Ayer y hoy, siempre Concha Alós

La semana ha comenzado alosiana. Ayer, ElDiario.es publicaba un artículo dedicado a la escritora: «Concha Alós, la escritora que puso voz al deseo femenino en los años represores del franquismo». La periodista Cristina Ros realiza una lúcida y sensible reseña sobre Las hogueras, recordemos recién recuperada por Seix Barral. Digo que es lúcida porque ofrece una lectura muy detallada de la novela en la que retrata acertadamente cada uno de los personajes que habitan en la obra. Y digo sensible porque no se limita a perfilar protagonistas o describir situaciones, sino que, además, da en el clavo al observar el verdadero tema de fondo de Las hogueras: la soledad radical en la que viven sumidos los personajes (femeninos y masculinos), el ensimismamiento y los pocos recursos disponibles, socialmente hablando, para desarrollar interrelaciones de una manera auténtica. Esto es: respetando la vida misma, lejos de los convencionalismos sociales, tan nocivos, tan destructores del individuo. Las hogueras lo demuestran. Concha Alós nos lo hace ver en cada una de sus obras.

La semana continúa alosiana. Hoy, el diario Las Provincias amanece con otro artículo dedicado a Concha Alós. Esta vez de la mano de Carmen Velasco, jefa de sección del área de Cultura. Tuve el placer de entablar una conversación telefónica con ella muy amena y muy llena de Concha Alós. Fue delicioso poder transmitir el valor literario de nuestra autora de cabecera y sentir que al otro lado del hilo telefónico había verdadero interés por la escritora y su obra. El reportaje de Carmen Velasco es impecable y delicado, muy respetuoso con Concha Alós y mi testimonio. No puedo más que darle las gracias. Carmen Velasco contactó conmigo gracias a este blog que, poco a poco, va haciéndose un hueco entre el panorama alosiano −la periodista lo tilda de «auténtica Biblia», yo no diría tanto, pero se agradece el cumplido porque me da fuerzas para continuar con la labor de divulgación−. Pues bien, aprovecho el tirón del blog para agradecerle públicamente su interés y su mimo por Concha Alós. Además de su rápida escritura. Abruma su eficiencia periodística.

Imagen cedida por Carmen Velasco. Se trata de su artículo en Las Provincias ya que la versión online no puede leerse completa si no se dispone de suscripción al diario valenciano. Gracias por la gentileza, Carmen.

Ayer y hoy, nuestra Concha Alós sigue en la cresta de la ola. No sé si conseguiremos entre toda la comunidad alosiana que la escritora sea incluida en el canon literario de primera fila junto a Carmen Laforet, Carmen Martín Gaite o Ana María Matute… pero creo que los esfuerzos están, al menos, forzando a «ensanchar el canon», como bien señala Carmen Velasco. Sea como fuere, Concha Alós tiene mucho que decir en nuestros días y su literatura se alza como atemporal porque su escritura apunta a los problemas universales del individuo, como bien sostiene Cristina Ros. La literatura de Concha Alós habla al hombre y a la mujer suavemente en el oído, quiere hacerles despertar, desea una humanidad libre de prejuicios y encorsetamientos. Eso es lo que más admiro de su escritura y lo que me motiva para leer a Concha Alós, siempre.  

Yo, Germán

La tesis doctoral sigue su curso. Concha Alós es traída de vuelta al panorama cultural. El camino investigador parece que va dando resultados. Aun así, encuentras misterios, pistas que derivan en puntos ciegos, fragmentos de la historia personal y profesional de una escritora que dejan con la miel en los labios porque no podrá saciarse nunca. Estoy hablando de datos encontrados como aquella supuesta obra de teatro que escribió en 1967. Hoy, mirando por mi ventana que da a un jardín mojado y telarañoso, me viene a la cabeza otra de esas pistas que no hacen más que inyectar el gusanillo de la curiosidad.

Como sabéis, la ruptura sentimental de Concha Alós con Baltasar Porcel fue un duro golpe para la escritora. Pero mantuvo el tipo y, aun separados y él preparando sus nupcias con otra mujer, quiso mantener cierta relación cordial con el antiguo compañero. Una suerte de prórroga amistosa para no tirar al traste de manera brusca y violenta diez años de relación y convivencia común. Sergio Vila-Sanjuán recopila en su ensayo biográfico sobre el escritor de Andratx (2021) −citado en este blog en varias ocasiones− parte del epistolario entre ambos ex compañeros en el que se intuyen intercambios amistosos y comentarios sobre sus respectivos trabajos. 

Entre ese juego de impresiones y consejos creativos, Concha Alós escribe en una de sus cartas, con fecha del 26 de junio de 1971, que ella está trabajando en su nuevo libro de cuentos (Rey de gatos. Narraciones antropófagas, 1972) y que lo tiene «casi listo». Añade: «Pero ya sabes que yo soy muy lenta. Ahora tengo en la cabeza un cuento nuevo». Concha Alós escribe el comienzo de ese nuevo cuento a su antiguo compañero: «A Germán se lo comieron las hormigas. No dejaron de él más que las uñas de los pies» (cit. en Vila-Sanjuán, 2021: 286). No hay más noticias de ese cuento. No aparece en Rey de gatos, no está publicado en ninguna de las cabeceras en las que ella solía colaborar como Destino o La Estafeta Literaria…, al parecer tampoco está entre sus archivos personales. ¿Qué fue de ese cuento? ¿Lo llegó a terminar? ¿Tiró las cuartillas de notas, de mecanografiado? ¿Se perdieron una vez que ella dejó su piso de Martínez de la Rosa en pleno corazón de barrio de Gràcia?

Ante la imposibilidad de recuperar aquel cuento, se me ocurre la fantochada de escribir una versión alternativa. Como aquellos juegos de relatos en cadena que comienzan desde una frase inicial. No sé vosotros, pero yo tengo una curiosidad insana por saber qué le habría pasado al pobre Germán para que se lo comieran las hormigas de semajante modo. Visto así el planteamiento, el Germán de este ignoto cuento se parece mucho al personaje innombrado de «Rey de gatos» −cuento que da nombre al título de la obra− que acaba devorado por los mismos perros y lobos que él cría en su cabaña. Concha Alós dice  también en su carta que el cuento de Germán está ambientado en un espacio de playas y vivencias de «aquí». Ese “aquí” se refiere a Calafell, que por aquella época se refugiaba allí junto a Carlos Barral y su trope del capitán Argüello. Este “Rey de gatos” vive alejado de la civilización en una casa desvencijada pegada a la ribera del mar… Pero no hay manera fehaciente de saber si el tal de «Rey de gatos» en un principio se llamó Germán y finalmente cambió las hormigas por perros y lobos.

