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Pompeya y Herculano

Herculano

La leyenda transmitida por Dionisio de Halicarnaso narra que Herculaneum, como así la denominaban los romanos, fue fundada por Hércules. La apacible existencia de Herculano se vio turbada en el 79 d.C., cuando la erupción del Vesubio la cubrió con una espesa capa de lava y barro,  que se solidificó en una roca dura. Las condiciones de excavación son por tanto muy diferentes que las de Pompeya, sepultada por las cenizas. En el siglo XVIII quienes la exploraron se contentaron con excavar galerías como las de las minas, por las cuales se dejó al descubierto el decorado de los edificios sin preocuparse por la arquitectura. El despeje completo con conservación no se llevó a cabo hasta el siglo XIX. Posteriormente, las excavaciones continuaron durante cortos períodos, siendo interrumpidas únicamente por las dos grandes contiendas mundiales.

En el recorrido tan sólo se pueden visitar 4,5 hectáreas, siendo los lugares más destacados el teatro, la Villa de Los Papiros y la Basílica Noniana. No obstante, si se desea se puede realizar un recorrido virtual por las calles y casas de Herculano, así como de otros lugares arqueológicos de interés, a través del Museo Arqueológico Virtual de Herculano.

Pompeya

Cerca de la moderna Pompeya, nacida en torno al Santuario della Madonna del Rosario, meta de peregrinaje célebre en Italia, se encuentran las excavaciones de uno de los centros arqueológicos más extensos y majestuosos del mundo. Dado su increíble estado de conservación, las excavaciones constituyen una fotografía absolutamente fiel de una de las ciudades romanas de mayor renombre y opulencia, testimonio de la intensa vida cotidiana de la ciudad. Las pinturas en las paredes, los dibujos obscenos, los lugares de reposo en las termas, los “carteles electorales”…El que recorre las calles de Pompeya tiene verdaderamente la sensación de haber vuelto atrás en el tiempo o de que este se hubiese detenido.

Desde sus orígenes, aún inciertos, el destino de la ciudad estuvo vinculado a su estupenda posición ante el mar; su puerto era la escala comercial de las localidades de interior, a las que estaba conectada mediante el cercano río Sarno, entonces navegable, y el punto de partida para los viajes por el Mediterráneo.

El terremoto que en el año 62 d.C. estremeció Pompeya y afectó a algunos de sus edificios no fue más que un preludio de aquel aciago día del 79 d.C. en el que la erupción del Vesubio anegó la ciudad y a sus habitantes en una espantosa nube de ceniza. Cuando se descubrieron los restos de Pompeya, hacia 1750, parecía como si por obra de un hechizo toda forma de vida se hubiera congelado. Se desenterraron los cuerpos de las personas junto con sus casas, templos, obras de arte y enseres.

Foro de Pompeya

[Imagen: Foro de Pompeya. Fuente: Wikipedia]

Entre las obras más interesantes realizadas se encuentra el foro, que ocupó una antigua explanada en torno a la cual se erigieron el macellum (mercado), la Basílica y el templo de Júpiter, y, tras la rehabilitación correspondiente, se desenterró el templo de Apolo preexistente.

Decoración erótica del lupanar de Pompeya

[Imagen: decoración erótica en el lupanar de Pompeya. Fuente: www.imperioromano.com]

Casi todos los clientes de la posada -llamada hospitium o caupona– eran gladiadores, pues la gente importante se alojaba en casas particulares. Tanto aquí como en los burdeles (lupanari) las pinturas e inscripciones retrababan este mundo y los servicios que ofrecían a sus clientes tanto las mujeres como los muchachos.

Veinte pasos de ancho, 500 de largo, con las ruedas de los antiguos carros aún marcadas en el suelo, pavimentada como las calles de nuestro tiempo y bordeada, a la izquierda y derecha, de monumentos funerarios“. Así describía Alejando Dumas las Via dei Sepolcri, descubierta durante las primeras excavaciones y que arranca de la muralla del noroeste.


Via dei Sepolcri

La ciudad está rodeada de una muralla, construida en el s. V a.C. y varias veces restaurada hasta el siglo I a.C, en forma de elipse. Comprende un núcleo osco antiguo, en torno al foro, cuyas calles de trazado irregular nunca fueron rectificadas por completo, y los barrios helenísticos, distribuidos en torno a dos calles de dirección Este-Oeste (calle de la Nola y calle de la Abundancia) que cortan perpendicularmente a tres calles principales en dirección norte-sur. El foro, plaza rectangular, alberga en su interior el templo de Júpiter, convertido por los romanos en Capitolio, y junto a él el templo de Apolo; a su alrededor se alinean los principales edificios públicos: basílica judicial, curia, mercado…Al sur de la basílica se encuentra el templo de Venus, protectora de la ciudad. Hacia el este se halla el llamado foro triangular, antiguo santuario suburbano con templo dórico; el teatro, el Odeón, el cuartel de los gladiadores y el templo de Isis estaban instalados en este sector. En la época imperial, Pompeya contaba con cuatro termas públicas, una de las más importantes era la de Stabies.

[Imagen: Via dei Sepolcri. Fuente: www.flickr.com]

Al ser residencia de recreo de propietarios acomodados, Pompeya no tenía grandes edificios. La casa típica constaba de dos partes: una alrededor del atrio, y otra, más íntima, alrededor del peristilo; en ciertos casos había un primer piso con balcón y galería. La riqueza de la decoración de las paredes a menudo contrastaba con las modestas dimensiones de las habitaciones.

Las pinturas murales de Pompeya

Las pinturas murales de Pompeya fueron clasificas en 1886 por A. Mau en cuatro estilos, clasificación que sigue siendo válida en la actualidad.

El primer estilo, nacido en Grecia, se limitaba a imitar revestimientos de materiales preciosos mediante estucos pintados.

El segundo estilo apareció con la conquista romana y se caracterizaba por la creación de un espacio imaginario con perspectivas que simulaban construcciones reales; el ejemplo más notable de este estilo se encuentra en la Casa del Laberinto y sobre todo en la Casa de los Misterios, cuyo nombre procede de un fresco todavía no bien comprendido que representaba una ceremonia dionisíaca.

El tercer estilo apareció hacia el año 15 a.C, como fruto de una reacción racionalista y clasicista sabiamente distribuida en torno a una pintura central inspirada libremente en la pintura griega (Casa de Jasón). Sin embargo, durante el reinado de Claudio, ya se advierte una tendencia romántica en las pinturas de las casas de religioso Amandus y de Lucrecio Fronto, la cual desembocaría, en época de Nerón, en el cuarto estilo, con mucho el mejor representado.

