Origen y procedencia de los repobladores de Petrer

Como ya hemos dicho en entradas anteriores la mayor parte de la población de Elda y Petrer momentos antes de la expulsión era principalmente morisca. Tras la expulsión de toda esta población ambas villas quedaron sometidas a una pésima situación económica lo que llevó al conde de Elda a iniciar urgentemente el proceso de repoblación a través de las Cartas Pueblas donde se establecía un contrato entre el señor y los nuevos pobladores referente a las condiciones económicas, sociales y políticas que regirían las relaciones entre estos.

Mujer morisca

Mujer morisca

En muchas ocasiones esta repoblación fue lenta, o al menos no tan rápida como se esperaba. Muestra de esto son las sucesivas reiteraciones de órdenes de repoblación desde la Real Audiencia ya que no se cumplían los plazos de llegada al lugar de destino.

Según un testimonio del obispo de Orihuela en una carta datada en octubre de 1609, a Petrer los nuevos pobladores llegaban al municipio antes de que los propios moriscos hubieran abandonado sus casas. Sin embargo no en todos los lugares ocurría lo mismo ya que otros testimonios de la marquesa de Guadalest nos revelan que tras la expulsión de 1200 moriscos tan sólo habían llegado 120 repobladores cristianos, demora que se produjo en gran medida por las exigencias que se imponían a los recién llegados.

En Petrer tras la expulsión y llegada de los nuevos pobladores tuvo lugar la reducción en un 59,16% de la población total del municipio. Llegaron alrededor de 100-120 familias de cristianos a Petrer venidas desde Castalla, Biar, Xixona, la ciudad de Alicante incluyendo todo su término, lo que hoy son los municipios de Monforte del Cid, Agost, San Vicente y Mutxamel.

A través de dos documentos, tanto uno del Archivo Municipal de Castalla donde se encuentra una relación de las 22 familias castallenses que repoblaron la villa de Petrer y la aparecida posteriormente carta de poblamiento de Petrer, podemos conocer el nombre de todos los pobladores que vinieron a instalarse en el municipio.

Así nos encontramos con la aparición de 49 nuevos apellidos entre los que destacan Rico, Bernabeu, Maestre, Miralles, Payá, Brotons, Pérez, muchos de los cuales se han mantenido hasta nuestros días y podemos encontrar su origen en el siglo XVII. Otros como Huesa, Carransa/Carranza o Sarieto han desaparecido por completo desconociéndose el motivo.

Otros apellidos como Perpiñá o Sirvens aparecen en la actualidad evolucionados a Perpiñán y Sirvent. Y en otros casos algunos de los apellidos aportados por la Carta Puebla de 1611 como son Terol, Perales, Arques, Colomina, Seva, Gironés, Boix, Coloma y Alberola los encontramos hoy en día de forma anecdótica y residual. De un total de 49 apellidos que se establecieron en 1611 se conservan 46 entre las familias petrerenses.

En cuanto a los orígenes de estos apellidos que aparecen en Petrer desde el siglo XVII podemos rastrear su procedencia en los distintos municipios desde los que se repobló la villa. Así desde Castalla llegaron individuos con los apellidos Amad, Colomina, Esteve, Gironés, Juan, Payá, Perales, Poveda, Rico, Serdá y Vellot. Otros como Planelles o Bernabeu procederían de Mutxamiel, Alicante y su huerta, además de ser apellidos a los que se atribuye probablemente origen noble. De familia noble también debieron ser, por aparecer en las listas de insaculación del siglo XVI en Xixona, los apellidos Arques, Brotons, Sirvent, Cortés, García, Mira, Pérez, Soler, algunos de ellos ya mencionados anteriormente.

Los repobladores Biar aportaron los apellidos Maestre, Marco, Amorós, y Perpiñán, mientras que los de Agost tan sólo Seva y Vicedo.

Todo este desglose de apellidos que aparecen en la Carta Puebla de Petrer de 1611 nos ha permitido acercarnos al conocimiento de los lugares de origen de los nuevos pobladores de Petrer indicándonos que llegaron generalmente de los territorios que la circundaban, y en gran medida de Alicante y su huerta, es decir, de zonas muy próximas a Petrer.

