Concha Alós en Budapest

Me he traído a Concha Alós a Budapest. No es posible saber a ciencia cierta si realmente ella visitó la ciudad. No se han encontrado referencias −cartas, postales o anotaciones en la agenda personal− sobre si estuvo alguna vez en la capital húngara. Tenemos en cambio, gracias a las pistas de Amparo Ayora del Olmo, una carta del 9 de septiembre de 1966 en la que cuenta a su hermana que estará en Bruselas dando conferencias hasta finales de mes. Lástima no disponer de una prueba tan rotunda como esta sobre una estancia en Budapest. Quien muy posiblemente pisó la tierra de los magiares fue su ex pareja Baltasar Porcel. No puedo determinar la fecha exacta de su viaje, si es que realmente lo hizo; aunque puedo intuir que así fue.

La sospecha viene incentivada a partir de la localización de un cuento de él publicado en el semanario catalán Destino el 28 de marzo de 1985, justo cuando la revista decidió volver a las andadas tras varios años de silencio en los quioscos. El cuento, «Las pasiones de un rumano» (pp. 95-98), narra las reflexiones de un intelectual rumano que se aburre en sobremanera charlando con una dama de postín, la señora Rákos, bien emperifollada con pieles y piedras preciosas, en la cafetería más emblemática de la ciudad de Pest en el corazón de la plaza Vörösmarty: el café Gerbaud, cercano «al silencioso Danubio», tal y como lo describe el narrador del cuento. Ese café, uno de los más antiguos de Europa −inaugurado en 1858−, pronto se convirtió en un lugar relevante y distinguido para las tertulias. El relato, independientemente de mi gusto personal que aquí me ahorraré, aprovecha las alusiones históricas sobre intrigas palaciegas de los tiempos de Beatriz de Aragón y sus nupcias con el rey Matías Corvino (s. XV) para transmitir la desidia del protagonista que vive apáticamente su estancia en Budapest. Describe, además, la atmósfera mortecina de la ciudad otoñal en los albores del invierno. Es decir, frío y largas tardes sumidas en la oscuridad del hemisferio norte. La recreación del ambiente budapetense resulta vívido, verosímil, real. Sólo si se ha estado en la ciudad se puede captar esa ambientación con ese nivel de nitidez, de ahí mi sospecha.

El caso es que leí este cuento justo en mitad de mi estancia en Budapest. La lectura, quizá sea por el apego que siento hacia nuestra escritora, me movió algo por dentro. Me dio por divagar y se me ocurrió la fatal ideal de que, seguramente, Baltasar Porcel viajara a Hungría después de abandonar a Concha Alós. Me dio mucha pena pensar, con lo enamorada que ella estaba, que hubiera perdido la oportunidad o el interés de conocer una ciudad tan bella y monumental como Budapest, llena de rincones secretos increíblemente acogedores. Concha Alós habría disfrutado muchísimo los paseos junto al Danubio que, aun callado, es majestuoso y encandila. También puede ponerse bravo y bajar crecido y abombado como un vientre, pero las nieves del invierno mitigan la amenaza. De haber visto Concha Alós Budapest, no me cabe duda, ella habría escrito un cuento mucho mejor que «Las pasiones de un rumano». Apuesto mi mano derecha a que su relato sería más humano y menos pedante.

Al margen de mi juicio personal −que no he podido evitar emitir la cuña publicitaria−, la lectura de ese cuento me condujo a tomarme más a pecho la reivindicación de su figura como escritora indispensable dentro de las letras españolas en la capital húngara. Entre las labores académicas que he de desempeñar aquí, doy clases a unas alumnas magníficas de la Universidad Eötvös Loránd (ELTE). Se trata de una asignatura planteada a modo de seminario donde trabajamos textos de autoras españolas pertenecientes al siglo XX. Justo ayer, tocó hablar de Concha Alós. Tenía claro que nuestra escritora iba a formar parte, sí o sí, del plan de estudios de la asignatura. Pero cuando leí el cuento de Baltasar Porcel, entendí que la clase dedicada a Concha Alós tenía que brillar más que ninguna otra. Y así lo intenté.

Foto propia. Budapest, 10 de septiembre de 2024. Imagen tomada desde el Bastión de los pescadores. Panorámica del Danubio: al fondo el Puente de las cadenas y más al fondo, el Parlamento.

El cuatrimestre está ya llegando a su final, en apenas dos sesiones más la asignatura habrá concluido y, con ella, el periplo por las escritoras españolas del XX. En este tiempo, si he conseguido algo como docente −me parece− ha sido motivar a las chicas a partir de la creación en manos de mujeres que, por cuestiones del guion patriarcal que todas y todos conocemos, han sido mayormente arrinconadas en la periferia del canon. Para la clase de ayer propuse la lectura de tres cuentos de Concha Alós recopilados en Rey de gatos. Narraciones antropófagas (1972): «El leproso»; «Sutter’s Gold» y «La coraza» que cierra la colección de relatos del libro. Con el primero, se sintieron intrigadas: «una lectura muy diferente a las otras», me dijo una alumna. El segundo levantó cejas de ambigüedad. Pero el tercero, el tercero las dejó boquiabiertas. Dimos más espacio a este último. Concha Alós plantea desde el elemento insólito, un tanto al modo kafkiano, un debate pertinente sobre los derroteros de la liberación sexual de la época: está bien trivializar el sexo, sí, divertirse con él, por supuesto, pero de qué manera y a qué precio, ¿están las dos partes implicadas al mismo nivel de comprensión y aceptación?

La protagonista de «La coraza» se cuestiona en un monólogo interior si realmente desea o no al hombre que tiene encima de ella besándola, apretándole los senos, penetrándola. Se pregunta en cada embestida por qué consintió aquel encuentro, por qué se dejó llevar por los consejos de su psicólogo cuando le dijo la tópica frase de «un clavo saca a otro clavo», aunque la autora utiliza otra expresión para decir lo mismo. Finalmente, la protagonista se transforma en un insecto, parecida a una mantis religiosa, le ha crecido una coraza que la protegerá en adelante de esas relaciones vacías, mecánicas, porque sí. Ella será en lo próximo quien utilice a sus amantes para su placer, cual objetos desechables, del mismo modo que lo estaban haciendo ellos. La denuncia es obvia: a eso se reduce, según los dogmas de la liberación sexual, la mercantilización de las relaciones, sin reflexión, sin debate, sin verdadera comunicación entre los interesados.

Quiero pensar que la lectura de «La coraza» haya calado hondo −porque el mensaje creo que es potente− a estas alumnas inteligentes y despiertas que me han tocado en suerte. Quiero pensar que la clase de ayer, aunque sea a pequeña escala, acercó a Concha Alós a un contexto universitario que de otra manera hubiera pasado desapercibida. Concha Alós, quizá nunca estuvo en Budapest. Estoy segura de que, si hubiera tenido oportunidad, le habría encantado pasearla colgada del brazo de su amado que, como en el cuento «La coraza», la abandonó por otra mujer más joven. Leyendo «Las pasiones de un rumano», se me ocurre que casi ha sido mejor no haber estado en Budapest al lado de un petulante intelectual. Creo que Budapest cerró su «cielo plomizo» asqueada, aburrida. Mi fantasía me hace pensar que Concha Alós habría venido en primavera cuando los árboles rebosan verde y las flores estallan en miles de colores con olores dulzones y pegajosos, la vitalidad que a ella le gustaba resaltar en su literatura. El cielo habría estado alto y azul con nubes graciosas pintadas en el rosa atardecer del Danubio. Concha Alós habría dibujado la ciudad con otros tonos, estoy completamente segura. Yo no tengo su gracia, ni su talento… por lo que ni me atrevo a hacer un intento al modo que ya hice con la entrada de «Yo, Germán». Me conformo con traer a Concha Alós conmigo y exponer su palabra allá donde voy. Humildemente, desde el ámbito académico, pongo mi granito de arena y dejo que a las alumnas les brillen los ojos con su escritura, porque Concha Alós tiene mucho que decir a la juventud y «La coraza» es un cuento robusto, ambarino como el abdomen de la protagonista mutante: la trivialización del sexo conduce al consumo de carne en busca de sangre fresca, pero no se disfruta, no es una experiencia auténtica. El placer no va de eso. Concha Alós lo sabe bien. Las alumnas así lo entendieron. Y Budapest, ayer, hizo a su cielo llorar.

