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José E. Galiana Soler: una vida llena de amor a Valencia

Nació en Valencia, un 24 de mayo de 1894 en el seno de una cultivada familia de la pequeña burguesía. Durante su vida fue aparejador, escritor, dibujante, coleccionista, promotor turístico, e investigador amante del arte y la historia.
De su madre, Enriqueta heredó las dotes como dibujante. Su padre, José Luis que era abogado, le mostró las habilidades para el arte de escribir. El matrimonio aparece retratado en esta fotografía.

Además, el abuelo paterno, Salvador, había sido maestro de obras y así prosiguió el camino de la arquitectura.
Por la otra rama, su abuelo materno, Antonio, le transmitió el amor a Valencia y al arte. Y su abuela materna, Vicenta, le dejó las vivencias de Picaña y los recuerdos de la sombrerería sita en la calle de la abadía de san Martín.
Realiza estudios en el Instituto Luis Vives. Estudia Arquitectura Técnica en la Universidad de Valencia.
Entre sus obras plásticas de juventud: “La Cenicienta”: dibujo al carbón del año 1913.

“Un secuestrado”: dibujo a pluma, esta última es copia de Mariano Fortuny.

En la parte inferior Dama de Elche, escultura capital de la civilización ibérica, apunte realizado por José E. Galiana en 1914.

José E. Galiana retratado a los 28 años.
Estuvo centrado en el entorno catedralicio durante su vida. Prueba de ello, son los diseños y propuestas para este espacio urbano plasmados en distintos proyectos que se sucedieron durante cuatro décadas
En este sentido, podemos conocer sus actividades plásticas gracias a la colección de láminas de la Biblioteca Valenciana.
En 1914 José Enrique había cumplido 20 años y ofrece un repertorio creativo particularmente fructífero. Ya que realiza por una parte un estudio de la catedral con la “Planta del Templo Metropolitano: delineado en marzo.

A esto se añade, un proyecto de actuación urbanística en este ámbito espacial, diseñado en septiembre de 1914.
”Un dibujo que trataba de prefigurar – en perspectiva – la actual plaza de la Reina. Por su calidad, verosimilitud y alcance, la propuesta urbanística implícita en el proyecto interpretaba rigurosamente las trazas definidas por F. Aymami en su Plano general de reforma interior de la ciudad de Valencia, aprobado por real orden de 21 de agosto de 1911 ”.
“El proyecto de reforma urbana referido tenia ciertas concomitancias con las intervenciones propiciadas por Napoleón III”
“En él se pierde el efecto barroco de sorpresa a favor de la idea de fondo con perspectiva clasicista”. Hay que tener en cuenta que a principios del siglo XX la antigua trama urbana de la Plaza de la Reina era completamente distinta. “La puerta barroca de la catedral se descubría a través de la calle de Zaragoza”

Durante aquellos años de juventud realiza unos dibujos que son el testimonio de un viaje veraniego al Monasterio de El Escorial de julio de 1916. Fachada principal e Iglesia. Planta general.

En mayo de 1918 obtuvo una plaza de aparejador en el catastro urbano .

Durante aquel verano de 1922 dibujó en Chelva “Fachada y campanario de la Iglesia Parroquial”.

Fueron sus inicios como funcionario del catastro y su destino laboral estuvo en Teruel . De su paso por aquellas tierras turolenses queda una tarjeta postal “Calle Mayor de Albarracín, 1924.

Ese mismo año, estuvo realizando bocetos de la “Catedral Metropolitana, portada gótica y cimborio: octubre de 1922.

Uno de sus proyectos más conocidos era del la ampliación de la Basílica de los Desamparados hacia el sur, sobre los solares de la Almoina. De hecho, se conservan tarjetas postales que recrean una ampliación de la Capilla .