Además de conocer la procedencia, el rastreo de estos apellidos nos ha permitido descubrir que en algunos casos el origen de las familias que se asentaron en Petrer era noble, por lo que no estaríamos hablando exclusivamente de la llegada de familias de campesinos o artesanos como cabría esperar para el resto.[1]


[1] MIRA-PERCEVAL VERDÚ, Enrique; RICO NAVARRO, Mª Carmen. Antroponímia y genealogía de los nuevos pobladores de Petrer (1609-1611). Revista del Vinalopó. Cartes de Poblament del Vinalopó. La repoblació després de l’expulsió. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), nº 14, 2011, pp 53-66. ISNN: 1139-7322

La Guerra de Sucesión en Elda

A lo largo de toda la contienda probablemente las poblaciones de Elda, Petrer y Salinas permanecieron fieles a la causa borbónica, como reacción al austracismo de su señor Francisco Coloma que defendió oficialmente la causa austracista del verano de 1706. Aunque no podamos decir que la principal causa de adhesión a Felipe V de la población de Elda y Petrer estuviese originada por la oposición de los vasallos a su señor, sí es cierto que las relaciones fueron tensas entre ambos a causa de conflictos derivados del uso de las aguas y de la demarcación de los límites entre Elda y Petrer, entre otros. Sin embargo parece haber otros factores por los que estas tierras permanecieron fieles a la causa borbónica.

Felipe V de Borbón

Felipe V de Borbón

Por otro lado, en la propia villa de Elda, el compromiso de las élites, las autoridades locales y las fidelidades clientelares,  llevaron a que algunas familias excepcionalmente apoyaran al Conde de Elda y la causa austracista. Estos fueron los vecinos de la Calle de la Tripa principalmente. [1]

Archiduque Carlos de Austria

Archiduque Carlos de Austria

Los borbónicos de la población, por su parte, organizaron una pequeña fuerza armada que participó en la Batalla de Almansa así como en la liberación del castillo de Alicante que estaba en manos austracistas.

batalla de almansa

A pesar de defender una u otra causa la realidad fue que Elda se encontraba en la línea de frontera entre un bando y otro por lo que el verdadero sufrimiento de esta guerra para la población fue el encontrarse entre los dos ejércitos, que necesitaban continuamente requerimientos y requisas de abastos para el mantenimiento de sus tropas. Esto ha quedado reflejado en una composición popular:

“Els botiflers i maulets,

bé nos ferem la tirana,

uns, esquilant-nos del tot,

 i altres, venent-nos la llana[2]

Finalmente con la victoria de las tropas borbónicas el conde de Elda pasó a figurar en la lista de traidores que había sido elaborada por Felipe V, siendo las rentas del condado confiscadas. Se desterró al conde fuera de España y perdió todos sus derechos sobre el condado, siendo colocado en su lugar el conde de Atri para que se pudieran seguir recaudando impuestos en la villa. El condado le fue devuelvo en 1724 tras el tratado de Viena por el que se estipuló devolver todos los bienes confiscados y el volumen de las rentas confiscadas, que para el conde de Elda se estimaban en 135.000 ducados, tras varios años de encontrarse la población en una situación desoladora provocada por la guerra y el castigo de Felipe V al condado.

A partir de este momento la administración del condado quedó sujeta a una estrecha supervisión militar por parte de los borbones que además cambiaron el gobierno municipal para adaptarlo al modelo castellano, constituyéndose un nuevo ayuntamiento integrado por regidores y un alcalde mayor. [3]


[1] POVEDA, Antonio. Maulets y Botiflers. En: Elda, una historia para todos. Elda, Ayuntamiento de Elda, 1999, pp 61-66. ISBN 84-87962-13-0

[2] PRADELLS NADAL, Jesús. 15. La Guerra de Sucesion y Elda (1700-1714). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 249- 260. ISBN 84-87962-21-1

[3] PRADELLS NADAL, Jesús. Ref. 2

Oficios en la villa de Elda: ¿A qué se dedicaba su población?

Elda contaba a en el último cuarto del siglo XVIII, según el censo de Floridablanca de 1787 con unos 3.734. La población de este municipio era principalmente agrícola pero si pasamos a especificar más en las ocupaciones y oficios nos encontramos con que la ciudad de Elda contaba entre sus habitantes con una amplia variedad de oficios, por lo que no todos sus habitantes se dedicaban a actividades agropecuarias.

