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Cine Varios

A Man for all Seasons (1966)

Un hombre para la eternidad es el tercer gran icono de la carrera cinematográfica de Zinnemann (“Solo ante Cartelel  peligro”, “De aquí a la eternidad”) y la segunda de estas tres en cuanto a galardones se refiere, seis Oscar en total para esta producción estadounidense de 1966, incluyendo Mejor Película y Mejor Director.

Nuestro hombre para la eternidad es Thomas More (Santo Tomás Moro para la Iglesia Católica) y sobre él  y su conflicto con el rey de Inglaterra, Enrique VIII, versa toda la película. Desde el inicio del conflicto matrimonial hasta su desenlace final, Zinnemann nos lleva de la mano a través de caminos oscurecidos por las intrigas políticas y las luchas de intereses entre personajes clave de la Historia, en un mundo alejado del nuestro en el tiempo pero no en esencia. Quizá este camino pueda parecer, a ojos del espectador acostumbrado a ritmos vertiginosos y florituras técnicas, un tanto farragoso y espeso pero en verdad,  la cinta, por cierto adaptación de una obra teatral de Robert Bolt, nos muestra con claridad y eficacia cómo se desarrolló la trama del cisma anglosajón. Tal vez la única pega la encontremos en la excesiva carga moral de la película, encumbrando sin medidas la figura de More como incorruptible hombre y mejor cristiano. Si bien es cierto que su forma de actuar puede ser ejemplo atemporal en un mundo movido por el interés, el film no duda en acrecentar y ensalzar hasta convertir la moral de Thomas en el centro y fin de la obra.

Aunque la película en sí pueda parecer aburrida, lenta o pesada (la sucesión de movimientos en el tablero político se alarga necesariamente) se trata en realidad de un acercamiento interesante y veraz al conflicto matrimonial que desencadenó en la aparición de la tradición anglicana que todavía hoy perdura en las Islas Británicas. Especialmente destacable en ella son los papeles de los protagonistas, entre los que encontramos un breve pero intenso Orson Welles en el papel del Canciller y Cardenal Walsey; un genial Paul Scofield en el papel protagonista, después de haber sido recuperado para el cine por Zinnemann; y un incomparable Robert Shaw que nos deleita con una colección de matices interpretativos  entre los que destaca su especial énfasis en mostrarnos los cambios de humor y las veleidades del monarca Enrique.

Por último me resulta inevitable acudir al recurrente y facilón juego de palabras a la hora de loar la obra de este gran director. Pues Zinnemann demostró en estas tres citadas obras ser un verdadero Cine-man, aunque en su Austria natal hubiésemos de llamarlo Kino-Mann.

Conclusión opinable en función del punto de vista:

Cinematográfico: Buena                              Valor Histórico: Esencial

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Opinión

Mis razones contra el plan Bolonia

Algo que he aprendido en la Universidad es que la objetividad es una quimera. En cambio siempre debemos tender haciaRafael. Academia ella. Es el horizonte en nuestras miras, aquel al que es imposible llegar por más que caminemos pero sin cuya referencia no podríamos avanzar, o al menos no deberíamos. Por esto trataré de acercarme esta vez a esa objetividad precisamente desde la más pura subjetividad, pues creo estar seguro de que expresando mis razones y mis experiencias con la premisa de que son propias podré ofrecer una visión si no clara sí al menos no corrupta.

Como cualquier otro adolescente crecí pensando en la cantidad de decisiones que tomaría cuando fuese mayor. Especulando sobre qué protestas apoyaría y en cuales no me manifestaría pero consciente de que en ciertas ocasiones es necesario hacerlo. La pregunta era ¿cuándo? Cuando alcanzaría esa mayoría de edad mental que me capacitase no solo a posicionarme sino a ser capaz de responder cuando alguien me preguntase qué es lo que pido. Para más inri mi generación fue de las primeras en quedarse sin “mili” aquel referente a la hora de medir nuestra hombría. Así pues yo miraba a la Universidad como ese mundo al margen del mundo, ese paraíso de las ideas que más que dotarme de un título o “formarme como persona” me abriese las puertas del pensamiento autónomo, que dotase de corriente mi bombilla particular para alumbrar mis propios pensamientos.