El 25 de enero de 1979, Concha Alós publicó un artículo-homenaje en Destino (p. 46) dedicado al escritor británico afincado en la isla de Mallorca, Robert Graves, autor de obras tan reconocidas como su novela histórica Yo, Claudio (1934) que luego fue llevada a televisión con gran éxito de audiencia. La escritora tituló su artículo «Yo, Graves» en honor a aquella obra que le otorgó reconocimiento y que significaría el inicio de una carrera brillante y erudita. Siguiendo un poco este juego de palabras, me tomo la licencia de recuperar la voz de Germán y contar una historia independiente de lo que pudo ser aquel cuento, ahora sería algo así como “la versión del director” ateniéndonos a terminología cinéfila. Perdónenme los lectores sensibles. No pretendo faltar al respeto a Concha Alós. Ni siquiera igualarla. Eso está lejos de mi imaginación. Precisamente porque la admiro sobre todas las cosas, tengo la imperiosa necesidad de acallar a mi gusanillo de la curiosidad aunque sea con una versión inventada que viene a hacer las veces de una mentira piadosa.

Y sin más demora, ahí va mi aportación a la causa perdida:

A Germán se lo comieron las hormigas. No dejaron de él más que las uñas de los pies. Germán era un tipo normalucho. De esos que no despiertan suspiros, pero tampoco pasan inadvertidos. Al menos para su vecina Marisa era un tipo interesante, atractivo. Le espiaba por la ventana del patio interior que daba a su cocina. Lo veía por las mañanas preparándose el café en calzoncillos y camiseta de tirantes y con una colilla en la boca con medio cañón de ceniza amenazadoramente inclinado hacia abajo. La vida anodina de Germán, realmente no suponía nada exótico, pero a los ojos de Marisa esa pinta de bohemio pasado de moda, o de escritor fracasado que tiene sobre su escritorio un montón de cuartillas con borrones, ceniceros atiborrados con colillas mal fumadas y vasos de licores a medio beber, le hacía mucha gracia con sólo imaginarlo y le daba un no sé qué a Germán que a Marisa le subía la libido.

Germán y Marisa nunca cruzaron una palabra más allá de la frase breve del ascensor. A Marisa le daba pena dejar su apartamento en verano para dar paso a los turistas que deseaban llagarse la piel en la playa. Marisa se preguntaba qué haría Germán durante esos veranos tórridos y pegajosos de la vera mediterránea. Germán, ajeno a todos los barruntos de su vecina del cuarto B, vivía ensimismado encolando maquetas para la diputación provincial. Efectivamente, por las mañanas se levantaba enciendo un cigarrillo e iba a la cocina con la cara sin lavar a poner la cafetera. Para él, el verano era sinónimo de más trabajo, más maquetas y más eventos de corbata y cintas rojas que partir por la mitad con unas tijeras que apenas cortaban. Germán no iba a esos eventos, bastante tenía con no dormir la noche anterior para terminar la maqueta dichosa del museo de turno que se pensaba construir.

Germán, tan atontado con el mecanicismo de su trabajo, no se dio cuenta un día de esos veranos tórridos y pegajosos en los que las fiestas de los turistas en el piso de arriba no le desvelaban, porque él seguía trabaja que te trabajarás, que un naciente hormiguero había invadido coquetamente el hall de la maqueta del complejo de apartamentos Vistazul, próxima construcción. La primera hormiga apareció campante por el jardín en miniatura de aquella monería de arquitecto de turno. Germán la aplastó con el dedo como si tal cosa y siguió con la cola de maquetar dale que dale. La segunda hormiga no se hizo esperar, ni la tercera, ni la cuarta… Al cabo de un rato, Germán ya mataba hormigas con obstinación de exterminio. Pero aquellas hormigas no parecían acabarse nunca, salían como ejército del hall del edificio principal de Vistazul.

Germán estaba desesperado. La invasión era completa. Ya estaban instaladas por el salón, en la cocina, se bebían los restos de la cafetera y retozaban en las colillas de los ceniceros. Las tenía por la cama. Se le subían por las piernas, los brazos… Las hormigas tuvieron todo el verano para devorar a Germán. Nadie escuchó los gritos de Germán porque la música machacona de los turistas del cuarto piso era insufrible. Si Marisa hubiera estado en casa, quizá habría visto las hormigas de la cocina o, al menos, se habría percatado de que hacía varios días que Germán ya no iba en calzoncillos a prepararse su café. Pero Marisa volvió a su apartamento en octubre cuando el verano ya no era ni tórrido ni pegajoso y el silencio volvía a reinar en el edificio. La maqueta del complejo de apartamentos Vistazul se quedó a medias de pegar sobre la mesa del salón. Los tipos de la inauguración tampoco la echaron de menos porque tenían a otro Germán que hacía el mismo trabajo (por si acaso). Sólo en octubre pensaron en la posibilidad de hacerle otro encargo. Una exposición de arte figurativo. Como Germán no contestaba al teléfono, ni al timbre, tuvieron la deferencia de subir al cuarto a tocar a la vecina para dejar el sobre con las instrucciones del nuevo proyecto. Marisa abrió la puerta muy amable y solícita, ajustándose la bata por el escote. Tomó el sobre muy extrañada de que aquellos tipos no lo hubieran dejado en el buzón sin más ceremonia. Sonrió y se despidió de aquellos hombres encorbatados. Cerró la puerta y se quedó plantada con el sobre en la mano, sopesando el contenido. Pensó emocionada que aquel sobre podría ser la excusa que necesitaba para hablar con Germán. Con el barullo de sus pensamientos, no se percató de que varias hormigas se habían colado en su piso, tan campantes por la entrada principal, y ya subían estratégicamente por las cortinas.

Foto de Colita

Seguimos de promo con Las hogueras

Hoy, 14 de septiembre de 2024, los titulares de prensa vienen cargaditos de nuestra Concha Alós y de su legado literario. La promo de Las hogueras (a falta de cuatro días para su nuevo lanzamiento) sigue que echa chispas. La Vanguardia abre su versión digital con un mimado artículo escrito por nuestra incansable y alosiana más veterana, Amparo Ayora del Olmo: “Concha Alós frente a los tabúes”. Aquí pongo el enlace para su lectura completa. El periodista Eduardo Bravo recoge en El Periódico de Aragón una reseña sobre el prólogo de Llucia Ramis que acompañará a Las hogueras 2024 bajo el sello de Seix Barral: “Concha Alós, la escritora que ganó dos premios Planeta y murió en el olvido por su vida fuera de la norma”. Aquí pongo también el acceso al texto. Además, este artículo da acceso a otro relacionado con fecha de ayer que contiene alguna imagen de archivo de El Diario de Baleares. Creo que ya es momento de ir dejando atrás el mantra “Concha Alós en el olvido”. Ahora está más presente que nunca. Creo que, entre todos, hemos conseguido corregir ese sintagma. Aunque eso no significa que debamos bajar la guardia y relajarnos en una tumbona.