Reanudando las tendencias fantásticas del segundo, el cuarto estilo abre la pared en perspectiva a un mundo imaginario; a menudo, las construcciones ficticias se inspiran en escenas de teatro, y los grutescos acentúan la nota surrealista; no obstante, por contraste intencionado, el centro de las paredes está ocupado por copias exactas de las obras clásicas griegas.

Las casas más notables del cuarto estilo son las de los Vetti, de Apolo, de Pinarius Cereales y de Octavio Quartio (de época Flavia). Además de las pinturas de interior, existen las decoraciones de la fachada que evocan escenas de la vida cotidiana, a menudo cubiertas de programas electorales de los sufragios que se preparaban en el momento de la catástrofe.

[Imagen: pinturas murales en Casa dei Vetti. Fuente: selma-desdemijaima.blogspot.com]

Murales en Casa dei Vetti

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El virreinato español

El último rey de la dinastía aragonesa, Federico I, tuvo que aceptar en 1503 la entrada de Gonzalo Fernández de Córdoba, quién se apoderó de la ciudad en nombre de Fernando el Católico. Nápoles pasó a ser durante el dominio español la capital de virreinato del mismo nombre, con una cierta autonomía formal.
En un primer momento, la nueva situación permitió una mayor expansión de la ciudad, que se convirtió en una metrópoli de gran importancia internacional, pese a lo cual manifestó repetidas veces su descontento hacia sus nuevos amos: en 1520 y en 1547 se rebeló contra la Inquisición. En 1528 sufrió un terrible asedio por parte de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra. La difícil situación fue salvada por la defección de Andrea Doria de las filas francesas y la muerte del mariscal Lautrec, lo que permitió la derrota total del ejército francés el 28 de julio.
Palazzo Reale Napoli La ciudad comenzó a crecer extramuros libre de obstáculos. Cerca de Castel Nuovo se construyó el Palazzo Reale, majestuoso conjunto que data de 1600. Con el trazado de Via Toledo y la reforma de Via Chiapa a mediados del siglo XVI, se desplazó el eje del desarrollo urbano, alzándose palacios aristocráticos a lo largo de la Riviera y Toledo. De la necesidad de albergar a las tropas surgió el Quartieri Spagnoli. También se erigieron nuevas iglesias y monasterios. Por entonces, Nápoles era con diferencia la ciudad más grande de Italia, con los consiguientes problemas de superpoblación y miseria.

Imagen: Palazzo Reale de Nápoles [Fuente: culturacampania.rai.it]
Sin embargo, la decadencia española iniciada a principios del siglo XVII repercutió gravemente en Nápoles, hasta el punto de que el descontento cada vez mayor por los crecientes impuestos fiscales cristalizó en la revuelta de Masaniello, revolucionario que primero pasó por héroe y después murió a manos de sus seguidores.
Frustrada la experiencia de gobierno republicano, y fallido el intento de ocupación francesa, los napolitanos debieron aceptar de nuevo el domino español, que utilizó continuamente las tensiones entre pueblo y nobleza, ora apoyando a aquél, ora apoyando a ésta.
El dominio español tocó a su fin en 1707, cuando, en virtud del Tratado de Utrecht, el reino de Nápoles fue cedido a Austria.

Del Renacimiento al Manierismo

El virreinato de la corte española conllevó una política de impuestos importante para la urbanización del área y en gran parte para la realización de obras destinadas a las iglesias.
Al principio del virreinato, el arte renacentista continuó dando frutos importantes, pero con el transcurrir del tiempo se tendió a la maniera moderna, es decir, al Manierismo, a una cierta fantasía y artificiosidad frente al clasicismo propio del Renacimiento. Llegaron al Golfo artistas y obras de todo tipo, entre ellas las de Rafael, que inspiraron a importantes pintores autóctonos como Girolamo da Salerno, Andrea da Salerno o Agustino Tesaruo.
Giordano BrunoEn escultura, en la corriente manierista cabe destacar a Giorgio Vasari y también a los españoles Bartolomé Ordóñez y Diego de Siloé, claramente imbuidos del lirismo de la obra de Rafael y Miguel Ángel.
En esta época, es importantísima la aportación napolitana a la literatura, con autores como Torcuato Tasso, y a la filosofía, con el célebre Giordano Bruno.

Imagen: Giordano Bruno [Fuente: oxfordseo.com]

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Españoles en Nápoles

La presencia española en Nápoles.

El golfo de Nápoles constituye un espacio único no sólo por su historia y cultura, sino también por su heterogénea conformación geográfica. La posición privilegiada de este accidente terrestre ha seducido irresistiblemente a grandes viajeros, civilizaciones y, como no, a las principales potencias políticas dominantes del Mediterráneo a lo largo de los siglos.

Los aragoneses en Nápoles

Ya desde el siglo XIII, la Corona de Aragón había iniciado su expansión comercial por el Mediterráneo, a pesar de sus continuos enfrentamientos con Francia y el papado por el dominio territorial y mercantil. Pero no fue hasta el siglo XV, cuando el floreciente reino cristiano logró uno de sus principales objetivos: anexionar a la Corona el territorio napolitano.

Desde el siglo XIII, con la casa francesa de Anjou, Nápoles se había convertido en capital del reino angevino. A partir de entonces la ciudad creció rápidamente en importancia política, en población y en área urbana, al tiempo que la actividad económica y cultural (muy favorecida por el mecenazgo de los reyes) sufría un rápido incremento. Muy frecuentada por pisanos, genoveses y venecianos, la villa ofrecía ya entonces enormes contrastes sociales entre el lujo de un pequeño grupo y la miseria de una plebe sin trabajo.

Alfonso el Magnánimo

A la muerte de Roberto el Sabio (1309-1343), se abrió un periodo de querellas dinásticas, que acabarían con la entronización de Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón y de Sicilia; éste se hizo con Nápoles tras un largo asedio (1441-1442), acabando con las aspiraciones de la casa de Anjou. [Imagen: Retrato de Alfonso V de Aragón “El Magnánimo” por Juan de Juanes. Fuente: Wikipedia]


Durante el dominio catalano-aragonés (1442-1504), Nápoles fue el eje de un gran imperio mediterráneo; la industria de la lana y de la seda llegó a su máximo apogeo y una corte fastuosa hizo de la ciudad un centro artístico de primer orden. En la villa se construyeron imponentes monumentos y se dotó a la ciudad de una nueva organización urbanística. En todas las obras se siente el influjo del arte catalán.

