orange tuvieron amplia difusión por Europa. Todos los rivales y enemigos de Felipe se valieron de ellas, como el prior don Antonio de Portugal, en la edición de su propia Apología, de 1582. Aunque hoy nadie sostienecon seriedad las tremendas acusaciones de la leyenda negra, el hecho de que esta visión negativa de la historia de España, y de Felipe II en particular, trascendiera durante tanto tiempo y en tantos escenarios, tiene que ver con que esta leyenda tenía algún fondo de verdad. Sin embargo, la avalancha de biografías publicadas en los últimos años nos muestra a un personaje más auténtico y desprovisto de esos clichés tantas veces repetidos en el pasado.

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Felipe II: Trabajo y sexo opuesto

En calidad de monarca, Felipe II asumió el principio de confundir y gobernar, y fue un trabajador incansable. Prefería leer y escribir antes que hablar, por lo que dedicaba todos los días 8 o 9 horas a despachar papeles en su escritorio. El ocio había de ajustarse a su ritmo de trabajo; incluso las visitas a sus mujeres.

Felipe II estuvo casado cuatro veces. No obstante, no le interesaban las mujeres, ni por su compañía, ni por sus encantos sexuales. Nunca pareció sentirse a gusto con las mujeres. Quizá siguiera el consejo que le dio Carlos V en sus Instrucciones; en ellas, le indicó que no se casaba para gozar del sexo, sino para engendrar herederos

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Curiosidades Datos Biográficos

Aficiones

En su infancia, mostró interés por los libros, la música, la tapicería, la costura, la caza y la naturaleza. Una vez coronado, amplió sus hobbies. Demostró gusto por los jardines, la pesca, la construcción, la numismática o la decoración de interiores. Se convirtió en un gran coleccionista de pintura (le encantaban los flamencos, pero no los italianos, salvo Tiziano), joyas, monedas, medallas, relojes, astrolabios, instrumentos musicales, estatuas, armas y armaduras… Formó la mayor biblioteca privada del mundo occidental, convirtiendo El Escorial en un centro de investigación. Fascinado por la magia y la alquimia, allí mismo creó un laboratorio, lleno de alambiques y destiladoras. Felipe fue, además, un gran mecenas de eruditos –especialmente, de los más humildes-. No sintió ningún interés ni por la astrología ni por el teatro popular.

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Felipe II: Gota y dieta

Padeció graves episodios a lo largo de su vida por la “gota“, una enfermedad que le condenaba a no poder ni caminar en la mayoría de las ocasiones. Gran culpa la tenía su dieta, ya que despreciaba frutas, verduras y hortalizas, centrándose sólo en la carne. Las carnes de res y aves, con alto contenido en grasas favorecen el desarollo de la enfermedad y la misma no es contrarrestada por alimentos culpa de la exlusiva dieta cárnica de Felipe II. Cabe la posibildad de la herencia genética como agravante de la enfermedad, ya que su padre, el Emperador la padeció.

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Felipe II, Carlos I y la cerveza

Carlos I introduce la cerveza en España. El emperador era tan aficionado a ella que, en una ocasión, cuentan que bebió de un trago un cuarto de galón (un litro). Era experto en varias clases de cerveza, pero la que más le gustaba era la “duplabiera” que llevaba mucha cantidad de lúpulo. Felipe II introdujo en España la fabricación artesanal de la cerveza y prohibió que se utilizaran para su fabricación otros productos que no fueran trigo, cebada y lúpulo.

Curioso, ¿verdad?

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Aspectos Bélicos Curiosidades

Felipe II e Isabel I de Inglaterra.

Mucho se ha hablado y poco con sentido común. Clara está que sucedió una tensa relación entre estos dos artífices de la Historia Europea. Quizá ella le tenía un cierto celo o envidia, tal vez estuviese incluso, si cabe, enamorada de este hombre de pocas mujeres. Quizá fuese que él “pasase” de ella. Quién sabe. Habrá que atenerse a lo más o menos aceptado y conocido de su trato o relación política.