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Imagen de la edición de Rey de gatos. Narraciones antropófagas (2019) de la mano de La Navaja Suiza.

Ignacio Martínez de Pisón está por Concha Alós

Hace tiempo que venía sospechando del emblemático escritor de Carreteras secundarias (1996). Desde su publicación en La Vanguardia (10-III-2023) «La posteridad, amigas mías» −donde habla sobre la riqueza cultural que implica reconsiderar y valorar a escritoras tan potentes como Luisa Carnés y nuestra Concha Alós−, observé un respeto especial de escritor a escritora de sincera evocación. Más tarde, escuchando el podcast de El País (6-IX-2024) en el que Ignacio Martínez de Pisón era entrevistado por Berna González Harbour con motivo de la promoción de su última creación Ropa de casa (2024), me di cuenta de que ese «respeto especial» se transformaba en admiración profunda. A partir del minuto quince del audio, Ignacio Martínez de Pisón menciona a Concha Alós como «una de las reinas de la literatura española de los años sesenta», reivindicando el injusto olvido en el que fue subsumida la figura de la autora, y como ella, «muchos otros», dice el escritor y como ella, muchas otras, añado yo.

Con la sospecha rondando cerca de la oreja como una moscarda en las siestas del verano, me doy cuenta de que tengo que salir de dudas y averiguar cuánto impacto ha podido producir la literatura de Concha Alós en Ignacio Martínez de Pisón. Así que, me decido a escribirle directamente, gracias al capote de mi querido director de tesis Juan Antonio Ríos Carratalá. Sinceramente, me podía la vergüenza de dirigirme a él porque únicamente había leído Carreteras secundarias (era lectura obligatoria de clase) y, para colmo, había ido a una de las presentaciones de su penúltima novela Castillos de fuego (2023) y tuve el cuajo de irme después sin un ejemplar con su firma. No le dije ni una palabra. Visto y no visto. En mi defensa diré que me acuciaba una fuerte migraña. La intensidad del dolor comenzaba a apretar algunas tuercas de mi parte derecha de las sienes. Sin embargo, en el fondo de mi corazón sabía que la migraña era una excusa barata y que estaba desaprovechando una oportunidad de oro para conocerle. Pero me fui. También puedo argumentar lo diminuta y estúpida que me sentí delante de Rosa Montero mientras me firmaba La loca de la casa (2003). Fue bastante antes de la presentación de Castillos de fuego, pero no pude evitar sentirme igual de ridícula, sin saber qué decir, ¿qué decirle a un gran escritor al que has admirado y que te ha inspirado para tus cuartillas inútiles del cajón? Recordando mi anécdota con Rosa Montero que ahora no viene muy a cuento, me fui. En realidad, nos fuimos: yo, mi dolor de cabeza y mi vergüenza.

El caso es que, superando todas mis cortapisas, me decido a escribirle. Le pregunto cuándo y cómo llegó Concha Alós a la vida de Ignacio Martínez de Pisón. Me responde que fue gracias a las reediciones de La Navaja Suiza −comenzaron a editar sus obras en 2019 con Rey de gatos. Narraciones antropófagas, luego siguieron Los enanos, El caballo rojo…−. Me cuenta, además, que él intercedió para que Las hogueras volvieran a ver la luz en su sesenta aniversario. Me maravillo. Le cuento otros proyectos que estamos llevando a cabo. Me felicita. La conversación vía correo electrónico fluye con una normalidad aplastante que a mí me hace abofetearme mentalmente por mi injustificado aplomo del pasado. Finalmente, me confirma que considera a Concha Alós una gran escritora del realismo social. La novela Las hogueras le impacta por su tremenda actualidad, a pesar de soplar sesenta velas ya. Los enanos, El caballo rojo… son ficciones que han calado en Ignacio Martínez de Pisón por su rotunda calidad de testimonio. Literalmente, son obras imprescindibles de nuestro legado cultural. Por eso, es esencial que no olvidemos a estas figuras que, con su osadía en la pluma, escribieron negro sobre blanco las calamidades de una época particularmente gris.

Ignacio Martínez de Pisón está determinado a colaborar activamente en esta labor de rescate de la escritora. Me comenta que está preparando otro artículo para La Vanguardia, ha salido hoy mismo (14-XI-2024), «Escritoras de armas tomar». Se compromete a facilitarme el texto −no tengo suscripción a la cabecera, ya me pesa− y, fiel a su promesa, esta mañana a primera hora tengo la captura de pantalla en mi bandeja de entrada. Gracias, querido Ignacio. A mí se me hace corto el artículo. Es un texto bello en el que enlaza sabiamente las agallas de Emilia Pardo Bazán, que luchó a capa y espada contra los convencionalismos de su época, con la valentía de Concha Alós que también luchó a su manera con los preceptos sociales del más rancio franquismo. Emilia Pardo Bazán fue caricaturizada como una «marimacho» por su talento literario más propio, naturalmente, del varón. Concha Alós, nacida un año después de la muerte de su colega decimonónica −según hila sabiamente Ignacio Martínez de Pisón−, fue criticada por su tono soez y directo, por retratar la miseria de una manera cruda, en definitiva, por no escribir con un estilo al esperado a las buenas señoritas. Tiene mucha razón Ignacio Martínez de Pisón cuando asegura que ambas escritoras fueron «escritoras de armas tomar». Pero ocurre otra cosa importante en su artículo, algo que imagino totalmente deliberado por su parte: sitúa en paralelo a Concha Alós y a Emilia Pardo Bazán. Esto es sinónimo de elevar la figura de la primera a la altura del reconocimiento de la segunda. A mi parecer, la equiparación de una con la otra es síntoma de una búsqueda de dignificación de la literatura de Concha Alós, de ponerla en el pedestal de nuestra historia literaria, de situarla en lo alto del canon cultural español. No es casual que también mencione a las tres grandes que han sobrevivido a este canon, tan deseable como discriminante: Carmen Laforet, Ana María Matute y Carmen Martín Gaite.    

Ignacio Martínez de Pisón se lamenta al final del artículo y desvela la terrible verdad que ya comentó en anteriores ocasiones: igual que Concha Alós, puede haber (de hecho, las hay) más escritoras «(y escritores)», como bien puntualiza, que hayan sido sepultados en el olvido. Esta afirmación viene a remarcar la importancia de no perder el timón y siempre estar dispuesto o dispuesta a buscar más allá de las figuras canónicas que llegan a nosotros de manera abierta. Quién sabe cuántas sorpresas y tesoros estaremos dejando pasar… La buena noticia, dice Ignacio Martínez de Pisón, es que, en lo que respecta a Concha Alós, «su lanzamiento es imparable». Así lo queremos pensar las alosianas, aunque hay que seguir trabajando para que este furor renovado con Las hogueras, no caiga en una moda pasajera. No hay duda de que Ignacio Martínez de Pisón está de nuestro lado y su admiración por la escritora, no sólo la dignifica, sino también la envuelve de una legitimidad que bloquea cualquier atisbo de caída del lugar relevante en el mundo de las letras que le corresponde a Concha Alós. Estar por Concha Alós es quererla, es admirarla y es respetarla. Estar por Concha Alós es reivindicar su figura, elevarla al sitio del que nunca debería haberse ido. Y todo esto, amigos míos, lo hace concienzudamente Ignacio Martínez de Pisón. Gracias.

Ignacio Martínez de Pisón en 2020. Foto de ABC (24-IX-2020). Entrevista.

Remitente: Pere Montaner. Alhama de Aragón, 50230

La investigación tiene sus puntos de ironía o, quizá, ingenuos por parte del investigador. Investigadora en este caso. A veces, las búsquedas de referencias conducen a verdaderos puntos de luz −hallazgos que te resuelven una buena parte del enigma− y, otras, te dejan en la más flagrante oscuridad porque la pista se perdió, fue pasto de las llamas o de alguna inundación diluviana o el perro se la comió. Pero de las referencias ficticias todavía no había sido víctima… hasta ahora.

Mi afán recopilador de cada referencia −aun con aroma a merchandising− que lleve el nombre de Concha Alós me empuja arrimarme a cualquier árbol como mosquito a la lámpara de luz ultravioleta. La analogía está bien traída porque, a veces, efectivamente, puedes salir escaldado. En esta ocasión no hubo chispazo abrasador, pero sí unas risas. Al menos, las mías hacia mí misma por impulsiva. Digo impulsiva porque si me hubiera detenido a tiempo a inspeccionar la web de mi hallazgo, quizá me hubiera dado cuenta de que se trataba de un espacio narrativo y no de un lugar al puro estilo periodístico con aspiraciones a contar hechos reales o con ciertas ínfulas académicas divulgativas como fue mi primer pensamiento. Me estoy adelantando. Voy a empezar por el principio.

