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Viaje al corazón de la poesía

Cervantes mostró siempre una gran afición a escribir versos, pero los que compuso no se hallan, ni con mucho, a la altura de la prosa. Él mismo tenía conciencia de ello y exclamaba:

Yo que siempre trabajo y me desvelo

Por parecer que tengo de poeta

La gracia que no quiso darme el cielo…

Portada del Viaje al Parnaso

Esta confesión de humildad ha marcado la pauta a los críticos, que han visto facilitado su trabajo por la modestia cervantina; desde su época se le sigue considerando como vate menor, en gran parte por culpa de su fama como prosista. Así, Lope, en su desdén resentido, irá hablando de poetas:ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote“. No es, desde luego, una figura comparable a Góngora, ni a Lope, ni a Quevedo. En este sentido, en sus versos se perfila un esfuerzo por conseguir los ritmos, sus luchas con la rima y con el lenguaje, que carece de soltura.

El valor de su producción poética deriva, más que de la habilidad técnica del autor, del reflejo que en ella alcanza su rica personalidad y su aguda visión de las cosas. No constituye un conjunto esencialmente lírico, pero abunda en matices de ironía, de gracia o de emoción autobiográfica.

Pieza interesante dentro de la producción poética es el «Viaje al Parnaso», que cuenta el periplo al monte Parnaso de Cervantes y de los mejores autores poéticos españoles para librar una batalla alegórica contra los malos poetas.

Como el Canto de Caliope, se trata de un poema laudatorio a la poesía, en el que el autor hace una crítica literaria de los vates conocidos. Su interés estriba especialmente en la introducción de la persona física y moral de Cervantes, quien, exponiendo su situación de mísero, hace una crítica de sus contemporáneos a nivel personal: se presenta a sí mismo en tono irónico, algo amargado, pobre de gloria,cisne en las canas y en la voz no ronco y negro cuervo“. En el capítulo IV resumirá con turbada lengua y para la posteridad los servicios prestados a la literatura y la poesía.

(Imagen: Portada del «Viage del Parnaso» con retrato de Cervantes – Grabado de Bartolomé Vázquez de 1784. Fuente: www.cvc.cervantes.es)

El Viaje al Parnaso: un viaje literario

El poema cuenta un viaje literario, por geografías reales y míticas, en el que Miguel de Cervantes, montado en una mula, emprende la misión de reclutar a los mejores rapsodas españoles con el fin de librar una batalla contra los poetas mediocres de la época.

Para llevar a cabo su empresa viajará de Madrid a Valencia, donde con ayuda de Mercurio reúne un contingente de buenos poetas y se hacen a la mar en un barco alegórico, hecho de versos, con destino al Parnaso, donde librarán una batalla contra los poetastros que pretenden tomarlo.

En el viaje marítimo avistan Génova, Roma y Nápoles y consiguen pasar el peligroso Estrecho de Mesina, entre Escila y Caribdis, deidades a quienes tienen que aplacar ofreciéndoles el sacrificio de Antonio de Lofraso, al que finalmente no se llega arrojar al mar.

El primer encuentro entre ambos bandos se produce en el piélago, donde Apolo furioso decide castigar a los enemigos de la buena poesía. El dios olímpico hace naufragar el bajel de los malos rapsodas, pero gracias a la intervención de las artes amatorias de Venus la furia de Apolo es aplacada.

Después de la batalla, el ejercicio liderado por Cervantes llega a la falda del monte Parnaso, donde sus hombres beben de la fuente de Castalia y son laureados por el propio Apolo, dios de la poesía.

Los defensores del buen arte de escribir, tras un merecido descanso, en el que sueñan con la doble cara de la poesía (la elegante y la vulgar), entablan el combate final con el ejército de poetastros. Ambos bandos utilizan como munición los libros y los poemas, venciendo finalmente la buena poesía.

El Parnaso de Poussin

(Imagen: El Parnaso, de Poussin. Fuente: www.bunburyymas.com)

Considerado por los griegos como morada de las Musas y de Apolo, el Monte Parnaso (o Parnassus) es la patria simbólica de los artistas, la tierra de los poetas. En la mitología griega, Parnaso fue hijo de Poseidón y de una ninfa, responsable de la fundación del oráculo de Delfos, que luego fue ocupado Apolo, quien provenía del monte Helicón.

Del Monte Parnaso brotaban manantiales que formaban varias fuentes y la más famosa en la antigüedad era la fuente Castalia, rodeada de un pequeño bosque de laureles consagrados a Apolo. Cerca de esta fuente se reunían las musas y las ninfas, quienes bailaban y cantaban acompañadas de Apolo y su lira.

Con 2.457 m de altura, el Monte Parnaso es una de las montañas más altas de Grecia y a sus pies se alzaban la ciudad y el templo de Delfos. El monte se yergue al este del sitio arqueológico y una parte del conjunto montañoso forma el Parque Nacional, fundado en 1938. De gran valor natural por sus bosques, valles y roquedos, así como las especies florales y faunísticas que allí viven, el monte regala una de las vistas panorámicas más bellas del país (…).

