Homenajes y vuelta a casa (parte II)

He necesitado tres días para asimilar todo lo vivido este fin de semana en Castellón. Los actos en honor a Concha Alós tuvieron lugar toda la semana desde su inauguración el pasado 20 de febrero en La Casa de los Caracoles: visionado de documental sobre la escritora por Ximo Roses; representación teatral de la mano de Virginia Lloret que dirigió con mimo a Concha Pascual (en el papel de Concha Alós), José Manuel Román, Virginia Fuertes, Raúl Fuertes y la propia Lloret que interpretaron fragmentos de El caballo rojo; recital a cargo de Sandra Ferró i Juan Carlos Cornelles, incluso, hubo una actuación de la coral Juan Ramón Herrero dirigida por Manuel Torada. Muy emotivo y solemne. La semana fue realmente magistral.

Las Alosianas nos reunimos el jueves por la tarde. Emocionadas, cansadas y un poco nerviosas pensando en la presión de nuestro encuentro oficial en La Casa de los Caracoles al día siguiente. No sé si esta entrada será capaz de hacer justicia y transmitir todo el calor y el apoyo recibidos y la conexión entre las Alosianas porque fue algo mágico. Sin aspavientos ni exageraciones.

El viernes 24 de febrero fue largo, pero grato. El día comenzó con la inhumación de los restos mortales de Concha Alós. Acordaos de lo que os conté en la entrada anterior de la primera parte. La música en directo de un violinista y un chelista nos envolvió con sus notas interpretando soberbiamente La dansa de la primavera de María del Mar Bonet, Que tinguem sort de Lluís Llach y unas piezas de la banda sonora de La vida es bella. El encargado del Cementerio San José de Castellón, Antonio Porcar, dedicó unas palabras respetuosas a la autora, a su familia, que esta vez sí pudo acompañarla en su segunda despedida, y a los amigos y curiosos que tuvieron la voluntad de asistir. En la primera parte, no incluí en los créditos de agradecimiento a Antonio Porcar. Muy mal, porque su labor en este homenaje fue más allá de gestionar el espacio de dónde serían ubicados los restos mortales en el camposanto. Porcar ha demostrado mimo, cariño y respeto a la figura de Concha Alós y es digno de mencionar. Contactó con Juan Cabeza para que se encargase de la escultura mortuoria, buscó el espacio más idóneo para que pudiera descansar definitivamente nuestra escritora y, desde luego, sus palabras fueron el broche final para tal delicada gestión. He aquí los resultados de ese trabajo meticuloso:

Fotografías de Noémie François

La alcaldesa de Castellón, Amparo Marco, solícita y atenta ofició todo el acto. Duró aproximadamente tres cuartos de hora. La verdad es que no puedo decir el tiempo exacto porque las Alosianas estábamos tan emocionadas que no mirábamos el reloj y solo teníamos ojos para nuestra autora. Fue muy impactante ver la caja chiquita y ocre que se introducía por manos anónimas y cuidadosas dentro de su columbario. Allí estás querida Concha, en tu lugar de infancia, en el lugar que te esperaba, en tu lugar. La lápida se selló con un ramillete de rosas rojas, flores blancas guardaban los pies de la tumba: María del Mar Bonet no te olvida. Nosotras tampoco. Estás muy presente con tu literatura, querida Concha. La música del chelo y el violín continúa sonando mientras nos abrazamos, nos hacemos fotos, sonreímos con los labios un tanto crispados por la emoción. A mí me tiemblan las manos. Quiero hacer un vídeo y mi móvil no responde. Concha desea una vez más la discreción. Aquí os dejo una pequeña muestra fotográfica que ha salido en los periódicos locales de Castellón como El Periòdic. Pongo los enlaces de Castelló 24 y Las Provincias, también de la página del Ayuntamiento y del Archivo Histórico de la Universidad de las Islas Baleares por Joan Font Roig que facilitó a Amparo Ayora el expediente de Magisterio de Concha Alós.

Fotografía Ayuntamiento de Castellón realizada por Daniel Soldevila.

Después, para reponer fuerzas y pensando en coger energías para el Encuentro de la tarde, las Alosianas fuimos hasta el puerto para comer un buen arroz del senyoret. Con la tripa llena y el ánimo caldeado, llegamos a La Casa de los Caracoles para probar micro y encender ordenadores. Todo a punto. Poco a poco, la sala se iba llenando. La gente iba ocupando sus butacas, nosotras desde el estrado veíamos caritas impacientes y sonrisas ansiosas. A las seis en punto, nuestra Alosiana original, Amparo Ayora del Olmo abrió el acto. Nos habló de la infancia de Concha Alós en un Castellón devastado por los bombardeos de la Guerra Civil, nos habló de su colegio, de su Instituto Ribalta, de sus vivencias en Castellón y de los lugares que ya no están como la calle del Agua, la Heladería Capri o el monito vestido de militar que rondaba por allí pidiendo comida a los clientes hasta que un invierno lo dejó tieso. Amparo Ayora comenzó su comunicación con un vídeo del No-Do [ 2′ 11”] en el que Concha Alós era galardonada con su premio Planeta en 1964 por Las hogueras y concluyó con una fotografía de una joven Alós con trencitas y mirada inocente que dedicaba a sus amiguitas antes de marcharse a Lorca.