Un caluroso 23 de agosto de este verano recién concluido, rastreo por internet las posibles nuevas referencias sobre Concha Alós −ya sean entradas de blog, notas de prensa, etc.−. Entonces, mis ojos se topan con La Charca Literaria, una revista digital. Leo la entrada dedicada a mi autora escrita magistralmente por Pere Montaner. El título es sugerente: «Concha Alós: del tremendismo al olvido». Yo, acostumbrada como estoy a este tipo de reseñas, leo casi aburrida y sin demasiada esperanza de encontrar nada fuera del tiesto de la información habitual en estos casos. Hasta que en el cuarto párrafo aparece:

Movido por la lectura de Rey de gatos, echo mano del baúl de los recuerdos y caigo en la cuenta de que mi padre ya leía y comentaba las novelas de esta escritora, a la que conoció fugazmente en un balneario de Alhama de Aragón, a mediados de los setenta. Por lo visto allí solía recalar Concha cuando necesitaba olvidarse de su turbulenta relación con Baltasar Porcel.

What? O sea. What? ¿Concha Alós en Alhama de Aragón? ¿Desde cuándo iba a refugiarse allí? ¿Cómo había sido posible que semejante dato me hubiera pasado desapercibido hasta ahora? Me he entrevistado con la hermana de Concha Alós, con sus sobrinos… Amparo Ayora del Olmo ha rastreado la vida de Concha Alós desde sus cimientos en Castellón de la Plana… Mi cabeza daba vueltas con este nuevo descubrimiento. Era imposible, ¿qué se le había perdido a Concha Alós en Alhama de Aragón cuando a ella le gustaba veranear en Calafell? Luego, después del primer arrebato, pienso más calmadamente que cómo podía ser tan maniquea o abstrusa y no ser capaz de pensar que Concha Alós, independientemente de dónde veranease, durante el resto del año podía ir a donde le diera la real gana y si le apetecía remojarse los pinreles en reparadoras aguas termales pues por qué no. Entonces, continué leyendo:

Al hojear Las hogueras descubro en su interior algunas notas caligráficas de mi padre y una carta firmada por Concha Alós dirigida a él. Por lo visto compartieron en Alhama de Aragón una tarde de charla y el interés por intercambiar vivencias y lecturas. Mi padre debió enseñarle alguno de sus cuentos, que enviaba, sin fortuna, a concursos literarios. Y ella juzgó que los personajes y temas que abordaba —de un realismo humorístico, en la línea de Azcona o de La Codorniz— sobraban en un mundo donde los escritores apostaban ya por el realismo mágico y la experimentación literaria. Era la moda. A juicio de Concha Alós —tal como puede leerse en esa carta—, convenía ir abandonando la descomposición moral de la posguerra y narrar otras historias, otros temas. Los cuentos de mi padre, por el contrario, continuaban dando protagonismo a los enanos, esos personajes pequeñitos y ridículos que salen en las películas de Berlanga y el neorrealismo italiano. Y esa era una vía agotada, según la Concha Alós de entonces.

Aquí, explota mi cabeza. O sea: tengo claro que mi objetivo es contactar con el autor de esta entrada, preguntarle por esa carta, preguntarle por ese padre, preguntarle por ese momento del balneario, pedirle que me deje ver la carta, aunque no la incorpore a la tesis. Me da igual. Soy adicta a Concha Alós, cualquier cosa de ella, tanto si es de sus escritos como de su vida privada, me produce éxtasis. Lo quiero saber todo, todo. Así que, me puse manos a la obra. Busqué a Pere Montaner por internet sin demasiada suerte. Sin embargo, una mini pista me dice dónde puedo encontrarle. Escribo a la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña. Es verano. Spoiler: mi correo se pierde en spam. O algo similar porque el tiempo pasó y no obtuve respuesta. Pero como tengo una virtud muy edificante: soy más pesada que una vaca en brazos o que un collar de melones −según aseguraba mi seño de primaria, Dori−, vuelvo a escribirles a finales de septiembre. Esta vez con mejores resultados.

La Asociación tiene la gentileza de reenviar mi correo suplicante a Pere Montaner. Y ¡sorpresa! Me responde enseguida. Salen lágrimas de mis ojos cuando leo su nombre en la bandeja de entrada. «Voy a leer esa carta», me digo emocionada. Pero rápidamente pincha mi burbuja: La Charca Literaria es precisamente eso: una revista literaria donde sus numerosos colaboradores escriben literatura, es decir, ficción. Por tanto, esa carta nunca se escribió. El papá de Pere Montaner nunca conoció a Concha Alós, aunque sí es cierto que la leía, y tampoco hay manera de saber si Concha Alós se refugió alguna vez en ese idílico pueblo de la comarca de Calatayud. Si en medio de mi furor investigador cuando leí las palabras de Pere me hubiera detenido, tan sólo un instante, a indagar un poco −un poquito, tampoco hacía falta meterse en las tripas de una catacumba− sobre el ánimo literario de la revista, me hubiera ahorrado semejante chasco. Me pudo la embriaguez.

No obstante, he de romper una lanza por mí porque, a pesar de mi fracasado hito, la historia acaba con final feliz. Pues, nuestro contacto −dentro de la anécdota que delata mis pasos de investigadora novata (o arrebatada)− ha abierto una puerta a una cordial amistad. Así que, no habrá carta con código postal de Alhama de Aragón, pero a cambio tengo el placer de contar con una conversación amiga. Me imagino a Pere Montaner leyendo mi correo: «Esta chica no se entera de nada»; «Mira que creerse que…»; «Pero ¿cómo no fijarse en…?» y luego respondiendo con toda la paciencia del mundo, aclarando mi entuerto. También me lo imagino sopesando la tentadora posibilidad de seguirme el juego: «Sí, se conocieron en la primavera de 1978. Ella escribía notas para su próxima novela en un cuaderno azul oscuro con los bordes gastados, mirando al horizonte muchas veces y sorbiendo lenta su zumito de naranja con un toque de ponche. Mi padre la reconoció por las fotos de la prensa y, realmente, la admiraba desde su novela Los enanos. Así que se acercó a ella y le pidió permiso para compartir asiento en la terraza de aquel alejado balneario, como el hotel de El resplandor». Pero lo pensó mejor. Se dijo: «si le miento en algo así, me pedirá la estúpida carta, lo único que quiere es leer mezquinamente ese trozo de intimidad». No. No podía mentirme. Era más sensato explicarme amablemente mi metedura de pata y, de paso, pedirme felizmente que «chapoteara» en La Charca. Gracias por la lección, querido Pere.

Ayer y hoy, siempre Concha Alós

La semana ha comenzado alosiana. Ayer, ElDiario.es publicaba un artículo dedicado a la escritora: «Concha Alós, la escritora que puso voz al deseo femenino en los años represores del franquismo». La periodista Cristina Ros realiza una lúcida y sensible reseña sobre Las hogueras, recordemos recién recuperada por Seix Barral. Digo que es lúcida porque ofrece una lectura muy detallada de la novela en la que retrata acertadamente cada uno de los personajes que habitan en la obra. Y digo sensible porque no se limita a perfilar protagonistas o describir situaciones, sino que, además, da en el clavo al observar el verdadero tema de fondo de Las hogueras: la soledad radical en la que viven sumidos los personajes (femeninos y masculinos), el ensimismamiento y los pocos recursos disponibles, socialmente hablando, para desarrollar interrelaciones de una manera auténtica. Esto es: respetando la vida misma, lejos de los convencionalismos sociales, tan nocivos, tan destructores del individuo. Las hogueras lo demuestran. Concha Alós nos lo hace ver en cada una de sus obras.