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Un viaje al Parnaso con escala en Nápoles

Durante los cinco años y medio de estancia en Italia, Miguel de Cervantes permaneció largos periodos de tiempo en la capital de la Campania. Según la mitología griega, Nápoles se levantó allí donde el mar arrojó a la sirena Parténope, desdeñada por Ulises. Los colonos griegos, quizás de Rodas, pudieron haber fundado una colonia en el lugar ya a comienzos del siglo X a.C.; pero esto no pasa de ser pura leyenda. Lo que sí es cierto es que algunos helenos de Cumas construyeron cerca una ciudad a la que llamaron Neápolis (ciudad nueva), mientras que el asentamiento primitivo se denominó Paleópolis (ciudad antigua). Neápolis fue un centro comercial de primer orden, y la lengua y costumbres griegas pervivieron incluso durante la época romana, en que fue destino predilecto de los patricios.

Dársena de Nápoles

Después de la caída del Imperio Romano y de la oleada de invasiones bárbaras, la ciudad, aunque conservó cierta independencia, quedó bajo influencia bizantina viviendo un nuevo período de esplendor. En el siglo X, los normandos conquistaron todo el sur de Italia, un reino entonces gobernado desde Palermo por Roger II. El dominio normando tocó su fin en 1189.

(Imagen: Dársena de Nápoles. Fuente: www.bne.es)

Con las dinastías angevina y aragonesa, Nápoles se convirtió en capital y la Corte atrajo a renombrados artistas.

El siglo XV fue para Nápoles una época dorada a la que siguieron dos siglos de dominio español: un periodo de opresión virreinal que será recordado por los impuestos injustos, la Inquisición, la peste, la superpoblación y la rebelión de Masariello. Sin embargo, pese a la pobreza reinante, la creatividad nunca dejo de florecer.

Con Carlos III comenzó en 1734 la hegemonía borbónica. Salvado el efímero periodo republicano de 1799 y el posterior decenio de dominio francés, Nápoles estuvo gobernada por los Borbones hasta 1860.

Desde la unificación italiana, los problemas de la ciudad -algunos de ellos consecuencia evidente de las grandes diferencias que existen entre el norte y el sur del país- han sido objeto permanente de interés nacional.

Lo cierto es que esta ciudad, nacida donde el mar arrojó a Parténope, estuvo en su pasado fuertemente unida a la historia de España y, también, a la vida de Cervantes. De su estancia en Nápoles, el ilustre escritor relata sus vivencias en numerosas obras, siendo “El viaje al Parnaso” un buen ejemplo autobiográfico. Y es el propio Cervantes quién invita al lector a iniciar un viaje al pasado napolitano y hacia un monte, el Parnaso, la cuna y morada de los poetas:

Si por ventura, lector curioso, eres poeta y llegare a tus manos (aunque pecadoras) este VIAJE; si te hallares en él escrito y notado entre los buenos poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo; y si no te hallares, también se las puedes dar. Y Dios te guarde.”

Vista de Nápoles y su Golfo de 1727 con detalles de sus castillos, de la vista desde el mar y de la península de Gaeta. (Imagen:www.viviplanet.com.ar)

Mapa de Nápoles de 1727

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San Pedro: un viaje al corazón del universo cristiano

En su constante discurrir por los caminos, los peregrinos, movidos por unos ideales espirituales comunes, rompían las fronteras artificiales de los hombres, constituyendo una única nación, la de los creyentes. El cristianismo tuvo desde la época del Imperio Romano santuarios especialmente venerados: Jerusalén, Roma, Tours, etc., En la Edad Media, Santiago de Compostela, fue el lugar privilegiado hacia el cual se dirigieron numerosos fieles.

De estos lugares sagrados tres rutas eran consideradas imprescindibles para que un cristiano pudiera conseguir las bendiciones y las indulgencias necesarias para alcanzar el perdón: Roma, Jerusalén y Compostela. El primer camino conducía hasta la sepultura de San Pedro en Roma; el símbolo distintivo de los peregrinos era una cruz y se les denominaba romeros; la segunda ruta se dirigía hacia el sepulcro de Cristo en Jerusalén y a los que transitaban esta vía se les llamaba palmeros porque los caminantes llevaban una palma. Finalmente, existía un tercer camino que conducía hasta los restos mortales del Apóstol Santiago enterrado en Compostela. A estos viandantes les fue dado el nombre de peregrinos, y pasaron a tener como símbolo una concha.

Cervantes fue un hombre piadoso, de religiosidad sincera y sin asomos de inconformismo. A su personaje Tomás Rodaja lo declara “penitenciario” cuando viaja a la Ciudad Eterna; y, a  Persiles y Sigismunda, protagonistas de la obra Los Trabajos de Persiles y Sigismunda, peregrinan hasta Roma para que soliciten la indulgencia del Papa para así poder unirse en matrimonio, debido a que son primos carnales.