Es bien conocido que en el año 1559 el Rey Felipe II se ofreció como posible esposo de Isabel,  ambos fueron aliados “a regañadientes” contra los franceses.  Rodeados por la amenaza francesa, Isabel y Felipe se vieron forzados a unir fuerzas pese a sus diferencias religiosas. Por un lado, y gracias a la mediación de Felipe, Inglaterra se sumó al tratado de paz de Cateau-Cambrésis en 1559, en el que Isabel renunció formalmente a la última plaza inglesa en el continente, Calais, capturada el año anterior por Francisco de Guisa, hermano de María de Guisa; por su lado, Francia se comprometía a retirar su apoyo a las pretensiones de María Estuardo al trono inglés.

Pero tras esto, todo lo que sucedió desde Isabel hacia Felipe y viceversa, no fue más que pura hostilidad y acciones bélicas directas o indirectas. Para más información: Isabel I de Inglaterra.

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Curiosidades Sociedad

Madrid, “invención” de Felipe II

Madrid como capital y corte fija de los monarcas castellanos y/o españoles fue producto de la genialidad de Felipe II.

Y es en junio de 1561, cuando la villa ya contaba con 30.000 habitantes, cuando Felipe II trasladó la corte de Toledo a Madrid, instalándola en el antiguo alcázar. Las razones que se dan para este traslado son muy variadas. Entre ellas destacan la necesidad de separar la Corte de la influencia del poderoso arzobispo de Toledo, y la gran aflición de la joven reina Isabel de Valois (1546-1568), asfixiada entre los muros del recio alcázar toledano y que urgía a su esposo a encontrar una nueva sede para la Corte. El microclima madrileño, más suave que el toledano, su situación geográfica y su magnífico entorno natural, hicieron de la villa una candidadata muy apropiada. Con este hecho, la villa de Madrid se convierte en centro político de la monarquía.

Real Monasterio de la Encarnación (1611–1616). Arquitectos: Juan Gómez de Mora y Fray Alberto de la Madre de Dios. La iglesia fue reformada por Ventura Rodríguez entre 1755 y 1767.

Como fruto de la llegada de la corte, la población de la ciudad empieza a crecer a un ritmo acelerado. Se levantan edificios nobiliarios, iglesias y conventos, siendo los más destacados los de fundación real, como el Monasterio de la Encarnación y el de las Descalzas Reales. Se derriba la vieja muralla y, en 1566, se levanta una nueva, la tercera de su historia. A la capital llegan gentes para cubrir las necesidades de la corte, así como un sinnúmero de pretendientes, aventureros, aspirantes a cargos, pícaros… que fueron reflejados en la literatura del Siglo de Oro. La política del rey da una fisionomía especial a la ciudad: declara que, por falta de espacios habitacionales adecuados para sus nobles y consejeros, quedan expropiadas las segundas plantas de las casas, que serán de posesión real. Esta normativa causa que todas las nuevas construcciones tiendan a tener una sola planta, con patio y rejería, con una segunda escondida a la vista de los viandantes y regidores del municipio. En 1562, Felipe II adquirió los campos y huertas de lo que luego será la Casa de Campo para coto de caza.

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Curiosidades Familia

Felipe II y Juan de Trastámara

El origen de la castellanidad de Felipe II se puede vincular con un intenso proceso socializador, que buscaba la identificación del hijo del emperador Carlos con Castilla. El nacimiento del príncipe Felipe fue recibido en España como un acontecimiento de singular importancia histórica, política y social. Tras treinta años sin un príncipe natural heredero, Felipe fue comparado con su antecesor, el príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, muerto en 1497. Así, entre 1527 y 1548, la castellanización del futuro Felipe II se ejerció a través de modelos, arquetipos e imágenes sociales, ligados a la figura histórica del príncipe Juan. En Valencia, el nuevo príncipe fue bautizado por los clérigos como el príncipe Felipe Juan, y en 1535 su corte se organizó de acuerdo con la etiqueta castellana, desarrollándose todas las actividades del joven príncipe Felipe bajo esta costumbre hasta 1548, cuando la etiqueta de la Corte fue cambiada por la de Borgoña

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Aspectos Bélicos Curiosidades Técnicas y milicia

Los Tercios

En esta entrada voy a destacar la relevancia militar de esta “invención” de Fernando el Católico.