Entré a la Universidad Pública desde un colegio concertado y cursé una diplomatura de las ramas, quizá, más mercantilizadas de entre los estudios universitarios. Seguramente, esto me abocaba a tener un paso fugaz y poco implicado en el ambiente universitario. En cambio dije No a la guerra, me dolió el Prestige y exigí la verdad a un gobierno facineroso pero, sobretodo, conocí gente tan parecida y tan distinta a mí, accedí a las más variadas opiniones y me sentí enriquecido por todas ellas. También aprendí. Al acabar el tercer año me fui de Erasmus, donde acabé de sublimar mi experiencia universitaria y al acabarlo quería más, mucho más. Me volví a matricular en una nueva carrera, esta sí, más acorde a mis vocaciones originales y más ligada al seno de la Universidad tradicional. Aquí sigo y espero seguir, con las mismas ganas que cuando la Universidad era todavía algo lejano. Con tantas que en mi casa dicen que ya nunca saldré de aquí, ya me gustaría. El problema es que no se por cuanto más esta mi experiencia podrá perdurar o si alguien podrá repetirla porque creo que la Universidad tal cual la conocemos está en serio peligro.

uca.es

Nunca he sido partidario de eslóganes ni de vocabulario decimonónico pero es que todos mis hilos de pensamiento me conducen a ellos. La Universidad no fue concebida como centro de formación profesional sino más bien a la inversa, el sector privado, las empresas, solían rebuscar entre el mercado de universitarios en busca de investigadores y/o gente con una formación que se asemejase a sus necesidades. Ahora es la empresa quien tira de la Universidad y la transforma en un mero centro de formación olvidando aquella primera finalidad. Lo inútil, perdón, lo no útil, lo que no reporte beneficio monetario no tiene cabida. Si seguimos esa premisa la Universidad dejará de ser aquel templo del saber que suponíamos, ese refugio del conocimiento puro y limpio de todo interés más allá del saber por el saber.

Así que yo les digo:

                -a los que dicen que somos una minoría; que sí, que lo somos. Pero no una minoría en contra de una mayoría a favor sino indolente. Porque tristemente parece haber calado el pasotismo, porque parece que el hecho de protestar suponga para muchos la vergüenza de luchar por algo que crean mejor sin pensar en el horror superior que es la vergüenza de callar por el qué dirán o de no hacerlo por pura pereza. No obstante, y si minoría somos, ¿por qué no someter a la democracia del referéndum sobre si nosotros, profesores y alumnos, queremos o no esta nueva pseudo-universidad?

                -a los que califican la reforma de necesaria y ven en Bolonia la Universidad del futuro, sin fronteras y común en el mercado común que el futuro nos depara;  que esa Universidad la queremos todos, multicultural, abierta… pero no es eso lo que imponen pues su libre circulación siempre se ha referido a la de capitales y no a la de conocimientos. Y sin embargo, ¿no hubiese bastado con el fomento auténtico de proyectos como Erasmus y demás?

                -a los que opinan que hay que encontrar una nueva forma de financiación que acabe con la Universidad deficitaria; que la cultura no es un fondo de inversión al uso y como tal el sector público no puede o no debe observarlo como un producto financiero más o que si así lo hacemos entendamos que lo que hoy en cultura invertimos nos reportará un beneficio superior, incalculable, un pueblo culto.

                -a los que ven en los movimientos anti-Bolonia un grupo donde subyace una fuerza política; que los movimientos sociales son por definición transversales a cualquier ideología y que la defensa de la Universidad nos une por encima de cualquier política.

