En 1946,Enrique Álvarez López publica un ensayo biográfico y crítico de los estudios de Antonio José Cavanilles .
Conocemos un párrafo suyo, fragmento manuscrito que hemos hallado entre otros papeles, que pinta admirablemente su actitud frente a las teorías científicas, y que de seguro, sin tener ni pretender siquiera aires de novedad absoluta, formula elegantemente un precepto que,pareciendo obvio, olvidan los científicos con gran frecuencia: «La verdad ha de prevalecer sobre las opiniones; de aquí la necesidad de perfeccionar las ideas, los caracteres y el sistema; todos padecen alteraciones al paso que se descubren nuevas producciones. Las ciencias naturales han de concordar con los hechos para que sean perfectas; de éstos han de nacer los principios generales, sin forzar los nuevos descubrimientos a las pretendidas leyes o axiomas generales, y, por lo mismo, no son reprehensibles los que generalizaron los seres que conocieron,sino los que se obstinan en adoptar las máximas antiguas contra los datos que nos suministran los nuevos conocimientos.En el desarrollo de la botánica española del siglo XVIII, Cavanilles representa una rama independiente que se va a continuar en una floraciónde discípulos, a la cabeza de los cuales figurarán Lagasca y Clemente;culpa de circunstancias adversas ha sido que esta escuela no se prolongara y continuara multiplicando sus trabajos y sus frutos.Por último, Cavanilles introdujo con sus estudios y experiencias personales nuevos puntos de vista en la organización y dirección del Jardín Botánico de Madrid, y creó rápidamente en su cátedra un semillero de discípulos que habían de ensalzar su nombre y continuar su labor.