Fotografía cedida por Isabel Gimeno Beser.

El reverso dice: “Para mis queridísimas amiguitas para que no me olviden. Conchita Alós”.

Tomó la palabra la siguiente Alosiana, Verónica Bernardini, que hizo un recorrido por la narrativa de Concha Alós y su transición desde un realismo social muy apegado a los «padres» como Camilo José Cela hasta emanciparse con una voz más experimental rompiendo el texto, incorporando monólogos interiores, contrapuntos, superposición de planos narrativos… Todo un recorrido de crecimiento personal y profesional muy vinculado a lo femenino y la búsqueda de identidad desde la figura de lo materno, elemento esquivo dentro de la cultura patriarcal. Así, Verónica Bernardini nos hizo ver de manera muy perspicaz cómo la novela Los cien pájaros comienza con esa ruptura del realismo social para ir adentrándose, poco a poco, en los avernos de la madre hasta culminar en sus tres últimas novelas: Os habla Electra, Argeo ha muerto, supongo y El asesino de los sueños.

Noémie François cogió el testigo alosiano para hablarnos de una faceta menos conocida (o trabajada) de Concha Alós: su producción periodística y su labor de guionista. Nuestra Alosiana deslumbró al público con sus descubrimientos, contándonos el compromiso social de la autora en sus más de ochenta artículos de opinión repartidos entre La Vanguardia, La Estafeta Literaria, Diario Femenino, Destino y Blanco y Negro (este último me faltó citarlo en una entrada anterior, pero el dato me era desconocido; para mí, la charla de Noémie François fue muy iluminadora también como investigadora en la materia alosiana). Sobre los guiones que ella ha podido consultar de forma inédita, nos habló de las curiosidades a la hora de adaptar un formato textual a otro visual y como, por ejemplo, en el caso de La caída, adaptación parcial de la novela Los enanos, el director Sergi Schaaff tomó elementos de la novela misma incorporándolos al guion saltándose el propio guion. También nos habló de la adaptación de La segunda carta que toma un personaje secundario y muy poco presente de Las hogueras para darle mayor representación en el formato televisivo.

La gente estaba expectante. Mostraban entusiasmo con todo lo que les contaban mis compañeras de mesa. Entre las tres ponencias habíamos consumido más de una hora, pero el público continuaba atentamente fiel. Llegó mi turno. Ahora sí que temblaban mis manos, no sabía si la voz me saldría del cuerpo, ⸺además, literalmente hablando porque unos días antes había padecido una afonía severa; una manera más técnica para decir que el resfriado me había dejado muda⸺.

Contra todo pronóstico, flui. Hablé y conseguí la empatía del público. No quería ser pesada. Viernes casi las ocho de la tarde. Un reto. Les conté mis pesquisas investigadoras y mis intenciones de vincular la narrativa de Concha Alós con la Ecocrítica o el Ecofeminismo. Dos conceptos teóricos un tanto arriesgados dado el acople cronológico, ya que las publicaciones de Concha Alós durante su segunda etapa en la década de los setenta coinciden con el surgimiento de la Ecocrítica de la mano de Cheryll Glotfelty, del mismo modo que el Ecofeminismo comienza a teorizarse por esas décadas también. Prometo entrada explicativa sobre este maremágnum. Lo importante en este momento es que presenté fragmentos de tres de sus cuentos (dos de Rey de gatos. Narraciones antropófagas y otro publicado en La Estafeta Literaria en 1972) y de mi adorada Os habla Electra. Traté de ilustrar con ejemplos lo que pretendía explicar acerca de la dominación y la opresión en la cultura humana. Lo que en palabros se conoce como androcentrismo y antropocentrismo. Mi intención era mostrar cómo Concha Alós refleja estas cuestiones en sus textos. Coincidiendo con mi Alosianas, concluí subrayando la capacidad de análisis de Concha Alós para observar su mundo circundante, su alto compromiso social, su pensamiento tan abierto y tolerante, su agudeza a la hora de plasmarlo en el papel, su osadía para expresarlo de forma rabiosa y contundente.

En definitiva, las cuatro Alosianas, cada una desde su ámbito, mostramos la concienciación de una gran mujer y, sin haberlo hecho adrede, conseguimos unidad en nuestra diferencia de exposición. Tal y como nos hizo llegar un espectador: «ha sido una ponencia dividida en cuatro partes».

Nos dieron más de las ocho. El público aplaudió hasta dejarse las palmas rojas y se generó un debate hermoso y muy animado en el que, ahíto de curiosidad, preguntó muchas cosas sobre Concha Alós o el trayecto de nuestras investigaciones. Casi tienen que echarnos de allí. Se acercaban las nueve, el toque de queda de La Casa de los Caracoles. Con mucha pena, dimos por cerrada la sesión y ese público tan maravilloso que nos acompañó hasta el final, vino en tropel hasta el estrado para abrazarnos, besarnos y darnos las gracias con todo el cariño del mundo. Habían aprendido mucho de una autora que había pasado desapercibida en su propia ciudad. Estaban orgullosos de contar entre sus convecinos con una escritora tan ilustre. Se despidieron de nosotras prometiendo leer de nuevo las novelas de Concha Alós a partir de nuestra mirada con detalles que desconocían, otros que no la habían leído se comprometieron a hacerlo. Y así, de forma natural, se formó una sinergia preciosa en la que las Alosianas contagiamos nuestro entusiasmo por una gran autora al público y el público nos regaló de vuelta su frenesí. Algo absolutamente perfecto, redondo, inolvidable.