Según los censos podemos saber que en la Villa de Elda ciento noventa y un vecinos eran labradores propietarios de sus tierras, cuatrocientos cuarenta y siete eran jornaleros sin tierras, sesenta y siete eran artesanos, cuatro se dedicaban a la fabricación de papel, nos encontramos con un solo médico entre toda la población, noventa y cuatro eran criados, tres se dedicaban a la abogacía y otros tres eran escribanos, también nos encontramos con tres boticarios y veintitrés comerciantes en total. En cuando a los oficios ligados a la Iglesia en el municipio de Elda tan solo se contaba con un único cura con sus cuatro beneficiados y dos tenientes de cura, dos sacristanes, dos monaguillos y ocho ordenados. Por otra parte existían seis empleados con sueldo del rey, ciento nueve con fuero militar, un dependiente de la Inquisición, veintisiete estudiantes, un síndico religioso y un dependiente de cruzada.

Estos datos nos permiten hacernos una idea de los sectores económicos y sociales de la población. En general podríamos hablar de que el 63,8 % estaba representado por aquellos que se dedicaban a las actividades agrícolas, luego un 7,1% estaría compuesto por artesanos y fabricantes mientras que el 21% restante de la población se dedicaba a otros oficios y actividades. [1]

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Entre la pequeña nobleza de la villa de Elda para este momento nos encontramos con los personajes D. Joaquín Linares y Sempere y D. Agustín Vidal. Por debajo de estos en la pirámide social estarían los labradores propietarios a los que la señoría confiaba la administración de sus propiedades y regalías. Junto a ellos los campesinos y jornaleros subsistían como arrendatarios y asalariados  y debían satisfacer los tributos estatales, los derechos señoriales, y las derramas o repartos para hacer frente a los gastos municipales.[2]

Dentro de los cargos municipales encontramos que el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Elda estaba formado por el alcalde ordinario, cuatro regidores, el síndico procurador general, el alcalde de la hermandad, el alguacil mayor. Estos oficios eran empeñados por eldenses que accedían a través de la propuesta realizada por los cargos salientes tras la posterior confirmación señorial. Estos cargos eran de especial importancia para los habitantes de la villa ya que mostraban gran interés por hacerse con ellos cuando se producía una vacante[3]. Esta forma de acceder a los cargos permitió durante mucho tiempo a las familias influyentes de la villa situar y mantener a sus miembros en los órganos de gobierno y control municipal. Estas familias poseían tal poder económico por su condición de grandes propietarios que se mantuvieron en el gobierno municipal al margen de cualquier variación o inestabilidad política del reino. La forma en que estas familias pasaron a formar la pequeña oligarquía local se debe a la manera en que se dispuso el dominio útil de las tierras con la Carta Puebla de 1611. Gracias a ello la oligarquía local fue quien tuvo el control efectivo del gobierno municipal, siendo el señor un mero intermedio entre la Corona y los vasallos.


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El gobierno municipal de Elda en época moderna. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 237-248. ISBN 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

[3] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Ref. 1

Religión y sociedad en Elda

Con la expulsión de los moriscos se dio en Elda un punto de inflexión con respecto a la religiosidad popular anterior en época islámica y su continuación con la población morisca en estas tierras.

Así nos encontramos con que los nuevos cristianos viejos que llegaron a la localidad, independientemente de cual fuera su procedencia  trajo consigo su propia espiritualidad y creencias. Estás se mezclaron como no podía ser de otra manera con el sustrato ya existente configurando de esta manera una nueva religiosidad eldense que irá evolucionando entre la población con el transcurrir del tiempo.

La imagen de Dios Padre, cabeza del panteón divino, y la de la Virgen María de vital importancia en el subconsciente colectivo por el carácter materno de esta advocación, fueron las de mayor representación en la religiosidad popular eldense, impuestas de forma nada inocente por el señor feudal a una comunidad hasta bien entrada la Edad Moderna  formada mayoritariamente por moriscos muy poco cristianizados, mediante la erección de una iglesia con la intención de evangelizarlos.