En resumidas cuentas, no entraré esta vez en detalle, los Tercios eran unidades mixtas, incluían tanto piqueros como rodeleros y ballesteros, pese a que pronto fueron substituídos por las potentes armas de fuego, quedando así casi progresiva y exclusivamente Piqueros y Arcabuceros/mosqueteros, abandonando las viejas técnicas y armamentos del medievo.

Esta vez voy a centrarme en comentar el aspecto del “Honor” en los Tercios, así teniendo en cuenta el carácter y modo de vida de los mismos. Más adelante dedicaremos una “página” de este blog a este tipo de unidad militar, por su relevancia en los conflictos bélicos de la Edad Moderna.

Carácter y modo de vida:

Los soldados de los tercios eran hombres orgullosos y extremadamente cuidadosos de su honor personal y su reputación como soldados. Se trataba de tropas agresivas, disciplinadas y con una enorme confianza en sí mismos, pero difíciles de manejar en el trato si no se hacía con cuidado. Por ejemplo, los españoles no consentían que se les castigase golpeándoles con las manos o una vara, como en otros ejércitos, ya que lo consideraban indigno, y preferían recibir el castigo con armas como la espada, pese a lo peligroso de ello, por considerarlo más noble. En una ocasión un soldado al que un oficial le tocó con un palo no dudó en llevarse la mano a la espada, pese a saber que tal acto de rebeldía se castigaba con la muerte (como así sucedió). Se llegó a discutir si tocar con una vara como el asta de un arma resultaba ofensivo, incluso si era por accidente.

Semejante obsesión por asuntos de honor y por la reputación hacía que los soldados españoles tuviesen fama de pendencieros, y no eran raros los duelos. Y que los oficiales debieran tratarlos con cuidado, aunque resultaba muy provechoso utilizar su propio orgullo para sujetarlos.

Cuando luchaban junto a tercios de otras nacionalidades o aliados, era frecuente que los españoles exigiesen, para defender su reputación, los puestos más importantes, peligrosos o decisivos para en el combate; como de hecho se les empleaba.

Una forma de estimular el cuidado de las armas era seleccionar para las primeras líneas de combate, las más peligrosas y por tanto las más distinguidas, a quienes tuviesen el equipo en mejor estado, y el ejército español era el único de la época que tuvo que incluir castigos para aquellos que rompieran la formación por el ansia de combatir o distinguirse frente al enemigo. Los soldados españoles eran las tropas que más tarde se amotinaban por falta de pagas, llegando a aguantar años sin cobrar y viviendo en condiciones de miseria antes de rebelarse. Incluso, en lugar de hacerlo antes de una batalla importante, como era común para presionar por su pagas, solo lo hacían tras ella, para que no dijeran que no habían cumplido con su deber, sino que eran sus jefes quienes no lo hacían con el suyo al no darles la paga.

Incluso en caso de amotinamiento, elegían sus jefes y mantenían una disciplina equivalente a la del ejército.

Soldados así eran excelentes, pero la disciplina debía ser férrea para controlarlos. Y de hecho podía ser muy dura.

Cuando se conquistó Portugal, Felipe II puso mucho interés en que no se molestase a los civiles. Pero la logística de la época sencillamente no podía sostener un gran ejército sin que estos buscasen alimentos en la zona. A pesar de saberlo, el general colgó a tantos soldados que llegó a escribir al rey para decirle que le preocupaba quedarse sin sogas. En otra ocasión cuando un príncipe de Inglaterra (que combatía con los tercios) quiso atacar sin permiso, el conde francés que lo acompañaba le dijo que no sabía hasta donde llegaba la disciplina de los tercios, que si atacaba sin permiso no sabía si su realeza sería bastante para salvarle el cuello.

Aquí, como aporte cinematográfico, os dejo un enlace de una batalla de la película Alatriste, basada en un soldado del Tercio Viejo de Granada.

Una curiosidad para los de la zona alicantina y para aquellos que de niños, y no tan niñ0s, disfrutamos de los “playmobil”, os recomiendo echar un vistazo a esta imagen.

Os dejo la imagen del famoso cuadro “La rendición de Breda” de Velázquez, no tiene desperdicio:

Rendición