Ambos artículos desde distintas perspectivas inciden en el único eje de fondo: la literatura de Concha Alós no sólo merece la pena y debe ostentar la primera línea de nuestro canon cultural, sino que, además, guarda en sus líneas un mensaje actual a pesar de haber sido escrito hace sesenta años. Quiero decir que las reflexiones que planteaba en su momento Concha Alós, leídas desde nuestra óptica de pensamiento actual, vienen que ni pintadas para continuar cuestionándonos ciertos comportamientos de nuestro genoma cultural.  

Leída hoy Concha Alós, en este caso concreto su obra ganadora del Planeta, nos pone un retrovisor hacia un pasado no tan pasado que todavía consigue que alguna de sus fauces sobreviva en pleno siglo XXI. Esto demuestra que ni la situación anterior era algo que ahora no nos concierne como tampoco que la situación actual viene de la nada… Recordemos el refrán “de aquellos polvos estos lodos”. Y lodo es lo que a Concha Alós le gustaba remover en sus novelas y artículos de prensa.

Por eso Las hogueras vuelven pisando fuerte o arrasando con su fuego. Las historias de Sibila y de Asunción Molino tienen todavía muchas cosas que aportar, mucha reflexión que suscitar: ¿Realmente somos tan diferentes de aquellas mujeres, es decir, de verdad hemos superado esos modelos de mujer en la actualidad? ¿Seguimos teniendo sus mismos miedos, deseos, exasperación? ¿Hemos superado de manera plena nuestros prejuicios hacia el extranjero, el pobre?   

Larga vida a Concha Alós, señoras y señores míos. Larga vida a su literatura. Brindemos, ahora que nos vestimos de gala para los avatares de la promo, para que su escritura, ojalá algún día deje de ser una realidad viscosa y húmeda, buena señal sería. Pero, por favor, que ese síntoma no se traduzca en un nuevo olvido, sino en una superación y que nunca nunca se deje de leer y caiga en el olvido de nuestros corazones.

Concha Alós, durante la entrega del Premio Planeta que ganó en 1964. / EFE. Fuente: El Periódico de Aragón.

Las hogueras: reestreno editorial en su 60 Aniversario

El verano, o más bien las vacaciones, va llegando a su punto final y el nuevo curso trae consigo un lanzamiento memorable: el próximo 18 de septiembre verá la luz la reedición especial de Las hogueras de la mano de Seix Barral con motivo de su sexagésimo aniversario del Planeta. Personalmente, tengo muchísimas ganas de hacerme con un ejemplar porque, además del hito que supone para una alosiana empedernida como servidora, el libro está prologado por la escritora y periodista Llucia Ramis.

This image has an empty alt attribute; its file name is 9788432243851.jpg
Imagen de la nueva portada del libro. Fuente: Tipos Infames: · LAS HOGUERAS · ALÓS, CONCHA: SEIX BARRAL -978-84-322-4385-1]

El pasado 27 de mayo me desperté con un mensaje de WhatsApp de un número desconocido. Era Llucia Ramis queriendo concertar una entrevista telefónica. Concretamos el día y la hora. Estuvimos hablando más de una hora −Concha Alós da para mucho− y ya supe desde aquella conversación que el prólogo prometería. Ya no sólo por la estupenda pluma de Llucia −que eso es indiscutible (aquí facilito un enlace a sus libros)−, sino porque me dio la sensación de que conseguí contagiarle más pasión por Concha Alós de la que ella traía de casa. Ambas nos emocionamos comentando Las hogueras −que también tiene lo suyo−.

Vídeo con fecha del 1 de mayo de 2018

Al parecer, Llucia Ramis llegó a mí gracias al consejo de otro escritor y poeta mallorquín, amigo de Concha Alós. Hace algunos años, podría decirse en los comienzos de mi investigación doctoral, conseguí el contacto de Biel Mesquida, uno de los pocos asistentes al funeral de Concha Alós en Barcelona. Biel Mesquida y yo hemos hablado en puntuales ocasiones a lo largo de este tiempo, pero siempre sus aportaciones son como agua en el desierto para mi labor investigadora. Hace meses que no hablamos y la reedición de Las hogueras capitaneada por Llucia Ramis me recuerda que esto es una buena excusa para asomar la patita por debajo de la puerta de nuevo.

Quiero imaginarme a Llucia Ramis muy orgullosa de su prólogo −qué ganas de leerlo−, quiero pensar que Biel Mesquida se sentirá muy satisfecho con el nuevo lanzamiento de una novela que fue vencedora del Planeta en 1964 y llevada a la gran pantalla por Pilar Miró en 1967 bajo el título de La segunda carta. Se ha trabajado en una nueva adaptación cinematográfica, pero el parón del Covid-19 supuso un varapalo al proyecto. Veremos cómo termina esta aventura porque se oyen voces de retorno. La significación de la flamante historia de Asunción Molino y la exmodelo Sibila continúa vigente en nuestros días. Además de ofrecer un retrato de la sociedad franquista en un contexto isleño. Las hogueras, recibida con loas en su día, goza de una frescura narrativa que mete el hocico en los bajos fondos de la condición humana.

Concha Alós, como diría Joan Ripollès Iranzo en su blog para la Biblioteca Virtual de Cervantes, tiene el don de representar literariamente «la complejidad de las menes simples». Y así ocurre con las protagonistas de Las hogueras. La intimidad de Asunción Molino y de Sibila revela −quizá también se rebela− que el deseo femenino existe y tiene voluntad propia, es decir, se trata de una agencia del sujeto y no un tabú que debe sofocarse, estrangularse o, incluso, negarse. Como argumenta Paula Cabrera en su artículo para la recopilación de Incómodas. Escritoras españolas en el franquismo, editado por Luca Cerullo y Yasmina Romero Morales (2020), las mujeres en las novelas de Concha Alós tienen voz propia y no se acomplejan en «gritar su deseo y su furia». La autora asegura que lo declaman «a la noche» como metáfora de aullido de loba reivindicativa. Pero a mí me gusta pensar que los aullidos narrativos de Concha Alós no van únicamente para la luna llena y, en cambio, dan toquecitos en los mofletes a los respetados lectores (y lo apunto sin añadir «lectoras» porque estoy segura de que las respetadas se relamerán en sus asientos tapando con los dedos sobre los labios y media sonrisa socarrona ese aullidito que en algún momento tuvimos que sacar a pasear).

