Categories
No a la SGAE Opinión

Presentación de una trilogía

 asgae

El mundo de la cultura ha dado al cine, la literatura y demás artes grandes trilogías. Otras en cambio no debieron pasar de su primera entrega. Con el único fin de provocar plagiaré esta idea y desarrollaré en tres entradas las que son mis razones contra la política de la SGAE. O lo que es lo mismo,  por qué creo que nos toman el pelo con discursos apocalípticos mientras pretenden mantenerse a los mandos de la mercantilización de la cultura para vivir de los réditos pasados. Para esto desarrollaré un método, propio o ajeno, y hablaré desde los tres planos donde la filosofía de la SGAE se hace fuerte. Desde el cultural, el económico y el moral.

Categories
Opinión

“Stairway to Heaven” y “Highway to Hell”

Esta no es una entrada sobre música. portalground

O sí.

El otro día, medio en serio medio en broma, me encontré preguntándole a un compañero sobre el título de estas dos tremendas canciones. En realidad no hay nada que hile un título con el otro salvo por ser quizá dos de las mejores canciones de la Historia. La una, compuesta por Page y Plant para el IV de Led Zeppelin en 1971, más melódica y más trabajada en su letra, se gana la atención del que espera, tras una sustanciosa introducción, el despertar del quinto minuto. La otra, del álbum homónimo, escrita en el 79 por Angus, Malcolm y Scott, es más directa, sincera y fuerte desde el principio con unos acordes que todos tenemos grabados a fuego en la memoria. Las dos, iconos de la música contemporánea que (y esta frase me encanta) se han ganado un lugar en el imaginario colectivo.

Pero la intención de mi pregunta iba más allá de lo musical e incluso del mensaje profundo de la letra de Stairway (extraordinariamente recomendable por cierto). Yo me refería más bien a los títulos. Mi pregunta era ¿por qué una escalera al cielo y, sin embargo, una autopista al infierno?

Creo que esto me ronda desde que el maestro Sabina me dijese aquello de “al infierno se va por atajos”. No dudo que muchos otros antes y después hayan hecho referencia a la cuestión pero lo que verdaderamente me abruma es esa discriminación, insisto ¿por qué al cielo se va por una escalera y en cambio hay una autovía para ir al infierno?

La escalera no es un camino más, valga la perogrullada, no es un ascensor. La escalera simboliza el esfuerzo, el sacrificio para llegar a la recompensa que se encuentra al final del duro camino. Es como el que sube los escalones del Empire State y al final encuentra la recompensa de las impresionantes vistas. Para el infierno todo son facilidades, ¿qué otra metáfora más ejemplar que la autovía?, ¡toda una obra de ingeniería para el rápido acceso al averno, a las llamas, al azufre, al sufrimiento eterno! Pero si quieres la salvación ¡cúrratelo!, tendrás que coger la escalera, pero no un piso ni dos, ni los 1576 escalones del Empire State, hasta el cielo.

Si aún no habéis dejado de leer trataré de demostraros que: 1) no estoy loco; y 2) que quiero decir algo. A vuestro juicio lo dejo.

La sociedad en la que vivimos, igual que las sociedades de las que es heredera, está basada en el inconformismo y la ambición. Estas se suelen tener por cualidades positivas aunque, en mi opinión, sean más bien neutras.

Los valores que priman en nuestra sociedad son los que dictaminan hacia donde se dirige y son estos los que debemos conocer para entender el mundo en que nos movemos. El occidente contemporáneo se asienta sobre innumerables preceptos filosóficos, ideológicos, morales y políticos influenciados por un sinfín de corrientes de pensamiento, desde el inconformismo platónico hasta la moral cristiana pasando por supuesto por San Agustín, Lutero, Kant… El resultado es que hoy estamos sumergidos en el mundo de la ambición y el inconformismo. Ambición e inconformismo para alimentar esa eterna escalera de Penrose que recupera aquella concepción del paso terrenal como el paso por un valle de lágrimas.