A pesar de todo ello, la dinastía catalanoaragonesa no consiguió hacerse con el favor popular debido, principalmente, a haber colocado a un gran número de catalanes en los principales puestos de la administración, de la política y de la economía. La corriente adversa llegó a su máximo apogeo en 1484, cuando la nobleza napolitana se sublevó contra Fernando I, hijo del Magnánimo y en 1495, año en que Fernando II, hijo de aquél, tuvo que huir de la ciudad al invadir el reino Carlos VIII de Francia. No obstante, gracias al auxilio de la Liga de Venecia, pudo volver a Nápoles el mismo año.

Dónde ver el Nápoles angevino y aragonés

Durante su estancia en Nápoles, Cervantes pudo entrar en contacto directo con los vestigios que estas dos dinastías habían dejado en la ciudad. En la actualidad, las sucesivas reconstrucciones ocultan con frecuencia la arquitectura primitiva. Sin embargo, todavía podemos encontrar construcciones de gran interés, como Castel Capuano o las iglesias como Santa Chiara, San Lorenzo, San Domenico Maggiore y Santa Maria di Donnaregina Vecchia, con su espléndida serie de frescos de la escuela de Giotto.  Y como no, el Castel Nuovo, originalmente angevino pero que presenta un gran número de elementos aragoneses.[Imagen: Claustro de Santa Chiara. Fuente: picasaweb.google.com]

El Renacimiento “aragonés”

Con la llegada de los aragoneses a la Campania se inicia el Renacimiento, aunque todavía se realizarían algunas obras artísticas propias del gótico tardío. En pintura, aparecieron rasgos y materiales ibéricos, y la influencia de los pintores flamencos fue más que evidente. Con la corte aragonesa, el arte en el Golfo asumió las tendencias europeas y se dejó influir tanto por la cultura franco-provenzal como por la ibérica, que a su vez influyó en ambas.

La adquisición por parte de los reyes aragoneses de obras de autores flamencos, entre ellas las de artistas tan célebres con Jan van Eyck, inspiró determinantemente a la pintura napolitana de la época. Uno de los mayores exponentes de la época es el napolitano Colantonio, el cual, con obras como sus tablas de San Lorenzo Maggiore, San Domenico Maggiore y San Pietro Martire, demuestra la influencia humanista de Piero della Francesca, aunque también los rasgos más marcados de la pintura borgoñona-provenzal.

Castel Nuovo

En cuanto a la escultura, hay que destacar la influencia tanto catalana como borgoñona en obras de claros tintes clásicos, como el Arco del Triunfo del Castel Nuovo o la puerta Capuana en Nápoles, al igual que los trabajos de escultores procedentes de Lombardía; un ejemplo de ello es el Succorpo del Duomo, obra maestra del renacimiento napolitano.

Hay que destacar también en esta época, el auge de las artes decorativas, en las que influirá de forma definitiva el gusto valenciano por la mayólica (obviamente, de procedencia árabe). El pavimento de la sala de los Barones en el Castel Nuovo, obra de Guillermo Sagrera, es buena muestra de ello.

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Un paseo por Nápoles

Plano turistico de Nápoles

Nápoles es la tercera ciudad italiana después de Milán y Roma, y la mayor del sur de la península. La ciudad que mira a una espléndida bahía, se extiende por la fértil llanura de Campania, ocupando las prominencias y depresiones formadas por antiguos cráteres volcánicos.

Esta metrópoli está a la cabeza de una región urbana e industrial que va desde Pozzuoli a Sorrento en el litoral y se extiende por el interior, llegando a Caserta, Capua y Mola. Sin embargo, la miseria y el paro tradicionales no han desaparecido, como tampoco los oficios ambulantes, sin olvidarnos del contrabando.

Nápoles es una ciudad muy visitada, no sólo por derecho propio, sino también como punto de partida hacia otros destinos cercanos como Pompeya, el Palacio Real de Caserta, las islas de Capri e Ischia o la Costa Amalfitana. La capital campana posee también un vastísimo patrimonio artístico y arquitectónico, que desde la década de 1990 ha sido relanzado con actividades como el “Mayo de los Monumentos” y por ser declarada parte del Patrimonio de la Humanidad en 1995.

El antiguo centro, detrás del puerto, está dividido en seis sectores bien diferenciados. Desde el siglo XVI, el centro administrativo y comercial de la ciudad fue creciendo en torno a Toledo y Castel Nuevo. El casco antiguo comprende el barrio de Spaccanapoli y Decumano Maggiore. El distrito Vergini, al norte de la garganta del Foria, conduce al parque de Capodimonte, donde está el palacio real. Certosa di San Martino y Castel Sant`Elmo dominan la colina de Vomero. En la zona de Chiapa, a dos pasos de las tiendas más elegantes de Nápoles, se hallan Castell dell´Ovo y Mergellina, rodeados de mar y espacios verdes. Al oeste quedan las preciosas ensenadas y pueblos de Posillipo.

Ahora sólo nos queda recorrer sus calles y disfrutar de los encantos que nos ofrece Nápoles.

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La Ciudad de la Fe

El Vaticano es el estado soberano más pequeño del mundo. Abarca 44 hectáreas dentro de los límites de la ciudad de Roma, a la derecha del río Tíber. Comprende la plaza y la basílica de San Pedro, los museos, los jardines y el palacio (residencia del Papa y de la Curia desde 1337). Fue construido sobre la falda de la colina del mismo nombre.

El Estado de la Ciudad del Vaticano se constituyó tras la desaparición de los Estados Pontificios, que suscitó la prolongada “cuestión romana”, con la firma de los acuerdos de Letrán, para garantizar a la Santa Sede la absoluta independencia a través de una personalidad jurídica propia, ratificados en 1947 y concluidos en el acuerdo-concordato con Italia en 1987.

Esta ciudad Estado a pesar de ser pequeña es autosuficiente. Dispone de numerosas instituciones culturales; entre ellas destacan los museos, la importante biblioteca y los archivos del Vaticano. Además cuenta con distintos órganos de información como la Oficina de prensa, creada después del Concilio Vaticano II; el periódico de la Santa Sede “L´osservatore romano”, la agencia internacional de prensa Fides; Radio Vaticano, que emite en 33 lenguas y el centro de televisión que produce y distribuye programas religiosos. Igualmente podemos encontrar una oficina postal, talleres de restauración,  un helipuerto y una estación de tren para el transporte de mercancías.