La semana continúa alosiana. Hoy, el diario Las Provincias amanece con otro artículo dedicado a Concha Alós. Esta vez de la mano de Carmen Velasco, jefa de sección del área de Cultura. Tuve el placer de entablar una conversación telefónica con ella muy amena y muy llena de Concha Alós. Fue delicioso poder transmitir el valor literario de nuestra autora de cabecera y sentir que al otro lado del hilo telefónico había verdadero interés por la escritora y su obra. El reportaje de Carmen Velasco es impecable y delicado, muy respetuoso con Concha Alós y mi testimonio. No puedo más que darle las gracias. Carmen Velasco contactó conmigo gracias a este blog que, poco a poco, va haciéndose un hueco entre el panorama alosiano −la periodista lo tilda de «auténtica Biblia», yo no diría tanto, pero se agradece el cumplido porque me da fuerzas para continuar con la labor de divulgación−. Pues bien, aprovecho el tirón del blog para agradecerle públicamente su interés y su mimo por Concha Alós. Además de su rápida escritura. Abruma su eficiencia periodística.

Imagen cedida por Carmen Velasco. Se trata de su artículo en Las Provincias ya que la versión online no puede leerse completa si no se dispone de suscripción al diario valenciano. Gracias por la gentileza, Carmen.

Ayer y hoy, nuestra Concha Alós sigue en la cresta de la ola. No sé si conseguiremos entre toda la comunidad alosiana que la escritora sea incluida en el canon literario de primera fila junto a Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute… pero creo que los esfuerzos están, al menos, forzando a «ensanchar el canon», como bien señala Carmen Velasco. Sea como fuere, Concha Alós tiene mucho que decir en nuestros días y su literatura se alza como atemporal porque su escritura apunta a los problemas universales del individuo, como bien sostiene Cristina Ros. La literatura de Concha Alós habla al hombre y a la mujer suavemente en el oído, quiere hacerles despertar, desea una humanidad libre de prejuicios y encorsetamientos. Eso es lo que más admiro de su escritura y lo que me motiva para leer a Concha Alós, siempre.  

Yo, Germán

La tesis doctoral sigue su curso. Concha Alós es traída de vuelta al panorama cultural. El camino investigador parece que va dando resultados. Aun así, encuentras misterios, pistas que derivan en puntos ciegos, fragmentos de la historia personal y profesional de una escritora que dejan con la miel en los labios porque no podrá saciarse nunca. Estoy hablando de datos encontrados como aquella supuesta obra de teatro que escribió en 1967. Hoy, mirando por mi ventana que da a un jardín mojado y telarañoso, me viene a la cabeza otra de esas pistas que no hacen más que inyectar el gusanillo de la curiosidad.

Como sabéis, la ruptura sentimental de Concha Alós con Baltasar Porcel fue un duro golpe para la escritora. Pero mantuvo el tipo y, aun separados y él preparando sus nupcias con otra mujer, quiso mantener cierta relación cordial con el antiguo compañero. Una suerte de prórroga amistosa para no tirar al traste de manera brusca y violenta diez años de relación y convivencia común. Sergio Vila-Sanjuán recopila en su ensayo biográfico sobre el escritor de Andratx (2021) −citado en este blog en varias ocasiones− parte del epistolario entre ambos ex compañeros en el que se intuyen intercambios amistosos y comentarios sobre sus respectivos trabajos. 

Entre ese juego de impresiones y consejos creativos, Concha Alós escribe en una de sus cartas, con fecha del 26 de junio de 1971, que ella está trabajando en su nuevo libro de cuentos (Rey de gatos. Narraciones antropófagas, 1972) y que lo tiene «casi listo». Añade: «Pero ya sabes que yo soy muy lenta. Ahora tengo en la cabeza un cuento nuevo». Concha Alós escribe el comienzo de ese nuevo cuento a su antiguo compañero: «A Germán se lo comieron las hormigas. No dejaron de él más que las uñas de los pies» (cit. en Vila-Sanjuán, 2021: 286). No hay más noticias de ese cuento. No aparece en Rey de gatos, no está publicado en ninguna de las cabeceras en las que ella solía colaborar como Destino o La Estafeta Literaria…, al parecer tampoco está entre sus archivos personales. ¿Qué fue de ese cuento? ¿Lo llegó a terminar? ¿Tiró las cuartillas de notas, de mecanografiado? ¿Se perdieron una vez que ella dejó su piso de Martínez de la Rosa en pleno corazón de barrio de Gràcia?

Ante la imposibilidad de recuperar aquel cuento, se me ocurre la fantochada de escribir una versión alternativa. Como aquellos juegos de relatos en cadena que comienzan desde una frase inicial. No sé vosotros, pero yo tengo una curiosidad insana por saber qué le habría pasado al pobre Germán para que se lo comieran las hormigas de semajante modo. Visto así el planteamiento, el Germán de este ignoto cuento se parece mucho al personaje innombrado de «Rey de gatos» −cuento que da nombre al título de la obra− que acaba devorado por los mismos perros y lobos que él cría en su cabaña. Concha Alós dice  también en su carta que el cuento de Germán está ambientado en un espacio de playas y vivencias de «aquí». Ese “aquí” se refiere a Calafell, que por aquella época se refugiaba allí junto a Carlos Barral y su trope del capitán Argüello. Este “Rey de gatos” vive alejado de la civilización en una casa desvencijada pegada a la ribera del mar… Pero no hay manera fehaciente de saber si el tal de «Rey de gatos» en un principio se llamó Germán y finalmente cambió las hormigas por perros y lobos.

El 25 de enero de 1979, Concha Alós publicó un artículo-homenaje en Destino (p. 46) dedicado al escritor británico afincado en la isla de Mallorca, Robert Graves, autor de obras tan reconocidas como su novela histórica Yo, Claudio (1934) que luego fue llevada a televisión con gran éxito de audiencia. La escritora tituló su artículo «Yo, Graves» en honor a aquella obra que le otorgó reconocimiento y que significaría el inicio de una carrera brillante y erudita. Siguiendo un poco este juego de palabras, me tomo la licencia de recuperar la voz de Germán y contar una historia independiente de lo que pudo ser aquel cuento, ahora sería algo así como “la versión del director” ateniéndonos a terminología cinéfila. Perdónenme los lectores sensibles. No pretendo faltar al respeto a Concha Alós. Ni siquiera igualarla. Eso está lejos de mi imaginación. Precisamente porque la admiro sobre todas las cosas, tengo la imperiosa necesidad de acallar a mi gusanillo de la curiosidad aunque sea con una versión inventada que viene a hacer las veces de una mentira piadosa.

Y sin más demora, ahí va mi aportación a la causa perdida:

A Germán se lo comieron las hormigas. No dejaron de él más que las uñas de los pies. Germán era un tipo normalucho. De esos que no despiertan suspiros, pero tampoco pasan inadvertidos. Al menos para su vecina Marisa era un tipo interesante, atractivo. Le espiaba por la ventana del patio interior que daba a su cocina. Lo veía por las mañanas preparándose el café en calzoncillos y camiseta de tirantes y con una colilla en la boca con medio cañón de ceniza amenazadoramente inclinado hacia abajo. La vida anodina de Germán, realmente no suponía nada exótico, pero a los ojos de Marisa esa pinta de bohemio pasado de moda, o de escritor fracasado que tiene sobre su escritorio un montón de cuartillas con borrones, ceniceros atiborrados con colillas mal fumadas y vasos de licores a medio beber, le hacía mucha gracia con sólo imaginarlo y le daba un no sé qué a Germán que a Marisa le subía la libido.

Germán y Marisa nunca cruzaron una palabra más allá de la frase breve del ascensor. A Marisa le daba pena dejar su apartamento en verano para dar paso a los turistas que deseaban llagarse la piel en la playa. Marisa se preguntaba qué haría Germán durante esos veranos tórridos y pegajosos de la vera mediterránea. Germán, ajeno a todos los barruntos de su vecina del cuarto B, vivía ensimismado encolando maquetas para la diputación provincial. Efectivamente, por las mañanas se levantaba enciendo un cigarrillo e iba a la cocina con la cara sin lavar a poner la cafetera. Para él, el verano era sinónimo de más trabajo, más maquetas y más eventos de corbata y cintas rojas que partir por la mitad con unas tijeras que apenas cortaban. Germán no iba a esos eventos, bastante tenía con no dormir la noche anterior para terminar la maqueta dichosa del museo de turno que se pensaba construir.