Volví a casa con el corazón lleno del trabajo bien hecho y de lo compartido con mis Alosianas y con Castellón. Volví a casa con los pies flotando dos palmos sobre el suelo, volví pensando en que Concha, ahora, estará un poquito más a gusto allá donde esté. La vuelta a su casa de la infancia parece haber culminado, pero su homenaje sigue latiendo en nuestros corazones y los actos continuarán…

 

 

Homenajes y vuelta a casa (parte I)

Justo ayer se inauguró en La Casa de los Caracoles de Castellón de la Plana la exposición en honor a Concha Alós. Pincha aquí si quieres ver la galería de fotos. El colofón a este homenaje será el próximo viernes 24 con la participación de las cuatro Alosianas, así en mayúscula, donde cada una hablará de un aspecto diferente de la literatura de Concha Alós. Pero eso ya os lo contaré en la segunda parte de esta entrada. Ahora me detengo en el making off del homenaje hasta llegar al gran día de ayer.

Podría retrotraerme al pasado julio. Ola de calor en Berlín (para ellos 35º C es muerte súbita). He estado más de ocho horas viajando en trenes regionales desde Frankfurt haciendo malabares con los horarios y los trasbordos (esto se explica porque tenía el abono de verano alemán y viajar así era muy económico). El atracón de tren mereció la pena. Había quedado con la que sería mi futura antorcha alosiana en una brasería de comida española frente a un hotel berlinés más o menos céntrico. La Alosiana original. Amparo Ayora del Olmo. Ella lleva trabajando en Concha Alós desde hace varios años. Yo había leído su ensayo Las guerras de Concha Alós: Castellón, historia y relato de 2015. Para mí era muy importante conocerla, hablarle de mi investigación.

A riesgo de repetirme, creo que no he contado cómo insistí a Verónica Bernardini, nuestra Alosiana de Nápoles, para que me pasara el contacto de Amparo Ayora. Ella también había estado años antes con Amparo y, gracias a ella, Verónica conoció y entrevistó a la hermana de Concha Alós. Francamente, he de confesaros que, como buena friki Alosiana que soy, a mí me daba vueltas la cabeza y mataba por poder hacer lo mismo que Verónica. Así que me convertí en una chica pesada y acribillé a correos la bandeja de entrada de Bernardini. Y ahí me vi, semanas más tarde, sentada en la brasería de comida española en Berlín, con tremendo sudor en la espalda porque los 35ºC apretaban, conociendo a la mujer que iluminaría mi camino alosiano con su energía y empeño.

Allí le conté a Amparo Ayora mi lucha, sin demasiado éxito, por conseguir que la figura de Concha Alós fuera revalorada porque, hasta hace bien poquito, su nicho era un número perdido entre las sinuosas colinas de Montjuïc. El nombre de Concha Alós estaba siendo rescatado por el mundo editorial, pero necesitaba un toque, un empuje, algo grande… Amparo lo tenía claro. Me dijo: «Mira, bonica, hace tiempo que tengo una idea. De hecho, estuve hablando con María del Mar Bonet, pero no pudo ser. Ahora será diferente. Vamos a traer a Concha Alós a Castellón, junto a su familia. Donde debe estar». No me acuerdo si fueron sus palabras exactas, estoy ficcionalizando el momento, pero creo que la idea queda bastante clara.

Nos pusimos manos a la obra. La misión consistía en conseguir hablar con María del Mar Bonet, la persona que tenía los derechos de la tumba de Concha Alós, ya que fue ella quien se hizo cargo de los gastos del sepelio cuando Concha Alós falleció en julio de 2011. Tiré de contactos, hablé con Biel Mesquida pidiéndole ayuda, él me dijo que sí, que hablaría con Bonet. El escritor mallorquín es amigo de María del Mar Bonet y también estuvo en el entierro de Concha Alós. Pero debió pasar que o tenían la agenda muy apretada o yo era una mindundi para tomarme en serio. Yo deseaba por todos los medios ayudar a Amparo Ayora para retomar unas conversaciones entre Bonet y Ayora que se quedaron congeladas en 2017, cuando ambas se conocieron en el Auditorio de Castellón y Amparo le regaló un ejemplar de su libro. En aquel encuentro ya proyectaron la idea de gestionar el traslado de los restos mortales de Concha Alós a Castellón, pero por cuestiones de agenda y otros eventos personales, la idea fue quedando relegada… hasta ahora.

De manera que, cinco años después, se inició la burocracia. Amparo Ayora consiguió contactar de nuevo con María del Mar Bonet que facilitó la documentación que necesitaba Ayora. Amparo fue al Ayuntamiento y se reunió con la alcaldesa Amparo Marco que desde el primer momento se entusiasmó con el proyecto de Ayora. Se dio luz verde y Amparo Ayora comenzó a trabajar duro.