Una de las mayores curiosidades es un pequeño cuerpo militar conocido como la  Guardia Suiza. Los soldados, que provienen de varios cantones suizos, deben ser católicos y medir al menos 174 centímetros de alto. Deben permanecer, al menos, dos años al servicio del Vaticano. El cuerpo se creó el 21 de enero de 1506, cuando Julio II bendijo a la tropa de 150 soldados helvéticos pasados a su servicio. Los guardias visten todavía el uniforme con los colores de los Médici: azul, amarillo y rojo, que según la tradición fue diseñado por Miguel Ángel.

Una visita al Vaticano

El viajero que quiera visitar la basílica de San Pedro y no forme parte de un tour organizado puede tomar el autobús que, en un cuarto de hora, le llevará desde la Estación Termini a Via della Conciliazione. El medio es rápido y barato, y el encuentro con el mayor templo de la cristiandad tiene lugar en un escenario que, por mucho que se haya visto en televisión, conserva toda su solemnidad.

basilica san pedro

La basílica de San Pedro

La suntuosa basílica de San Pedro es la más importante del mundo católico y atrae a peregrinos y turistas de todo el mundo. Esta basílica es el testimonio del paso de los siglos. Comenzó siendo un monumento conmemorativo cuando el emperador Constantino construyó un santuario en honor a San Pedro sobre el lugar en el que fue crucificado. Durante varios siglos, la basílica originaria paleocristiana estuvo sometida a la fluctuante riqueza cristiana y a los saqueos. A mediados del siglo XV el Papa Nicolás V ordenó su restauración. Pero los trabajos no comenzaron hasta 1503, cuando el Papa Julio II eligió al arquitecto Bramante para la construcción de una nueva basílica. Antes de consagrar la basílica pasaron otros 123 años durante los cuales intervinieron numerosos arquitectos y artistas: Bramante, Miguel Ángel, Carlo Maderno y Bernini, que diseñó la impresionante plaza ovalada, flanqueada por columnas, que se abre delante de la iglesia. ( Imagen: wikipedia)

En el interior, a la derecha, está la famosísima Pietà de Miguel Angel (1499). Destacan también una estatua de bronce de San Pedro, el impresionante baldacchino de Bernini, con 20 metros de altura -también conocido como altar mayor-, los monumentos a Urbano VIII y Alejandro VII, y el sagrario en forma de templo.

Capilla Sixtina y Museos Vaticanos

adan

Como es imposible verlo todo en una visita, recomendamos escoger alguno de los recorridos sugeridos, que recogen una selección de lo más sobresaliente: la Colección Egipcia del Museo Gregoriano; la Colección de Escultura Romana del Museo Chiaromonti; la Escultura Clásica del Museo Pio Clementito, en la que destaca el Apollo de Belvedere y el grupo de Laocoonte y sus hijos estrangulados por culebras; la Colección de Arte Griego, Romano y Etrusco del Museo Gregoriano-Etrucos.

Hay cuatro salas pintadas por Rafael entre 1508 y 1525, de la que destacaremos la  primera, cuya  inspiración es la metafísica y de la que sobresale la famosa Escuela de Atenas, en la que los filósofos y poetas griegos son retratos de la mayoría de sus contemporáneos. Desde aquí se pasa a la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel pintó el techo de la Capilla Sixtina entre 1508 y 1512. Fueron miles de horas en cuclillas,  trabajando en los andamios, mientras Julio II lo seguía desde abajo. El techo cuenta la historia de La Creación, en la que un Dios vestido de rosa separa la luz de las tinieblas, las tierras de los mares, y a continuación crea el sol, la luna y a Adán y Eva. Los últimos cuatro frescos representan el nacimiento de pecado original y la historia de Noé. En la última pared de la capilla está el Juicio final de Miguel Angel; lo empezó en 1534, cuando ya estaba algo enfermo y se mostraba bastante pesimista respecto a su muerte. (Imagen: wikipedia)

Castel Sant `Angelo

El Castel Sant`Angelo fue fundamental en la historia del papado y de la defensa de la ciudad hasta 1886, año en que se convirtió en museo. Literal e históricamente es un laberinto. Este magnífico monumento situado a la orilla del Tiber en frente del Pons Aelius (actual puente de Sant’Angelo) se encuentra a muy poca de la Ciudad del Vaticano. [Imagen: Reme y Santi]

Fue construido entre 117-138 dC por orden del emperador Adriano para que fuese su mausoleo. En la actualidad se entra por el pasillo original, por el que discurrió la procesión funeraria, que enlaza con una de las rampas medievales añadidas cuando la tumba se convirtió en fortaleza. A través de la rampa se accede al patio en el que está la estatua de Montelupo que representa al arcángel Miguel envainando una espada. Tanto la estatua como el nombre del monumento conmemoran la leyenda según la cual, al final de la epidemia de peste del 590, se vio un ángel sobre Roma.

Desde el patio, cuya fachada diseñó Miguel Ángel en 1514, se pasa a la Sala di Apollo, exquisitamente adornada con frescos; en el suelo hay ventanas iluminadas por las que se ven los corredores subterráneos que conducen a lo que fue la prisión papal. El papa Clemente VII estuvo siete meses en el Castello en 1527 como consecuencia del saqueo de Roma, y decidió tras el asedio que los papas necesitaban estancias más suntuosas. De la biblioteca se pasa al tesoro papal, estancia revestida de madera que se cree que fue donde estuvo la tumba de Adriano.

Hoy día, el castillo es el Museo Nacional del Castel Sant’Angelo y es realmente interesante realizar la visita nocturna de este monumento. Podrás adentrarte unos metros por un pasadizo voladizo que llevaba directamente a la ciudad del Vaticano y realizar fotografías de la Basílica de San Pedro iluminada. [Imagen: Reme y Santi]

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Un recorrido por siglos de historia

Cuando un viajero llega a Roma se encuentra con la difícil tarea de seleccionar los lugares de mayor interés. Todo dependerá de los días que se dispongan para visitar la ciudad. Si sólo se dispone de uno, y tal vez una noche para pasear por la historia, será bueno dejarse llevar por la magia del Tiber y someterse al juicio de la Boca de la Verdad.