Virgen de la Salud

Virgen de la Salud

La Virgen fue especialmente importante para la sociedad eldense , apropiándose el símbolo mediante la elaboración de narraciones y mitos para crear un vínculo entre la imagen y el territorio, siendo invocada además como de la Salud. Así la Virgen de la Salud se convierte para Elda en la advocación de mayor importancia dentro del panteón y omnipresente en cualquier acontecimiento de la villa.

Cristo del Buen Suceso

Cristo del Buen Suceso

Lo mismo sucede con la imagen de Cristo, donde al símbolo universal se le asigna también un nombre particular para vincularlo estrechamente con la población y hacerlo propio. Así aparecerá el Cristo del Buen Suceso, quien acompañará en todas las ocasiones a la Virgen sin tener un protagonismo particular en solitario.

Además de la cabeza del panteón representada por el Dios Padre y la Mare de Deu, encontramos en Elda otras advocaciones diversas donde cada una tendrá su función y encomendación. Santa Bárbara, San Antón, San Blas, etc. [1]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldense (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 2006, Tomo I, pp. 259-262. ISBN 84-87962-21-1

La enseñanza en Elda en el siglo XVIII. El maestro y el alumno

A lo largo del siglo XVIII y mediante el impulso de las ideas ilustradas se da el auge en las nuevas teorías en materia de educación. El objetivo de la Ilustración era el progreso económico y científico por lo que la educación era uno de los medios principales para alcanzarlo. Sin embargo en la España de esta época el panorama era desolador: la Universidad era impermeable a cualquier reforma, los centros educativos de grado medio eran controlados por aquellos organismos que también sentían recelo a la renovación y la enseñanza primaria se daba en pocos centros que además se encontraban en muy malas.

Ésta no era gestionada por el Estado, sino que eran los municipios quienes la controlaban y en algunas ocasiones la subvencionaban. La Iglesia tuvo un papel muy importante en el desarrollo de la educación en los primeros niveles en un momento en que religión y educación eran sinónimo. En los conventos se enseñaban en las primeras letras a las clases económicamente débiles mientras que los que sí disponían de medios económicos suficientes contrataban educadores privados.

La enseñanza se encontraba fuertemente controlada por el Estado y la Iglesia con una abundante normativa, selección de maestros y control sobre las traducciones de la Biblia para no desviarse de la ortodoxia cristiana.

Para este siglo XVIII conocemos en Elda tres escuelas públicas: la de Primeras Letras, la de Latinidad y la de Costura.

La primera de ellas se trata de la Escuela para Niños de la Plaza del Ángel, atendida por un mestre de Escola, Marcelo López, que además de maestro era organista y relongier ya que hasta el año 1769 a través de una concordia firmada entre el Conde de Elda y el Obispo de Orihuela se estableció mantener esta doble faceta por la que el conde debía proporcionar un organista a la Iglesia que además fuera maestro de escuela, siendo pagado su salario por él y el Ayuntamiento. A partir de 1771 el oficio de organista se independiza del de maestro y a partir de 1786 el magisterio de primeras letras recae en los frailes del convento de Nuestra Señora de los Ángeles.

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Convento de Nuestra Señora de los Ángeles

Por otra parte el salario medio de un maestro era a finales del siglo XVII de 52 libras como maestro-organista, en la primera mitad del siglo XVIII 100 como maestro-organista-relojero y 75 como maestro-organista, hasta que fue regulado por ley siendo la partida económica asignada desde cada ayuntamiento de 451 reales de vellón y 26 maravedíes.

En cuanto a los alumnos sabemos que tenían un horario distinto de entrada al colegio para invierno y para verano. Una vez a la semana se realizaban concursos públicos para la demostración de los conocimientos adquiridos por los niños para los que los maestros seleccionaban a los mejores alumnos para que salieran por las calles a explicar la doctrina cristiana.

Los colegios de Latinidad no estaban subvencionados de forma oficial por el ayuntamiento y además la mayoría de los que aquí entraban no continuaban sus estudios, sólo los hijos de aquellos que pudieran permitírselo económicamente eran enviados al Seminario de Orihuela.

Por último la Escuela de Costura estaba reservada a las niñas que disponía de dos maestras nombradas por el señor de la villa donde se les instruía en la doctrina cristiana y las labores propias del sexo femenino.

