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8. Poemas épicos, anécdotas y legado

Anécdotas de los Tercios

Desde su creación en 1534 hasta su disolución en 1704, los tercios españoles, como consecuencia de las largas campañas militares por los diferentes países a través del Camino Español, desde la batalla de Pavía hasta la batalla de Rocroi, se produjeron una serie de anécdotas curiosas a la par que interesantes sobre diferentes hechos acaecidos durante el combate y el día a día en el frente.

Una bicoca

En abril de 1522, en Bicoca, al oeste de Milán, los tercios se enfrentaron contra los franceses, suizos y venecianos. El ejército francés contaba con 15.000 piqueros mercenarios suizos, conocidos como esguízaros, y por parte de los españoles, el general Próspero Colona contaba con 4.000 arcabuceros.
Los arcabuceros se colocaron al lado de una carretera, apoyados por la artillería, detrás de un terraplén protegido por una empalizada. Los piqueros suizos avanzaron contra los arcabuceros atravesando la carretera, pero durante la subida del terraplén que los separaba, los arcabuceros dispararon sin cesar abatiendo a sus enemigos.
Los suizos se retiraron con 3.000 bajas, mientras que los españoles no tuvieron ninguna. Esta batalla comenzó a mostrar la eficiencia del arcabuz frente a las armas de entonces.
A raíz del éxito español en esta batalla nació la expresión “ser una bicoca” para expresar que algo es muy fácil o barato.

Los 12 apóstoles de los tercios

Cuando se hablaba de los apóstoles en el lenguaje típico de los tercios no se hacía referencia a aquellos que acompañaron a Cristo, por mucho que la religión católica fuera uno de los motivos que los llevaban al combate. “Los 12 apóstoles” eran como se denominaba a las cargas de arcabuz que colgaban en bandolera sobre el pecho del soldado y que este usaba en cada disparo. Se llaman así porque 12 solía ser su número.
Para preparar un disparo, el arcabucero debía verter pólvora en el ánima (el cañón) del arcabuz. Inicialmente esto se hacía usando un cuerno en el que se almacenaba la misma y se echaba una cantidad a ojo desde el cuerno al arma. Método un poco lento y variable en la cantidad de pólvora usada en la carga, con el peligro que ello conllevaba. Más adelante, se comenzaron a usar unos pequeños tubos que ya contenían la pólvora adecuada para un disparo. De este modo, la carga era mucho más rápida y la cantidad de pólvora más controlada y segura.

Ejemplo de arcabucero portando “los doce apóstoles” en la bandolera. Alatriste. 2006

Engaño en las pagas de los tercios

Muchos contadores y capitanes de los tercios exageraban el número de efectivos de sus unidades, para así aumentar los ingresos. Era común no dar de baja a soldados muertos o a los desertores y quedarse con las pagas que se entregaban a la unidad para estos soldados inexistentes.
Esto suponía un problema puesto que los cálculos de los estrategas y máximos mandatarios a la hora de proponer y planificar una batalla contaban con un número de soldados más alto de lo que realmente era.

Los Bisoños de los Tercios

Los tercios españoles eran conocidos en Italia como bisoños, porque era la primera palabra que pronunciaban en italiano. Bisogno significa necesito.

La Inmaculada Concepción y la infantería española

En 1585 el tercio de Juan de Águila estaba acampado en la isla de Bommel, en la desembocadura del Escalda. Los holandeses provocaron una inundación y los tercios tuvieron que refugiarse en el dique de Empel, no muy lejos de allí. En esta situación, el tercio estaba en una situación en la que eran una presa fácil y se pusieron a excavar para fortificarse.
Mientras excavaban encontraron una tabla con una Inmaculada, precisamente la noche del 7 de Diciembre, día de la Inmaculada. Esa misma noche, una tremenda helada inmovilizó los buques holandeses e hizo posible una gran hazaña española. Los tercios asaltaron a pie a la flota holandesa, que gritaban: “Dios se ha hecho español”. Desde entonces, la infantería española adoptó como patrona a la Inmaculada Concepción.

La defenestración de Praga

En mayo de 1618, tres hombres saltaban desde una ventana del Castillo de Hradcany en Praga. Tuvieron suerte y cayeron sobre un montón de estiércol que amortiguó la caída. No fue una salida muy digna, pero salvaron la vida.
Estos hombres eran representantes del Emperador Católico de los Habsburgo y un grupo de nobles protestantes los había lanzado por la ventana, para protestar por el cierre de algunas iglesias protestantes. Este acto acabó provocando una guerra.
De esta manera, con una caída sobre un montón de estiércol, comenzó una guerra que acabó involucrando a un montón de países (Polonia, Francia, Holanda…). La Guerra de los 30 Años.
La gota que colmó el vaso fue la “Defenestración de Praga”, que es como se conoce este hecho.

Defenestración de Praga. 1618

Las prostitutas y los soldados

A mediados del siglo XVI el Duque de Alba organizó una de sus escapadas de guerra. Partió de Cartagena con 40 galeras rumbo a Italia y desde allí siguió hacia el norte por el famoso “Camino español”. Eran cerca de 11.000 hombres, divididos en cuatro tercios.
Les acompañaban unas 2.000 prostitutas italianas. Cinco soldados y medio por moza. Tal era la organización y efectividad de los tercios españoles que hasta las meretrices estaban organizadas en compañías.
El Duque de Alba contaba con que esto evitaría numerosos problemas con la población civil durante su viaje. El duque sostenía que para evitar problemas y para que la tropa estuviera “satisfecha”, era que por cada ocho soldados hubiera una prostituta en el ejército.