Germán, tan atontado con el mecanicismo de su trabajo, no se dio cuenta un día de esos veranos tórridos y pegajosos en los que las fiestas de los turistas en el piso de arriba no le desvelaban, porque él seguía trabaja que te trabajarás, que un naciente hormiguero había invadido coquetamente el hall de la maqueta del complejo de apartamentos Vistazul, próxima construcción. La primera hormiga apareció campante por el jardín en miniatura de aquella monería de arquitecto de turno. Germán la aplastó con el dedo como si tal cosa y siguió con la cola de maquetar dale que dale. La segunda hormiga no se hizo esperar, ni la tercera, ni la cuarta… Al cabo de un rato, Germán ya mataba hormigas con obstinación de exterminio. Pero aquellas hormigas no parecían acabarse nunca, salían como ejército del hall del edificio principal de Vistazul.

Germán estaba desesperado. La invasión era completa. Ya estaban instaladas por el salón, en la cocina, se bebían los restos de la cafetera y retozaban en las colillas de los ceniceros. Las tenía por la cama. Se le subían por las piernas, los brazos… Las hormigas tuvieron todo el verano para devorar a Germán. Nadie escuchó los gritos de Germán porque la música machacona de los turistas del cuarto piso era insufrible. Si Marisa hubiera estado en casa, quizá habría visto las hormigas de la cocina o, al menos, se habría percatado de que hacía varios días que Germán ya no iba en calzoncillos a prepararse su café. Pero Marisa volvió a su apartamento en octubre cuando el verano ya no era ni tórrido ni pegajoso y el silencio volvía a reinar en el edificio. La maqueta del complejo de apartamentos Vistazul se quedó a medias de pegar sobre la mesa del salón. Los tipos de la inauguración tampoco la echaron de menos porque tenían a otro Germán que hacía el mismo trabajo (por si acaso). Sólo en octubre pensaron en la posibilidad de hacerle otro encargo. Una exposición de arte figurativo. Como Germán no contestaba al teléfono, ni al timbre, tuvieron la deferencia de subir al cuarto a tocar a la vecina para dejar el sobre con las instrucciones del nuevo proyecto. Marisa abrió la puerta muy amable y solícita, ajustándose la bata por el escote. Tomó el sobre muy extrañada de que aquellos tipos no lo hubieran dejado en el buzón sin más ceremonia. Sonrió y se despidió de aquellos hombres encorbatados. Cerró la puerta y se quedó plantada con el sobre en la mano, sopesando el contenido. Pensó emocionada que aquel sobre podría ser la excusa que necesitaba para hablar con Germán. Con el barullo de sus pensamientos, no se percató de que varias hormigas se habían colado en su piso, tan campantes por la entrada principal, y ya subían estratégicamente por las cortinas.

Foto de Colita

Seguimos de promo con Las hogueras

Hoy, 14 de septiembre de 2024, los titulares de prensa vienen cargaditos de nuestra Concha Alós y de su legado literario. La promo de Las hogueras (a falta de cuatro días para su nuevo lanzamiento) sigue que echa chispas. La Vanguardia abre su versión digital con un mimado artículo escrito por nuestra incansable y alosiana más veterana, Amparo Ayora del Olmo: “Concha Alós frente a los tabúes”. Aquí pongo el enlace para su lectura completa. El periodista Eduardo Bravo recoge en El Periódico de Aragón una reseña sobre el prólogo de Llucia Ramis que acompañará a Las hogueras 2024 bajo el sello de Seix Barral: “Concha Alós, la escritora que ganó dos premios Planeta y murió en el olvido por su vida fuera de la norma”. Aquí pongo también el acceso al texto. Además, este artículo da acceso a otro relacionado con fecha de ayer que contiene alguna imagen de archivo de El Diario de Baleares. Creo que ya es momento de ir dejando atrás el mantra “Concha Alós en el olvido”. Ahora está más presente que nunca. Creo que, entre todos, hemos conseguido corregir ese sintagma. Aunque eso no significa que debamos bajar la guardia y relajarnos en una tumbona.

Ambos artículos desde distintas perspectivas inciden en el único eje de fondo: la literatura de Concha Alós no sólo merece la pena y debe ostentar la primera línea de nuestro canon cultural, sino que, además, guarda en sus líneas un mensaje actual a pesar de haber sido escrito hace sesenta años. Quiero decir que las reflexiones que planteaba en su momento Concha Alós, leídas desde nuestra óptica de pensamiento actual, vienen que ni pintadas para continuar cuestionándonos ciertos comportamientos de nuestro genoma cultural.  

Leída hoy Concha Alós, en este caso concreto su obra ganadora del Planeta, nos pone un retrovisor hacia un pasado no tan pasado que todavía consigue que alguna de sus fauces sobreviva en pleno siglo XXI. Esto demuestra que ni la situación anterior era algo que ahora no nos concierne como tampoco que la situación actual viene de la nada… Recordemos el refrán “de aquellos polvos estos lodos”. Y lodo es lo que a Concha Alós le gustaba remover en sus novelas y artículos de prensa.

Por eso Las hogueras vuelven pisando fuerte o arrasando con su fuego. Las historias de Sibila y de Asunción Molino tienen todavía muchas cosas que aportar, mucha reflexión que suscitar: ¿Realmente somos tan diferentes de aquellas mujeres, es decir, de verdad hemos superado esos modelos de mujer en la actualidad? ¿Seguimos teniendo sus mismos miedos, deseos, exasperación? ¿Hemos superado de manera plena nuestros prejuicios hacia el extranjero, el pobre?   

Larga vida a Concha Alós, señoras y señores míos. Larga vida a su literatura. Brindemos, ahora que nos vestimos de gala para los avatares de la promo, para que su escritura, ojalá algún día deje de ser una realidad viscosa y húmeda, buena señal sería. Pero, por favor, que ese síntoma no se traduzca en un nuevo olvido, sino en una superación y que nunca nunca se deje de leer y caiga en el olvido de nuestros corazones.

Concha Alós, durante la entrega del Premio Planeta que ganó en 1964. / EFE. Fuente: El Periódico de Aragón.

Las hogueras: reestreno editorial en su 60 Aniversario

El verano, o más bien las vacaciones, va llegando a su punto final y el nuevo curso trae consigo un lanzamiento memorable: el próximo 18 de septiembre verá la luz la reedición especial de Las hogueras de la mano de Seix Barral con motivo de su sexagésimo aniversario del Planeta. Personalmente, tengo muchísimas ganas de hacerme con un ejemplar porque, además del hito que supone para una alosiana empedernida como servidora, el libro está prologado por la escritora y periodista Llucia Ramis.

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Imagen de la nueva portada del libro. Fuente: Tipos Infames: · LAS HOGUERAS · ALÓS, CONCHA: SEIX BARRAL -978-84-322-4385-1]

El pasado 27 de mayo me desperté con un mensaje de WhatsApp de un número desconocido. Era Llucia Ramis queriendo concertar una entrevista telefónica. Concretamos el día y la hora. Estuvimos hablando más de una hora −Concha Alós da para mucho− y ya supe desde aquella conversación que el prólogo prometería. Ya no sólo por la estupenda pluma de Llucia −que eso es indiscutible (aquí facilito un enlace a sus libros)−, sino porque me dio la sensación de que conseguí contagiarle más pasión por Concha Alós de la que ella traía de casa. Ambas nos emocionamos comentando Las hogueras −que también tiene lo suyo−.

Vídeo con fecha del 1 de mayo de 2018

Al parecer, Llucia Ramis llegó a mí gracias al consejo de otro escritor y poeta mallorquín, amigo de Concha Alós. Hace algunos años, podría decirse en los comienzos de mi investigación doctoral, conseguí el contacto de Biel Mesquida, uno de los pocos asistentes al funeral de Concha Alós en Barcelona. Biel Mesquida y yo hemos hablado en puntuales ocasiones a lo largo de este tiempo, pero siempre sus aportaciones son como agua en el desierto para mi labor investigadora. Hace meses que no hablamos y la reedición de Las hogueras capitaneada por Llucia Ramis me recuerda que esto es una buena excusa para asomar la patita por debajo de la puerta de nuevo.

Quiero imaginarme a Llucia Ramis muy orgullosa de su prólogo −qué ganas de leerlo−, quiero pensar que Biel Mesquida se sentirá muy satisfecho con el nuevo lanzamiento de una novela que fue vencedora del Planeta en 1964 y llevada a la gran pantalla por Pilar Miró en 1967 bajo el título de La segunda carta. Se ha trabajado en una nueva adaptación cinematográfica, pero el parón del Covid-19 supuso un varapalo al proyecto. Veremos cómo termina esta aventura porque se oyen voces de retorno. La significación de la flamante historia de Asunción Molino y la exmodelo Sibila continúa vigente en nuestros días. Además de ofrecer un retrato de la sociedad franquista en un contexto isleño. Las hogueras, recibida con loas en su día, goza de una frescura narrativa que mete el hocico en los bajos fondos de la condición humana.