Entre estos proyectos para la reforma de la Basílica de la Virgen, estos dos bocetos fechados entre 1922 y 1924.
“Una nueva idea, ésta de José E. Galiana, era partidaria de ampliar la Capilla hacia el sur, sobre los solares de la Almoina. En 1925, la junta general de la Antigua y Real Cofradía acordó: que se lleve a la práctica el proyecto de Basílica”. En 1927, la Cofradía había reunido tres millones de pesetas de entonces, toda una fortuna, para la construcción de la Basílica de la Virgen”.
“En 1929, el arquitecto Juan Guardiola redactaba un proyecto de Basílica, cuyo edificio debería tener una planta útil de 40.000 m2 capaz de albergar a 150.000 personas. Otro proyecto fue elaborado por el arquitecto Eduardo Burgos Bosch. Y un tercero en ese mismo año lo presentaba José E. Galiana Soler. Surgieron numerosas aportaciones y colaboraciones, entre ellas la de Mariano Benlliure, quien se ofreció a embellecer el templo. Se abrió concurso público, que se publicó el comenzar el año 1931 en la Gaceta de Madrid, presentándose 10 anteproyectos, el cual ganó el arquitecto de Castellón Vicente Traver Tomás. El 14 de abril fue proclamada la República y quedaron paralizados todos los proyectos” .
La imagen recoge el segundo proyecto gráfico de José E. Galiana para ampliar la Basílica de la Virgen: planta, mayo de 1929.

“Vino la guerra civil y posguerra y hasta 1975 no volvería a moverse el viejísimo deseo de ampliar la Basílica. El 7 de mayo, el Ayuntamiento firmó las escrituras de compra o las expropiaciones de casas y suelo de los alrededores de la Capilla para ampliar la plaza. En los años 80, la Cofradía tenía compradas casas para derribar con cuyo suelo ampliar la Basílica. Aparecieron los restos arqueológicos de la Almoina y se paralizó todo. Ya nunca más se construiría un templo acorde a la gran devoción que despierta la patrona” . En la actualidad, este espacio está habilitado como museo arqueológico.
Estos hechos confirmaron las hipótesis sobre la ubicación de la Valencia romana que defendía el historiador Julián San Valero Aparisi en los años 60.
José E. Galiana escribió muchos artículos en prensa sobre arte de las provincias de Teruel y Valencia . Su trabajo en el catastro le ocupaba las mañanas y por las tardes se entregaba a su pasión por la escritura. De este modo, han quedado testimonios de sus quehaceres en las revistas: Construcción Arquitectónica, Germania, Valencia Atracción, La Voz Valenciana, Gaceta del Viajero, La Voz del Comercio, Sucrona, Pensat i Fet, y La Semana Gráfica.
Además, hay que mencionar otras publicaciones, citadas a continuación. Guía descriptiva de la Lonja de Valencia / por José E. Galiana. – Valencia : Tipo-Litografía y Relieves de Estanislao Machi, 1922.

Una segunda edición ampliada de la Lonja aparece en los años 30: “Guía descriptiva y artística de la Lonja” / por José E. Galiana; portada de Federico Mellado. — 2ª ed. — Valencia: [s.n.] ,1930 (Valencia: Imprenta de José Olmos)

Otro folleto a destacar es el que versa sobre El Palacio Municipal de la Exposición / por José E. Galiana. — Valencia: Imprenta Valderrobres, 1923.

Sobre estas líneas ilustración de un plan urbanístico para la reforma de la ciudad de Valencia: “Proyecto de gran plaza de la Glorieta: diciembre de 1925.

Su afición por la escritura unida a su espíritu apasionado por la cultura valenciana, le involucro plenamente en la labor de difusión de la Revista Valencia Atracción en la que actuaba como redactor jefe
Esta publicación fue el órgano de la Sociedad Valenciana para el Fomento del Turismo. Entidad fundada en 1919 por Manuel Feliu, el conde Trenor y otros intelectuales. Fue en septiembre de 1926, cuando la SVFT plasmó sus iniciativas en la revista con el objetivo que sirviese como propaganda y guía para los visitantes y excursionistas, dando a conocer lugares, edificios notables, obras de arte y fiestas de la ciudad y la región .

“Gracias a los esfuerzos de José E. Galiana, José Sanchis Sivera, Teodoro Llorente, Carlos Sarthou Carreres y José Rico de Estasen, que veían como una oportunidad para la prosperidad la promoción de la imagen turística a través de la difusión de la historia de Valencia, pronto consiguieron apoyos institucionales del ayuntamiento de la ciudad. A este primer bloque de colaboradores se fueron sumando Maximiliano Thous, Carles Salvador, Francesc Almela i Vives, Emili Beüt i Berenguer” .