Los Trabajos de Persiles y Sigismunda fue una obra publicada póstumamente en Madrid en 1617. Es una especie de novela bizantina de aventuras que nos cuenta las peregrinaciones de sus protagonistas, que dependen exclusivamente de lo fortuito y del azar. Gran parte de sus peripecias transcurren en exóticos países, que Cervantes sólo conocía a través de relatos fantásticos y por la consulta de cartas geográficas. Además, los personajes cruzarán España para terminar sus peripecias en Roma, donde se unirán felizmente en matrimonio.

Estos  bellísimos príncipes, que viajan aparentando ser hermanos y bajo los nombres supuestos de Periandro y Auristela, forman parte de una trama retorcida y complicada que, en ocasiones, queda en suspenso cuando un recién llegado cuenta su fantástica y maravillosa historia.

Cervantes abandona en su última producción el punto de vista realista y deja volar su imaginación para crear una bella ficción novelesca, en la que los héroes vencen y la vida es descrita con los más sugestivos colores. Probablemente, nuestro autor pretendía simbolizar la historia de la humanidad con una clara idea contrarreformista.

De este viaje de peregrinación nos cuenta Cervantes: “Pedían los tiernos años de Auristela, y los más tiernos de Constanza, con los entreverados de Ricla, coches, estruendo y aparato para el largo viaje en que se ponían; pero la devoción de Auristela, que había prometido de ir a pie hasta Roma desde la parte do llegase en tierra firme, llevó tras sí las demás devociones, y todos de un parecer, así varones como hembras, votaron el viaje a pie, añadiendo, si fuese necesario, mendigar de puerta en puerta…” Sigismunda, se muestra como una mujer inquieta que, guiada por un anhelo puro, buscará en su viaje una realización espiritual. Y su meta es Roma.

Es en Roma donde se encuentra la tumba de San Pedro, el primero de los apóstoles, y las de numerosos mártires de la Iglesia. Desde la gran renovación de Europa bajo los carolingios, la fascinación por la ciudad de San Pedro había hecho concurrir a ella a la mayoría de los poderosos de todos los reinos cristianos, no sólo atraídos por la enorme supervivencia cultural que atesoraba, sino por la autoridad espiritual que emanaba del pontífice y de los cuerpos de tantos santos que allí reposaban.

Ya en el siglo II, el presbítero Gayo cifraba la grandeza de Roma en el hecho de poseer -en la colina del Vaticano y en la vía Ostiense, respectivamente- los “trofeos” de los apóstoles Pedro y Pablo. Razones filológicas indican que “trofeo” significa cuerpo mismo de los mártires. Las excavaciones, iniciadas en 1939 por mandato de Pío XII, han conducido al descubrimiento de un sepulcro situado bajo el centro de la cúpula de la basílica de San Pedro del Vaticano. En el siglo I, aquel lugar quedaba junto a la vía Cornelio y cerca del circo de Nerón, donde Pedro debió padecer martirio. Allí mismo, Constantino, pese a las ingratas condiciones del terreno, mandó construir una basílica.

(Imagen: Grabado de la edición de 1805: Persiles y Sigismunda en peregrinación a Roma [www.h-net.org])

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Todos los caminos llevan a Roma

El domingo pasado ordenando los cajones del escritorio me encontré con una postal de Ana, una amiga viajera, que decía: “Chicos, estoy en Roma y he lanzado una moneda mágica a la Fontana di Trevi por vosotros. Esta ciudad es increíble, tenéis que venir. Os va a encantar. Ana.” Una semana después Santi y yo subíamos a un avión desde Madrid con destino a Roma. Ciertamente, la moneda era mágica.

Ana es una mujer intrépida, decidida y con gran corazón. No teme viajar y es capaz de emprender arriesgadas aventuras sin miedo alguno. Transmite su entusiasmo al expresarse y con él contagia esta ilusión a todos sus amigos. Cuando regresa de sus viajes siempre nos dice: “Cuando preparéis la maleta guardar un poco de ropa, dinero suficiente, buena información del lugar y, sobre todo, colmar el equipaje de ilusión… ¡Ah! Y dejaros llevar por la intuición“.

Aterrizamos sobre las diez de la mañana en el aeropuerto Leonardo da Vinci, conocido por todos como Fiumicino. Roma, además, posee otro aeropuerto en Via Appia Nuova: el Ciampino, aunque todos los vuelos desde hacia España salen desde Fiumicino.

Lo cierto es que nuestro viaje a la Ciudad Eterna estuvo colmado de agradables sorpresas. La primera nos esperaba en la terminal del aeropuerto, donde nos esperaba un chofer italiano, elegantemente ataviado, que nos condujo con celeridad hacia el hotel en un lujoso Mercedes negro. ¡Y nosotros que esperábamos un micro-bus, como todo el mundo! Aquí la Agencia de Viajes se portó como nunca.

Pero, si decidís viajar desde el aeropuerto a la Ciudad por vuestra cuenta no hay problema. Desde Fiumicino se puede llegar a Roma en transporte público: taxi, tren y autobús esperan a las puertas de la terminal internacional.