Mi aportación quedó al margen, apoyo moral, poco podía hacer desde Granada (una vez que volví de Frankfurt) con una mudanza a Alicante a la vuelta de la esquina. Es una justificación barata, lo reconozco. Pero ella estaba en Castellón, tenía los contactos, la documentación, tenía todo el poder en su mano para conseguir ese algo grande, como de hecho ha conseguido. Lo primero fue organizar la vuelta póstuma a casa de Concha Alós. Burocracia. Espera. Contactos con el cementerio de Castellón, con el de Barcelona… Y finalmente, el pasado 24 de noviembre, se hizo realidad: Concha Alós volvió a Castellón después de muchas décadas desde que saliera con su marido para instalarse en la isla de Mallorca.

No fue un traslado común. El Ayuntamiento, guiado por los consejos de Amparo Ayora, deseaba otorgarle un espacio conmemorativo a la tumba de Concha Alós en un enclave visible y acompañado de una escultura de Juan Cabeza. El nicho ya está culminado y el próximo viernes 24 será la celebración oficial del entierro de Concha Alós en su nuevo merecido lugar de reconocimiento. El empeño de Amparo Ayora del Olmo y la gentileza del Ayuntamiento de Castellón han permitido que sea posible este viernes para que las Alosianas podamos estar en el acto. Prometo fotos en la próxima entrada.

El periodista Ximo Górriz se alza como cronista de estos eventos en el diario digital Castellón Plaza porque, en consonancia con el evento oficial del funeral póstumo con toda la pompa que en su día no tuvo, tiene carácter y motivo la exposición de honor a Concha Alós en la que, de nuevo, nuestra Alosiana original, ha puesto toda la carne en el asador. Ha pintado y limpiado vitrinas, ha escrito paneles informativos, ha ayudado en las tareas de montaje museístico… También ha cedido su material bibliográfico a la causa. En este punto, es necesario agradecer la confianza y el material fotográfico y personal cedido por la familia Alós, su hermana Mercedes y sus hijos Elena y José Francisco, importantísimo para que esto fuera posible, así como el aporte desinteresado de Montserrat Badal (ya os contaré sobre esta gran mujer) y a más personas que han colaborado activamente en la preparación de unos actos que están diseñados desde el amor y el respeto a la figura de Concha Alós.

Archivo Fotográfico de Pau Barceló. Fecha desconocida pero se estima que la foto fue tomada entre la década de los 60 y 70. Material cedido por Montserrat Badal.

Estas personas merecen ser nombradas y reconocidas: Delfina Miravete, María Rubert ayudando en el montaje de la exposición, José Luis Lorenz y Paco Mezquita por permitir el acceso al Archivo del Instituto Ribalta, donde estudió Concha Alós, Joan Font del Archivo de la Universidad de las Islas Baleares, Virginia Lloret, Raúl Fuertes, Virginia Fuertes, José Manuel Román y Concha Pascual que durante la inauguración leyeron fragmentos de la novela El caballo rojo; Ximo Roses, Ramón Marín, las hijas de Rosa Tena, amiga de la infancia de Concha Alós… Todos estos nombres salen del muro de Facebook de Amparo Ayora, porque en su trabajo infinito ha dado espacio para agradecer toda la ayuda brindada y yo, en mi posición pasiva hasta el viernes 24, no me queda más que copiar como un loro.

Y lo que surgió de una conversación en un lugar anodino de Berlín ⸺en verdad no surgió, Amparo ya lo tenía en mente desde 2017, pero me gusta pensar que mi ingenuidad investigadora empujó a que se retomaran unas ideas que estaban relegadas en un cajón cualquiera⸺ ha cobrado vida y se ha hecho realidad gracias al trabajo desinteresado de muchas personas contagiadas por ese espíritu alosiano insuflado por Amparo Ayora del Olmo. Yo volví a Frankfurt feliz en un tren Flix con olor a ganado y poca ventilación, pero por lo menos tardé cuatro horas en vez de ocho. Supe que ese viaje había sido el inicio de algo hermoso y de enjundia para el mundo alosiano. Y eso es lo que me llevé de aquella aventura.

La cosa es seria, pues, el Ayuntamiento de Castellón de la Plana cuenta con la colaboración de la Diputación Provincial de Castellón y de la Generalitat Valenciana (los créditos públicos no pueden dejarse de lado). Las Alosianas se pondrán cara este viernes 24, nos conocemos vía e-mail, vía WhatsApp, pero todavía no hemos llegado a la corporalidad de las tres dimensiones. Llegamos en lo bonito, para poner la guinda a todo un esfuerzo titánico de este homenaje tan emotivo y necesario. Y mientras llega el día mágico, no queda más que decir gracias. Gracias, Amparo, por reunirnos, por conseguirlo, por contagiarnos tu tesón.

Matices y desmitificaciones

Indagando sobre Concha Alós, me aparecen dos adjetivos recurrentes: olvidada y denostada. También suelo encontrar un dato erróneo que se ha ido transmitiendo como una leyenda urbana: el año de su nacimiento. En esta entrada voy a tratar de matizar esos adjetivos y desmitificar esa fecha de nacimiento y parar un poco la correa de transmisión. Y, dicho sea de paso, estas aclaraciones servirán, quiero pensar, para matizar los motivos por los cuales se encuentra ese baile de fechas con respecto al nacimiento de la escritora y, por qué no, para desmitificar el halo de olvido entorno a la figura de Concha Alós. Vamos allá.