Nosotros hemos seleccionado siete visitas que se pueden realizar en la ciudad, dejándonos llevar por el azar. Os invitamos a conocerlos…

Fontana di Trevi

Incluso sin Anita Ekberg, famosa por la escena de la Dolce Vita en la que se sumerge en sus turbulentas aguas, esta fuente de las fuentes es una visita obligada para cualquier visitante a Roma (y cualquiera que pretenda volver, tiene que tirar una moneda al fondo). La diseñó Nicoló Salvi en 1762 y representa a Neptuno flanqueado por dos inmensos caballos, que surgen de un acantilado artificial. Los corceles simbolizan las dos facetas del mar: la calma y la tempestad. La fuente contrasta bellamente con el ordenado estilo del Palazzo Poli a cuya fachada está adosada la misma. En los relieves superiores se describe el hallazgo del manantial que alimenta el antiguo canal romano que llega hasta la fontana.

(Imagen: Reme y Santi)

catacumbaCatacumbas de San Calixto

En la antigua Roma, cuando el Cristianismo era todavía poco numeroso, estaba prohibido enterrar a los muertos dentro de los confines de la ciudad. Las catacumbas de San Calixto, situadas cerca de la Via Appia Antica, son una de las más visitadas. Se cree que hay un total de 20 Km de galerías subterráneas, en cuatro niveles, llenas de nichos escavados en la roca, en los que se colocaban los cuerpos para que descansaran sobre piedra. Las visitas guiadas, en distintos idiomas hacen un recorrido de aproximadamente 1 Km.

(Imagen: www.catacombe.roma.it/es/)

Basílica de San Pablo

Levantada en el lugar en que ejecutaron a San Pablo (año 67), esta basílica, obra de Poletti, data de 1874 debido a que el edificio original se incendió en 1823. Sólo se conservaron el crucero, las puertas de bronce, un bonito cirio pascual, y los claustros ricamente decorados con columnas de mosaico.

(Imagen: Reme y Santi)

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Piazza del Popolo

En los siglos XVIII y XIX esta plaza era lo primero que se veía al llegar a Roma porque los carruajes entraban por la Porta del Popolo. También era el lugar de ejecución de los criminales, a los que se machacaba la cabeza con un martillo, hasta que llegó “la más civilizada” guillotina en el siglo XIX. Los Jardines del Pincio, desde donde se disfruta de extraordinarias vistas del centro histórico y del Vaticano, dominan la plaza por el Este. Las dos iglesias aparentemente iguales que hay en el extremo de la Via del Corso son de finales del XVII.

(Imagen: Reme y Santi)

piazza spagnaPiazza di Spagna

El entramado de estrechas calles alrededor de la Piazza di Spagna forma una de las zonas más exclusivas de Roma. Este enclave atrae a muchos turistas y lugareños a las elegantes tiendas de Via Condotti, a la propia plaza y a los cautivadores cafés cercanos. En el siglo XVIII la zona estaba llena de hoteles para aristócratas en gira por Europa, y para artistas, escritores y compositores interesados en la historia y cultura de la ciudad.

La Piazza di Spagna, como otros lugares de la ciudad, va unida a la leyenda y a la historia. En 1598 se produjo un desbordamiento del Tiber que sumergió a gran parte de la villa. En la plaza, cuando por fin se retiraron las aguas del río, quedó embarrancada una barca que fue tomada como modelo por Pietro y Gian Lorenzo Bernini cuando el Papa Urbano VIII decidió la construcción de la escalinata que sube a la iglesia de Trinita dei Monti. En la base de la escalinata debía haber una fuente y los hermanos Bernini tuvieron la original idea de darle la forma de aquella barca.

También la escalinata y la iglesia, que con la barcaza forma una única y espectacular escenografía, tiene su propia historia. La primera fue realizada por Francesco de Sanctis por orden del papa Inocencio XIII. La segunda surgió por volunta del rey Luis XII.

(Imagen: www.chronica.it)

Piazza Navona

El atardecer de un día de verano es el momento más hermoso para visitar la Piazza Navona. Los contornos de las colosales esculturas de la «Fuente de los Ríos» se diluyen en un arcaico color rojizo. Los últimos rayos del sol iluminan este inimaginable escenario engastado en el corazón de Roma. Es uno de los centros más animados de la ciudad donde sus lujosos cafés constituyen un punto de encuentro entre los viajeros y las familias romanas. La plaza adquiere tonos pastel al atardecer y constituye un auténtico placer para los sentidos. En la zona peatonal que rodea las tres fuentes barrocas siempre hay algún tipo de actividad diseñada especialmente para el visitante. El barroco también esta representado en muchas iglesias del lugar. Es la Roma más sincera, la ciudad secreta que convive desde siempre con el peso de la gloria pasada.

La Fuente de los Ríos: cuenta con cuatro estatuas que simbolizan el Nilo, el Ganges, el Danubio y el Río de la Plata.

(Imagen: Reme y Santi)

ostia anticaOstia Antica

Fundada por los romanos en el siglo IV a.C. en la desembocadura del Tiber, fue el principal puerto de la antigua Roma. Habitada por comerciantes y pescadores, supuso un enclave estratégico importante tanto desde el punto de vista comercial como de defensa hasta el siglo IV d.C.

Ostia Antica es la ciudad romana mejor conservada después de Pompeya y Herculano. Su estructura de parque es un refrescante cambio después del caos de Roma, y la recomendación para el viajero es que recorra sus calles sin prisa para así poder disfrutar de la tranquilidad. Resérvate varias horas para explorar las excavaciones, muy interesantes y no excesivamente extensas, y te harás una idea clara de cómo era la vida cotidiana en una ciudad de la antigua Roma.

Las ruinas discurren a ambos lados de la calzada principal, Decumanus Maximus, que con 1 Km. de longitud unía la Porta Romana y la Porta Marina, que entonces era ya mar abierto. Justo a la derecha de la Porta romana estaban las Termas de Neptuno. Un poco más adelante esta el Anfiteatro, impresionante y con capacidad para 2.700 personas.

Llama la atención, entre los edificios semiderruidos, una antigua «tabernae» romana; algo así como una tienda. En este caso, se trata de un comercio de “comidas preparadas”, donde todavía se mantiene en pie parte del mostrador.

