7 de enero de 1575
Mi buena hermana Magdalena:
He recibido vuestra carta y ahora me dirijo a ustedes para relataros la suerte que hemos estado viviendo en estas tierras italianas. Muchas aventuras y desventuras nos han acontecido, querida hermana Magdalena, desde nuestra partida de Madrid. Cómo ya os conté en epístolas anteriores nos embarcamos en la galera Marquesa para prestar apoyo a las tropas venecianas y acometer contra los trucos en el golfo de Lepanto. Nuestro hermano Miguel, a pesar de enfermar de malaria y padecer altas fiebres, insistió en acompañarnos durante la contienda.
Querida familia, os he de comunicar que durante su convalecencia en Mesina, Miguel se ha recuperado bien de sus heridas. Me ruega que les envíe recuerdos y que les diga a ustedes que se encuentra bien.
Con todo, nuestro hermano es fuerte y valeroso, y debéis saber que el propio Don Juan acudió a visitarlo cuando estaba recuperándose por su gran acción heroica en la ofensiva. Este acto de gratitud que mostró el Infante sirvió para que Miguel, pese a haber perdido movimiento en su mano izquierda, decidiera incorporarse a la compañía de don Manuel Ponce de León, del tercio de don Lope de Figueroa, y participar en calidad de “soldado aventajado” en la campañas de Navarino y la Goleta, y otras más que no es preciso nombrar, para que no os aburra mi misiva.
Ya en cartas anteriores os he ido contando las excelencias y curiosidades de esta hermosa ciudad napolitana. Es una villa curiosa esta, pues frente a la frivolidad y bullicio de sus tumultuosas noches, Nápoles es una ciudad más bien devota: Se va a misa, se reza, se siguen las procesiones. Sin embargo, cada acto tiene un cierto rasgo pagano. La gente en la iglesia hace la señal de la cruz, pero, si de da el caso, también fa le corna (pone los cuernos). Los devotos tienen en casa imágenes sagradas, pero también amuletos, herraduras, cuernos de buey y el llamado corneto, que es un cuerno rojo similar al de un unicornio. Y unido a esta religiosidad y paganismo, de fe y fetichismo, se encuentra el milagro de san Genaro.
Magdalena, en esta villa se tiene mucha tradición a este beato. Cuenta la tradición que la nodriza del santo recogió la sangre del mártir en dos ampollas, y la piedra en la que fue decapitado enrojeció. Al poco tiempo, cerca de ese lugar se construyó una pequeña capilla, ampliada posteriormente hasta convertirse en la iglesia de San Genaro. Estando allí aconteció el milagro, y todo sucedió ante nuestros mismísimos ojos, pues la sangre del santo experimentó, como todos los años, la licuación.
Me preguntabas en tu anterior carta si comíamos bien por estas tierras. Hablar de la cocina napolitana es hablar de mestizaje, pues conserva intactas sus raíces greco-romanas, sus sabores orientales, la influencia francesa y, como no, un poquito de española. Aquí tienen la soprassata, muy parecida a la sobrada mallorquina; pero todo ello marcado por el particular y original carácter napolitano.
En el golfo de Nápoles la comida es una parte esencial de la vida social. No se trata de un mero trámite sino de algo que se disfruta, una manifestación de la propia cultura celebrada en numerosas canciones, como en ´na pizza c´a pummarola ´ncoppa, una melodía típica en la que se habla de una chica a la que su pareja le ofrecía grandes lujos pero ella prefería “una pizza con tomate”.
Como curiosidad contarte que el primer libro de cocina italiano nació en esta ciudad. Es un recetario en latín del siglo XIV, Liber de Coquina, escrito por un cortesano de Carlos II de Anjou, donde intentó adaptar las costumbres culinarias del lugar a la corte francesa, introduciendo ingredientes fundamentales en esa cocina, como el perejil o la albahaca.
Me contaba un lugareño que no hace mucho han comenzado a entrar en la ciudad productos traídos de las Américas: el tomate, las habas, la patata. También comen el broccolo, muy parecido al brócoli español pero algo amargo. No en vano a los napolitanos se les llamaba mangiafoglie (come-hojas).
Pero sin duda alguna, la gran pasión culinaria de este pueblo es la pasta y la lagana o pizza, que es un disco de masa sobre el que se colocan diversos ingredientes.
Sólo me queda comunicarles que pronto partiremos hacia España. Hasta entonces, que Dios les proteja, y hasta pronto mi querida hermana Magdalena.