Sobre el año de nacimiento no cabe discusión alguna fue 1922, así lo pone en su partida de nacimiento. Sin embargo, es muy común encontrar variaciones que aluden a 1926 y 1928. El jaleo es tal que, incluso, las reediciones de sus novelas continúan arrastrando el estigma de 1926. La referencia a 1928 es la menos frecuente, pero la puedes encontrar en trabajos como el de Fermín Rodríguez de 1985. No hay una respuesta clara para asegurar el motivo por el cual no existe uniformidad al criterio del año de nacimiento y, mucho menos, por qué el dato de 1922 cedió para ser sustituido por 1926. Puestos a especular en alguna razón, me sumo a las teorías propuestas por la surcoreana Eunhee Seo, que en 2010 defendió su tesis doctoral en la Complutense de Madrid. Según la autora, la propia Concha Alós podría haber deseado ocultar su edad para acortar la diferencia que la separaba de Baltasar Porcel, quince años menor que ella. Quién sabe, esto es hablar por hablar.

Poca importancia tiene que nuestra Concha Alós quisiera equiparar su edad a la de su joven amante. Bien por ella. Fue muy valiente al desafiar las leyes franquistas cuando, recordemos, el divorcio ni estaba ni se le esperaba y, para colmo, el adulterio femenino estaba penado incluso con cárcel. Pero no nos desviemos. El dato en cuestión continúa siendo algo muy esquivo y no es para menos. Para saber de Concha Alós hay que bajarse al barro y mancharse las manos. Como lo hizo la alosiana original, mi querida Amparo Ayora del Olmo, profesora de la Universitat Jaume I, yo la llamo: la portadora de la antorcha alosiana.

En 2015 se publicó su trabajo Las guerras de Concha Alós: Castellón, historia y relato, premiado por el Ayuntamiento de Castellón de la Plana. Ese libro encendió muchas luces a mi investigación e hizo que quisiera saber más sobre la mujer que firmaba la autoría: Amparo Ayora del Olmo. Así pues, con ayuda de otra alosiana, Verónica Bernardini, conseguí contactar con ella, nos conocimos en Berlín. Toda una aventura que quizá os cuente otro día. Lo interesante en este punto es que gracias a ese encuentro tuve acceso a esa partida de nacimiento, bueno, en verdad, ya la había visto en la tesis doctoral de Bernardini que defendió su tesis sobre Concha Alós en L’Orientale de Nápoles en 2019, pero las conversaciones con Amparo me llevaron al conocimiento de una serie de datos, más allá del famoso año de nacimiento, que me han ayudado mucho en la reconstrucción de una vida tan apasionante y novelesca como fue la de Concha Alós. Gracias a Amparo Ayora he visto su expediente académico del instituto donde estudió en Castellón, su matrícula en la Escuela Normal de Maestras en Palma de Mallorca…

Poco a poco, las piezas encajan y, desde aquí, me gustaría que estas palabras sumaran para aportar un pelín de rigor académico y ajustar los datos, por justicia, porque sí. Ahora ya no estamos (o al menos, en eso queremos estar), en una sociedad prejuiciosa en la que ninguna mujer podía salirse de los marcados límites del tiesto y, ay, bendita la que osara a hacerlo. Ahora, querida Concha nadie te va a decir nada (y peor para el que lo haga) por haber estado con el hombre que amabas importando un comino qué edad tenía o dejaba de tener, lleva con orgullo tu edad y proclama todo lo alto que quieras el número 22.

Y hablando de justicia, quiero hacer un alto en esos adjetivos tan manidos ya: olvidada y denostada. Se usan con una tranquilidad de mantra que, francamente, me chirría. Me explico. Desde el mencionado estudio de Fermín Rodríguez de 1985, Mujer y sociedad: la novelística de Concha Alós, se recopilan una serie de lindezas por parte de los críticos de la época que no tienen desperdicio alguno. Aquí la muestra:

escrita en un lenguaje a veces innecesariamente crudo. Digo innecesariamente ⸺y me abstengo de añadir citas⸺ porque la crudeza no le va a una mujer culta y refinada como Concha Alós. No importa que los vocablos soeces sean puestos en boca de personajes vulgares en los momentos oportunos (el señor Iglesias Laguna, 1985: 20).

Y la cosa sigue. Federico Carlos Sainz de Robles y Correa a tenor de la publicación de El caballo rojo: «le sobran unas docenas de terminachos zafios y expresiones excrementicias. Que extrañan e irritan más porque salen de la pluma de una mujer» (1985: 20). Otro: José Luis Martín Abril cuando habla de Los enanos:

…el mal gusto de muchas situaciones putrefactas …la crudeza en la expresión; la definición de circunstancias utilizando un procedimiento premeditadamente indecoroso; la mancha que se multiplica; la fealdad; la fealdad de las conciencias en general. Todo lo cual Concha Alós podía haberlo velado con habilidad, pues para ello dispone la escritora de gran destreza… Es una pena que Concha Alós ensucie de esta manera la poesía, la fuerza sentimental, la dulce ironía, la profunda visión de la vida que la mujer lleva dentro; con todo lo cual, creo yo, está llamada a crear auténticos panoramas de limpia belleza insuperable (1985: 20).

