Categories

Biografía

Miguel de Cervantes y Saavedra (Alcalá de Henares 1547-Madrid 1616) fue conocido como el “Príncipe de los Ingenios” y el “manco de Lepanto” y es, sin duda, uno de los escritores españoles más universales.

Se sabe que fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María la Mayor, de Alcalá de henares, lo que hace presumir que había nacido el 29 de septiembre, fiesta de San Miguel, ya que era frecuente en España dar el nombre del santo del día del nacimiento. Eran sus padres el cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor Cortinas; Miguel fue el cuarto entre siete hijos que tuvo el matrimonio.

De los veinte primeros años de su vida y, más especialmente, de su formación académica no se sabe nada seguro. Hacía 1551, la familia pasó a Valladolid, residencia entonces de la Corte, donde el padre no pudo abrirse camino, ya que muy pronto adquirió deudas que no pudo pagar. Sus bienes fueron confiscados y permaneció varios meses encarcelado. Finalmente, fue puesto en libertad al ser atendidas sus alegaciones de hidalguía. Cuando en 1561 la Corte se trasladó a Madrid, le siguió la familia Cervantes, como tantas otras que veían en ella posibilidades de soluciones económicas. Las primeras noticias que se refieren a los estudios de Miguel de Cervantes los encontramos en Madrid, pues se sabe con certeza que acudió a recibir formación junto al catedrático de gramática Juan López de Hoyos. Su primera composición poética es de esta época, y fue un soneto dedicado a la muerte de la reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II.

Su espíritu aventurero le llevó a entrar al servicio del cardenal Acquaviva, que estuvo en Madrid con una embajada del Papa, y con él se encontraría en Roma en el invierno de 1569. Sin embargo, otra ocupación le atrajo con mayor ímpetu en las tierras itálicas: la vida militar. Por aquél entonces se estaba concluyendo la alianza del Papa, España y Venecia contra el poderío turco. Ingresó enseguida en el tercio del maestre de campo Miguel de Montcada. Visitó con el tercio el centro de Italia y pasó a Ferrara y Venecia después de visitar Loreto. Estuvo en Génova y Nápoles en 1571.

En la batalla de Lepanto (7 de octubre de 1571), Miguel de Cervantes se encontraba en la galera llamada “Marquesa”; y existe amplia información segura sobre su actuación en esta batalla. Cuando se inició la acción tenía calentura, y su capitán don Diego de Urbina y otros compañeros suyos le recomendaron que no luchase, y que se quedara bajo cubierta. Cervantes se negó muy enojado y consiguió que su capitán le destinase a un lugar peligroso, al esquife, junto con otros doce soldados, donde peleó valientemente hasta que acabó la famosa batalla. En la lucha fue herido de un arcabuzazo en el pecho y en la mano izquierda (que le quedó anquilosada, defecto que no le impidió seguir luchando). Don Juan de Austria, hermanastro de Felipe II y Comandante General de la Santa Liga, conocedor del valeroso comportamiento de Cervantes le aumentó la soldada y premió su valioso comportamiento. En Mesina le curaron las heridas.

En abril de 1572, se incorporó a la compañía de Manuel Ponce de León, del tercio de Lope de Figueroa, y tomó parte en varias acciones de guerra, entre ellas las de Navarino y Túnez. Luego el tercio hizo vida de guarnición en Cedeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia, unos dos años que sin duda se consideran decisivos para la formación literaria de Cervantes, que se revelará siempre como un buen conocedor de la literatura italiana.

Miguel de Cervantes había dejado España en 1569. Seis años después, con un buen expediente militar, su valiente actuación en Lepanto y en posesión de cartas de recomendación firmadas por don Juan de Austria y por el duque de Sessa, podía volver a Madrid confiado en que nada desagradable le ocurriría. El 26 de septiembre del 1575, la galera “El sol”, en la que habían embarcado tres semanas antes Miguel de Cervantes y su hermano Rodrigo, cayó en manos del corsario Arnaut Mamí, no en las inmediaciones de las Tres Marías, como se pensó hasta hace poco, sino, como ha demostrado Juan Bautista Avalle Arce, a la altura de las costas catalanas, cerca de Cadaqués.

Llevado a Argel como esclavo, Cervantes padece un cautiverio de cinco años que dejará profunda huella en su obra, y muy especialmente en sus comedias de ambiente argelino -Los tratos de Argel y Los baños de Argel- así como en el Cuento del Cautivo, interpolado en la primera parte del Quijote. Durante este período, la conducta del escritor alcanza heroicas alturas. El futuro gran novelista se dedicó a organizar planes de evasión con los restantes prisioneros. Entre estas hazañas cabe destacar sus cuatro intentos frustrados de evasión, dos por tierra y dos por mar, en los cuales siempre quiso asumir la responsabilidad. Finalmente, el 19 de septiembre de 1580, Cervantes es rescatado por los padres trinitarios tras el pago de 500 ducados, suma obtenida por su familia con grandes esfuerzos.

Cuando el escritor regresó a España, contaba por aquel entonces treinta y tres años, y con este periodo acabó su vida heroica, que se nos revela infundida por un espíritu aventurero, audaz y viril. Cervantes llegaba a su patria tras once años de ausencia, sin ningún oficio que le permitiera ganarse la vida, y encontraba en Madrid a su familia en muy estrecha situación económica.

