CAJA DE AHORROS DE ALICANTE Y MURCIA. Emilio Varela. 1ª Edición. Alicante.
Aula de Cultura de C.A.A.M., 1987. I.S.B.N. 84-7599-047-9.
El color de las cosas cambiaba de continuo. En las aguas del mar pasaba de la gama de azules a la de los verdes, a la de los grises y aun la de los negros. Dependía de la profundidad, de la dirección de las corrientes y de la luminosidad del momento. Visto en las proximidades de un tapial enjalbegado, el cielo, aún en plena mañana, era más profundamente azul que de ordinario. Y el monte Benacantil, en el cursos de ciertos atardeceres, iluminado por un agónico, dejaba de ser la peña blanca o Akra Leuka de los griegos para transformarse en una enorme naranja reverberante.
Cualquiera de estos aspectos del mar, del cielo o del monte ¿era menos “verdadero” que los otros? Había que concluir que no, que todas las apariencias eran válidas para el pintor, aun las menos frecuentes y las más inverosímiles, porque el objeto se complace en ser totalmente proteico, en cambiar el color de su piel.