La primera marca turística oficial de Valencia pasa por ser la acuñada por José E. Galiana (1929) «Ciudad de las flores» que se arropaba con símbolos costumbristas (escudo de la ciudad, Senyera, figura de Jaume I), y era producto de una poética marketización que recurría a atributos fuerza abigarrados y vinculados a la herencia del s. XIX .
En este contexto de trabajo aparece su obra más conocida la “Guía del turista en Valencia”. Reconocida como oficial de la ciudad por el ayuntamiento de Valencia en 1929. El propósito de la guía era contribuir a que desaparezca la incomprensible ignorancia que hasta ahora se ha tenido de Valencia bajo el punto de vista turístico .

Constituyó un referente para el visitante que se acercara a la ciudad con el ánimo de conocerla por el corpus de información tan amplio que contiene, ya que abarca todo tipo de fiestas, costumbres, itinerarios turísticos, y recursos culturales para disfrute del turista .
Hay que destacar el compromiso y afecto del autor y este mecenazgo cultural, ya que no se olvide, José Enrique fue quién, desinteresadamente publico la guía y se erigió en un ejemplo de ciudadano tal y cómo refleja su prologuista, Don José Candela, presidente de la Sociedad de Fomento del Turismo en aquellos años .
Enamorado de Valencia, frecuentaba el Ateneo, el Círculo de Bellas Artes y los Rat Penat. En este contexto, hay que mencionar las amistades y relaciones sociales que fueron determinantes durante toda su vida .
De este modo, su personalidad se erigió en una figura de su época, a través de numerosos artículos de estudio y difusión del patrimonio cultural y monumental.
En este sentido, curiosamente, hay un hecho que permite comprobar el prestigio y la consideración de José Enrique en la protección del patrimonio de su época. La lectura del artículo sobre la torre derruida del Castillo de Alaquas es ilustrativa a este respecto .
De todo lo ocurrido, puede extraerse esta reflexión sobre el desenlace de la acción humana. Lo que en un principio parece va a acontecer, restaurar y limpiar de tabiques el Castillo. Y lo que finalmente acaba ocurriendo con la torre derruida. La paradoja que puede darse en un acto humano. Por un lado, intereses que convergen en un sentido. Y por otro lado, fuerzas divergentes encerradas dentro del mismo hecho, que acaban imponiéndose. Ya que a veces la acción humana, en sí misma, encierra una contradicción en su propia naturaleza. Y el resultado a la postre fue y es, que no siempre se pueden conseguir los buenos propósitos que se persiguen.

Disfrutó de un viaje a Italia, como lo atestigua esta tarjeta postal: “Torre románica en el trayecto Pisa Roma : apunte del natural desde el tren, 1934 / dibujo de José E. Galiana.

En mayo de 1936 recrea en una lámina “Dos aspectos de la plaza de la Fuente Villar del Arzobispo”.

Tras la guerra civil retoma el proyecto de remodelación de la Plaza de la Reina con algunas modificaciones en sus planteamientos, tal y como muestra la imágen.“Un segundo proyecto gráfico de la plaza de la Reina. Detalle, mayo de 1948”.

En el año 1963 prosigue con la idea de un Miguelete al que corona un pináculo en un boceto para la terminación del “Micalet”.