Creo, sinceramente, que Las hogueras calcina al lector porque pone delante una realidad triste y fulminante de lo que significa vivir, y realizarse como individuo, en una sociedad reconcomida por los prejuicios. Creo, ciertamente, que la novela esconde en su interior el mayor incendio intelectual que deconstruye aquello que pensábamos inamovible, natural, incuestionable. Puede que estas palabras suenen ahora como obvias después de los esfuerzos culturales de las últimas décadas, de la lucha feminista que grita realmente en las calles, en pleno día y a viva voz. Pero hay que reconocer que 1964 era una época de no tantas voces gritando o, si lo hacían, sí era a la luna llena y que, por tanto, un libro con la rotundidad como el de Concha Alós venía a sacudir alguna conciencia que otra. Sin embargo, todavía no podemos hablar de Asunción Molino o de Sibila como algo del pasado, sino que se yerguen como figuras ilustrativas de una bestia estructural y asimilada que todavía espera agazapada a que llegue la oscuridad de las noches sin luna.

Ritual simbólico en la ceremonia del Planeta ante la superstición del número 13. Fuente: Tele/eXpres 16-X-1964, p. 3
Concha Alós en la esquina derecha de la foto principal muy feliz y sonriente con su segundo Planeta. Ella marca con los dedos ese dos enigmático y reivindicativo. Fuente: La Vanguardia, 17-X-1964, p. 1
Concha Alós recibiendo su premio en TVE. Fuente: La Vanguardia, 5-XI-1964, p. 29

Concha Alós en el CICELI

Los pasados días 11, 12 y 13 de julio de este 2024 el curso académico se cerró con un congreso de altura por dos razones. La primera por el grueso de sus participantes a nivel internacional y la segunda por el elevado tono de rigor investigador de los distintos ponentes. Tuve el honor de trabajar codo a codo con el mejor equipo de mi Departamento y, gracias a la coordinación y sincronización de fuerzas (y esfuerzos) de los catorce miembros que conformamos el comité organizador, todo salió a pedir de boca.

El IV Congreso Internacional CICELI “CreadorAS en la Educación y Literaria e Intercultural” este año dedicado a “Las poetas y el canon” remonta su creación a 2018, siendo el año siguiente, julio de 2019, la fecha del primer congreso con ánimo internacional. La sede se encuentra en la Universidad de Valencia, pero este año cedió el testigo a nuestra Universidad de Alicante bajo la dirección de las profesoras Helena Establier Pérez y Laura Palomo Alepuz. Ante el nivel académico y la envergadura del evento, no podía desaprovechar la oportunidad de llevar a Concha Alós a este congreso de CreadorAS.

Así que, decidí trasladar algunas de mis inquietudes de la tesis doctoral. Me decanté por presentar la novela Os habla Electra por considerarla la obra más afín al ecofeminismo. Su lectura a la luz de esta filosofía feminista y ecologista permite arrojar una perspectiva de análisis más actualizada a los tiempos que vivimos. La novela, publicada en 1975 poco antes de la muerte del dictador, denuncia en los albores del ecofeminismo una dirección dislocada que la sociedad de la época, consumista e individualista, está dirigiendo su rumbo. Como dice el refrán: “de aquellos polvos, estos lodos”. La vindicación de Concha Alós en 1975 viene a sacudir las conciencias ante un legado cultural basado en el patriarcado y el capitalismo; es decir: dominación al otro y explotación del otro. Las diversas capas de significación de la novela permiten una lectura deconstructiva de estas estructuras de pensamiento regidas por las dinámicas del legado cultural que he aludido.

No quisiera llenar esta entrada de tecnicismos o teorizaciones someras que poca justicia le harían al entramado ecofeminista y menos favor le haría a la obra resolver su dimensión simbólica en cuatro líneas. El tema del ecofeminismo lo desarrollé más pormenorizadamente en un artículo publicado en la revista de ecocrítica Pangeas, la cual tengo el honor de ser su secretaria −la publicación fue bastante antes de ostentar mi labor en la revista− y el análisis de la novela vinculado al ecofeminismo ya adelanté algunas apreciaciones en mi artículo del año pasado publicado en la revista portuguesa Anthropocenica. Os pongo enlaces por si queréis curiosear.

En definitiva, la lectura ecofeminista de Os habla Electra me permite, además de ofrecer una nueva perspectiva de análisis más ajustada a la actualidad, ahondar en el mensaje último que Concha Alós deseaba dejar en sus obras. Desde que leí esta novela mi hermenéutica de la sospecha me hizo intuir que la escritora apuntaba en su texto hacia la necesidad de construir una nueva sociedad alejada del patriarcado, que limita y subyuga el mundo asignado como femenino, y del capitalismo, que con su afán de objetivación en pro del capital, destruye al resto de seres vivos del planeta. Es decir, Concha Alós escribió esta novela advirtiendo sobre las consecuencias de nuestro sistema económico: la destrucción de los ecosistemas y la pérdida de la dignidad y la calidad de vida de todos los seres vivos −incluidos los seres humanos−. Del mismo modo apuntaba que el patriarcado está basado en una interpretación errónea de los mitos y en la transmisión de tales valores sin un proceso de cuestionamiento de generación en generación. Personalmente, ver claro este tipo de premisas en una novela onírica como Os habla Electra me condujo a descubrir más sobre la autora y lo que descubrí gratamente fue que, en distintos grados de incidencia y significación, el proyecto literario de Concha Alós era la denuncia de tales males que anquilosan al ser humano conviviendo en sociedad. Esta es mi hipótesis de partida para mi tesis doctoral. Esto es lo que de manera frenética trato de demostrar: ese mapa humanista que dibuja Concha Alós en sus textos. Creo que ya expliqué esto, perdón si me repito, la pasión me puede.

No obstante, tras estos años de investigación comienzo a tener dudas sobre el trazado de este mapa que mi hipótesis entusiasta me empujó al mundo del doctorado. No porque no exista tal intención humanista y apuesta de cambio que brinda Concha Alós, sino por la dificultad de tan alta empresa, ¿cómo se diseña un nuevo modelo de sociedad? Ahora, bien podríamos responder a la pregunta que los cambios sociales se realizan con el esfuerzo de todas las personas debatiendo, proponiendo ideas, asumiendo errores, oponiendo resistencias, etc. Sin embargo, en el tiempo de Concha Alós, todavía en el tiempo de Os habla Electra, estos debates se veían lejos, muy lejos y el ecofeminismo solo era una palabra que usaba Françoise D’Eaubonne en su ensayo de 1974. Por tanto, poco se puede exigir a una escritora que únicamente cuenta con su ojo crítico −y bendito ojo crítico−. Concha Alós no puede dibujar un nuevo mapa humanista, pero ya se daba cuenta de que el que teníamos delante estaba obsoleto y no servía para proporcionar igualdad y respeto entre los seres que conviven en este planeta.