Las necesidades del ser humano son infinitas. Maslow las organizaba en una pirámide donde encontramos en la parte inferior las más básicas (supervivencia) y donde, una vez cubiertas estas, tenderíamos al siguiente peldaño y así sucesivamente hasta el último escalón, la autorrealización. Pero en verdad, inconformismo y ambición hacen que hoy, nunca, jamás, parezcamos estar satisfechos pues unas necesidades van sustituyendo a otras y si tenemos dinero nos falta amor, si no salud y si lo tenemos todo ¿de qué nos sirve si vivimos rodeados de miseria a todas las escalas? Al final nos cubrimos de necesidades y los escalones de esa pirámide se alargan hasta el infinito para formar esa maldita escalera. Pero ¡ojo! Aunque nunca vayas a alcanzar el fin (por lo menos en tu estancia terrenal) cualquier error cometido te puede hacer caer rápidamente al arcén de la autovía y de ahí directo al infierno.

Pero a cambio, ambición e inconformismo, hacen posible seguir avanzando. Nos hacen observar la vida sin ningún tipo de límites. Nos permiten tener la tan imprescindible visión crítica. Nos mueven a exigir y a exigirnos siempre un poco más. Nos ayudan a alcanzar metas por encima de nuestras debilidades. Pero precisamente esa ausencia de Fin, ese cielo infinito nos deja huérfanos de objetivos, olvidamos cuando decir basta y nos convierte irremediablemente en inconformistas condenados a recordar aquello de “no es más rico el que más tiene si no el que menos necesita”.

Es posible que el secreto resida en saber cuándo, sobre qué y hasta qué punto hay que ser inconformista y cuando hay que disfrutar de la felicidad sin límites de contar con lo que necesitamos. Porque eso puede ser también lo que acabe por definir qué clase de persona somos y porque, quien sabe, quizá se encuentre ahí nuestra particular autopista hacia el cielo.

[kml_flashembed movie="http://www.youtube.com/v/aQIxn7s3ym8" width="325" height="270" wmode="transparent" /]

P.d.- WordPress sigue sin arreglar los problemas en el editor con lo que seguiremos repitiendo imágenes.

Categories
Opinión

Mis razones contra el plan Bolonia

Algo que he aprendido en la Universidad es que la objetividad es una quimera. En cambio siempre debemos tender haciaRafael. Academia ella. Es el horizonte en nuestras miras, aquel al que es imposible llegar por más que caminemos pero sin cuya referencia no podríamos avanzar, o al menos no deberíamos. Por esto trataré de acercarme esta vez a esa objetividad precisamente desde la más pura subjetividad, pues creo estar seguro de que expresando mis razones y mis experiencias con la premisa de que son propias podré ofrecer una visión si no clara sí al menos no corrupta.

Como cualquier otro adolescente crecí pensando en la cantidad de decisiones que tomaría cuando fuese mayor. Especulando sobre qué protestas apoyaría y en cuales no me manifestaría pero consciente de que en ciertas ocasiones es necesario hacerlo. La pregunta era ¿cuándo? Cuando alcanzaría esa mayoría de edad mental que me capacitase no solo a posicionarme sino a ser capaz de responder cuando alguien me preguntase qué es lo que pido. Para más inri mi generación fue de las primeras en quedarse sin “mili” aquel referente a la hora de medir nuestra hombría. Así pues yo miraba a la Universidad como ese mundo al margen del mundo, ese paraíso de las ideas que más que dotarme de un título o “formarme como persona” me abriese las puertas del pensamiento autónomo, que dotase de corriente mi bombilla particular para alumbrar mis propios pensamientos.

Entré a la Universidad Pública desde un colegio concertado y cursé una diplomatura de las ramas, quizá, más mercantilizadas de entre los estudios universitarios. Seguramente, esto me abocaba a tener un paso fugaz y poco implicado en el ambiente universitario. En cambio dije No a la guerra, me dolió el Prestige y exigí la verdad a un gobierno facineroso pero, sobretodo, conocí gente tan parecida y tan distinta a mí, accedí a las más variadas opiniones y me sentí enriquecido por todas ellas. También aprendí. Al acabar el tercer año me fui de Erasmus, donde acabé de sublimar mi experiencia universitaria y al acabarlo quería más, mucho más. Me volví a matricular en una nueva carrera, esta sí, más acorde a mis vocaciones originales y más ligada al seno de la Universidad tradicional. Aquí sigo y espero seguir, con las mismas ganas que cuando la Universidad era todavía algo lejano. Con tantas que en mi casa dicen que ya nunca saldré de aquí, ya me gustaría. El problema es que no se por cuanto más esta mi experiencia podrá perdurar o si alguien podrá repetirla porque creo que la Universidad tal cual la conocemos está en serio peligro.