No es de extrañar que si solo se tienen en cuenta estas apreciaciones tan amables sobre la escritora (creo que manifiesto con suma claridad mi ironía), es muy fácil caer en la trampa de la denostación. Y motivos no les falta, viendo el panorama. Sin embargo, creo que es momento de matizar y añadir otras críticas que fueron amables de verdad y que valoraron como corresponde esa narrativa que «no era propia de una mujer». Por ejemplo, en La Vanguardia el 22 de abril de 1970 en una reseña de La madama:

Si no fuera porque Concha Alós ha obtenido ya con sus obras […] un puesto relevante en el cuadro de los novelistas actuales, bastaría La madama para darle acceso a ocupar lugares de honor en la clasificación de nuestros mejores autores. El dominio del idioma castellano en sus más ricos y variados matices, el ahondamiento poético de sus creaciones, de sus personajes inmersos en la viva realidad de las circunstancias, la compleja y, a la vez, transparente psicología de sus criaturas literarias, […] todo ello […] que se desarrolla con espontánea fluidez (1970: 58).

O las críticas literarias publicadas en La Estafeta Literaria de la mano de Leopoldo Azancot o Mari Carmen Celis el 15 de diciembre de 1972 y el 1 de octubre de 1975, respectivamente:

alza una voz hasta ahora no escuchada, con manchas de sangre y barro, a través de la cual se desvela el misterio de la intimidad de un ser humano; un libro de relatos de donde se levanta una voz a cuyo conjuro se abren las puertas de esa cámara secreta desde la que el ser humano ⸺en este caso, una mujer; o mejor, una hembra⸺ se enfrenta con el mundo.

[…]

Concha Alós ha encontrado en las fronteras de lo indecible una palabra, una inflexión verbal, apenas la raíz de un grito, en la que su yo secreto se ha reconocido (Azancot, 1972:1171).

Desde Los enanos hasta Os habla Electra hay un largo camino, sucesivas etapas de constante búsqueda de expresión y contenido, en las que la novelista ha ido accediendo a lugares por los que la imaginación puede manifestarse ampliamente, siguiendo un ritmo preciso hasta apoderarse del pensamiento del lector, colocado en ese laberinto de sombras, buscando siempre, de nuevo, como entonces… (Celis, 1975: 2228-2229).

Podría continuar, pero que para la muestra un botón. Me gustaría dejar claro que, como todo escritor que se precie y una vez que su obra sale al público se expone a críticas buenas y a otras que no lo son tanto. Y que nuestra Concha Alós encontrara un par de piedras en su zapato no quiere decir que fue algo unánime o vilipendiador para su obra. Por otra parte, esas cuatro notas negras en la crítica sobre su novelística no son suficiente para sepultar a una autora en el olvido, tal y como afirma Paula Cabrera Castro en su artículo de 2020 en la antología de estudios de género de Incómodas: escritoras españolas en el franquismo. Ese supuesto olvido, relativo olvido desde mi punto de vista que ahora trataré de argumentar, responde a un movimiento silenciador que más tiene que ver más por memoria histórica que por cuestiones de género, que, cuidado, no quiere decir esto que este motivo no ande por ahí también haciendo interferencias. Todo suma.

Para ser totalmente fieles a la realidad, la obra de Concha Alós nunca ha dejado de estudiarse. Las primeras noticias que se tienen son las de Fermín Rodríguez, al que le siguieron la estadounidense Ada Ortúzar-Young y Genaro J. Pérez en 1993, otros estudios de Francisca López dos años más tarde que también incluyó novelas de Concha Alós en su análisis, Elizabeth Ordóñez en 1998, Pilar Nieva de la Paz en 2004 y así hasta llegar a las tesis doctorales de Eunhee Seo, nuestra alosiana francesa Noémie François que también defendió su tesis en 2016, la de Verónica Bernardini, el trabajo de Amparo Ayora, Noelia Adánez, Paula Cabrera, Constantino Bértolo… La lista sigue. ¿Cómo puede estar olvidada una autora tan estudiada? Lo que ocurre es que el nombre de Concha Alós no está en la nómina de las canónicas Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute. Ya nos gustaría a las alosianas que el nombre de nuestra Concha formara parte de la pléyade femenina de las letras españolas, pero vamos a ser modestas. Vayamos poco a poco en la reivindicación y la justicia.

Como decía, y por desgracia para nuestro patrimonio cultural de posguerra, el olvido selectivo no solo se cierne sobre nuestra autora, otras coetáneas a ella también están en la misma situación, si no que le pregunten a Dolores Medio, Carmen Kurtz, Mercedes Salisachs, Montserrat Roig, Elena Soriano, Elena Quiroga, Adelaida García Morales, Carmen Gómez Ojea, Luisa Carnés, la poeta Ángela Figuera, Paulina Crussat, Concha Castroviejo… y, bueno, paro porque tengo que poner el final en algún nombre, pero necesitaría siete entradas para hacer justicia a todas. Este olvido selectivo que digo no se trata de un olvido académico, estas autoras han sido estudiadas y lo continúan siendo. El problema, creo yo, es que el circuito cultural de nuestro país sepultó nombres incómodos para la memoria histórica y eso también afectó a autores masculinos. ¿Alguien se acuerda de Lauro Olmo y su Pechuga de la sardina? ¿O se acuerda de José Avello Flórez y sus Jugadores de billar? ¿O de alguna película también de la temática de la época impactante como La piel quemada dirigida por Josep Maria Form en 1967? Tranquilidad. Yo tampoco los conocía, apenas hace una semana me los mencionó mi director de tesis para que consultara estas obras y, así, poder hacer un cuadro completo del contexto cultural.