En resumen, la enseñanza fue ejercida por los eclesiásticos y religiosos en los conventos pero con financiación pública del Ayuntamiento, en un momento en que la formación y la educación cristiana estaban estrechamente unidas. En Elda fueron los franciscanos quienes ejercieron esta labor, de forma muy general y básica, ya que la mayoría de la población estaba destinada a trabajar en el campo.[1][2]


[1] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. Cultura, religiosidad popular y panteón eldenses (siglos XVII-XVIII). En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp. 261-272. ISBN: 84-87962-21-1

[2] SAMPER ALCÁZAR, Joaquín. El panorama educativo eldense durante la Edad Moderna. Revista del Vinalopó: Dossier: Organització i ordenació del territori. CEL (Centre d’Estudis Locals del Vinalopó), 2000, nº3, p. 159-174. ISSN 1139-7322.

La familia Coloma: Condes de Elda (II)

Como I Conde pero tercer señor de Elda y Virrey de Cerdeña encontramos a Juan Coloma (1539-1577-1586), al servicio de Carlos I y Felipe II que destacó notablemente en el dominio de las armas y las letras durante el siglo de oro español. Por los méritos acumulados le fue concedida en 1561 la alcaidía del castillo de Alicante, título que conservaron los condes hasta 1639. Todos estos privilegios permitieron a Juan Coloma la ascensión a la alta nobleza, por lo que fue éste el momento de culminación del proceso de ennoblecimiento iniciado por la familia a fines del siglo XV. El título de conde le fue concedidó mediante privilegio por Felipe II  a su regreso de Cerdeña por la buena gestión que había llevado a cabo del reino italiano. A él se le atribuye la transformación del castillo de Elda en palacio lujoso, residencia de los condes durante todo el siglo XVI, y la fundación del Convento de franciscanos de Elda, Nuestra Señora de los Ángeles, todas ellas obras llevadas a cabo para la ostentación de su poder.

Reconstrucción del Castillo de Elda

Reconstrucción del Castillo de Elda

Este singular personaje de la casa condal de Elda se casó en terceras nupcias con la dama portuguesa Isabel de Saa, matrimonio del que fueron fruto catorce hijos. El heredero fue Antonio de Coloma, segundo varón ya que el primogénito, su hermano Juan, murió antes que su padre. El resto de segundones se dedicarían, en el caso de los hombres bien a la carrera militar (Carlos Coloma), o bien a ocupar altos cargos de la jerarquía eclesiástica. Mientras que las mujeres se casarían con miembros de otras casas nobiliarias o a la vida religiosa.

Carlos_Coloma

Carlos Coloma. Retrato de Van Dyck

Antonio Coloma (1586-1619), heredero y sucesor de Juan Coloma, se formó como sus predecesores en las armas y la diplomática, culminando su carrera en la ostentación del título de Virrey de Cerdeña desde 1594 a 1604. A su regreso desde tierras italianas a España, fue llamado por el rey a Madrid para tomar el mando de las galeras de la escuadra de Portugal lo que le permitió intervenir en el traslado de los moriscos del Reino de Valencia al norte de África tras el decreto de expulsión de 1609. Tras la expulsión de estos, Antonio Coloma, mediante las Cartas de Población de 1611 tuvo que proyectar y aplicar la repoblación posterior, lo que dio un impulso a su política e inició una nueva etapa en el devenir del condado.

Hasta el siglo XIX que fue abolido el señorío, los territorios de Elda y Petrer pertenecieron a la familia Coloma. Tan sólo en algunos episodios puntuales en que no pudo ser heredado por el primogénito varón, siendo titular una mujer, se entroncó con otras familias nobiliarias anteponiéndose al título de Elda el heredado por línea paterna. Así ocurrió por ejemplo en 1729 con Gonzalo Joseph Arias Dávila Coloma, que heredó los derechos por vía femenina usando el título de conde de Puñoenrostro.