No sé cómo resolveré la hipótesis de mi tesis doctoral, todavía me queda un trecho que recorrer. Lo que sé es que Concha Alós tenía una sensibilidad a nivel existencial que bien la llevó a luchar para el cambio desde la humilde prosa de su pluma. Y eso es lo que estoy indagando todos estos años. La participación en el CICELI me brindó la oportunidad de presentar nuevamente esta cuestión ecofeminista compatible con la novela. Tras las exposiciones, se generó un debate enriquecedor porque tuve la gran suerte de compartir panel de comunicaciones con otras tres colegas súper potentes en sus materias y se produjo un intercambio y una sinergia muy valiosa para el avance de mi investigación. Asimismo, el profesor Andrés Montaner Bueno desde la Universidad de Murcia presentó al público asistente un análisis de la figura femenina hallada en los cuentos de Rey de gatos, subrayando el sesgo feminista que transpiran sus personajes.

Concha Alós me acompaña en cada evento académico en el que participo. Y me da mucha alegría descubrir con gran sorpresa que su literatura se expande a otras universidades. Os habla Electra fue la primera novela de la autora que llegó a mis manos y me enseñó otro modo de narrar el desencanto de una sociedad con un legado cultural suicida y denigrante para el otro. El mapa humanista de Concha Alós quizá no sea perfecto o no esté completo, pero el gajito que podemos observar tiene agallas y es muy reivindicativo. Merece la pena ser expuesto y divulgado. Esta vez le ha tocado al CICELI, pero vendrán muchos más congresos y artículos por escribir… además de la tesis que ya va tomando forma. De momento, gracias compañeras de la organización por dejar que Concha Alós se colara en un congreso tan importante como el CICELI.

Redes familiares rotas: el caso de La madama

Tanto reseñar me lleva a hacer un poquito de autobombo y hablaros de mi artículo recién publicado (20 junio de 2024) en la revista de la Universidad de Venecia Rassegna Iberistica. Este artículo nace de un proyecto en el que tuve el placer de colaborar desde la Universidad de Leipzig en mi estancia allá en 2022. El proyecto de investigación tiene por objeto el análisis del tema de la familia en la narrativa de habla hispana y portuguesa. La familia representada en la novela, normalmente, guarda inmensas capas de significación: cuestiones políticas, de clase, de Estado e, incluso, historiográficas que moldean e interfieren en el establecimiento de los lazos familiares que pueden ser múltiples o multilaterales. La familia es la célula más pequeña del complejo social, por tanto, las relaciones que se establecen en el seno familiar serán reflejo de una temperatura sociocultural y, viceversa, la dinámica familiar afectará en la configuración social del momento histórico en el que se desarrolla. La relación entre los miembros de una familia lleva intrínseca factores históricos como la transmisión de la memoria de manera transgeneracional. Esos factores pueden ser traumáticos como en episodios de guerra. Los eventos de la historia imprimen un efecto en la epistemología familiar que abre un abanico de posibilidades en las relaciones intergeneracionales. Estos aspectos se representan literariamente para, precisamente, conectar con lo metaficcional y lo metahistórico.

Bajo estas premisas os invito a que consultéis el número dedicado a Las constelaciones familiares en la narrativa iberoamericana moderna que abarca el análisis de novelas publicadas desde 1969, con La madama de Concha Alós, a 2020, con la novela de Juan Gabriel Vásquez Volver la vista atrás. He tenido el honor de compartir ideas y conocimientos con un equipo investigador de alto nivel, comenzando por los catedráticos Jobst Welge y René Ceballos, mis queridas compañeras Ángela Calderón Villarino y Serena Cianciotto… además de conocer en el congreso de junio de 2022 a la catedrática María de Fátima Marinho y la colega Anne Brüske. El estudio de cada uno de ellos completa este número de relevancia científica en el campo de las letras.

Mi análisis de La madama pretende aportar un granito de arena dentro de este elenco de titanes de la investigación. Tratando de no salirme de la línea, ofrezco una lectura de la novela que pone la lupa hermenéutica sobre los Espín y su mala fortuna de pertenecer al bando de los vencidos. Las redes familiares de los Espín aparecen rotas por un determinismo de Estado −un Estado dictatorial, no nos olvidemos− que deja poco espacio a la «gangrena roja» que pudría el país o la idea que el Glorioso Movimiento tenía de él (Ríos Carratalá, 2015 y 2016). Como en reiteradas ocasiones he afirmado en este blog, La madama es la radiografía de la más reciente posguerra donde la represión encarcelaba y fusilaba sin miramientos y en masa. La miseria lo invadía todo en aquellos años, pero si encima pertenecías al bando de los vencidos o tenías algún familiar en prisión, la cosa podía ser peor: te negaban la cartilla de racionamiento, no te daban trabajo o si lo conseguías era en condiciones infrahumanas.

Esta tremenda situación empuja a una carrera por la supervivencia de lucha contra el hambre de manera feroz y literal. Los Espín, en su carrera por la vida, representan la historia de esas miles de familias que vivieron bajo la bota del franquismo más feo y rancio, si es que alguna vez tuvo atributos agradables para los que no fueran de los suyos. La realidad de los Espín está atravesada por la necesidad extrema, la extenuación, el cansancio y el hambre, sobre todo, mucha hambre. Los Espín ponen en marcha unas estrategias de resistencia que vulneran su integridad e, incluso, su dignidad. Pero hay que sobrevivir. Lo malo, todavía más si cabe, es que esas estrategias de resistencia son limitadas y están constreñidas por unos parámetros patriarcales que anquilosan el desarrollo vital de cada uno de los Espín, sobre todo, de las Espín. Esta circunstancia, inevitablemente, impide establecer unas redes familiares sanas y auténticas, basadas en la comunicación y el respeto. La supervivencia te obliga a morder al de al lado, no hay amigos, no hay parientes en los que apoyarse porque cada uno se siente solo en su lucha y el otro es visto con hostilidad, como un obstáculo. El matrimonio es una vía de escape al mismo nivel que el ejercicio de la prostitución. El estraperlo es sólo un método de dinero rápido que no desemboca en un buen desenlace y la red clientelar es sólo para los oportunistas que saben cepillar chaquetas. Este es el panorama de la España de la Victoria.

Mi artículo, con su análisis de los Espín, inicia el recorrido cronológico de estas constelaciones familiares que sacan, a través de la literatura, las grietas intergeneracionales, los traumas, las fortalezas, los déficits de las políticas de Estado, la interrelación entre sociedad y familia, el delicado equilibrio de ambas esferas que se nutren la una a la otra y del que depende la convivencia de la comunidad humana.

