Hoy es inevitable hacer una referencia al mundo del fútbol. Después de años de mundial y con la historia que estos arrastran un equipo como el de la Selección ha alcanzado finalmente un puesto para el que parecía estar vetado; al que por más que desplegase un juego excelso y de entrega era imposible alcanzar. Finalmente se le ha concedido una recompensa.
Pero siempre que se produce un evento de este alcance proliferan como hongos intelectualoides que no contentos con sentirse de una clase superior por estar más allá del mal y el bien hacen ostentación de ello y tratan de inferior, de cenutrio, a cualquier aficionado o interesado. No será la primera vez que alguno hace referencia a la tan manida expresión de “pan y circo” para evidenciar que el fútbol es un entretenimiento de masas con el fin de contentar a la plebe y desviar su mirada sobre los verdaderos problemas. A esos pseudointelectuales les diría que un vistazo, no ya al amplio universo futbolístico sino al restringido ámbito de los mundiales, nos enseña mucho. Como por ejemplo como Alemania consiguió una victoria moral y una resurrección espiritual tras la debacle y los horrores de la II Guerra cuando alcanzó la victoria en el mundial de Suiza del 54. Cómo un país como Uruguay (hoy 3 millones de habitantes) se proclamó campeón de la 1era edición en 1930 y reeditó su victoria 20 años más tarde ante 200.000 brasileños en el famoso maracanazo. La historia de los mundiales nos señala la hipocresía de la FIFA cuando mantuvo la sede de Argentina 78 en plena dictadura y la falta de escrúpulos de los combinados que no fueron capaces de hacer un plante. Nos enseña además como los mundiales han servido de elemento propagandístico para regímenes como el de Mussolini en el 34 o como el compadreo de Rimet adjudicó la sede de Francia 38; del mismo modo que las petroleras norteamericanas y Adidas en su lucha de influencias acabaron por sustituir la sede de Colombia por la de México. Nos evidencia como la devoción de un país convierte en divina una jugada ilegal o como Alemania devuelve a Inglaterra un gol fantasma 44 años después. Nos enseñan cual es la tendencia de los mercados al elegir nuevas sedes hacia donde expandir el negocio (mundial de Japón-Corea ´02 o Sudáfrica ´10) y como aprovechar para tomar medidas políticas cuando se está más atento a otras cosas, como el reciente caso de la reforma laboral el día del debut español o como cuando en el 66 el primer ministro británico Harold Wilson congeló salarios y dividendos mientras los súbditos/aficionados atendían a cómo Inglaterra ganaba su primer y único mundial. Pero sobretodo nos recuerda como fútbol y política van tan de la mano que los equipos se organizan en función del origen de sus jugadores al mismo tiempo que nos revela cómo se traza la delgada línea roja que separa nación e interés constatando lo relativo del asunto.
Más allá de todo esto, el fútbol es un divertimento y una distracción como cualquier otra y si dejamos que nos envilezca, que nos distraiga, no hay que buscar más responsables que nosotros mismos. Quizá levante tantas suspicacias por ser tan arrollador, por hacer de cualquier aficionado un experto, por sus sumas desorbitadas y estar siempre en primera línea. Entretenimiento es fútbol, es deporte pero también es cine y es música o arte y literatura. Cada uno en su momento y lugar pero su grandeza o bajeza dependerá de cómo los afrontemos, de lo que saquemos de ellos. Porque en prosa se puede escribir “Crimen y Castigo” o el índice de libros prohibidos, con el mismo pincel pintar “Las Meninas” o trazar los planos de Auschwitz y en 8mm podemos rodar “La Ricota” o “El triunfo de la voluntad”. No busquemos en el fútbol el origen de todos nuestros males, o sí, hagámoslo, porque entonces nos descubriremos señalándonos frente al espejo.