Con estas pinceladas que no dan ninguna justicia, muy a mi pesar, quiero poner de manifiesto un problema que tenemos como sociedad con nuestra propia cultura. En este centrifugado de producción cultural está incluida Concha Alós que, siento decirlo, no fue tan injustamente olvidada ni tan violentamente denostada, todo es matizable, y que nació a mucha honra en 1922. Las alosianas igualmente seguimos peleando para que el nombre de Concha Alós se firme con tinta de plata en el firmamento que le corresponde, esto es, en lo más alto. Puestos a mitificar, santifiquemos su nombre.

Quién es Concha Alós

A decir verdad, el título de esta entrada tiene truco porque estas notas preliminares no pueden abarcar la enjundia de una escritora de la talla de Concha Alós (1922-2011). Para responder a la pregunta de quién es Concha Alós tenemos todo un blog por delante en fase de construcción y esta entrada no es más que el primer ladrillo. Una vez puestas las medidas sobre el plano, comenzaré alegando que Concha Alós es una escritora encomiable (para nada se nota que me apasiona). Su prosa se caracteriza principalmente por su osadía.

Nuestra novelista, guionista, cuentista y colaboradora asidua en periódicos nació un 24 de mayo de 1922 en Valencia. No sabemos si ese 24 de mayo llovía o lucía un sol espléndido propio del Mediterráneo. Quitando detalles meteorológicos que no vienen al caso, se puede afirmar que Concha Alós es una escritora levantina, pues, a los pocos meses de vida, su familia se instaló en Castellón y allí creció hasta que la Guerra Civil los sacó de su hogar, huyendo con lo puesto hacia Lorca. Terminada la contienda, la familia Alós volvió a Castellón y, en lugar de su casa, encontraron un hueco liso como la palma de la mano (en otra entrada hablaré más de esto). Un tiempo después, ya casada con el poeta conquense Eliseo Feijóo, se trasladó a Mallorca, donde ejerció de maestra en Santa María y C’an Picafort. En esa etapa conocería a un jovencito llamado Baltasar Porcel con el que saldría de la isla para instalarse en Barcelona y allí se quedó hasta el final de sus días, un 31 de julio de 2011. Según un titular de Europapress, ese mes de julio fue atípicamente fresco desde 2002. No sé. A uno se le queda el cuerpo frío cuando se entera de que el final de una gran autora llega en una residencia para enfermos de Alzheimer. Concha Alós murió sin recordar quién era. Buena metáfora de situación.

No importa, querida Concha. Aquí estamos las alosianas para no olvidarte.

Nuestra novelista mediterránea escribió, fantaseó, pasó hambre y miserias, trabajó duro en la vendimia, vendió uva moscatel, hizo de niñera para subsistir en una pensión de mala muerte… me la imagino reclinada en su escritorio dejándose las yemas de los dedos sobre la máquina de escribir, quitándole horas al sueño. Aunque, creo que este tópico de la creación no fue exactamente así. En entrevistas afirmaba que a ella le gustaba escribir primero a mano por la tarde y a la mañana siguiente corregía y pasaba a limpio las cuartillas. Se obstinaba en recrear su sensibilidad, sus nudos, sus rotos y elevarlos al plano universal: «Todo, el mundo, la vida, mis sentimientos, poseían una intensidad rara que yo quería explicar, pero no sabía cómo ni a quién», le contó a Roberto Saladrigas para la revista catalana Destino (1972: 34). Pero vaya si supo.

Concha Alós comenzó a escribir desde niña. Primero un diario en clave al que le siguieron unas cartas a un profesor, Don Julio, que vivía en su misma calle y que nunca le envió:

Habitaba una inmensa planta baja con rejas de hierro a la calle, de las cuales se desprendía un concentrado olor a meada de gato. Y se veía una sala con libros, muchos libros. […] Aún lo veo, con su bombín, salir a la calle con una mujer despeinada y elegante que decían que estaba loca y que era su esposa. Tenían muchos gatos, muchos… (1972: 34).

Su primera narración larga tuvo como protagonistas a un fauno y a un ángel. Después escribió otra novela donde la acción ocurría en Dresde. Esto solo fue el calentamiento. En Mallorca inició sus colaboraciones en el diario donde trabajaba su marido y, además, mecanografió otras novelas y cuentos que probaron suerte en concursos literarios. Consiguió ser finalista del premio Ciudad de Palma en 1958 con Cuando la Luna cambia de color, novela aplaudida por Cela. Entre 1957 y 1959, además, fue finalista del premio de la revista mallorquina Lealtad con «El cerro del telégrafo» y también del prestigioso Sésamo con «El agosto», «La muerta» y «El ciego Sol».