La colaboración entre Leipzig y Alicante continúa. Esta vez salimos del contexto familiar para hablar de la representación de las plantas y las plantaciones desde la perspectiva ecocrítica en la que los seres humanos invaden la naturaleza negando su entidad como ser vivo. Desde Leipzig y las constelaciones familiares viramos hacia Alicante y la ecocrítica en el siguiente número de nuestra Revista Pangeas. Seguid atentos porque el autobombo seguirá con próximas colaboraciones de nivel.

La Madama - Concha Alós | Meses sin intereses

Bibliografía

Ríos Carratalá, J. A. (2015). Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista. Sevilla: Renacimiento.

⸺. (2016). Contemos cómo pasó. Imágenes y reflexiones de una cotidianidad (1958-1975). Alicante: Universidad de Alicante.

Ruiz Pérez, N. (2024). «Redes familiares rotas: imposición de Estado y estrategias de resistencia. El caso de La madama (1969) de Concha Alós» en Library of Rassegna iberistica, vol. 36, pp. 7-22.

Los enanos en las ondas de radio

No es ninguna novedad hablar de Los enanos en este blog. Sin embargo, en este interludio entre las reediciones de Las hogueras, Rey de gatos, Los enanos y El caballo rojo −según el orden cronológico de aparición− y las novedades que se avecinan y de las que hablaré en su justo momento, resulta vital volver a la novela que le valió a Concha Alós la salida al mundo editorial, el reconocimiento como autora y la profesionalización de su oficio. Como ya hablamos aquí hace un tiempo −y bastante porque hay que retrotraerse a las primeras entradas del blog−, la novela Los enanos fue recuperada por La Navaja Suiza en 2021.

La publicación de Los enanos, casi sesenta años después de su acalorada polémica y lanzamiento al mercado por la puerta grande, sin detenernos demasiado en su adaptación como serie para Televisión Española emitida en 1974 disponible en RTVE Play, conllevó cierto impacto mediático con reseñas en cabeceras digitales como la que citamos anteriormente de José Ovejero en La Marea o las de Luisa Martínez en El Imparcial, Alfons Cervera en InfoLibre y Rubén Soriano Soriano en Literatura MML. Pero hoy vamos a hablar de reseñas sonoras: los podcasts que promocionaron Los enanos con la reedición de La Navaja Suiza.

La línea cronológica nos lleva hasta el 27 de octubre de 2021 cuando el programa mañanero Hoy empieza todo de Radio 3 (RTVE) dedicó su sección «Barra libre» a Los enanos de Concha Alós. La escritora y periodista Aloma Rodríguez se encarga de analizar la novela. La aproximación de Aloma Rodríguez a Los enanos podría etiquetarse como sublime solamente con un pero (o dos, aunque este segundo es una lacra que se viene arrastrando desde hace muchísimo tiempo con la fecha de su nacimiento, así que mejor lo omito). Aloma Rodríguez habla del asunto de la polémica del premio Planeta, a la que también dediqué una entrada en este blog, y llega a afirmar que Concha Alós ganó previamente el premio de Selecciones de la editorial Plaza & Janés para luego ser desechada y es en ese momento cuando Concha Alós decide presentarse al Planeta. Como ya dijimos: no fue hasta que Tomás Salvador reclamó los derechos de la novela en la noche de la gala del Planeta cuando compensaron a la escritora con el Selecciones para que declinase el Planeta sin aspavientos. Recordemos que Tomás Salvador le devolvió dos de las tres copias que Concha Alós entregó a la editorial, los manuscritos no se devuelven si la novela ha sido seleccionada para un premio, ¿verdad? No obstante, salvo este pequeño impás, el podcast es impecable y Aloma Rodríguez está maravillosa porque se nota en sus palabras una lectura muy atenta y audaz de la novela que ha sabido extraer los detalles más significativos.

Os recomiendo muchísimo su escucha. Desde aquí me limitaré a subrayar algunos de sus comentarios que considero más destacables como, por ejemplo, cuando remarca la «elegancia» de la escritura de Concha Alós ante el equilibrio demostrado entre las descripciones de lo bello y lo sórdido. Aloma Rodríguez observa con atino cómo esta novela se sitúa lejos del tremendismo como algunos en su día quisieron catalogar. Al contrario, se trata de un, por así decir, neonaturalismo que resalta la parte más cruda de la realidad, pero sin cebarse en ella como podría hacer el tremendismo. En uno de mis capítulos de tesis precisamente desarrollo esta idea y me parece muy relevante que Aloma Rodríguez lo destaque en este punto, comparándolo con el cine berlanguiano. Por otro lado, observa su «don» para reproducir el habla oral, la intimidad de los diarios a partir del personaje de María, su capacidad de retratar a multitud de personajes en una voz coral bien dosificada y con la suficiente fuerza individualmente en la que ninguno sobresale y, a la vez, ninguno queda ensombrecido. Colectivamente, los personajes de la pensión Eloísa funcionan como uno sólo. De hecho, señala que no hay un conflicto marcado en la novela, sino que es la suma de muchos conflictos que podrían dilatarse eternamente. Se trata de un conflicto sostenido en el tiempo. Universal. Aloma Rodríguez admira la escritura de Concha Alós, así lo dice ella misma, por la cantidad de recursos que emplea en la novela. Estos recursos simbólicos van tejiendo un espacio narrativo que fotografía una época concreta de la sociedad española. La locutora, por ejemplo, señala cómo Concha Alós introduce hitos históricos como el juicio del nazi Adolf Eichmann en Jerusalén, ejecutado finalmente el 31 de mayo de aquel 1962. Pero, sin duda, me quedo con la frase de Aloma Rodríguez que resume todo: «Concha Alós no cae en simplismos ni brochazos», desarrollando una literatura «sutil» y muy efectiva, añado yo.