De esta manera el poder señorial estuvo en manos de la familia Coloma durante toda la Edad Moderna salvo el periodo comprendido entre 1706 y 1725 en que durante la guerra de Sucesión, quien sería Conde de Elda, Francisco Coloma Pujades y Borja (1694-1712), apoyó la causa austracista y la corona confiscó y administró todos sus bienes hasta el año 1725 en que, tras el Tratado de Viena, lo recuperaron de nuevo.[1]


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda: Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo. Tomo I, 2006, pp 199-216. ISBN: 84-87962-21-1

La familia Coloma: Condes de Elda (I)

La historia política de Elda y Petrer durante la Edad Moderna, es inseparable ya que para los siglos que nos atañen (siglos XVI-XVIII) ambos señoríos pertenecían al mismo condado, el condado de Elda, que a lo largo de todo este periodo estuvo en manos de la familia Coloma. Debemos remontarnos al siglo XV para entender como la propiedad de estos territorios pasó a formar parte del patrimonio de los Coloma.

Escudo de la familia Corella

Escudo de la familia Corella

En un primer momento era propietaria de este señorío la familia Corella, titulares del condado de Concentaina, que habían adquirido estos territorios mediante su compra, en el caso de Petrer a Doña Violante de Bar, viuda de Juan I de Aragón y en el de Elda, junto con el señorío de Aspe, a Don Pere de Rocafull. Elda, Petrer y Salinas pertenecieron al linaje de los Corella durante el siglo XV hasta que la situación financiera de la familia nobiliaria y el cambio de sus intereses geoestratégicos les llevó a vender sus territorios.

La enajenación de estos territorios se hizo en favor de personajes importantes al servicio de los Reyes Católicos con especial fijación e interés en estas tierras. De esta manera se formalizó la venta de los señoríos de Elda y Petrer a Mosén Juan Coloma (1513-1517), cuya familia, natural de Zaragoza, se había ennoblecido recientemente.

Este personaje de origen plebeyo pero cristiano viejo entró al servicio de la corona de Aragón durante los reinados de Juan II de Aragón y Fernando II el Católico. En pago por los servicios prestados a la corona se le concedió el título de “nobleza de Aragón” a su esposa y a su hijo, y se le concedió el título de Conde de Elda en 1516. La repentina muerte de Fernando II el Católico hizo que esta concesión quedara sin efecto legal por lo que no se formalizaría hasta unos años más tarde. La concesión del título de nobleza a su esposa llevó a que, durante este periodo anterior a la oficialidad del condado, se asentara la tradición familiar de anteponer el apellido materno (Pérez Calvillo) al paterno (Coloma), por lo que es habitual hasta el año 1577 -fecha en que se estableció oficialmente el condado- encontrar entre la documentación a los señores de Elda con este apellido.

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Escudo de la familia condal de Elda: los Coloma

A Mosén Coloma le siguió su hijo Juan Francisco (1517-1539), quien heredó todos sus bienes en las coronas de Aragón y Valencia. Fue en este momento que la familia estableció su residencia en tierras valencianas y se llevaron a cabo distintas actuaciones de notable importancia como la petición del privilegio que permitiera a los campesinos abastecerse de agua para el riego de sus cultivos y la conversión de la mezquita aljama de Elda en iglesia parroquial bajo la advocación de Santa Catalina Mártir, con la consiguiente conversión forzosa de la población mudéjar del condado.[1]


[1] BELANDO CARBONELL, Remedios. 12. El condado de Elda, siglos XVII-XVIII. De la expulsión de los moriscos a la desaparición del señorío (I). En: Historia de Elda. Elda: Ayuntamiento de Elda, Caja de Ahorros del Mediterráneo. Tomo I, 2006, pp 199-216. ISBN: 84-87962-21-1

Antecedentes históricos: Elda y Petrer en la Edad Media

Las tierras de Elda y Petrer experimentan la primera toma de contacto con el mundo musulmán en el siglo VIII, fecha en la que Teodomiro realiza un pacto (Pacto de Tudmir),  con Abd al-Aziz ibn Musa por el cual reconoce la soberanía del Califa de Damasco y se compromete a representarlo en lo civil y económico ante siete ciudades por lo que todo este territorio pasa a manos de jurisdicción musulmana convirtiéndose en la Kora de Tudmir.[1] A partir de este momento y a lo largo de cinco siglos los musulmanes ocuparán este territorio transformando progresivamente su población y su entorno. En el siglo XI con la desaparición de la Kora y la formación de las Taifas, Petrer y Elda quedarán circunscritas a la Taifa de Denia. A partir del siglo XII comenzarán a llegar tropas norteafricanas de almohades y almorávides que se asentarán en el territorio consolidando las comunidades islámicas de Elda y Petrer hasta mediados del siglo XIII en que fueron conquistadas las poblaciones por Alfonso X “el Sabio”. [2]