En coche se llega a Roma por la autopista Roma-Fiumicino (20 kilómetros sin peaje). Si no hay demasiado tráfico se tarda 30 minutos en llegar a Roma Sur y una hora en llegar a Roma Norte, según el chofer.

Dentro del aeropuerto hay una estación de ferrocarril; desde aquí parten (como mínimo cada hora) trenes directos a Estación Termini y a Estación Tiburtina. Es importante recordar que los billetes de tren deben ser convalidados antes de partir en las máquinas situadas en las estaciones.

[Imágenes. Mapa Lacio (www.informagiovani-italia.com); plano Roma (www.romaitalia.info)]

Como moverse por la ciudad

En Roma el tráfico es caótico todo el año. La única excepción es durante el mes de agosto cuando, suspendidas las actividades cotidianas, la ciudad se abandona a la quietud estival. Por ello es aconsejable moverse con transporte público.

El sistema de transportes públicos es gestionado por la ATAC (Compañía de Tranvías y Autobuses Municipales); y por los Ferrovie dello Stato. La ciudad está recorrida por una red de líneas de metro, tranvías, autobuses y trenes que unen seis estaciones de intercambio: Termini, Trastevere, Ostiense, Tuscolana, Flaminio y Tiburtina. Los billetes para los medios de transporte se pueden adquirir en los bares, estancos, quioscos de periódicos, en máquinas expendedoras en las estaciones del metro y en las terminales de los autobuses. Existen distintos tipos de bonos para poder subir al transporte público.

Viajeros, si os queréis mover en metro, Roma posee dos líneas que permiten llegar en poco tiempo a las zonas del centro: la línea A (naranja) y la línea B (azul) que se cruzan en Termini. Podéis conseguir el plano en cualquier estación o en las oficinas de información turística.

El tren también es una buena opción para moverse por la periferia de la ciudad. La línea ferroviaria metropolitana, en la que es válido el billete urbano, tiene 7 ramificaciones gestionadas por los Ferrovie dello Stato y tres líneas gestionadas por el CoTral. Los horarios de las líneas de ferrocarril varían dependiendo del día de la semana y del período del año. Los horarios y los recorridos pueden solicitarse en ventanillas de información de las estaciones.

Sin embargo, no hay que olvidar que en Roma el medio de transporte mejor es la Vespa. Quién no recuerda esa bella imagen del film «Vacaciones en Roma» en la que Audrey Hepburn y Gregory Peck recorren la ciudad sobre dos ruedas.

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El transporte de Cervantes

Desconocemos cómo viajó Cervantes a Italia, ni que medio de transporte utilizó. Pero podemos deducir, a través de su obra, cómo se viajaba a Roma y a otras ciudades de la península itálica en el siglo XVI.

En «Los trabajos de Persiles y Sigismunda», unos peregrinos siguen una ruta terrestre que, desde Valencia, recorre toda la costa mediterránea hasta llegar a la Ciudad Santa. En el capítulo XXXIX de «El Quijote», se cita una ruta comercial desde Alicante hasta Génova. En «El Licenciado Vidriera», nos cuenta un viaje del capitán don Diego de Valdivia y su criado Tomas Rodaja en galera desde Cartagena costeando hasta Italia.

Sea como fuere, lo cierto es que nuestro personaje hubo de emplear en llegar a Roma mucho más tiempo del que hoy se necesita, gracias a la aviación comercial. No obstante, en la actualidad también podemos recrearnos en los viajes marítimos hacia Italia disfrutando en algunos de los atractivos cruceros que, desde España, cruzan el Mediterráneo hacia Italia.

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historia literatura

Roma: Reina de las ciudades y Señora del mundo

 

“A cada paso un palacio, una ruina, un jardín, un desierto, una casita, un establo, una columnata… y todo tan cerca que se podría dibujar en una hoja pequeña de papel.”(J. W. Goethe, Viaje por Italia)


Las circunstancias por las cuales el viajero proyecta su periplo hacia tierras desconocidas son variadas y diversas. La partida repentina de Cervantes hacia la Ciudad Eterna forma parte de los enigmas y misterios que rodean a nuestro autor. Posiblemente ese altercado con Antonio Sigura fue uno de los motivos por los cuales Cervantes viajara a Roma, “reina de las ciudades y señora del mundo”, tal y como el autor la definió en una de sus Novelas Ejemplares. Sin embargo, al analizar su biografía podríamos considerar también, que lo que motivo su viaje no fue sólo la huida de la justicia, sino más bien el intentar satisfacer una inquietud intelectual, moral y tal vez caballeresca. La formación académica del autor del Quijote no fue universitaria, pero ello no quiere decir que Cervantes no fuera un escritor culto. El estudio atento de sus obras ha demostrado que conocía a fondo lo más importante de las doctrinas renacentistas y a los autores, italianos y españoles, más importantes de su tiempo. Aparte de que su ideología se halla en todo de acuerdo con la del siglo XVI, basta tener en cuenta las constantes alusiones a Aristóteles, Platón, Horacio, Ariosto, etc., así como a los escritores españoles contemporáneos, para poder afirmar que, aunque no fuese un sabio erudito, tampoco ignoraba lo esencial del pensamiento humanístico.