(Imagen 1: www.ostia-antica.org)

(Imagen 2: Reme y Santi)

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De la Loba al Imperio

El nacimiento y el crecimiento de Roma no son imaginables sin el Tíber, que siempre ha constituido el motivo generador del urbanismo de la ciudad. Junto al río surgieron en la Edad del Bronce los primeros asentamientos, seguidos por una aldea de cabañas sobre la colina del Palatino, que precede la tradicional fecha de fundación de la ciudad: el 21 de abril del año 753 a.C.  (Imagen: Reme y Santi)

En el siglo IV a C. Roma fue rodeada de muros y dotada de un espacio con función del centro de intercambios, el foro, después del saneamiento de la zona pantanosa entre colinas. Allí encontraron su lugar el centro del poder político, la Regia y los más importantes santuarios. Los desórdenes internos y las continuas guerras determinaron un estancamiento urbanístico, que sólo se resolvió con la reconstrucción realizada después del incendio causado por los galos (390 a.C.), cuando fue realizada una muralla más amplia, llamada “serviana”, y fueron renovados casi todos los edificios del foro.

Con la expansión del territorio controlado por Roma, la fisonomía urbana adquirió su carácter definitivo: la victoria sobre Cartago (202 a.C.) la elevó al rango de capital del Mediterráneo. Siguió una época de renovación urbanística de una grandiosidad inédita: gigantescos almacenes, nuevas instalaciones portuarias, vastos mercados, espléndidas basílicas, edificios de espectáculos. El sistema de alcantarillado, la red viaria y la hídrica fueron ampliados con realizaciones imponentes. La celebración de un poder cada vez más personal llevó a la invención del arco de triunfo y al desarrollo del retrato individual.

Con la dictadura de Sila el desarrollo urbanístico se convirtió en un asunto de estado y la construcción monumental asumió definitivamente ese carácter ritual que transformó templos, plazas y columnatas en escenografías para las manifestaciones de poder.

El proceso iniciado por César, que trasformaría la antigua ciudad de la aristocracia en una inmensa y moderna metrópoli, capaz de cumplir con su papel de caput mundi, es irresistible gracias a la sutil intuición política de Augusto. Atento al valor simbólico de las acciones, Augusto vivió en el Palatino, en una morada modesta, pero insertada entre el templo de Apolo y la cabaña de Rómulo.

El incendio que en el año 64, bajo el Imperio de Nerón, destruyó buena parte de la ciudad, permitió una radical renovación. Correspondió a los Flavios impulsar una política de “restitución”, con imponentes obras públicas como el Coliseo. Con Trajano el imperio alcanzó su máxima extensión y Roma se convirtió en la ciudad más grande y populosa del mundo. Fue quien realizó el último y más grandioso de los foros imperiales y los mercados adyacentes.

foro romano

Foro Romano (vista de conjunto)

El Foro Romano (Forum Romanum, aunque los romanos se referían a él comúnmente como Forum Magnum o simplemente Forum) era la zona central en torno a la que se desarrolló la antigua Roma y en la que tenían lugar el comercio, los negocios, la prostitución, la religión y la administración de justicia. En él se situaba el hogar comunal. Series de restos de pavimento muestran que sedimentos erosionados desde las colinas circundantes ya estaban elevando el nivel del foro en la primera época de la república. Originalmente había sido un terreno pantanoso, que fue drenado por los Tarquinios con la Cloaca Máxima. Su pavimento travertino definitivo, que aún puede verse, data del reinado de César Augusto.

Actualmente es famoso por sus restos, que muestran elocuentemente el uso de los espacios urbanos durante el Imperio Romano, siendo visitado a diario por numeroso público de toda índole. Imagen: Wikipedia


Palatino:

Pegada al Foro esta colina verde y tranquila conserva los restos de los palacios del siglo I d.C. que los emperadores romanos mandaban construir para habitarlos ellos mismos. No se puede garantizar la visita, porque con frecuencia cierran al público distintos lugares sin previo aviso, pero las vistas panorámicas del Foro desde los Orti Fornesiani (Jardines Farnese), proyectados por el cardenal Alessandro Farnese en el XVI, son magníficas. Bajo los jardines se extiende un largo túnel mandado construir por Nerón que conserva algunos de los bajorrelieves de estuco, que lo decoraban. El emperador lo concibió como paseo para las épocas de calor, pero algunos investigadores creen que conducía a su inmenso palacio situado en un lugar desde el que se veía el emplazamiento que hoy ocupa el Coliseo. También merece la pena visitar los baños de Septimio Severo, los murales de la Casa de Livia, restos de una aldea de cabañas del siglo VIII a.C. y los intrincados diseños del suelo de la Domus Flavio y la Domus Augustana.  (Imagen: Reme y Santi)


El Coliseo

El anfiteatro Flavio, más conocido como Coliseo, fue fundado en el 75 d.C. por Vespasiano, mide alrededor de 22.000 metros cuadrados. Tenía capacidad para más de 45.000 espectadores, quienes accedían con entradas regaladas en muchas ocasiones por las familias influyentes de Roma.

Al observar el Coliseo, el viajero experimenta gran admiración por el esplendor del monumento, pero también siente horror por el recuerdo de masacres ofrecidas a los romanos como el más divertido de los espectáculos, ya que, lo que más gustaba a los habitantes de Roma, era ver correr en la arena la sangre de los animales y más todavía la de los hombres. Las victimas eran condenados a muerte, prisioneros de guerra o desesperados que bajaban a la arena para jugar su última carta y ,quizás ,hacerse ricos y famosos.

En la actualidad, cuando el viajero visita el Coliseo se encuentra con un espectáculo totalmente diferente y mucho más divertido que el ofrecido por nuestros antepasados romanos: los turistas, que con su cámara en mano quieren inmortalizar su reencuentro con la historia. (Imágenes: Reme y Santi)

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La Contrarreforma y la política cultural de Felipe II

Felipe II La Contrarreforma y la política de defensa y aislamiento practicada por Felipe II dan lugar a que la cultura renacentista española adquiera en la segunda mitad del siglo XVI un matiz acentuadamente religioso y nacional. Florece una abundante literatura mística, se vigorizan las doctrinas escolásticas, gracias al esfuerzo de dominicos­ (Melchor Cano, Soto, Báñez) y jesuitas (Molina, Suárez), y la filología clásica y hebrea se aplican con gran rigor científico a los estudios de exégesis bíblica. Por otra parte desaparecen algunas influencias europeas que habían dominado en la época de Carlos I, como sucede con el erasmismo, o son asimiladas por completo, como ocurre con la lírica petrarquista. El tono grave de esta segunda etapa del Renacimiento se manifiesta en la literatura, en las artes (pintura del Greco, arquitectura de Herrera, música de Victoria) y hasta en la misma vida social y cortesana.