uca.es

Nunca he sido partidario de eslóganes ni de vocabulario decimonónico pero es que todos mis hilos de pensamiento me conducen a ellos. La Universidad no fue concebida como centro de formación profesional sino más bien a la inversa, el sector privado, las empresas, solían rebuscar entre el mercado de universitarios en busca de investigadores y/o gente con una formación que se asemejase a sus necesidades. Ahora es la empresa quien tira de la Universidad y la transforma en un mero centro de formación olvidando aquella primera finalidad. Lo inútil, perdón, lo no útil, lo que no reporte beneficio monetario no tiene cabida. Si seguimos esa premisa la Universidad dejará de ser aquel templo del saber que suponíamos, ese refugio del conocimiento puro y limpio de todo interés más allá del saber por el saber.

Así que yo les digo:

                -a los que dicen que somos una minoría; que sí, que lo somos. Pero no una minoría en contra de una mayoría a favor sino indolente. Porque tristemente parece haber calado el pasotismo, porque parece que el hecho de protestar suponga para muchos la vergüenza de luchar por algo que crean mejor sin pensar en el horror superior que es la vergüenza de callar por el qué dirán o de no hacerlo por pura pereza. No obstante, y si minoría somos, ¿por qué no someter a la democracia del referéndum sobre si nosotros, profesores y alumnos, queremos o no esta nueva pseudo-universidad?

                -a los que califican la reforma de necesaria y ven en Bolonia la Universidad del futuro, sin fronteras y común en el mercado común que el futuro nos depara;  que esa Universidad la queremos todos, multicultural, abierta… pero no es eso lo que imponen pues su libre circulación siempre se ha referido a la de capitales y no a la de conocimientos. Y sin embargo, ¿no hubiese bastado con el fomento auténtico de proyectos como Erasmus y demás?

                -a los que opinan que hay que encontrar una nueva forma de financiación que acabe con la Universidad deficitaria; que la cultura no es un fondo de inversión al uso y como tal el sector público no puede o no debe observarlo como un producto financiero más o que si así lo hacemos entendamos que lo que hoy en cultura invertimos nos reportará un beneficio superior, incalculable, un pueblo culto.

                -a los que ven en los movimientos anti-Bolonia un grupo donde subyace una fuerza política; que los movimientos sociales son por definición transversales a cualquier ideología y que la defensa de la Universidad nos une por encima de cualquier política.

                -a los profesores que se mantienen en posiciones tibias; que, del mismo modo que justifican los procesos electorales en la Universidad, ellos son los que en ella perdurarán así que señores tiren de deontología y defiendan lo que creen justo, es su deber de maestro.

                -a los antiguos alumnos que se creen de vuelta de cualquier protesta; pobre de aquel que piense que su tiempo de lucha ha pasado como se pasa una enfermedad pues si no está muerto tampoco vivo.

                -a los alumnos de hoy que se desentienden creyendo que esto no les tocará; que piensen en qué responderán cuando mañana les pregunten qué hicieron cuando la Universidad agonizaba.

                -a todo aquel ajeno a la Universidad que vive este proceso al margen sin comprender bien qué es lo que ocurre; lean, infórmense, critíquenme pero sobretodo formen su propia opinión, eso es lo que aquí se nos transmite.

                -a mi mismo que me he conformado con dar apoyo de palabra a quienes verdaderamente se implicaban en el problema; quiero actuar.

Por esto y por mucho más digo No al plan Bolonia. Aunque, pensándolo bien, siempre he detestado ser un “anti”, es más, siempre me he proclamado un anti-anti, así que, permítanme pero me declararé un PRO-UNIVERSIDAD.

asambleauah.blogspot.com