Fue mecenas de arte, amigo de González Martí. En los años 60 realizó varias donaciones al Museo de Cerámica consistentes en barajas de naipes, cajas de cerillas con imágenes del Quijote, un cuadro con retrato de niña y un dibujo a plumilla sobre papel, algunos de ellos dedicados-como es el caso de este último dibujo. Como prueba de agradecimiento y reconocimiento público, González Martí, de forma regular hacia publicar en prensa todas las donaciones que el Museo recibía por parte de particulares. Hay que tener presente que su trabajo en el catastro le puso en contacto con la cerámica y su interés por su conservación como un legado a las generaciones venideras coincidió con muchos intelectuales de su época .
A esto hay que añadir la donación realizada al Museo de Prehistoria de Valencia. Ocho croquis originales del arquitecto Muguruza sobre la restauración ideal de diversos monumentos romanos de la ciudad de Sagunto .
Los recuerdos de su vida privada son muchos. Durante su juventud José Enrique se enamoró, aunque tuvo mala fortuna. Porque su novia murió desangrada a consecuencia de una operación de amigdalitis.
Posteriormente lo quisieron casar con otra persona. El no quiso y faltando pocas semanas para el enlace su hermano Luis tuvo que devolver los regalos de boda. Todos estos percances llevaron a empeorar la relación con su cuñada Emilia.
Su familia residía en Gran Vía Marqués del Turia nº 36, le llamaban la casa de los pajaritos. Durante aquellos años la familia había estado viviendo allí y a la muerte de su madre en 1945 continuó viviendo en el domicilio familiar que era arrendado.
Gracias al testimonio de Ana Cort Climent, he sabido que trabajó muchos años como aparejador con José Cort Botí que era arquitecto del catastro. “No presumía de ello, pero tampoco ocultaba que no iba a misa los domingos, aunque muchas tardes de su vida fue a la Basílica a rendir pleitesía a la mare de Deu, por quien sentía un amor de locura. El mismo que, en otro orden de cosas, sentía por todo lo valenciano: su bilingüismo era perfecto, tenía una buena cultura, sus amistades preferentemente pertenecían, como él mismo, a lo Rat Penat y en su casa tenía una excelente colección artística de la cultura valenciana. Era un hombre fiel a sus ideas y a sus principios.”
Entre las evocaciones difuminadas en la memoria, aparece José Enrique en un restaurante. Una comida compartida con su sobrino José Luis. El instante de ese tiempo de sosiego, que acontece durante la espera de la sobremesa. Distraído y con presteza se entretiene con su pasión. Dibuja ágilmente con la estilográfica en el reverso de un plato de loza. Ya lo conocen los camareros, más de uno guardará un plato de aquellos momentos.
Tenía un carácter un tanto excéntrico. Si bien las cosas son según las vemos. Unos pensaremos que prima un punto de vista y otros lo verán desde otra óptica. En este sentido, paso a comentar una anécdota, lo ocurrido en su actuación con el patrimonio familiar pictórico que albergaba en su casa. Allí colgaban cuadros reunidos gracias a las buenas relaciones que mantuvo su abuelo materno Antonio Soler con los pintores de sus tertulias. Buena parte de los cuadros son retratos de la familia Soler Moreno y constituyen un testimonio gráfico de indudable valor genealógico.
El caso es que lo que llama la atención de lo acontecido es que únicamente se lo comunicará a su hermano durante la celebración de las bodas de plata de Luis, celebradas en el Club Náutico. Comentó que había donado 20 cuadros de la familia al Ayuntamiento de Valencia. Y claro aquello cayó como una bomba para los comensales. Seguramente la intención de José Enrique haya sido generosa, altruista y finalmente facilite su conservación como bien público, si bien era patrimonio de la familia.
Estas fueron sus palabras: “Vecino de Valencia y enamorado de su patria por cuya cultura ha venido colaborando toda su vida atentamente: Que siguiendo la huella de otras personalidades y continuando sus propias donaciones en libros y elementos decorativos de pequeña importancia, aparte del afecto hacia la ciudad de su cuna que supuso la “Guía del Turista Valenciano”…” .
Esta donación se denominó colección Galiana Soler y se conserva en el Museo de la Ciudad. La forman obras de Joaquín Agrasot, Daniel Cortina, José Genovés Llansol, Vicente Castells, Miguel Parra, Juan Peiró, Manuel Jiménez Aranda, José Roger y Agustín Almar. Asimismo, hay unas tablas de los siglos XV, XVI y XVII anónimas .