España pierde contacto con Europa (desde 1559 se había prohibido cursar estudios en la mayor parte de las universidades extranjeras), pero consigue crear una cultura en la que se funden armoniosamente las tradiciones nacionales con las aportaciones renacentistas.

Desde el punto de vista estético, la época se caracteriza también por su equilibrado y severo clasicismo. Cobran ahora gran impulso dos géneros de abolengo grecolatino (la tragedia y el poema épico) y la novela tiende a hacerse nacional, ofreciendo ideales figuras arquetípicas (el pastor, el moro, el amante). Todo ello se debe en parte al nuevo predicamento de la Poética de Aristóteles, que al proponer al arte la expresión de lo ejemplar y verosímil, había de arrinconar lo fantástico (libros de caballerías) y la realidad concreta (novela picaresca). No obstante, la serenidad de este intento clasicista se vio perturbada, como siempre, por notas muy españolas (elementos novelescos en la tragedia, históricos en la épica, arrebato en la lírica.

El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial

Obra tan santa, tan pía, tan llena de cristiandad

y de tantos provechos para todo… Donde

se conserva tanta hermosura de pinturas

e imágenes” (Fray José de Sigüenza)

Monasterio San Lorenzo de El EscorialEl Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que concibió y ordenó construir Felipe II como panteón imperial, templo funerario, monasterio y palacio, alberga una biblioteca, un colegio y un lugar para exponer la colección de pinturas de la casa real. Este conjunto, situado en las estribaciones de la Sierra de Guadarrama, al noroeste de Madrid, fue construido entre 1563 y 1583. Con su absoluta simetría y regularidad, parece inspirarse en la tradición de hospitales cruciformes, con elementos del Renacimiento italiano y siguiendo como referente la idea que se tenía del templo de Salomón. La iglesia se inspira en la de Carignano, cerca de Génova, obra de Galeazzo Alessi (1512-1572). Aunque el proyecto inicial se debe al arquitecto Juan Bautista de Toledo, El Escorial se ejecutó a las órdenes de Juan de Herrera. Austero y severo, el exterior es una clara manifestación del catolicismo español; su estilo se conoce como “herreriano”. La fachada de granito, que presenta filas uniformes de pequeñas ventanas, se asienta sobre un podio y esconde un interior de gran riqueza decorativa.

Biblioteca El Escorial

La Biblioteca. Construida para albergar los 40.000 volúmenes reunidos por el bibliotecario de Felipe II, la biblioteca contiene una de las mayores colecciones de Europa de obras filosóficas y místicas griegas, hebreas e islámicas. Los frescos que decoran las bóvedas son una alegoría de las Siete Artes Liberales, obra de Pellegrino Tibaldi.

Cúpula de la Iglesia. La gran cúpula, que flota sobre todo el conjunto, es el foco religioso y arquitectónico del mismo. La planta de cruz griega, parte del modelo establecido por San Pedro de Roma.

Panteón Real. Esta cámara cubierta con cúpula octogonal alberta los restos de once reyes y la mayoría de reinas de España desde Carlos I. La decoración y los dorados los añadió en 1617 el arquitecto Crescenzi.

Cupula Monasterio El Escorial

Panteón Real

Imagenes.

Biblioteca (Wikipedia)

Cúpula (www.flickr.com )

Panteón (www.urbanity.es)

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Sofonisba Anguissola

Tradicionalmente, los monarcas españoles han sido protectores de las Bellas Artes en todas sus formas expresivas. La pintura no es ajena a este fenómeno, y en todas las épocas los reyes y reinas han tenido a su servicio a los conocidos “pintores de Corte”. El Greco, Velázquez o Goya son buenos ejemplos de ello. Sin embargo, pocos conocen la figura de Sofonisba Anguissola, una joven pintora italiana, nacida en Cremona hacia 1532.

Cuando empieza a ser conocida, se desplazó a Milán, hacia 1558, en donde pintó al Duque de Alba, quien a su vez la recomendó al rey Felipe II de España. Al año siguiente, es invitada a visitar la corte española, lo que representó un momento crucial en su carrera. Entonces tenía 27 años. En el invierno de 1559-1560 llega a Madrid para convertirse en pintora de la corte además de dama de compañía de la nueva reina Isabel de Valois, tercera esposa del rey. Enseguida se ganó la estima y confianza de la joven reina. Durante este tiempo, trabajó estrechamente con Alonso Sánchez Coello. Tan estrechamente, que inicialmente el retrato del Felipe II, en edad mediana, fue atribuido a Coello. Ha sido recientemente cuando se ha reconocido a Anguissola como la autora del mismo. Anguissola pasó los años siguientes retratando sobre todo retratos de corte oficiales, incluyendo los de la reina y otros miembros de la familia real, la hermana de Felipe II Juana, y su hijo, Don Carlos. Sus pinturas de Isabel de Vaolis y de Ana de Austria, la cuarta esposa de Felipe II,  son vibrantes y llenos de vida.

Autorretrato Sofonisba Anguissola

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El Madrid de los Austrias

www.nova.es)
Madrid 1590 (Fuente: www.nova.es)

Plano de la villa de Madrid hacia 1590. Grabado por J. Hoefnagle en Civitates Orbis Terrarum de G. Braun (Biblioteca Nacional, Madrid)

Madrid no cobraría verdadera importancia hasta el momento en que Felipe II trasladó allí la corte en 1561, atendiendo a sus favorables condiciones naturales y a su privilegiada situación geográfica en el centro de la Península. Al establecerse la corte se hizo patente la necesidad de reformas urbanísticas que adecuaran la ciudad a sus nuevas funciones, pero la falta de previsiones a este respecto impidió un crecimiento ordenado. Tampoco el municipio, falto de recursos, pudo acometer una reforma urbanística de envergadura, por lo que crecimiento de Madrid se debió en mayor parte a la iniciativa privada. Pronto surgieron arrabales fuera del recinto medieval, que durante el reinado de Felipe II fueron incorporados a uno más amplió, que englobó las calles de Alcalá, Carrera de San Jerónimo, Atocha, San Bernardo, Fuencarral y Hortaleza; la edificación a lo largo de estas nuevas vías proporcionó al plano de Madrid su característica forma radioconcéntrica.

