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Margaret Moro Roper

Eugenio M.Olivares Merino.

A continuación presento la biografía de Eugenio Olivares, narrada en primera persona. Solo quiere destacar que este individuo es uno de los grandes seguidores de la imagen de Tomas Moro.

Eugenio M. Olivares-Merino Nací en Jaén, donde comencé mis estudios de Filología Inglesa. En 1988 me marché a la Universidad de Granada donde me licencié dos años después. Allí también obtuve el Grado de Doctor (1994), tras una breve estancia de investigación en la Universidad de Urbana-Champaign (USA) en el año 1992. Durante los cuatro años en los que realicé mi tesis doctoral en literatura medieval inglesa, disfruté de una Beca de Investigación. En 1993 me casé y, al año siguiente, nació mi primer hijo y obtuve mi primer contrato en el Departamento de Inglés de la Universidad de Jaén, lugar donde ejerzo mi docencia e investigación en la actualidad. Durante el verano del 2003, fui invitado a realizar una estancia de investigación a la Universidad de Yale con fondos del Ministerio de Educación de España; marché con mi esposa y mis cuatro hijos. Enseño literatura inglesa medieval y renacentista, poesía, e imparto un curso sobre literatura y cine. Soy padre de seis hijos y, por encima de todo, la felicidad me embarga.

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Padre mío bueno.

Olivares Eugenio escribe este libro donde habla de la vida de Margarita con referencia en todo momento a su padre Tomás Moro.

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Carta del pensador a su hija Margarita desde la Cárcel:

Me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza
De una carta de santo Tomás Moro, escrita en la cárcel a su hija Margarita

Aunque estoy bien convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su inmensa bondad. Hasta ahora, su gracia santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes que prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su majestad me ha hecho un favor más grande, por el provecho espiritual que de ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes de que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma gracia divina continuará favoreciéndome, no permitiendo que el rey vaya más allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de buen grado.

Esta mi paciencia, unida a los méritos de la dolorosísima pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigará la pena que tenga que sufrir en el purgatorio y, gracias a su divina bondad, me conseguirá más tarde un aumento premio en el cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de san Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces él, tendiéndome la mano, me sujetará y no dejará que me hunda.

Y, si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aún más allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios, por su misericordia, aparte lejos de mí, y haga que una tal caída redunde más bien en perjuicio que en provecho mío), aun en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia, y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos su justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que su bondad clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea su misericordia, más que su justicia, lo que se ponga en mí de relieve.

Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor.

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Margaret Moro Roper

Margarita Moro Roper.

A continuación os dedicaré dos entradas sobre la hija de Tomás Moro, Margarita, no se sabe mucho de su vida, pero si que he encontrado una carta que escribió Tomás para ella desde la carcel, y  un libro escrito por Olivares Eugenio que habla sobre la vida de Margarita, haciendo como no referencia a Tomás Moro.