Y tal vez fue esta inquietud intelectual o, posiblemente, la necesidad de demostrar su hidalguía, (atestiguada mediante un informe emitido en Roma, sobre su limpieza de sangre) las que propiciaron que el autor entrara en contacto con esta ciudad destinada desde su origen a la grandeza.

Loba capitolina

El origen de Roma ha sido objeto de investigación, especulación y controversia desde el primer escrito de carácter histórico. Ya en el siglo V a.C. ciertos historiadores griegos incluyeron a Roma entre las fundaciones del héroe Eneas que huyó a Italia tras el saqueo de Troya. Eneas, sólo fue, de hecho, uno de los míticos aventureros de los que se dijo que erraron por el Mediterráneo occidental y fundaron asentamientos a lo largo de sus costas. Es difícil saber si algunas de estas leyendas corresponden a una realidad histórica, pero fueron muy populares entre los griegos y, con el tiempo, arraigaron también en Roma. (Imagen: es.museicapitolini.org)

Los romanos no produjeron relatos históricos hasta alrededor del 200 a.C., fecha a la que corresponde la primera historia de Roma, escrita por el senador Quinto Fabio Píctor. Este autor consultó probablemente archivos sacerdotales, documentos de las principales familias aristocráticas y relatos de los historiadores griegos; estas fuentes, junto con los datos obtenidos de la tradición popular oral, monumentos y vestigios fueron la base de su relato histórico sobre la Roma primitiva. Atribuyó la fundación de la ciudad a Rómulo que según la tradición fue abandonado junto a su hermano Remo, a orillas del Tiber. Los niños se salvaron al ser amamantados por una loba y más tarde fueron rescatados por unos pastores, con los que pasaron su infancia en las colinas que dominaban la orilla izquierda del río. Fue aquí donde más tarde fundó Rómulo la ciudad que llevó su nombre, después de haber matado a su hermano en una disputa.

Esta fusión artificial entre el relato popular y la conjetura fue transcurriendo por el tiempo, hasta que Virgilio, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso le dieron su forma definitiva. Los elementos históricos de la leyenda son difíciles de discernir. Como se ha dicho, la parte que hace referencia a los troyanos es casi con absoluta seguridad pura ficción, aunque algunos especialistas ven en ella un vago recuerdo de los contactos entre el mundo micénico y la Península Itálica. El destacado papel de Lavinium y Alba Longa refleja, sin embargo, la importancia que estos lugares tuvieron como centros religiosos en los períodos iniciales.

En la actualidad Roma sigue siendo una ciudad colmada de leyendas y misterios. El viajero podrá adentrarse en sus recoletas plazuelas, perderse entre sus calles y encontrarse con monumentos, museos e iglesias sin apenas desplazarse. En cada rincón de la villa el forastero se encuentra con un lugar pintoresco: balcones adornados con coloridos tiestos de flores, espectaculares fuentes impasibles al tiempo, terrazas que invitan al visitante a degustar un “cappuccino”…Todo el conjunto forma un armonioso festival de luz, de color y de sabor que invita al viajero a gozar de todos sus sentidos.

(Imagen: Piazza Farnese. Reme y Santi)

Es una Roma de lujo cultural pero también bulliciosa y activa. Sus muros, sus calles, sus esquinas han visto fluir el esplendor y la decadencia. Roma es el techo más importante en el que se ha representado la historia y las pasiones del mundo.

La mañana es el mejor momento para encontrar abierto lo que nos interese visitar. La mayoría de iglesias y museos cierran a medio día y algunos vuelven a abrir a las cuatro o las cinco. En verano al medio día hace muchísimo calor para hacer visitas, por esa razón es bueno aprovechar ese rato para degustar una tranquila comida en algún pintoresco lugar o sencillamente descansar aplaciblemente en una terraza para recuperar fuerzas.

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El Licenciado Vidriera (el periplo italiano)

La novela ejemplar El licenciado vidriera cuenta las aventuras y vicisitudes de Tomás Rodaja, que después de estudiar leyes en Salamanca y recorrer Europa como soldado, regresa a la ciudad del Tormes. Al beber un filtro amoroso se trastorna su razón hasta tal punto de hacerle creer que se ha convertido en un ser de vidrio, y que puede romperse al más leve contacto. A partir de este momento dirá la verdad a todo aquel que se le acerque, pero su locura aviva de tal suerte su ingenio que se hace famoso por su agudeza. Cuando consigue curar su enfermedad, nadie le presta atención, y decide alistarse en los Tercios de Flandes donde dejó fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado.