En mayo de 1581, Cervantes fue a Portugal, donde se encontraba Felipe II, con el propósito de conseguir alguna labor con la que mantenerse y pagar las deudas de su familia. El rey le encomendó una misión en Orán que llevó a cabo y de la que se sabe muy poco. Regresó a Madrid y, en febrero de 1582, Cervantes instaba a don Antonio de Eraso, del Consejo de Indias, a fin de obtener un empleo en América, que le fue denegado. Entre los años 1582 y 1583 se deben colocar varios episodios íntimos de la vida del autor. Unos presuntos amores con una tal Ana de Villafranca, también llamada Ana Franca de Rojas, esposa de un tabernero, que le dará una hija natural, Isabel, nacida en otoño de 1584; y, en diciembre del mismo año, su unión por legítimo matrimonio con Catalina de Salazar, hija de un hidalgo recién fallecido en Esquivias, tierra de viñedos y olivares. Este casamiento le lleva a afincarse en el pueblo de su mujer, sin perder con ello contacto con los medios literarios de la Corte.

Durante esta etapa el autor se estaba dedicando a la literatura respondiendo a su natural inclinación; casi simultáneamente con la publicación de La Galatea, novela pastoril, concebida y empezada mucho tiempo antes, se representaron con éxito sus comedias Los tratos de Argel y Numancia (1584). Hasta 1587 siguió escribiendo para el teatro, pero éste, tras la aparición de Lope de Vega, no le daba para vivir y marchó a Sevilla, tras haberse despedido de su mujer en circunstancias mal conocidas. Consiguió empleo en la ciudad andaluza como comisario para el acopio de víveres destinados a la armada y flota de las Indias y recaudador de contribuciones. En el ejercicio de su cargo recorrió diversos lugares de España, y sus andanzas le permitieron enfrentarse con tipos y caracteres, pueblos y paisajes, costumbres y usos, de lo cual tan maravilloso provecho había de sacar en su obra maestra. Cuestiones relacionadas con la redición de cuentas le acarrearon por tres o cuatro veces, y como trámite burocrático obligado, la prisión.

A partir de 1603 vive en Valladolid, donde se traslada de nuevo la Corte, y allí tiene su hogar compuesto exclusivamente de mujeres: su esposa, sus hermanas Andrea y Magdalena, Constanza, hija natural de Andrea, e Isabel, hija natural de Cervantes. Por aquel entonces se publica la primera parte de “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” (1605). Esta obra le da un extraordinario prestigio a Cervantes, que pasa a ser uno de los ingenios mas celebrados, leídos y aplaudidos. La fama, aunque no el bienestar económico, ha llegado por fin a Cervantes, pero muy poco después un desdichado lance cubre de oprobio a su familia. La noche del 27 de junio de 1605 es mortalmente herido, a la puerta de su casa vallisoletana, el caballero navarro don Gaspar de Ezpeleta. Este hecho da lugar a un nuevo proceso contra Cervantes pero nada puede probarse contra él.

En 1606 la Corte regresó a Madrid, y allí trasladó de nuevo su hogar Miguel de Cervantes. El éxito de la primera parte del Quijote, de la que se sucedían numerosas ediciones autorizadas y clandestinas, permitió al autor imprimir obras que tenía escritas desde tiempo atrás, y así, en 1613, se publicaron las Novelas ejemplares, El viaje del Parnaso (1614) y en 1615 la segunda parte del Quijote y el tomo de Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados.

El día viernes 22 de abril, Miguel de Cervantes fallece en su casa de Madrid. Al día siguiente, en la iglesia de San Sebastián, se consigna que su muerte ha ocurrido el sábado 23, pues era costumbre de la época que sólo quedara reflejada la fecha del entierro en los registros parroquiales. Cervantes fue inhumado en el convento de las Trinitarias Descalzas, donde no ha habido posibilidad de identificar sus restos.


Semblanza física y moral

Todavía se discute la autenticidad del retrato, firmado por Juan de Jáuregui, que conservamos de Cervantes, pero sus rasgos coinciden con los descritos por el propio autor del Quijote en el prólogo de las Novelas Ejemplares, publicadas en 1613:

Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño,
frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva,
aunque bien proporcionada; las barbas de plata,
que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes,
la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos,
porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos,
porque no tienen correspondencia los unos con los otros;
el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva,
antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies;
éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha,
y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino,
y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño.
Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos años,
y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades.
Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo,
herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa,
por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos,
ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas
del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria.

En cuanto a su semblanza moral, hay que destacar la dignidad y entereza con que supo hacer frente a la adversidad. Su vida, si la comparamos con las de otras figuras de la época -Lope, Quevedo, Calderón- nos causa una impresión dolorosa, más por la obscura miseria de su madurez que por los difíciles trances de su juventud, recordados más tarde con orgullo por el propio Cervantes. Es cierto que la publicación del Quijote le proporciono una gran fama, pero este éxito tardío no consiguió aliviar sus estrecheces económicas ni quizá le elevó al lugar que le correspondía en el ambiente literario de la época.

No obstante, el autor del Quijote superó todas las dificultades gracias a su extraordinaria nobleza de ánimo, a su fe en los valores del espíritu y a su inquebrantable optimismo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos necesarios están marcados *