Puede verse la noticia en varios diarios de fines de octubre de 1966: importante donación al Museo Histórico Municipal, una sala dedicada a las obras de arte que se han donado a la ciudad .
Todo esto ha llevado a una curiosa situación: Enriqueta Soler Moreno, la abuela de mi padre, tiene un retrato en el Museo de la Ciudad de Valencia. En realidad, los retratos de toda su familia están allí, aunque no estén expuestos públicamente, ya que en la actualidad se conservan en depósito.
Por otra parte, durante una visita al cementerio me comentaron que hay unos lienzos de temática religiosa, enormes y oscuros, adornando las paredes de la iglesia de dicho camposanto.
La soltería conlleva soledad, después de todo, siempre necesitamos el calor de los seres queridos. Y ese cariño lo recondujo con su sobrino, José Luis que guarda buenos recuerdos de su tío, siendo un niño sostenía una cinta métrica mientras realizaban una medición para el catastro.
Su hermano Luis tenía un carácter muy austero, era hombre de pocas palabras y esto le llevaba a no ser muy comunicativo. En realidad, los dos hermanos eran bastante diferentes en cuanto a su carácter. José Enrique era una persona más abierta y sociable. Por otra parte, la relación con su nuera Emilia no era afortunada y chocaban habitualmente. Ella era una defensora del régimen imperante. Porque José Enrique era republicano y antimonárquico.
Solía telefonear por las noches al domicilio de su hermano Luis mientras estaban frente al televisor viendo una película en blanco y negro. Era una situación frecuente y mandaban al sobrino que cogiera el teléfono para atenderlo. Y mi padre de buena gana interrumpía la sesión para atender las necesidades afectivas de su tío Pepe.
A través de los años esa relación creció y fue a más con el paso del tiempo. Cuando José Luis conoció a su novia María Vicenta y se la presentó a su tío volvió a llenarse el corazón de amor. Aquella jovencita le recordaba a su añorada hermana Vicenta y siempre se mostró encantado por la lozanía, simpatía y dulzura de mi madre.
A José Enrique le gustaba hablar en valenciano. En aquellos años, socialmente estaba mal visto usar nuestra lengua vernácula. Y el que lo hacía se arriesgaba a que lo señalarán públicamente como una persona inculta. Todo esto era debido a la idiosincrasia que postulaba el régimen franquista.
Creo que hay una relación entre el hecho de que mi madre me comentase que la barraca de su familia fue premiada al mérito turístico con la circunstancia de que José Enrique estaba vinculado a ese mundo de promoción turística.
En ocasiones, arrastrado por los recuerdos, iba con María Vicenta a la cafetería Monterrey que estaba casualmente muy próxima a al domicilio de su abuelo materno Antonio Soler. Junto a la esquina de la Iglesia de san Martin y el hotel Bristol, cercano a la desaparecida sombrerería de la calle de la Abadía san Martín nº 2.
Esta relación tan estrecha le llevó a su muerte a dejar la herencia en su totalidad a su sobrino José Luis, aunque él la rechazó por respeto a la familia y se la entregó a su padre Luis. Pasaron los años y la herencia volvió al hogar de su sobrino.
Durante esos días desde la cafetería Goya, le llevaban la comida en cazuelas a su casa. José Enrique ya había cumplido años y gracias a sus relaciones le cuidaron. Si bien es cierto que no era su familia la que se hacía cargo de estos servicios. Una mujer, Josefina, había estado limpiando en su casa durante años y luego iba a su casa a cuidar a su familia.
Pasaron los años y todos habían envejecido. El marido de Josefina, Vicente, había perdido la visión y acabó viviendo en la casa de los pajaritos haciendo compañía a José Enrique.
Cuando murieron Josefina y Vicente. El marido de su hija Pepita, una joven de mejillas sonrosadas, era cocinero en el restaurante Navarro y le cuidaba por las noches después de finalizar su trabajo.
En conclusión, José Enrique Galiana Soler, acabó siendo un personaje peculiar y querido dentro de la sociedad valenciana y tuvo un gran reconocimiento en su funeral por las personas que lo conocieron. Esa sencillez, ese amor a la humanidad, fue la herencia que recibió de su abuelo materno Antonio Bosca Soler y fue la que nos legó.
Acudieron muchas personas a su funeral, entre ellas, su amigo el alcalde de Valencia, Rincón de Arellano.
La huella que ha dejado en nuestra cultura se descubre a través de los artículos que hablan de su amor a Valencia y de su espíritu altruista que en transcurso del tiempo se trasladan a los nuevos soportes de información.


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