Otro poeta influido e inspirado por el poderío de estas unidades militares, pese a que cuando escribió sus poemas ya se habían disuelto hace casi un siglo fue Ángel de Saavedra, duque de Rivas.
Ángel María de Saavedra y Ramírez de Baquedano, más conocido como Duque de Rivas, (1791-1865) fue un escritor, dramaturgo, poeta, pintor y político español, conocido por su famoso drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Fue presidente del gobierno español (Consejo de Ministros entonces) en 1854, durante sólo dos días.
Ángel de Saavedra, duque de Rivas. Ateneo de Madrid
Con un año de edad, su padre, don Juan Martín de Saavedra fue condecorado con el título de Grande de España. ingresó en 1802 en el Real Seminario de Nobles de Madrid permaneciendo en él hasta 1806. Con tan solo nueve años ya le correspondían por linaje la Cruz de Caballero de Malta, la banderola de la Guardia de Corps supernumerario, el hábito de Santiago, etc. En 1807 fue alférez de la Guardia Real. Luchó con valentía contra las tropas napoleónicas siendo herido en la Batalla de Ontígola (1809). El General Castaños le nombró capitán de la Caballería Ligera. Obtuvo también el nombramiento de primer ayudante de Estado Mayor.
En 1823, Rivas fue condenando a muerte por sus creencias liberales y haber participado en el golpe de estado de Riego en 1820. Además se le confiscaron sus bienes y huyó a Inglaterra. Luego pasó a Malta en 1825 donde permaneció cinco años. En 1830 se marchó a París. Después de la muerte de Fernando VII en 1833, regresó a España al recibir la amnistía y reclamó su herencia, y además en 1834 murió su hermano mayor, Juan Remigio, y recayó en él por ello el título de Duque de Rivas. Dos años después fue nombrado ministro de la Gobernación. Luego emigró a Portugal por poco espacio de tiempo. A la vuelta desempeñó el papel de senador, alcalde de Madrid, embajador y ministro plenipotenciario en Nápoles y Francia, ministro del Estado, presidente del Consejo de Estado y presidente de la Real Academia Española y del Ateneo de Madrid en 1865.
Su obra, Don Álvaro, fue estrenada en 1835, siendo el primer éxito romántico del teatro español. Otras obras teatrales románticas que la precedieron fueron el desengaño en un sueño, Malek Adel,Lanuza y Arias Gonzalo y la comedia Tanto vales cuanto tienes. Su obra poética más conocida es Romances históricos (1841), o Poesías (1814), como El desterrado, El sueño del proscrito, A las estrellas y Canto al Faro de Malta. En prosa escribió Sublevación de Nápoles e Historia del Reino de las Dos Sicilias. En ensayo destacó en Los españoles pintados por sí mismos. Entre otros romances destaca La azucena milagrosa (1847), Maldonado (1852) y El aniversario (1854).
Entre su poesía sobre los tercios españoles destaca el siguiente fragmento de “La victoria de Pavía”, que ensalza la victoria de los Tercios españoles sobre el ejército francés en la batalla de Pavía.
La victoria de Pavía
[…] Pero su rendida espada,
prenda de insigne valor,
testigo eterno de un triunfo
que el orbe todo admiró,
en nuestra regia armería
trescientos años brilló,
de los franceses desdoro,
de nuestras glorias blasón.
Hasta que amistad aleve,
que ocultaba engaño atroz,
con halagos y promesas
que ensalzó la adulación,
tal prenda de un triunfo nuestro
para Francia recobró,
como si así de la historia
se borrase su baldón.
Harto indignado, aunque joven,
esta espada escolté yo,
cuando a Murat la entregaron
en infame procesión,
pero si llevó la espada,
la gloria eterna quedó,
más durable que el acero
de la alta fama en la voz.
Y en vez de tal prenda, España
supo añadir, ¡vive Dios!,
al gran nombre de Pavía
el de Bailén, que es mayor.
En este fragmento se ensalza el poderío de los tercios
El ejército
[…] De trompas y de atambores
retumba marcial estruendo,
que en las torres de Pavía
repite gozoso el eco,
porque a libertarlas viene
de largo y penoso cerco
el ejército del César
contra el del francés soberbio.
Aquel reducido y corto,
este numeroso y fiero;
el uno descalzo y pobre,
el otro de galas lleno.
Pero el marqués de Pescara,
hijo ilustre y predilecto
del valor y la victoria,
tiene de aquel el gobierno.
Porque los jefes ancianos
y los príncipes excelsos
que lo mandan, se someten
a su fortuna y su esfuerzo;
y en él gloriosos campean
los invictísimos tercios
españoles, cuya gloria
es pasmo del universo. […]