Concha Alós, como diría Joan Ripollès Iranzo en su blog para la Biblioteca Virtual de Cervantes, tiene el don de representar literariamente «la complejidad de las menes simples». Y así ocurre con las protagonistas de Las hogueras. La intimidad de Asunción Molino y de Sibila revela −quizá también se rebela− que el deseo femenino existe y tiene voluntad propia, es decir, se trata de una agencia del sujeto y no un tabú que debe sofocarse, estrangularse o, incluso, negarse. Como argumenta Paula Cabrera en su artículo para la recopilación de Incómodas. Escritoras españolas en el franquismo, editado por Luca Cerullo y Yasmina Romero Morales (2020), las mujeres en las novelas de Concha Alós tienen voz propia y no se acomplejan en «gritar su deseo y su furia». La autora asegura que lo declaman «a la noche» como metáfora de aullido de loba reivindicativa. Pero a mí me gusta pensar que los aullidos narrativos de Concha Alós no van únicamente para la luna llena y, en cambio, dan toquecitos en los mofletes a los respetados lectores (y lo apunto sin añadir «lectoras» porque estoy segura de que las respetadas se relamerán en sus asientos tapando con los dedos sobre los labios y media sonrisa socarrona ese aullidito que en algún momento tuvimos que sacar a pasear).

Creo, sinceramente, que Las hogueras calcina al lector porque pone delante una realidad triste y fulminante de lo que significa vivir, y realizarse como individuo, en una sociedad reconcomida por los prejuicios. Creo, ciertamente, que la novela esconde en su interior el mayor incendio intelectual que deconstruye aquello que pensábamos inamovible, natural, incuestionable. Puede que estas palabras suenen ahora como obvias después de los esfuerzos culturales de las últimas décadas, de la lucha feminista que grita realmente en las calles, en pleno día y a viva voz. Pero hay que reconocer que 1964 era una época de no tantas voces gritando o, si lo hacían, sí era a la luna llena y que, por tanto, un libro con la rotundidad como el de Concha Alós venía a sacudir alguna conciencia que otra. Sin embargo, todavía no podemos hablar de Asunción Molino o de Sibila como algo del pasado, sino que se yerguen como figuras ilustrativas de una bestia estructural y asimilada que todavía espera agazapada a que llegue la oscuridad de las noches sin luna.

Ritual simbólico en la ceremonia del Planeta ante la superstición del número 13. Fuente: Tele/eXpres 16-X-1964, p. 3
Concha Alós en la esquina derecha de la foto principal muy feliz y sonriente con su segundo Planeta. Ella marca con los dedos ese dos enigmático y reivindicativo. Fuente: La Vanguardia, 17-X-1964, p. 1
Concha Alós recibiendo su premio en TVE. Fuente: La Vanguardia, 5-XI-1964, p. 29

Concha Alós en el CICELI

Los pasados días 11, 12 y 13 de julio de este 2024 el curso académico se cerró con un congreso de altura por dos razones. La primera por el grueso de sus participantes a nivel internacional y la segunda por el elevado tono de rigor investigador de los distintos ponentes. Tuve el honor de trabajar codo a codo con el mejor equipo de mi Departamento y, gracias a la coordinación y sincronización de fuerzas (y esfuerzos) de los catorce miembros que conformamos el comité organizador, todo salió a pedir de boca.

El IV Congreso Internacional CICELI “CreadorAS en la Educación y Literaria e Intercultural” este año dedicado a “Las poetas y el canon” remonta su creación a 2018, siendo el año siguiente, julio de 2019, la fecha del primer congreso con ánimo internacional. La sede se encuentra en la Universidad de Valencia, pero este año cedió el testigo a nuestra Universidad de Alicante bajo la dirección de las profesoras Helena Establier Pérez y Laura Palomo Alepuz. Ante el nivel académico y la envergadura del evento, no podía desaprovechar la oportunidad de llevar a Concha Alós a este congreso de CreadorAS.

Así que, decidí trasladar algunas de mis inquietudes de la tesis doctoral. Me decanté por presentar la novela Os habla Electra por considerarla la obra más afín al ecofeminismo. Su lectura a la luz de esta filosofía feminista y ecologista permite arrojar una perspectiva de análisis más actualizada a los tiempos que vivimos. La novela, publicada en 1975 poco antes de la muerte del dictador, denuncia en los albores del ecofeminismo una dirección dislocada que la sociedad de la época, consumista e individualista, está dirigiendo su rumbo. Como dice el refrán: “de aquellos polvos, estos lodos”. La vindicación de Concha Alós en 1975 viene a sacudir las conciencias ante un legado cultural basado en el patriarcado y el capitalismo; es decir: dominación al otro y explotación del otro. Las diversas capas de significación de la novela permiten una lectura deconstructiva de estas estructuras de pensamiento regidas por las dinámicas del legado cultural que he aludido.

No quisiera llenar esta entrada de tecnicismos o teorizaciones someras que poca justicia le harían al entramado ecofeminista y menos favor le haría a la obra resolver su dimensión simbólica en cuatro líneas. El tema del ecofeminismo lo desarrollé más pormenorizadamente en un artículo publicado en la revista de ecocrítica Pangeas, la cual tengo el honor de ser su secretaria −la publicación fue bastante antes de ostentar mi labor en la revista− y el análisis de la novela vinculado al ecofeminismo ya adelanté algunas apreciaciones en mi artículo del año pasado publicado en la revista portuguesa Anthropocenica. Os pongo enlaces por si queréis curiosear.

En definitiva, la lectura ecofeminista de Os habla Electra me permite, además de ofrecer una nueva perspectiva de análisis más ajustada a la actualidad, ahondar en el mensaje último que Concha Alós deseaba dejar en sus obras. Desde que leí esta novela mi hermenéutica de la sospecha me hizo intuir que la escritora apuntaba en su texto hacia la necesidad de construir una nueva sociedad alejada del patriarcado, que limita y subyuga el mundo asignado como femenino, y del capitalismo, que con su afán de objetivación en pro del capital, destruye al resto de seres vivos del planeta. Es decir, Concha Alós escribió esta novela advirtiendo sobre las consecuencias de nuestro sistema económico: la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de la dignidad y la calidad de vida de todos los seres vivos −incluidos los seres humanos−. Del mismo modo apuntaba que el patriarcado está basado en una interpretación errónea de los mitos y en la transmisión de tales valores sin un proceso de cuestionamiento de generación en generación. Personalmente, ver claro este tipo de premisas en una novela onírica como Os habla Electra me condujo a descubrir más sobre la autora y lo que descubrí gratamente fue que, en distintos grados de incidencia y significación, el proyecto literario de Concha Alós era la denuncia de tales males que anquilosan al ser humano conviviendo en sociedad. Esta es mi hipótesis de partida para mi tesis doctoral. Esto es lo que de manera frenética trato de demostrar: ese mapa humanista que dibuja Concha Alós en sus textos. Creo que ya expliqué esto, perdón si me repito, la pasión me puede.

No obstante, tras estos años de investigación comienzo a tener dudas sobre el trazado de este mapa que mi hipótesis entusiasta me empujó al mundo del doctorado. No porque no exista tal intención humanista y apuesta de cambio que brinda Concha Alós, sino por la dificultad de tan alta empresa, ¿cómo se diseña un nuevo modelo de sociedad? Ahora, bien podríamos responder a la pregunta que los cambios sociales se realizan con el esfuerzo de todas las personas debatiendo, proponiendo ideas, asumiendo errores, oponiendo resistencias, etc. Sin embargo, en el tiempo de Concha Alós, todavía en el tiempo de Os habla Electra, estos debates se veían lejos, muy lejos y el ecofeminismo solo era una palabra que usaba Françoise D’Eaubonne en su ensayo de 1974. Por tanto, poco se puede exigir a una escritora que únicamente cuenta con su ojo crítico −y bendito ojo crítico−. Concha Alós no puede dibujar un nuevo mapa humanista, pero ya se daba cuenta de que el que teníamos delante estaba obsoleto y no servía para proporcionar igualdad y respeto entre los seres que conviven en este planeta.