                -a los profesores que se mantienen en posiciones tibias; que, del mismo modo que justifican los procesos electorales en la Universidad, ellos son los que en ella perdurarán así que señores tiren de deontología y defiendan lo que creen justo, es su deber de maestro.

                -a los antiguos alumnos que se creen de vuelta de cualquier protesta; pobre de aquel que piense que su tiempo de lucha ha pasado como se pasa una enfermedad pues si no está muerto tampoco vivo.

                -a los alumnos de hoy que se desentienden creyendo que esto no les tocará; que piensen en qué responderán cuando mañana les pregunten qué hicieron cuando la Universidad agonizaba.

                -a todo aquel ajeno a la Universidad que vive este proceso al margen sin comprender bien qué es lo que ocurre; lean, infórmense, critíquenme pero sobretodo formen su propia opinión, eso es lo que aquí se nos transmite.

                -a mi mismo que me he conformado con dar apoyo de palabra a quienes verdaderamente se implicaban en el problema; quiero actuar.

Por esto y por mucho más digo No al plan Bolonia. Aunque, pensándolo bien, siempre he detestado ser un “anti”, es más, siempre me he proclamado un anti-anti, así que, permítanme pero me declararé un PRO-UNIVERSIDAD.

asambleauah.blogspot.com

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Cine Varios

Que hace una entrada como yo en un blog como este…

Lutero. Cartel

El titulo nos lo dice todo.

Es un film biográfico del 2003 de producción alemana que nos acerca a la vida y milagros del protagonista caracterizado por el británico Joseph Fiennes (Shakespeare in Love 1998, Enemigo a las puertas 2001). Si cinematográficamente la película no da excesivamente de sí, podríamos decir todo lo contrario desde el punto de vista histórico.

La trama nos conduce de manera desacompasada por la vida de Martin Lutero desde su acercamiento a la Fe Católica con su entrada en la orden dominica de Erfut en 1505 hasta, y creo no estar revelando nada, la consolidación de la nueva Fe protestante en centroeuropa y su enlace con Catalina de Bora. El ritmo de la pelicula parece acelerarse y acaparar demasiados detalles en poco tiempo y que, junto a la dirección, hacen que la obra adolezca de rasgos que la acercan más a una producción para la televisión que para la gran pantalla. En cambio hay un fin que lo justifica todo. Si nos fijamos en qué momento de la vida de Lutero se ubica el principio y el fin  de la película nos topamos con él. Esta recorre precisamente el periodo de vida en que nuestro personaje encuentra la justificacón para su “obra” la cual lleva a cabo durante el resto del film. Esto nos habla de cual es su auténtico leitmotiv.

La misión instructiva de la película parece ser el verdadero fin de la misma. Revisándola desde este punto de vista creo haber encontrado en ella una producción verdaderamente útil y sincera. Si nos sentamos a verla más como documental que como cualquier otra cosa consigue acercarnos a la figura de Lutero y a su mundo. Nos detalla cuales fueron los conflictos de intereses, cuales los problemas y cuales los hechos llevando acabo una función divulgativa al menos interesante. Pero desde este punto de vista podríamos encontrar ciertas pegas. Al no ser estrictamente un documental no ahonda en demasía en un análisis histórico cayendo en exceso en la justficación personal de un atormentado Martín que dialoga con el propio satanás y recortando, obviamente, cierto hechos anejos y de igual importancia (movimientos anabaptistas, relación e influencia de figuras del pensamiento moderno -Erasmo-) pero no nos engañemos todo esto sería imposible llevarlo al cine.

Conclusión opinable en función del punto de vista:

Cinematográfico: Regular;   Histórico: Altamente aceptable. Importante valor divulgativo.

Pd.- Para dar respuesta a la pregunta del título véase Manifiesto punto 5.

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Varios

Achtung!

Para diferenciar la sustancia de la no-materia, para facilitar el camino y para guiar a los navegantes, las entradas digamos… densas, las que tengan una carga que por lo menos pretendan ser filosófica o que resuman la visión de nuestro siempre querido Immanuel Kant quedarán encabezadas por sus iniciales “IK” y etiquetados en la misma categoria. Sirva además para aquellos que quieran evitarlas… Queda dicho.

