4 matrimonios marcaron la vida de Felipe II.
Su primer matrimonio con María Manuela de Portugal tuvo lugar el domingo 12 de mayo de 1543 en el palacio del embajador español don Luis Sarmiento de Mendoza , en Almeirim. En aquel momento, ambos cónyuges tenían 16 años.
Felipe II y María Manuela de Portugal
La boda se celebró en Salamanca el 13 de noviembre de 1543, este matrimonio apenas duró dos años, ya que la princesa murió en el año 1545, cuatro días después de dar a luz su primer y único hijo, Carlos.
¿ Quien era María Manuela de Portugal ?
María Manuela de Portugal
Princesa de Asturias e infanta de Portugal perteneciente a la casa de Avís, nacida en la ciudad de Coimbra el 15 de octubre de 1527 y muerta en Valladolid el 12 de julio de 1545. Hija de Juan III rey de Portugal y de Catalina de Austria, hermana de Carlos I de España .
Catalina de Austria y Juan III de Portugal
¿Cuáles fueron las circunstancias de este matrimonio?
Deseando reforzar la alianza con Portugal y así, hacer de su vecino un aliado seguro en las guerras con el norte de Europa, Carlos V eligió como prometida para Felipe la princesa María Manuela de Portugal, hija de Juan III, Rey de Portugal .
Además de las preferencias personales del príncipe Felipe ( que tenía ganas casarse con María ), es de notar que el Rey Juan III había prometido dotar a su hija con 300.000 ducados , ahora bien los gastos para la guerra con Francia habían sido tan importantes que esta boda y la dota que suponía fue considerada como interesante en aquel momento por Carlos V .
Después de negociaciones a propósito de la boda y de benificiarse de una dispensa papal necesaria por ser los prometidos primos dobles, se firmó en Lisboa, en 1542 el contrato matrimonial de Felipe y María.
Fueron don Juan Alonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y don Juan Silíceo, obispo de Cartagena, acompañados de sus respectivos familiares, amigos y servidores (con lo que se formó una espectacular comitiva de gentes y animales) que fueron a recibir a la princesa a la frontera portuguesa a petición de Carlos V. Aceptaron los dos la invitación del Rey ya que querían servir al Emperador para acercarse a él y también por razones de honor y poder : fue una manera para ellos demostrar la grandeza y riqueza de sus respectivas casas y familia.
Andando por los caminos de España tan numerosos y vestidos lujosamente, cada pueblo y ciudad los acogía lo mejor que podían y les hacían un gran recibimiento. A menudo fueron acogidos con banquetes magníficos.
El 15 de octubre de 1543, a llegar la princesa María Manuela a Elvas se iniciaron los preparativos para efectuar su entrega a los representantes del Emperador Carlos V y del príncipe Felipe. Hubieron podido encontrarse los prometidos el sábado en vez del lunes siguiente, como lo habían propuesto los portugueses que enviaron un correo al duque de Medina Sidonia y al obispo de Cartagena avisándoles que ellos ya estaban preparados para efectuar la entrega. Pero tras consultarlo entre ellos y meditarlo, decidieron esperar hasta el lunes para ir a recogerla temiendo estropear la entrega por la precipitación y cambio de día, y además de este modo, le daban a la ciudad tiempo para terminar el recibimiento.
A la hora de efectuarse la entrega surgieron problemas protocolarios entre el duque de Medina Sidonia y el arzobispo de Lisboa y Luis Sarmiento, embajador del Emperador, y Gaspar Caravallo, embajador del Rey de Portugal en Castilla. Cada uno alegaba tener más derecho a ocupar el primer puesto ante la princesa, que otro. Tras mucho discutir, el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena decidieron ceder sus preeminencias y privilegios a favor de Luis Sarmiento y Gaspar Caravallo, para poder así concluir con el encargo del príncipe Felipe. Una vez solucionado este problema se efectúa la entrega de la princesa al duque de Braganza, la rienda de la mula de la princesa al duque de Medina Sidonia y éste la toma y se sitúa a la mano izquierda del duque de Braganza, y el obispo a la mano derecha. Tras esto, se firmaron, al duque de Braganza, los testimonios para refrendar que había cumplido las ordenes del Rey, Juan III de Portugal, y había efectuado bien la entrega, habiéndola recibido bien el duque de Medina Sidonia y el obispo de Cartagena. Tras esto, se efectuó el besamanos a la princesa por aquellos portugueses que se separaban ya de ella.