Un poquito más adelante, el 22 de noviembre de ese 2021, Edurne Portela dedicó unos minutos a resaltar estos mismos aspectos de manera similar en Hoy por hoy de Cadena Ser. En la sección «Cosas que merecen la pena», la escritora Edurne Portela se maravilla ante la pluma de Concha Alós, interrogándose cómo pudo pasar el filtro de la censura, que diría Constantino Bértolo. Ya lo dijimos: Los enanos sobrevivieron al boli rojo censor, entre otros motivos mercantiles por el asunto del Planeta, porque fue leída con suma indiferencia ante los problemas sociales que planteaba la novela. Esos temas, contra lo que pudiera parecer, no apuraban al régimen. Manuel L. Abellán ya nos cuenta en su libro Censura y creación literaria en España (1939-1976) publicado en 1980 que los temas verdaderamente candentes para el franquismo eran: el honor de la Iglesia y a sus personalidades, en la misma línea, los miembros del Gobierno y del Ejército y, por supuesto, la moral sexual bajo raya. A partir de ahí y si encima es una mujer quien escribe…

Tanto Edurne Portela como Aloma Rodríguez rescatan fragmentos de la novela realmente impactantes. De los seleccionados por ambas, me quedo con el que lee Edurne Portela que corresponde a la escena en la que Sabina mantiene relaciones con un desconocido en la playa:

La arena araña la piel. Sabina siente en los muslos un frío penetrante. El hombre que respira tan cerca de ella le recuerda un perro. Un perro negro y sin forma. Se sintió aplastada contra la arena. Era fría. Olía a sandía pasada. En la cara y en el cuello sintió las babas del hombre. De los chalets venían risas y un perro ladraba insistente, incisivo. De pronto, le entró una gran rabia por estar allí. Hubiera empujado al hombre, se hubiera levantado, le hubiera arañado hasta cansarse… Consiguió serenarse y pensó que si aquello duraba mucho cogería una pulmonía. Pero fue rápido (1962: 198).

Creo, francamente, que es muy representativo de la sutileza y la elegancia de la que hablaba Aloma Rodríguez.

Por último, Tamara Crespo dedicó su sección «Club de Lectura» en el programa de RNE Entre dos luces, presentado por Carlos Santos, a Los enanos el 18 de marzo de 2022. Este espacio resulta diferente porque, además de reseñar los hitos más importantes de la novela y de la autora, Tamara Crespo añade Las hogueras a la palestra. Pero no sólo por eso es distinto a los anteriores. Tamara Crespo realiza un recorrido musical por las canciones que los personajes cantan o escuchan en la radio. De esta manera, Los enanos suenan y se entierran más en esa época gris que buscaba aliento y un rayo de color en la música. Así, aparecen coplas, zarzuelas como La roca fría del Calvario que canta el hermano del Señor Peña en su entierro… También los niños cantan canciones populares como Quisiera ser tan alta como la Luna o el Que llueva que llueva. La aproximación de Tamara Crespo resulta imprescindible por el testigo sonoro que rescata, prueba, además, de la cantidad de recursos y referencias utilizados por Concha Alós, tal y como bien afirmaba Aloma Rodríguez. La locutora de RNE observa en Los enanos un poquito de neorrealismo italiano, no es de extrañar, el escritor Cesare Pavese era predilecto de Concha Alós como ella misma admitió a Fermín Rodríguez cuando aseguró que admiraba del italiano su modo de adjetivar.

Las tres coinciden en que Los enanos destacan por sus retratos de los personajes femeninos que con la representación de sus vidas denuncian la supervivencia de aquellas mujeres en condiciones de miseria extremas que, además, debían lidiar con las limitadas opciones que la cultura patriarcal les ofrecía. Tamara Crespo sostiene que Concha Alós dio voz a los vencidos, a los pobres, a los miserables… la sensibilidad de María con su historia de amor mutilada por aquellos duros convencionalismos sociales la dejaron congelada dentro de sí, sin ganas de vivir o, como la propia María escribe en su diario: «Vivo sin fe ni esperanza, solo porque hay que vivir como un perro o una rosa. Vivir cobardemente, arrastrando los pies». Tamara Crespo cierra su sección con la canción de Jorge Sepúlveda Mirando al mar. Se trata de un tema que no aparece en la novela, pero que ella selecciona como broche final porque, a su juicio, es una canción de aquella misma época que retrata la vida estancada de María y razón no le falta.

Nos queda la palabra. El blog de Agustina Pérez

Hace más de un año que llegó a mi conocimiento el blog de la profesora Agustina Pérez: Nos queda la palabra. Un blog lleno de palabras, pero también de reivindicación y de puesta a punto literaria. Hace más de un año que debería haber escrito esta entrada cuando Agustina Pérez dedicó unas líneas a nuestra querida y (amiga ya) Concha Alós, pero he me aquí tratando de colmar un vacío.

Como diría mi abuela, que en paz descanse, nunca es tarde si la dicha es buena. Y a mí me da mucha dicha reivindicar la estela de la comunidad alosiana que va calando, va creciendo, se consolida. Nunca es tarde para hablar de Concha Alós y nunca es tarde para recordar la labor de una mujer que lleva más de una década escribiendo y dando forma a un blog heterogéneo y lleno de literatura. Gracias, Agustina.

Concha Alós aparece en la entrada: «Concha Alós. La mujer que desveló la mugre del franquismo» dentro de la categoría Mujeres en la sombra, junto a Elena Garro, Magda Donato, Carmen Conde o Emilia Serrano, to name but a few, que dicen en inglés. Se trata de entradas mimadas, cinceladas con el máximo de los respetos y buscando el mayor de los rigores académicos. Una delicia perderse por ahí.

Me faltaría espacio en este humilde blog para desentrañar cada una de las píldoras tan necesarias que guarda Nos queda la palabra. Pero como aquí hablamos de Concha Alós, me es sencillo centrar mi atención en un solo lugar: en la mugre que destapó la escritora.

Agustina Pérez comienza con una reflexión de Alfons Cervera cuando se preguntaba:  

¿Quién se acuerda de Concha Alós? ¿Cuánta gente que ama la literatura sabe quién fue Concha Alós?

A partir de ahí, la profesora comienza a esbozar los hitos principales de su biografía, repasa pormenorizadamente el impacto de su obra… Agustina se apoya en bibliografía, en fotos de archivo, en artículos de prensa… todo bien hilado y digerido en un texto ameno que despierta las ganas de zambullirse en la literatura de Concha Alós. Se me ocurre poner aquí: “Tome nota, señor Juan Manuel de Prada”, pero mejor me callo.

A mi juicio, la mugre se hace más palpable en Los enanos, ya lo dijo Constantino Bértolo:

Lo que la hace distinta, su diferencia específica, es una alta capacidad, literaria, para poner de manifiesto acaso la característica más profunda y germinal del franquismo: su fealdad. Su fealdad civil, moral, individual y colectiva.

La mugre de Los enanos es física, material, está en todas partes… todo untado, sucio, llegando a impregnar la dignidad humana, llegando a obstruir las conciencias: la mugre es la pobreza de espíritu. En El caballo rojo y La madama hay hambre, miedo, impotencia. La mugre cambia de cara. Pero sigue untando igual.