Y desde aquí solo cabía despegar profesionalmente en el mundo literario. Lo consiguió ya afincada en Barcelona con Los enanos, ganadora del Planeta en 1962, pero que tuvo que ceder por un lío con los derechos de la editorial Plaza & Janés (prometo más detalles del tema en otra entrada). El embrollo se arregló sustituyendo el Planeta por el de Selecciones Lengua Española que otorgaba Plaza & Janés (la novela ha sido reeditada por La Navaja Suiza en 2021). Al año siguiente, publicó Los cien pájaros que gozó del éxito de la crítica. Aunque, el colofón vendría en 1964 cuando Concha Alós gana de nuevo el Planeta con su novela Las hogueras y, esta vez sí, nadie se lo quita (la obra fue reeditada en 2016 por Recalcitrantes). La escritora valenciana, castellonense, un poco lorquiana, mallorquina y barcelonesa se consagró con su segundo Planeta. Ella misma lo admite en entrevistas: el Planeta le abrió la puerta grande al mundo cultural. Se codeó con la flor y nata de la intelectualidad catalana del momento.

Entre la década de los 60 y 70, la máquina de escribir de Concha Alós hacía horas extra pues a esas tres novelas hay que sumarle dos más El caballo rojo de índole muy personal, donde relatará su huida y experiencia en Lorca (reeditada por La Navaja Suiza en 2022), y La madama, ambas novelas muy apegadas al contexto de los vencidos en una España insípida y gris. Estas narraciones tuvieron roces con la censura. Por supuesto, este tema lo tocaremos en próximas entradas. No seáis ansiosos. Decía que no solo escribió novelas en esta década prodigiosa, Concha Alós redactó numerosos artículos de prensa, sumando más de sesenta repartidos entre La Vanguardia, Diario Femenino, La Estafeta Literaria y Destino; añadiendo colaboraciones anteriores a los años 60 en medios locales mallorquines como Baleares, Hoja del lunes o Santanyí y otras colaboraciones esporádicas a lo largo de esta horquilla cronológica de los 60-70 localizadas por Noémi François en revistas como Zoo, Parques y jardines, Círculo de Lectores o Club femenino. También escribió guiones para televisión como El general, Juego de damas, Las máquinas de escribir, Frente al magnolio, Bajo el almendro, La segunda carta (una adaptación de Las hogueras), La caída (a partir de Los enanos) que fue emitida del 24 al 28 de junio de 1974 dirigida por Sergi Schaaff y con un reparto de nivel de la mano de Agustín González, Ana María Noe, Mercedes Barranco o Julieta Serrano; en 1983 volvió a retransmitirse en La 2 y todavía está disponible en RTVE.Play. En 1967 ganó el premio de guiones de Televisión Española con Yo soy un hombre libre, guion que tradujo para la televisión catalana y que pasó a llamarse El company de viatge [este dato sobre la traducción del guion está actualizado y corregido gracias a Noémie François que me aclaró este punto]:

Memòries de la tele. 9 de gener 2010, min. 20’51”

Esta etapa narrativa y efervescente se define por su tono reivindicativo muy próximo al realismo social que imperaba en el momento histórico y cultural del país. Concha Alós lo cuenta así a Ana María Moix en una entrevista:

Al empezar a escribir novela, ya profesionalmente, frené mi fantasía: el realismo social de la época, la moda literaria de entonces, me hizo pensar que ser así, y escribir así era una frivolidad; que lo que yo debía hacer era dar un testimonio. Creí que era mi deber (1974: 15).

Sin embargo, su colección de cuentos Rey de gatos. Narraciones antropófagas de 1972 (reeditada por La Navaja Suiza en 2019) marcaría un precedente en su modo de narrar: experimental, más íntimo, insólito, fantástico si me aprietas. Rey de gatos nació de las entrañas, de su dolor, de su desengaño amoroso cuando rompió su relación con Baltasar Porcel (sí, de esto también hablaré más adelante). Pero no vayáis a pensar que estos cuentos son el Bizarrap de los 70; estos cuentos desmontan el adentro del ser, deja en la intemperie a las conciencias, son una endoscopia al alma humana y, sobre todo, son un reclamo femenino, un aullido al deseo y a lo abyecto, como diría Noelia Adánez, un grito en la noche que dijo Paula Cabrera. Concha Alós supo extraer de la incertidumbre de su circunstancia sobrevenida una nueva forma de mirar, de representar. Su dolor le permitió desdoblarse, fragmentarse en muchos trozos de Concha que le brindaron una narrativa más simbólica, más arriesgada y más a tenor de los nuevos vientos de Transición que asomaban por el horizonte.

Y a partir de ahí, se abrió otra puerta grande, la puerta a la deconstrucción, a la desmitificación de una cultura anclada en la misoginia. Con ese objetivo iconoclasta nació Os habla Electra tres años después y vería su continuación temática con Argeo ha muerto, supongo (1982) y El asesino de los sueños en 1986, su última obra. Estas tres novelas forman una especie de tríptico colosal como un manifiesto contra el patriarcado y todo el legado que lo sostiene y legitima.

Por tanto, ante la pregunta de “quién es Concha Alós”, no me queda más que decir que Concha Alós fue una mujer con los propósitos de su vida muy claros y que peleó como una leona para llevarlos a término. A pesar de haber tenido un final indigno para cualquier ser humano, nos queda el consuelo de que su obra ha quedado ahí para la posteridad y es hora de ir sacándole brillo porque, aunque nuestra escritora levantina escribió en el siglo pasado, su narrativa tiene muchas cosas que contarnos todavía…

Bibliografía

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