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Plaza Mayor (Fuente: www.nova.es)

La Plaza Mayor de Madrid es un soberbio ejemplo de la concepción que los Austrias tenían del espacio público y su vinculación a las ideas de orden y armonía. Felipe II pidió a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial, la urbanización de la vieja Plaza del Arrabal. Sin embargo, el proyecto fue ejecutado ya en tiempos de Felipe III por Juan Gómez de Mora. Fue después lugar de fiestas populares, corridas de toros y también de autos de fe.

La Plaza de la Villa es uno de los rincones más hermosos del viejo Madrid. A su alrededor se alzan edificios de gran valor artístico e histórico, como la Torre de los Lujanes, el más antiguo de todos; la Casa de Cisneros, que perteneció a un sobrino del cardenal que fundo la Universidad de Alcalá de Henares, y la Casa Consistorial, estas dos unidas por un pasillo interior que forma un original puente.

Reme y Santi)

La Casa de la Villa. La Casa Consistorial, el Ayuntamiento, es una obra iniciada en 1586 por Juan Gómez de Mora, responsable de la Plaza Mayor, y completada en 1696 por José del Olmo y Teodoro Ardemans, quien le añadió los escudos y la portada barroca. Un siglo más tarde, el arquitecto Juan de Villanueva le agregó la columnata neoclásica, desde cuyo balcón la familia real podía observar la procesión del Corpus Christi. En la actualidad, el Ayuntamiento de Madrid organiza visitas guiadas todos los lunes a las cinco de la tarde. Sólo hay que estar en la puerta a la hora indicada e integrarse en alguno de los grupos que se forman en el momento de entrar. Como en todo Ayuntamiento, los plenos se siguen celebrando allí periodicamente, aunque el alcalde y los concejales ya no tienen sus despachos es este histórico emplazamiento.  A la izquierda el Puente entre la Casa de Cisneros y la Casa de la Villa [Imagen: Reme y Santi])

Reme y Santi)

La ciudad a pie. Es evidente que la mejor manera de conocer Madrid es caminando, siempre y cuando las distancias lo permitan. A pie se descubren los rincones más escondidos, se entra en contacto con la gente, se curiosea entre las tiendas, se siente la ciudad bajo los pies y su intensa actividad, convirtiéndote en un madrileño más. Dado que Madrid es enorme y con zonas de interés en ocasiones muy alejadas unas de otras, la mejor propuesta es proveerse de un callejero y de un plano del metro y echarse a la calle. De esta manera podrás recorrer las zonas más emblemáticas caminando y trasladándose de una zona a otra en metro. A la derecha la Plaza de la Villa (Imagen: Reme y Santi)

Reme y Santi)
De turismo en el Retiro (Foto: Reme y Santi)
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Madrid: de Villa a Corte

“Madrid está en el centro del país

como el corazón que tiene asiento

en el centro del cuerpo” (Felipe II)

La fundación de Madrid se debate entre la leyenda y la historia. Según cuenta la tradición, el valle del río Manzanares era un lugar cubierto de espesos bosques con abundante caza y escasamente habitado. Algunos cronistas de los siglos XVI y XVII quisieron dotarla de un noble origen, por lo que situaron su génesis anterior a la fundación de Roma. Al margen de leyendas, la primera presencia humana se atribuye a los yacimientos del cerro de San Isidro, en las terrazas del Manzanares. Corresponden al Paleolítico Inferior y Medio (hace unos 500.000 años). No obstante, hasta la Edad de Bronce no existe constancia de asentamientos más o menos estables.

Romanos y visigodos dejaron escasa huella hasta que, a mediados del siglo IX, los musulmanes decidieron levantar aquí un alcázar. Muhammad I, hijo del emir omeya Abd-al Rahman II, ordenó que se construyera en las riberas del Manzanares una fortaleza para controlar el acceso norte al valle del Tajo. El alcázar fue nombrado en los textos árabes como Mayrit o Magerit (“madre de las aguas”). Tras más de dos siglos de dominación, en 1083 Alfonso VI conquistó Madrid, que pasó a ser una villa repoblada y distinguida con el monasterio benedictino de San Martín, localizado en la actual plaza de las Descalzas. La estratégica situación de la villa en tierras fronterizas indujo a los reyes castellanos a reforzar sus defensas. Aun así, los musulmanes atacaron varias veces el castillo y, muy cerca de él, establecieron un campamento que pasó a llamarse “Campo del Moro”, el mismo lugar donde ahora se halla el hermoso parque del mismo nombre.

Imagen: Jardines del Campo del Moro [Fuente: www.fotomadrid.com]

Manzanares y la leyenda

Puente de Segovia: El más antiguo y hermoso de los puentes que salvan el Manzanares, del que aludiendo a su escaso caudal, Góngora dijo: “Eres de los arroyos, duque; de los ríos Conde”. Pero fue Lope de Vega quien mejor definió el conjunto del río y el puente cuando escribió:Manzanares tienes un hermoso puente bajo el que transcurres como río“.

Imagen: Puente de Segovia [Fuente: www.madrileñosenelexterior.org]

Cuestión de privilegios

A Alfonso VIII le debe Madrid la concesión de su primer reconocimiento. Fue en 1202 cuando se promulgó el Fuero de Madrid por el que su Concejo de la villa podía cobrar impuestos, administrar justicia, cerrar cañadas y cobrar peajes, entre otras atribuciones. En la primera mitad del siglo XIII, el concejo de Madrid participó activamente en algunas acciones bélicas: Batalla de Navas de Tolosa, sitio y toma de Sevilla. De esta época data la denominación de Madrid como “Villa del oso y del madroño”.

Desde este momento, Madrid aparece citado bien como residencia y lugar de reposo real bien como centro de acontecimientos políticos: en 1339 y 1340, Alfonso XI reunió Cortes en Madrid; Enrique III residió casi siempre en ella y durante su reinado se celebraron cortes con cierta frecuencia; Enrique  IV contrajo en Madrid segundas nupcias con Juana de Portugal (1455).

Al margen del desarrollo político, las artes y la cultura siguieron floreciendo: en 1508 se produjo la fundación de la Universidad de Alcalá. La carrera de Madrid para convertirse en capital del Imperio avanzaba, puesto que en 1544 se le concedió el título de “Villa Imperial y Coronada”. Casi dos décadas después, en 1561, la Corte, de la mano de Felipe II, se trasladó a la metrópoli. Pero eso es otro capítulo…