Kora de Tudmir

Kora de Tudmir

Es a partir de este momento que comienza la historia cristiana de ambas villas. Desde el último cuarto del siglo XII los reinos de Castilla y Aragón habían firmado el Pacto de Cazorla (1179) para fijar el reparto de las tierras a conquistar y la frontera de sus reinos. La derrota de los musulmanes en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212) provocó además la inestabilidad entre los reinos musulmanes y sus gobernantes por lo que muchos de ellos pactaron con las tropas cristianas para defenderse de sus propios vecinos musulmanes. En este contexto el gobernador de Murcia, a cuya demarcación pertenecían estos territorios realizó un pacto con el infante Alfonso de Castilla (Pacto de Alcaraz, 1243) y un año más tarde se firmó el Tratado de Almizra por el que Jaime I de Aragón y Fernando III de Castilla fijaban las fronteras entre los dos reinos lo que resultó para nuestras tierras quedar bajo jurisdicción castellana concediéndose el castillo de Petrer a Jofré de Loaysa. Sin embargo a pesar de la conquista cristiana gran parte de la población de estos territorios era musulmana por lo que se armaron revueltas que fueron sofocadas por Jaime I  a quien se envió para pacificar. Una vez pacificado el reino, los territorios fueron devueltos al rey castellano, pero a pesar de ello a finales del siglo XIII Jaime II de Aragón reclamó el territorio que se encontraba entre las tierras meridionales alicantinas y la vega murciana a la corona castellana en un momento de enfrentamientos entre Sancho IV y los Infantes de la Cerda, siéndole concedido tras la sentencia de Torrellas (1304) y el Pacto de Elche (1305). La frontera se fijó en Orihuela quedando bajo el régimen jurídico del Reino de Valencia. [3]

Jaime II en la primera mitad del siglo XIV cedió la tenencia del castillo a Juan García de Loaysa. Este fue un siglo de penurias y calamidades, motivadas por diversos factores: los conflictos entre los dos reinos al encontrarse nuestro territorio en tierras fronterizas, la guerra de los dos Pedros, malas cosechas y epidemias que llevaron a una grave crisis económica y una fuerte despoblación. Durante todo el siglo XIV la familia Loaysa mantuvo la posesión del castillo, sin embargo por falta de descendencia directa de Leonor de Loaysa y la desaparición de este linaje las posesiones debieron ser vendidas.[4]

La Torreta. Torre de control visual fronterizo en Elda (s. XIV- XV)

La Torreta. Torre de control visual fronterizo en Elda (s. XIV- XV)

A partir del siglo XV y en el pésimo estado en que se encontraba el territorio fue comprado por Ximén Pérez de Corella, cuya familia se erigiría más tarde como condes de Cocentaina y se convertiría en una de las más importantes e influyentes del reino de Valencia. [5]

A medida que avanzaba el siglo XV la familia Corella fue perdiendo influencia en el territorio y sobre todo poder económico por lo que el sucesor de Ximén Perez de Corella, Juan Roiç se vio obligado a arrendar parte de los territorios de sus posesiones a un grupo de caballeros valencianos, actuación que no consiguió solucionar los problemas financieros de la familia por lo que debió vender finalmente el señorío, firmando un precontrato de venta de la baronía de Elda donde se incluían Elda, Petrer y Salinas a la familia Coloma, quienes tomarían posesión del señorío durante los siguientes siglos. [6]


[1] BERNABÉ PONS, Luis F. Los musulmanes en las tierras de Elda, I. Elda Islámica. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 119-127. ISBN: 84-87962-21-1

[2] AGULLÓ MARCOS, Irina; PEIDRO BLANES, Jesús. Los musulmanes en las tierras de Elda, II, Islamización del territorio. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 128-140. ISBN: 84-87962-21-1

[3] CABEZUELO PLIEGO, José V. Elda medieval. El dominio cristiano. En: Historia de Elda. Elda, Ayuntamiento de Elda: Caja de Ahorros del Mediterráneo, Tomo I, 2006, pp 141-156. ISBN: 84-87962-21-1

[4] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3

[5] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3

[6] CABEZUELO PLIEGO, José V. Ref. 3