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El divorcio: el cisma inglés

Enrique VIII había esperado durante demasiado tiempo para conseguir la nulidad matrimonial y la respuesta de Roma nunca llegaba. El antiguo y fiel servidor del rey, Wolsey, había caído por este asunto y al inicio de la década de los treinta el personaje clave de la corte será Thomas Cromwell mientras que es Thomas Cranmer, arzobispo de Canterbury, el hombre clave en la religión.

Tanto Cromwell como Cranmer parecían cercanos a posiciones reformistas y aliados con Ana Bolena hicieron que ciertos escritos que hablaban sobre los derechos que tenía el rey sobre la Iglesia y sus dominios llegasen a manos del rey. No hay que pensar que Enrique VIII era un protestante ni mucho menos ya que siempre los persiguió y aunque es cierto que comulgó con ciertas ideas que defendía Lutero, fue el primero en criticarlo en un escrito que le hizo ganarse el título de Defensor de la Fe.

Por tanto, más que cuestiones dogmáticas el problema del cisma viene dado porque el papa se niega a dar una respuesta sobre el asunto del divorcio y cuando lo hace, falla en favor de Catalina quizá porque las relaciones entre Carlos V y el papado han mejorado.

En 1533 demostrando su disconformidad con esta decisión el rey se separa de la Iglesia Roma casándose con Ana Bolena en enero e iniciando una serie de reformas. Enrique se nombra  Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra promulgando el Acta de Supremacía en noviembre de 1534 que recoge que “el rey es la suprema y única cabeza en la tierra de la Iglesia en Inglaterra”. Además la corona británica debería disfrutar de “todos los honores, dignidades, preeminencias, jurisdicciones, privilegios, autoridades, inmunidades, beneficios y bienes propios de esa dignidad”. También se recoge que todo aquel que permanezca fiel al Papa será considerado no sólo hereje sino que será acusado de alta traición.