La primera parte de la novela es muy interesante por la descripción del viaje de Tomás Rodaja por Italia, páginas en las que Cervantes recogió muchos de los recuerdos de su vida de soldado. Así lo relata nuestro autor:

Despidióse Tomás del capitán de allí a dos días, y en cinco llegó a Florencia, habiendo visto primero a Luca, ciudad pequeña, pero muy bien hecha, y en la que, mejor que en otras partes de Italia, son bien vistos y agasajados los españoles. Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, sumptuosos edificios, fresco río y apacibles calles. Estuvo en ella cuatro días, y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo. Visitó sus templos, adoró sus reliquias y admiró su grandeza; y, así como por las uñas del león se viene en conocimiento de su grandeza y ferocidad, así él sacó la de Roma por sus despedazados mármoles, medias y enteras estatuas, por sus rotos arcos y derribadas termas, por sus magníficos pórticos y anfiteatros grandes; por su famoso y santo río, que siempre llena sus márgenes de agua y las beatifica con las infinitas reliquias de cuerpos de mártires que en ellas tuvieron sepultura; por sus puentes, que parece que se están mirando unas a otras, que con sólo el nombre cobran autoridad sobre todas las de las otras ciudades del mundo: la vía Apia, la Flaminia, la Julia, con otras deste jaez. Pues no le admiraba menos la división de sus montes dentro de sí misma: el Celio, el Quirinal y el Vaticano, con los otros cuatro, cuyos nombres manifiestan la grandeza y majestad romana. Notó también la autoridad del Colegio de los Cardenales, la majestad del Sumo Pontífice, el concurso y variedad de gentes y naciones. Todo lo miró, y notó y puso en su punto. Y, habiendo andado la estación de las siete iglesias, y confesádose con un penitenciario, y besado el pie a Su Santidad, lleno de agnusdeis y cuentas, determinó irse a Nápoles; y, por ser tiempo de mutación, malo y dañoso para todos los que en él entran o salen de Roma, como hayan caminado por tierra, se fue por mar a Nápoles, donde a la admiración que traía de haber visto a Roma añadió la que le causó ver a Nápoles, ciudad, a su parecer y al de todos cuantos la han visto, la mejor de Europa y aun de todo el mundo.(Novelas Ejemplares, “El Licenciado Vidriera”)

Mi nombre es Tomás, Tomás Rodaja, para servir a vuestras mercedes, seguidores de este blog. Muchas aventuras viví por tierras castellanas y andaluzas antes de partir junto al Capitán D. Diego de Valdivia hacia Italia. Gran curiosidad tenía yo, antes de tomar el bebedizo que me causó la locura, por ver esta península que con forma de bota escondía grandes tesoros. Y allí fue, concretamente en la ciudad de Roma en el invierno de 1569, cuando coincidí con un tal Miguel de Cervantes que huía de su tierra por haber sido mandado prender al herir en duelo a un tal Antonio Sigura.

Desconozco los verdaderos motivos por los que Miguel viajó a Roma, pero lo que sí parece cierto es que quizás llegara recomendado por uno de sus parientes lejanos, tal vez el cardenal Gaspar de Cervantes y Gaete, para entrar al servicio del joven cardenal Giulio Acquaviva en 1570. Formando parte del séquito de Su Ilustrísima, recorrió las ciudades de Palermo, Milán, Florencia, Venecia, Parma y Ferrara.

Imagen Medieval del Coliseo y alrededores [www.tripatlas.com]

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literatura

Los libros de caballerías y el Lazarillo de Tormes

Los libros de caballerías, cuyo origen se halla en la Edad Media, consiguieron un gran éxito en el siglo XVI y fueron de hecho el género novelesco más abundante en el reinado de Carlos I. Entre las razones que justifican la popularidad que obtuvieron en pleno Renacimiento se hallan su idealismo amoroso y su exaltación del espíritu aventurero, aspecto que había de hallar una profunda resonancia en el ánimo de los españoles del momento, deslumbrados por las hazañas de los soldados de América y Europa.

En este contexto histórico es razonable pensar el éxito que tuvieron estas obras narrativas en las cuales el héroe era un ser desmesuradamente perfecto y fuerte. En estas novelas aparecían elementos fantásticos, maravillosos e inverosímiles y la acción transcurría en épocas lejanas y países más o menos exóticos.  Buen ejemplo es el Amadís de Gaula, de autor anonimo, y publicado en once volúmenes, atribuyendo a Feliciano de Silva los tres últimos. Estos libros de caballerías españoles, traducidos y leídos con entusiasmo en Italia y Francia, típica muestra de literatura que hoy llamaríamos de “evasión”, perecieron gracias a la burla y la parodia en el Quijote de Cervantes.

Imagen: Edición del Amadís de Gaula [Fuente: www.demofilo.com]


El Lazarillo de Tormes

El Lazarillo de Tormes señala a mediados del siglo XVI, el comienzo de un nuevo género en la literatura castellana: la novela picaresca.