Llegando a Salamanca la recibieron a la puerta de la ciudad con música y danzas y hubo escaramuzas entre escuadrones de soldados. Salieron a acogerla miembros de la clerecía, de la Universidad y de las Escuelas Mayores.
Anécdota divertida: el príncipe Felipe acompañó a la princesa hasta Salamanca sin ser visto, y entró en la ciudad sin recibimiento por petición suya. El joven novio, curioso de saber cómo era su novia pidió que le enviasen unos retratos. Pero no contento con esto y con las descripciones que le mandó el embajador, don Luis Sarmiento por carta, don Felipe salió a escondidas con su cortejo a ver a la princesa. Según Manuel Fernández Álvarez, no sólo es curiosidad lo que mueve a nuestro príncipe a ir a ver a la princesa por el camino, sino que era también cuestión de protocolo, por eso se hizo acompañar para tener testigos de qué tenía interés por su futura esposa. El día cuando tuvo que encontrarse oficialmente con María, el príncipe se adelantó y perfectamente disfrazado se asomó a un balcón de la casa del doctor Olivares para ver una vez más a la infanta. Ésta lo supo, y al pasar por delante del precitado balcón, con cierta decorosa coquetería se cubrió el rostro con el abanico de ricas plumas que llevaba en la mano. Como los bufones tenían para todo libertad, el del conde de Benavente, llamado Periquito de Santervés, que era muy célebre entre los de su clase y acompañaba a la infanta para distraerla con sus gracias, comprendiendo lo que pasaba, apartó el abanico y descubrió plenamente el rostro de la infanta, acompañando la atrevida acción con muy oportunas palabras.
La misa de velaciones se celebró el 15 de noviembre 1543 recibiendo los novios la bendición del arzobispo de Toledo, Juan Pardo de Tavera. Ofició por la misa el cardenal-infante don Enrique, tío de la novia. Fue don Luis Sarmiento de Mendoza que figuró como apoderado del novio.
La vida conyugal
Después de la boda la joven pareja se trasladó a Valladolid, donde Felipe dio muestras de su preocupación por la obesidad de su mujer. Felipe II recibió muchos consejos de su padre en materia amorosa, queda constancia de esto en la correspondencia que mantenían padre e hijo.
También la madre de María intervino aconsejándola y advirtiéndola sobre la obesidad que disgustaba a Felipe y sobre los celos: “Pon todos los sentidos en el propósito de no dar jamás a tu marido una impresión de celos, porque ello significaría el final de vuestra paz y contento”.
La vida conyugal de Felipe II con su primera mujer quedó bajo el control de Carlos I, su padre. El emperador había advertido a su hijo sobre el peligro de los excesos y le conmina a limitar y controlar su pasión amorosa. Los documentos nos hablan de camas separadas, de distanciamientos temporales y sólo entrevistas públicas de día. En Felipe fue creciendo la indiferencia hacia su esposa y empezó sus salidas nocturnas. Su desvío hacia la princesa fue la comidilla de la corte, y hasta tal punto, que el rumor llegó hasta Carlos V, que se creyó obligado a reprender por ello a su hijo.
Es de saber que ambos prometidos fueron bajo la tutela y vigilancia de Juan de Zúñiga y de las duques de Gandía para que no se excediese en los relaciones íntimas una vez casados. La meta era evitar excesos en las relaciones sexuales de la pareja, abusos que se creían habían causado la muerte al príncipe Juan, hijo mayor de los Reyes Católicos.
Esta boda no se consumó hasta el mes de noviembre del mismo año y solo fue después de un año de matrimonio, en los primeros días de septiembre de 1544 que estuvo embarazada la nueva reina. Así, en la medianoche del 8 de julio de 1545 nació, tras un complicado parto, el sucesor tanto deseado. A los cuatro días del alumbramiento falleció la princesa María Manuela, posiblemente debido a las temidas fiebres puerperales o una infección puerperal debido al laborioso parto y a la manipulación de las comadronas, en una época donde la falta de higiene podía llevar a estos trances. Apenas había cumplido María los 17 años . A los 18 años Felipe quedaba viudo y con un hijo legítimo llamado Carlos.
Sus restos fueron depositados en Granada, y en el año 1574 fueron trasladados al Real Monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde permanecen en la actualidad.