El puente Farnesio y la toma de Amberes

En febrero de 1585 el puente Farnesio fue concluido. Este puente en el ancho río Escalda era el pilar de la estrategia de Alejandro Farnesio para conquistar Amberes. La ciudad estaba en las orillas del caudaloso Escalda y este mismo río permitía a Flandes auxiliar a la ciudad en el asedio español. También estaban en contra de los españoles los castillos de Lillou y Lieskensek, que ayudaban en su protección.
Antes de rendirse en su objetivo, Farnesio puso en marcha la construcción de un puente y por supuesto, de todas las fortalezas y elementos de defensa del mismo. También se usaron barcas para proteger el puente desde el agua. Cuando el puente fue concluido, Alejandro de Farnesio, Duque de Parma, capturó un espía y le dijo: “Anda y di a los que te enviaron que este puente, o ha de ser sepulcro de Alejandro Farnesio, o ha de ser su paso a Amberes”.
Finalmente, Amberes no hizo honor a su fama de inexpugnable y los 800 metros de largo por 4 de ancho del puente sirvieron para tomar Amberes por parte de los Tercios Españoles. Esta campaña sirvió para que Felipe II le otorgara el Toisón de Oro a Alejandro Farnesio por su fidelidad y valor.

Las encamisadas

Los tercios españoles recurrían en ocasiones a las “operaciones especiales” nocturnas, llamadas encamisadas. Los soldados se ponían la camisa sobre el resto de la ropa para poder reconocerse entre sí.
Las encamisadas eran comunes para sabotear algún punto del enemigo o sorprenderle con un golpe de mano, se hacían de noche y cualquier soldado con una camisa clara sobre el resto de la ropa era claramente identificable.

Disparar con pólvora del rey

En los tercios españoles cada soldado recibía una paga en la cual se contemplaban sus necesidades. Así, un piquero cobraba menos que un arcabucero, la caballería tenía que mantener sus monturas… Por lo tanto, la pólvora la solía pagar el soldado de su propio bolsillo.
Pero en ocasiones, como en caso de asedio, se podía obtener pólvora de almacenes o polvorines de artillería y entonces se tiraba con “pólvora del rey” y por lo tanto no se tenía tanto cuidado y se disparaba más alegremente.
Esta expresión ha llegado hasta nuestros días, y se dice que se dispara con pólvora del rey cuando no se tienen en cuenta los gastos o esfuerzos, porque corren por cuenta de otro.

Pizarro y la ambición

Francisco de Pizarro, el gran conquistador español nacido en Trujillo, que luchó contra el Imperio Inca, trazó una raya en el suelo con la punta de su espada y comentó a sus soldados para animarles a la aventura y a la batalla: “Por allá se va a Panamá a ser pobres, por aquí, a conquistar un Imperio”.
Esta frase y esta actitud fue famosa durante años, y en la época gloriosa de los tercios españoles, se recurría a esta frase para animar a los nuevos soldados.

La perra de Guillermo de Orange

En 1572, los tercios españoles llevaron a cabo una de sus conocidas encamisadas durante los combates por la ciudad de Mons. En aquel lance estuvo a punto de morir Guillermo de Orange. Era la noche que unía el día 11 de septiembre con el 12. Las tropas españolas, al mando de Julián Romero asaltaron el campamento enemigo. El príncipe de Orange estaba dormido y no se había percatado en un primer momento del riesgo que corría y de lo que estaba pasando a su alrededor.
Fue su perra, de raza spaniel y llamada Kuntze, la que le despertó con sus ladridos. Dormía a su lado y gracias a ella pudo reaccionar y salvar su vida. Desde aquel día siempre durmió con un perro a sus pies. Kuntze le había salvado la vida y no sabía cuándo podría presentarse otra ocasión similar. Esta es también la causa de que Guillermo de Orange fuera retratado en no pocas ocasiones con un perro a su lado.

El Gran Duque de Alba y su hijo Don Fadrique

Estaba Don Fadrique asediando Haarlen a finales de 1572 y comienzos de 1573, cuando la situación llegó a extremos desesperanzadores. En los constantes intentos de asalto de la ciudad morían cada vez más españoles y no eran pocos los que abogaban por una retirada a tiempo. Varios capitanes tenían esta misma idea y se la transmitieron a Don Fadrique, haciéndole también pensar en el abandono del asedio.
El Gran Duque de Alba se enteró de estos hechos y de los pensamientos de su hijo y le envío una carta diciendo que “si alzaba el campo sin rendir la plaza, no le tendría por hijo; si moría en el asedio, él iría en persona a reemplazarle, aunque estaba enfermo y en cama; que si faltaban los dos, iría desde España su madre a hacer en la guerra lo que no había tenido valor o paciencia para hacer su hijo”.
Sus “dulces” palabras obligaron al hijo a persistir en el empeño, hasta que, finalmente, Haarlem cayó rendida.