No sé cómo resolveré la hipótesis de mi tesis doctoral, todavía me queda un trecho que recorrer. Lo que sé es que Concha Alós tenía una sensibilidad a nivel existencial que bien la llevó a luchar para el cambio desde la humilde prosa de su pluma. Y eso es lo que estoy indagando todos estos años. La participación en el CICELI me brindó la oportunidad de presentar nuevamente esta cuestión ecofeminista compatible con la novela. Tras las exposiciones, se generó un debate enriquecedor porque tuve la gran suerte de compartir panel de comunicaciones con otras tres colegas súper potentes en sus materias y se produjo un intercambio y una sinergia muy valiosa para el avance de mi investigación. Asimismo, el profesor Andrés Montaner Bueno desde la Universidad de Murcia presentó al público asistente un análisis de la figura femenina hallada en los cuentos de Rey de gatos, subrayando el sesgo feminista que transpiran sus personajes.

Concha Alós me acompaña en cada evento académico en el que participo. Y me da mucha alegría descubrir con gran sorpresa que su literatura se expande a otras universidades. Os habla Electra fue la primera novela de la autora que llegó a mis manos y me enseñó otro modo de narrar el desencanto de una sociedad con un legado cultural suicida y denigrante para el otro. El mapa humanista de Concha Alós quizá no sea perfecto o no esté completo, pero el gajito que podemos observar tiene agallas y es muy reivindicativo. Merece la pena ser expuesto y divulgado. Esta vez le ha tocado al CICELI, pero vendrán muchos más congresos y artículos por escribir… además de la tesis que ya va tomando forma. De momento, gracias compañeras de la organización por dejar que Concha Alós se colara en un congreso tan importante como el CICELI.

Redes familiares rotas: el caso de La madama

Tanto reseñar me lleva a hacer un poquito de autobombo y hablaros de mi artículo recién publicado (20 junio de 2024) en la revista de la Universidad de Venecia Rassegna Iberistica. Este artículo nace de un proyecto en el que tuve el placer de colaborar desde la Universidad de Leipzig en mi estancia allá en 2022. El proyecto de investigación tiene por objeto el análisis del tema de la familia en la narrativa de habla hispana y portuguesa. La familia representada en la novela, normalmente, guarda inmensas capas de significación: cuestiones políticas, de clase, de Estado e, incluso, historiográficas que moldean e interfieren en el establecimiento de los lazos familiares que pueden ser múltiples o multilaterales. La familia es la célula más pequeña del complejo social, por tanto, las relaciones que se establecen en el seno familiar serán reflejo de una temperatura sociocultural y, viceversa, la dinámica familiar afectará en la configuración social del momento histórico en el que se desarrolla. La relación entre los miembros de una familia lleva intrínseca factores históricos como la transmisión de la memoria de manera transgeneracional. Esos factores pueden ser traumáticos como en episodios de guerra. Los eventos de la historia imprimen un efecto en la epistemología familiar que abre un abanico de posibilidades en las relaciones intergeneracionales. Estos aspectos se representan literariamente para, precisamente, conectar con lo metaficcional y lo metahistórico.

Bajo estas premisas os invito a que consultéis el número dedicado a Las constelaciones familiares en la narrativa iberoamericana moderna que abarca el análisis de novelas publicadas desde 1969, con La madama de Concha Alós, a 2020, con la novela de Juan Gabriel Vásquez Volver la vista atrás. He tenido el honor de compartir ideas y conocimientos con un equipo investigador de alto nivel, comenzando por los catedráticos Jobst Welge y René Ceballos, mis queridas compañeras Ángela Calderón Villarino y Serena Cianciotto… además de conocer en el congreso de junio de 2022 a la catedrática María de Fátima Marinho y la colega Anne Brüske. El estudio de cada uno de ellos completa este número de relevancia científica en el campo de las letras.

Mi análisis de La madama pretende aportar un granito de arena dentro de este elenco de titanes de la investigación. Tratando de no salirme de la línea, ofrezco una lectura de la novela que pone la lupa hermenéutica sobre los Espín y su mala fortuna de pertenecer al bando de los vencidos. Las redes familiares de los Espín aparecen rotas por un determinismo de Estado −un Estado dictatorial, no nos olvidemos− que deja poco espacio a la «gangrena roja» que pudría el país o la idea que el Glorioso Movimiento tenía de él (Ríos Carratalá, 2015 y 2016). Como en reiteradas ocasiones he afirmado en este blog, La madama es la radiografía de la más reciente posguerra donde la represión encarcelaba y fusilaba sin miramientos y en masa. La miseria lo invadía todo en aquellos años, pero si encima pertenecías al bando de los vencidos o tenías algún familiar en prisión, la cosa podía ser peor: te negaban la cartilla de racionamiento, no te daban trabajo o si lo conseguías era en condiciones infrahumanas.

Esta tremenda situación empuja a una carrera por la supervivencia de lucha contra el hambre de manera feroz y literal. Los Espín, en su carrera por la vida, representan la historia de esas miles de familias que vivieron bajo la bota del franquismo más feo y rancio, si es que alguna vez tuvo atributos agradables para los que no fueran de los suyos. La realidad de los Espín está atravesada por la necesidad extrema, la extenuación, el cansancio y el hambre, sobre todo, mucha hambre. Los Espín ponen en marcha unas estrategias de resistencia que vulneran su integridad e, incluso, su dignidad. Pero hay que sobrevivir. Lo malo, todavía más si cabe, es que esas estrategias de resistencia son limitadas y están constreñidas por unos parámetros patriarcales que anquilosan el desarrollo vital de cada uno de los Espín, sobre todo, de las Espín. Esta circunstancia, inevitablemente, impide establecer unas redes familiares sanas y auténticas, basadas en la comunicación y el respeto. La supervivencia te obliga a morder al de al lado, no hay amigos, no hay parientes en los que apoyarse porque cada uno se siente solo en su lucha y el otro es visto con hostilidad, como un obstáculo. El matrimonio es una vía de escape al mismo nivel que el ejercicio de la prostitución. El estraperlo es sólo un método de dinero rápido que no desemboca en un buen desenlace y la red clientelar es sólo para los oportunistas que saben cepillar chaquetas. Este es el panorama de la España de la Victoria.

Mi artículo, con su análisis de los Espín, inicia el recorrido cronológico de estas constelaciones familiares que sacan, a través de la literatura, las grietas intergeneracionales, los traumas, las fortalezas, los déficits de las políticas de Estado, la interrelación entre sociedad y familia, el delicado equilibrio de ambas esferas que se nutren la una a la otra y del que depende la convivencia de la comunidad humana.

La colaboración entre Leipzig y Alicante continúa. Esta vez salimos del contexto familiar para hablar de la representación de las plantas y las plantaciones desde la perspectiva ecocrítica en la que los seres humanos invaden la naturaleza negando su entidad como ser vivo. Desde Leipzig y las constelaciones familiares viramos hacia Alicante y la ecocrítica en el siguiente número de nuestra Revista Pangeas. Seguid atentos porque el autobombo seguirá con próximas colaboraciones de nivel.

La Madama - Concha Alós | Meses sin intereses

Bibliografía

Ríos Carratalá, J. A. (2015). Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista. Sevilla: Renacimiento.

⸺. (2016). Contemos cómo pasó. Imágenes y reflexiones de una cotidianidad (1958-1975). Alicante: Universidad de Alicante.

Ruiz Pérez, N. (2024). «Redes familiares rotas: imposición de Estado y estrategias de resistencia. El caso de La madama (1969) de Concha Alós» en Library of Rassegna iberistica, vol. 36, pp. 7-22.

Los enanos en las ondas de radio

No es ninguna novedad hablar de Los enanos en este blog. Sin embargo, en este interludio entre las reediciones de Las hogueras, Rey de gatos, Los enanos y El caballo rojo −según el orden cronológico de aparición− y las novedades que se avecinan y de las que hablaré en su justo momento, resulta vital volver a la novela que le valió a Concha Alós la salida al mundo editorial, el reconocimiento como autora y la profesionalización de su oficio. Como ya hablamos aquí hace un tiempo −y bastante porque hay que retrotraerse a las primeras entradas del blog−, la novela Los enanos fue recuperada por La Navaja Suiza en 2021.