Las tres primeras ediciones conocidas de la «Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades» llevan la fecha de 1554 y no indican el nombre de su autor, con lo que viene a continuarse uno de los rasgos típicos de nuestra literatura: la tendencia al anonimato. Esto ha dado lugar a diversas conjeturas, habiéndose atribuido la obra, con más o menos fundamento, a Diego Hurtado de Mendoza y a otros muchos.

El Lazarillo de Tormes se escribió y se publicó cuando en España todo el mundo leía libros de caballería. El Lazarillo es precisamente todo lo contrario a éstos: la biografía de un ser de baja y vergonzosa familia, y cuyas aventuras, totalmente verosímiles, van encaminadas a lo más urgente, como es saciar el hambre para sobrevivir. Además, los hechos transcurren contemporáneamente en las ciudades y villas castellanas.

El libro, publicado cuando empezaba a ponerse de moda en España la artificiosa e idílica novela pastoril, se enfrenta con una realidad cruda y sin la menor concesión a la idealización o a la fantasía. Es una visión parcial de la sociedad contemporánea y una falsa autobiografía, ya que personas de la condición de Lázaro no sabían escribir ni podían imaginar que su vida interesara a nadie. En cambió, la novela es, desde el punto de vista literario, y precisamente por su parcialidad hacia lo desagradable, una extraordinaria innovación. Un ser insignificante se ha convertido en el protagonista de un libro, aunque sea en calidad de “antihéroe”, y la trama argumental ha dejado de tener una curva evolutiva en la acción para convertirse en un relato itinerante, cuyo asunto principal es la lucha contra el hambre, o la pura necesidad de subsistir.

Imagen: El Lazarillo de Tormes de Goya [Fuente: es.wikipedia.org]

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Biografia literatura

Nuestro caro y amado discípulo

Permítanme que me presente, lectores de este blog. Yo, Juan López de Hoyos, ejercía de Catedrático de Gramática en esta recién estrenada capital del reino cuando el joven Cervantes acudió a mi escuela para recibir lecciones de Gramática, Retórica y Oratoria. Era Miguel un discípulo sagaz  y hambriento de saber, pero con un carácter marcado por la tristeza del despertar de su niñez. Las experiencias míseras vividas junto a su familia habían impreso profundas  huellas de dolor en mi muy estimado alumno, cuando apenas estaba adquiriendo conciencia de realidad.

Por aquel año de 1567, era Madrid una ciudad de animada actividad. Funcionarios, comerciantes, pícaros y artistas discurrían por esta “Corte de las Españas”, que era así mismo avenida principal de la cultura occidental. En esta ciudad bulliciosa y de engrosada demografía, se vieron agigantados algunos de los defectos de la sociedad española de este siglo. El gusto por la ostentación, el desprecio al trabajo como ocupación vil, los delirios de nobleza, la abundancia de mendigos, vagabundos y desocupados eran parte del paisaje urbano de la Villa y Corte. El tratadista Sancho de Moncada, definió Madrid comoun mar sin suelo de vicios y viciosos, no echándose de ver tanto pecado en tan gran ruido“.

Las vidas de estos personajes callejeros, los pícaros, se verán reflejadas en la literatura hispana del Siglo de Oro, en un subgénero literario de nueva creación, la novela picaresca, que se iniciará con El Lazarillo de Tormes y extenderá su influencia hasta mediados del siglo XVII con la aparición de la llamada novela picaresca femenina, con títulos tan sugerentes como «La pícara Justina», «La hija de la Celestina» o «La garduña de Sevilla».

www.de-leon.com)

De mi formación humanista recibió mi alumno lecciones, y como premio a su dedicación decidí incluir en la publicación del año 1569 sobre las exequias de Isabel de Valois cuatro composiciones de mi caro y amado discípulo. Pero la desventura y el dolor perseguían a Miguel, pues el 15 de septiembre del mismo año se hizo público un mandamiento judicial por el que se procedía contra “Miguel de Cervantes, ausente y en rebeldía, acusado de haber producido heridas a un tal Antonio de Sigura, por lo que se le condenará con vergüenza pública a que se le corte la mano derecha, a destierro por diez años y otras penas“.

(Imagen: La pícara Justina – Biblioteca Sopena (Fuente: www.de-leon.com)

Quiero yo pensar que ese tal Miguel de Cervantes, perseguido por la justicia, era individuo distinto al autor del Quijote, aunque con mismo nombre y apellido. Sin embargo, hay que advertir, amados lectores, que tres meses más tarde Miguel se marchó a Roma, acaso por miedo, tal vez por ahorrarse la vergüenza de ser injustamente castigado, o quizás porque su espíritu aventurero lo desplazó hacia la Ciudad Eterna.

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Biografia literatura

El coloquio de los perros

La Novela Ejemplar El coloquio de los perros tiene como protagonistas a dos canes vagabundos que poseen la capacidad de hablar y razonar. De estas facultades se sirven para criticar la sociedad de la época en que vivió Cervantes. Estos personajes nos hablarán de primera mano acerca de la infancia de nuestro insigne escritor…

Wikipedia]

Cipión: Amigo Berganza, difícil es la tarea encomendada por estos truhanes que están elaborando este blog sobre nuestro insigne creador don Miguel, y que no es sino la ardua misión de referir la infancia y juventud de nuestro mentor.