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IK: Filosofía

IK: Breve introducción al caos

Idea

He elegido este titulo tan sonoro y discográfico para hacer una breve introducción de lo que pretenderá ser una a su vez breve recopilación de corrientes filosóficas que influyeron en la filosofía kantiana que harán de introducción de la misma. No, no es una errata, y sí, esto es por tanto la introducción de la introducción.

Los estudiosos diferencian en la filosofía de nuestro autor dos periodos claros: el racional o precrítico y el considerado puramente kantiano, el crítico. Así pues en el primero encontraremos a un Kant continuista de una corriente filosófica en pleno auge, mientras que en el segundo nos aparecerá como el genio creador de una nueva postura, eso sí, resultante de la convergencia de las divergencias anteriores.

Cierto profesor me contó un día que en un texto filosófico o que hable de filosofía siempre es imprescindible al menos un párrafo en el cual no se entienda nada. Una serie de frases en las que el que escribe no sepa lo que ha dicho y por supuesto el lector no comprenda. De esta forma se consigue por un lado un efecto llamada sobre la atención perdida del que lee y, por otro lado, dotar de cierto peso el texto pues parece que tendemos a valorar más aquello que, por complejo, no entendemos especialmente en Filosofía. Como creo que estaba empezando a seguir esa técnica aclararé lo anterior. Dos grandes corrientes influyen en este pensamiento: el racionalismo encarnado por nuestro amigo Descartes y el empirismo que podríamos resumirlo en la propuesta de Hume y por supuesto en la revolución (bendita palabra) científica traida por Newton.

Kant ha sido analizado como el autor capaz de hacer coincidir estas corrientes. De esta forma afirma que para el conocimiento verdadero es imprescindible el empirismo, es decir la prueba o experiencia que ofrezca resultados sensibles, perceptibles y por lo tanto medibles. Todas las hipótesis han de ser probadas a traves de experimentos que nos certifiquen la veracidad o lo erróneo de lo que postulabamos. Sin necesidad de fijarnos en exceso podemos observar la enorme influencia de esta corriente en nuestra ciencia actual a la que podríamos calificar sin temor a equivocarnos de heredera de la Newtoniana. Sir Isaac Newton ha sido encumbrado como el padre de la ciencia moderna. Una ciencia que no se basa en otra cosa que en lo demostrable, en la que las hipótesis solo sirven si son factibles, en lo verificable, en el experimento en definitiva. Este sistema de prueba-error es el que hoy encontramos pero he ahí su origen.

Por otro lado a este empirismo parecía oponérsele diametralmente la corriente racionalista. Esta acudía a la Razón como auténtica fuente para el conocimiento verdadero. De esta forma el sujeto (término acuñado por Descartes) posee una serie de conocimientos innatos a él una forma de sabiduría de la cual podemos ir derivando al resto de conocimientos (conocimiento deductivo). El empirismo para él generaría una serie de conocimientos falseables, poco fiables o por lo menos alejados del saber puro.

Kant alcanza lo original a partir de lo conocido. Podemos resumir, aunque de forma muy sesgada, que su filosofía es el resultado de la suma de estas dos corrientes. Se puede llegar a pensar incluso que verdaderamente no se trata de un verdadero pensamiento original sino un corta y pega, una simplificación o la llegada diplomática a un punto en común entre estas dos posturas antagónicas. Pues sí, lo es, pero precisamente ahí radica su originalidad. Kant nos empieza a hablar por primera vez de la presencia de unos conocimientos innatos o a priori y de la necesidad de alcanzar un complemento con la prueba empírica sobre estos conocimientos. A partir de ahí Kant nos pasea por una serie de árduos caminos de palabrería, conceptos y matices por los que empezaremos a discurrir (en ambos sentidos).