La publicación de Los enanos, casi sesenta años después de su acalorada polémica y lanzamiento al mercado por la puerta grande, sin detenernos demasiado en su adaptación como serie para Televisión Española emitida en 1974 disponible en RTVE Play, conllevó cierto impacto mediático con reseñas en cabeceras digitales como la que citamos anteriormente de José Ovejero en La Marea o las de Luisa Martínez en El Imparcial, Alfons Cervera en InfoLibre y Rubén Soriano Soriano en Literatura MML. Pero hoy vamos a hablar de reseñas sonoras: los podcasts que promocionaron Los enanos con la reedición de La Navaja Suiza.

La línea cronológica nos lleva hasta el 27 de octubre de 2021 cuando el programa mañanero Hoy empieza todo de Radio 3 (RTVE) dedicó su sección «Barra libre» a Los enanos de Concha Alós. La escritora y periodista Aloma Rodríguez se encarga de analizar la novela. La aproximación de Aloma Rodríguez a Los enanos podría etiquetarse como sublime solamente con un pero (o dos, aunque este segundo es una lacra que se viene arrastrando desde hace muchísimo tiempo con la fecha de su nacimiento, así que mejor lo omito). Aloma Rodríguez habla del asunto de la polémica del premio Planeta, a la que también dediqué una entrada en este blog, y llega a afirmar que Concha Alós ganó previamente el premio de Selecciones de la editorial Plaza & Janés para luego ser desechada y es en ese momento cuando Concha Alós decide presentarse al Planeta. Como ya dijimos: no fue hasta que Tomás Salvador reclamó los derechos de la novela en la noche de la gala del Planeta cuando compensaron a la escritora con el Selecciones para que declinase el Planeta sin aspavientos. Recordemos que Tomás Salvador le devolvió dos de las tres copias que Concha Alós entregó a la editorial, los manuscritos no se devuelven si la novela ha sido seleccionada para un premio, ¿verdad? No obstante, salvo este pequeño impás, el podcast es impecable y Aloma Rodríguez está maravillosa porque se nota en sus palabras una lectura muy atenta y audaz de la novela que ha sabido extraer los detalles más significativos.

Os recomiendo muchísimo su escucha. Desde aquí me limitaré a subrayar algunos de sus comentarios que considero más destacables como, por ejemplo, cuando remarca la «elegancia» de la escritura de Concha Alós ante el equilibrio demostrado entre las descripciones de lo bello y lo sórdido. Aloma Rodríguez observa con atino cómo esta novela se sitúa lejos del tremendismo como algunos en su día quisieron catalogar. Al contrario, se trata de un, por así decir, neonaturalismo que resalta la parte más cruda de la realidad, pero sin cebarse en ella como podría hacer el tremendismo. En uno de mis capítulos de tesis precisamente desarrollo esta idea y me parece muy relevante que Aloma Rodríguez lo destaque en este punto, comparándolo con el cine berlanguiano. Por otro lado, observa su «don» para reproducir el habla oral, la intimidad de los diarios a partir del personaje de María, su capacidad de retratar a multitud de personajes en una voz coral bien dosificada y con la suficiente fuerza individualmente en la que ninguno sobresale y, a la vez, ninguno queda ensombrecido. Colectivamente, los personajes de la pensión Eloísa funcionan como uno sólo. De hecho, señala que no hay un conflicto marcado en la novela, sino que es la suma de muchos conflictos que podrían dilatarse eternamente. Se trata de un conflicto sostenido en el tiempo. Universal. Aloma Rodríguez admira la escritura de Concha Alós, así lo dice ella misma, por la cantidad de recursos que emplea en la novela. Estos recursos simbólicos van tejiendo un espacio narrativo que fotografía una época concreta de la sociedad española. La locutora, por ejemplo, señala cómo Concha Alós introduce hitos históricos como el juicio del nazi Adolf Eichmann en Jerusalén, ejecutado finalmente el 31 de mayo de aquel 1962. Pero, sin duda, me quedo con la frase de Aloma Rodríguez que resume todo: «Concha Alós no cae en simplismos ni brochazos», desarrollando una literatura «sutil» y muy efectiva, añado yo.

Un poquito más adelante, el 22 de noviembre de ese 2021, Edurne Portela dedicó unos minutos a resaltar estos mismos aspectos de manera similar en Hoy por hoy de Cadena Ser. En la sección «Cosas que merecen la pena», la escritora Edurne Portela se maravilla ante la pluma de Concha Alós, interrogándose cómo pudo pasar el filtro de la censura, que diría Constantino Bértolo. Ya lo dijimos: Los enanos sobrevivieron al boli rojo censor, entre otros motivos mercantiles por el asunto del Planeta, porque fue leída con suma indiferencia ante los problemas sociales que planteaba la novela. Esos temas, contra lo que pudiera parecer, no apuraban al régimen. Manuel L. Abellán ya nos cuenta en su libro Censura y creación literaria en España (1939-1976) publicado en 1980 que los temas verdaderamente candentes para el franquismo eran: el honor de la Iglesia y a sus personalidades, en la misma línea, los miembros del Gobierno y del Ejército y, por supuesto, la moral sexual bajo raya. A partir de ahí y si encima es una mujer quien escribe…

Tanto Edurne Portela como Aloma Rodríguez rescatan fragmentos de la novela realmente impactantes. De los seleccionados por ambas, me quedo con el que lee Edurne Portela que corresponde a la escena en la que Sabina mantiene relaciones con un desconocido en la playa:

La arena araña la piel. Sabina siente en los muslos un frío penetrante. El hombre que respira tan cerca de ella le recuerda un perro. Un perro negro y sin forma. Se sintió aplastada contra la arena. Era fría. Olía a sandía pasada. En la cara y en el cuello sintió las babas del hombre. De los chalets venían risas y un perro ladraba insistente, incisivo. De pronto, le entró una gran rabia por estar allí. Hubiera empujado al hombre, se hubiera levantado, le hubiera arañado hasta cansarse… Consiguió serenarse y pensó que si aquello duraba mucho cogería una pulmonía. Pero fue rápido (1962: 198).

Creo, francamente, que es muy representativo de la sutileza y la elegancia de la que hablaba Aloma Rodríguez.

Por último, Tamara Crespo dedicó su sección «Club de Lectura» en el programa de RNE Entre dos luces, presentado por Carlos Santos, a Los enanos el 18 de marzo de 2022. Este espacio resulta diferente porque, además de reseñar los hitos más importantes de la novela y de la autora, Tamara Crespo añade Las hogueras a la palestra. Pero no sólo por eso es distinto a los anteriores. Tamara Crespo realiza un recorrido musical por las canciones que los personajes cantan o escuchan en la radio. De esta manera, Los enanos suenan y se entierran más en esa época gris que buscaba aliento y un rayo de color en la música. Así, aparecen coplas, zarzuelas como La roca fría del Calvario que canta el hermano del Señor Peña en su entierro… También los niños cantan canciones populares como Quisiera ser tan alta como la Luna o el Que llueva que llueva. La aproximación de Tamara Crespo resulta imprescindible por el testigo sonoro que rescata, prueba, además, de la cantidad de recursos y referencias utilizados por Concha Alós, tal y como bien afirmaba Aloma Rodríguez. La locutora de RNE observa en Los enanos un poquito de neorrealismo italiano, no es de extrañar, el escritor Cesare Pavese era predilecto de Concha Alós como ella misma admitió a Fermín Rodríguez cuando aseguró que admiraba del italiano su modo de adjetivar.

Las tres coinciden en que Los enanos destacan por sus retratos de los personajes femeninos que con la representación de sus vidas denuncian la supervivencia de aquellas mujeres en condiciones de miseria extremas que, además, debían lidiar con las limitadas opciones que la cultura patriarcal les ofrecía. Tamara Crespo sostiene que Concha Alós dio voz a los vencidos, a los pobres, a los miserables… la sensibilidad de María con su historia de amor mutilada por aquellos duros convencionalismos sociales la dejaron congelada dentro de sí, sin ganas de vivir o, como la propia María escribe en su diario: «Vivo sin fe ni esperanza, solo porque hay que vivir como un perro o una rosa. Vivir cobardemente, arrastrando los pies». Tamara Crespo cierra su sección con la canción de Jorge Sepúlveda Mirando al mar. Se trata de un tema que no aparece en la novela, pero que ella selecciona como broche final porque, a su juicio, es una canción de aquella misma época que retrata la vida estancada de María y razón no le falta.