Berganza: Cipión, hermano, ya que se nos ha dado el don de la palabra, pasemos pues a realizar el discurso, como si fuéramos capaces de razón, sobre lo que hemos oído referir acerca de su infancia. Cómo bien sabes, toda la vida de Cervantes es muy similar a una novela o, por mejor decir, una sucesión de novelas, todas tan desafortunadas y dolientes como la de su propio personaje más ilustre e inmortal: Don Quijote.

Cipión: Es conocido que Miguel nació en Alcalá de Henares por aquellos años de 1547. Eran sus padres el cirujano D. Rodrigo de Cervantes y Dª Leonor de Cortinas, matrimonio que ya había tenido tres hijos, llamados Andrés, Andrea y Luisa. Después de Miguel conocieron el mundo Rodrigo y Magdalena. Mucho tuvo que peregrinar esta familia por numerosas villas andaluzas y castellanas para buscar el sustento.

Se comenta amigo Berganza que la familia tuvo que abandonar con prisas la ciudad de Alcalá, pues el padre de nuestro creador acosado por las deudas se dirigió a la próspera Corte que por aquel entonces se encontraba asentada en Valladolid. Pero la suerte de don Rodrigo era poca y holgazana, y por sus débitos impagados fue encarcelado durante seis meses del año 1552, quedando todos sus bienes embargados y la familia muy mal trecha de esta desventura. Sólo al ser atendidas por las autoridades las alegaciones de hidalguía fue don Rodrigo puesto en libertad.

Nota aclaratoria: La infancia de Miguel de Cervantes es una etapa muy poco conocida de su vida, pues apenas existe documentación significativa a ella referida. Ya desde el siglo XVIII los cervantistas han querido completar estas lagunas con hipótesis derivadas de determinados pasajes de sus obras e incluso matices de su prosa, no siempre bien interpretados. Sin embargo, todavía quedan muchos misterios sin desvelar, que afectan no sólo a la infancia del escritor, sino a varios momentos decisivos de su existencia. Así pues, atendiendo a lo más probable, parece ser que Miguel de Cervantes no cursó estudios en ninguna Universidad pero si que asistiría a algún Colegio de la Compañía de Jesús (en Valladolid, en Córdoba o tal vez en Sevilla)

Berganza: Continuemos ahora la plática Cipión después de esta breve interrupción que es poco tiempo el que tenemos para contar esta vida y los trances que en ella acaecieron.

Cipión: Después de los seis meses de cárcel que soportó Don Rodrigo por sus infaltables deudas, la familia se trasladó a Córdoba en 1553. Dos años más tarde, en esta ciudad, Miguel ingresó en el Colegio de los Jesuitas. El padre de nuestro escritor, aunque poco afortunado, siempre se preocupó por la educación de sus hijos. El joven Miguel, ávido lector, fue siempre un estudiante aventajado e ingenioso. Sus hermanas también sabían leer, cosa poco habitual para las mujeres de la época.

Berganza: Si bien recuerdas, Cipión, en la Novela Ejemplar El Coloquio de los Perros donde nosotros somos los personajes principales, nuestro creador realiza una breve descripción de las costumbres al acudir a estudiar a un Colegio de Jesuitas, y cito literalmente: “Este mercader, pues, tenía dos hijos: el uno de doce y el otro de hasta catorce años, los cuales estudiaban gramática en el estudio de la Compañía de Jesús, iban con autoridad, con ayo y con pajes, que les llevaban los libros y aquel que llaman vademécum. El verlos ir con tanto aparato en sillas, si hacía sol, en coche, si llovía, me hizo considerar y reparar en la mucha llaneza con que su padre iba a la lonja a negociar sus negocios, porque no llevaba otro criado que un perro…

Cipión: Así es en verdad Berganza, pero continuemos con la narración para que no se haga muy pesada a nuestros lectores. En 1556 la familia partió hacia Sevilla, ciudad que era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera en importancia de Europa en estos años del siglo XVI.

La familia Cervantes no se instaló definitivamente en la ciudad hispalense, sino que en el año 1566 se sintió atraída por la villa de Madrid, que había sido convertida en capital por Felipe II y que era en una de las ciudades más prósperas de España. Como ves, Miguel aún no había cumplido los veinte años y ya había vivido en cinco de las más importes y florecientes ciudades de España, había visto a su padre en prisión por sus deudas, había estudiado en diversos centros, sobre todo con jesuitas y, aunque no se sabe con certeza que tuviera una formación universitaria, es evidente que tenía una sólida base humanística. Si además le sumas el hecho de que dos de sus hermanas se ganaran la vida de forma no muy acorde con la moral, ya tienes las raíces de una familia novelescamente apaleada por su propia existencia.

Imagen: Grabado de la edición de las Novelas Ejemplares de Antonio Sancha de 1783 [Fuente: Wikipedia]