Del Museo del Prado poco se puede decir que no se sepa ya. Siendo la primera pinacoteca española, y una de las más importantes del mundo (y esto no es autocomplacencia), posee unos fondos realmente apabullantes por su tremenda calidad y por su variada procedencia y adscripción temática y estilística.
Del siglo XVI, el Prado conserva una importante colección de pinturas italianas (con grandes pinturas de Rafael) y flamencas (El Bosco y Patinir), mientras que la colección de pinturas españolas del renacimiento es un poco más humilde, puesto que los primeros Austrias gustaron de contratar a artistas extranjeros, lo que impidió la creación de un centro renacentista local. Sin embargo, la pujanza de focos renacentistas como el valenciano, o de manera más limitada, el sevillano o toledano, suplieron esta falta.
En cuanto al manierismo, podría decirse que todo el arte español del renacimiento tiene cierto carácter manierista, debido a su tardío desarrollo.
De la colección de renacimiento y manierismo español en el Prado destacaremos una selección de las más interesantes obras, comenzando por una de las obras maestras de Fernando Yáñez de la Almedina, pintor afincado en Valencia tras su formación italiana. De una acusada influencia Rafaelesca por su ordenada y racional composición, en su Santa Catalina (1505-1510), Yáñez de la Almedina hace también un alarde de conocimiento de la pintura leonardesca en el tratamiento del rostro de la joven, de un suave sfumatto. A todo ello hay que añadir la modernidad del tratamiento temático de la pintura, pues ante la obsesión descriptiva del arte medieval, aquí el artista representa monumentalmente a una joven ricamente vestida rodeada de una serie de atributos que nos la identifican como la santa de Alejandría.
De Pedro Machuca, pintor y arquitecto encargado de la construcción del Palacio de Carlos V en la Alhambra, este museo posee El Descendimiento de la cruz (h. 1520). En esta obra, Machuca muestra las influencias de su estudio en Italia, basadas en Miguel Ángel y en Rafael. Se trata de una pintura que muestra la relevancia de Machuca como introductor del manierismo en España, pues en ella aparecen actitudes nerviosas, posturas forzadas, luz nocturna que provoca coloraciones frías ante intensas y claroscuros, y personajes y detalles insólitos, como el personaje en calzones.
Procedente del foco valenciano, al igual que Yáñez, es Juan de Juanes, hijo de Vicente Macip. De ambos posee el Prado una serie de obras, de la cual destacaremos la famosa Última Cena (1562) de Juanes. Se trata de una obra de una tremenda influencia rafaelesca, tanto en la composición, como en el tratamiento de los personajes, sus actitudes y sus rostros. Por esta semejanza con el maestro de Urbino, Juan de Juanes fue durante mucho tiempo el pintor mejor considerado del renacimiento español.
De una tremenda personalidad artística, Luis de Morales dio lugar a una pintura de tradición tardomedieval, detallismo flamenco, colorido italiano, gracia rafaelesca y sfumatto leonardesco, gracias a su formación en los distintos focos pictóricos hispanos y quizá italianos. Todo ello se aprecia en su Virgen con el Niño (1568). Sin embargo, Morales no hace sólo una conjunción de rasgos de diferentes estilos o focos, sino que añade en ellos una visión profundamente personal, en la que el manierismo se presenta en distorsiones anatómicas que surgen de fondos totalmente oscuros. La pintura de “El Divino“, como se le conoció durante tiempo, se basa en un tenebrismo temprano que da a sus obras una especial unción de un hondo dramatismo religioso.
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