José Ovejero reseña Los enanos en La Marea y concluye con estas palabras que también recoge Agustina en su entrada:

Concha Alós puede medirse con cualquiera de los autores de su época a la hora de hacerlo y probablemente los supera en el retrato de unas mujeres aplastadas por una moral que exige su pureza mientras la mayoría de los hombres que las rodean lucha por corromperlas para luego abandonarlas. No recuerdo ningún otro libro que exprese tan bien la mezcla de culpa, asco, desesperación y rabia que sienten. Qué bien que editoriales como La navaja suiza o Editores Recalcitrantes hayan recuperado recientemente algunas de las obras de esta autora indispensable.

Pero como bien sabéis los que de vez en cuando os coláis por aquí, Concha Alós era mucho más que mugre. Y Agustina lo hace ver porque Concha Alós también es Castellón, su pueblo pulverizado durante la Guerra Civil, Concha Alós es la denuncia, Concha Alós es ecofeminismo, es ecocrítica… Concha Alós es actualidad e historia al mismo tiempo. Todo eso hace ver Agustina en su entrada de Nos queda la palabra. Alfons Cervera se preguntaba en cierta forma que cómo era posible haber olvidado a Concha Alós. Bien, señor Cervera, déjeme decirle para su tranquilidad que eso ya no es del todo así. Las alosianas trabajamos duro para revertir la situación. Lo que sí debería preguntarme yo es ¿Cómo es posible no haber hablado antes de Agustina Pérez y su magnífico blog?

La reivindicación del canon o El caballo rojo de Luz C. Souto Larios

La literatura de Concha Alós continúa moviéndose en las filas académicas y así lo hace ver la profesora Luz C. Souto Larios de la Universidad de Valencia con su reciente artículo, publicado el pasado 26 de marzo, disponible en el Boletín de Estudios Hispánicos: Hispanic Studies and Researches on Spain, Portugal and Latin America. Este artículo, titulado «El caballo rojo (1966) de Concha Alós: una escritura a contrapelo del canon», trata de reivindicar la narrativa de nuestra escritora en el plano actual con una de sus novelas más hirientes por la recreación del drama de la Guerra Civil desde la perspectiva de los refugiados con las bombas sobre la cabeza, tal y como vimos en otras anteriores entradas. Las consecuencias de un Castellón castigado por las tropas franquistas se materializan en El caballo rojo, donde la vida de miles de familias anónimas, entre ellas las de Concha Alós, sobreviven como pueden en Lorca, en principio a salvo de los bombardeos, pero con la hostilidad vecinal tensando la cuerda.

This image has an empty alt attribute; its file name is image.png
Luz C. Souto Larios. Foto de perfil en Academia Edu

Luz C. Souto Larios inicia su artículo repasando la trayectoria biobibliográfica de la autora. Posiciona a Concha Alós al lado de otras grandes escritoras como Carmen Laforet, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Josefina Aldecoa, Dolores Medio, Mercedes Formica, Mercedes Salisachs, Rosa Chacel, Mercè Rodoreda… y tantas otras. También se lamenta del olvido literario que sufrió la escritora, junto con tantas otras. La profesora señala como motivo de ese ostracismo las ideas que destacan Genaro J. Pérez y Fermín Rodríguez: los temas de los que hablaba Concha Alós en su literatura no despertaron interés, sobre todo, aquellos que incidían en los conflictos femeninos. En este sentido, también valdría acercarse a los análisis de Francisca López en su libro Mito y discurso en la novela femenina de posguerra en España (1995). Básicamente, subraya la poca consideración de la crítica del momento a la producción literaria en manos femeninas, salvando los casos de Carmen Laforet, Ana María Matute y Carmen Martín Gaite. La falta de deferencia no tenía otra razón que el sesgo de género con el que la obra de estas mujeres era leída y analizada: siempre con la hermenéutica de la sospecha de que esas escritoras se atrevían a invadir un espacio destinado a los hombres, los únicos valedores de los mecanismos del arte literario. Aquellas pobres mujeres no disponían del talento suficiente para igualarse a los verdaderos genios e intelectuales, todavía estaban en el punto de tener que madurar sus textos… eternamente. Las mujeres a escribir cosas de mujeres: pasteles rosas y príncipes azules, nótese mi ironía. Así también lo argumenta María Álvarez Villalobos en su artículo publicado en la revista científica Kamchatka (2019).

Volviendo al estudio de Luz C. Souto Larios y a su análisis de El caballo rojo, cabe destacar la perspectiva que subraya la investigadora con la aplicación indirecta del término «insilio» que acuñó Manuel Aznar Soler en 2018 a partir de las ideas de Paul Ilie y sus aportaciones sobre «el exilio interior» (1980). Félix Alegre y su familia serían los insiliados de El caballo rojo. Aunque con el matiz, según hace ver Luz C. Souto Larios que el insilio en la novela de Concha Alós bifurca las características descritas por Manuel Aznar Soler, ya que, en este caso, sufrirían un desplazamiento territorial aun sin salir de las fronteras españolas. No obstante, el sentimiento de desarraigo añadido a los problemas de adaptación, la exclusión y la pobreza atraviesan la vida de los personajes en su condición de refugiados, produciéndose, por tanto, «una auténtica escisión entre el ser y la tierra de origen» (2024: 7). Incluso, cuando vuelven a su idealizado Castellón, lugar arrebatado por la guerra, la inserción a la nueva realidad no podrá darse de forma íntegra.

Otro elemento destacable del trabajo de la profesora Souto Larios es su magnífico análisis de las distintas significaciones del título de la novela. Nos recuerda que, además de la alusión al color rojo: el color del enemigo, el adoctrinamiento nacionalcatólico del régimen queda desmontado y retratado ante las reminiscencias bíblicas que anuncian la guerra: «En el libro del Apocalipsis, el caballo rojo está montado por un jinete que tiene la potestad de quitar de la tierra la paz para que se maten unos a otros, es quien posee la espada más grande» (2024: 8). Asimismo, El caballo rojo es el nombre del bar en el que trabaja Félix Alegre, un establecimiento cuyo dueño, Don Trinitario, es el reflejo de la desconfianza y la xenofobia entre sus propios compatriotas. Por tanto, se observa cómo desde el título mismo de la obra comienza a destilar los rasgos del desarraigo y la precariedad.

El caballo rojo es también un grito a la infancia rota a través del personaje de Isabel, la hija de Félix Alegre, alter ego de nuestra escritora. El quiebre ya no es tanto por la interrupción vital que supone un conflicto bélico en cualquier vida humana, sino, además, por la brutalidad de la guadaña implacable de la guerra que siega lo que encuentra a su paso:

El desorden se había apoderado de todo. Se oían sollozos, gritos y lamentos. Los faros de los coches estaban encendidos. Los hombres recogían a los heridos y a los muertos. Olía a gasógeno y a polvo, también a jazmín. Rosa [la madre de Isabel] estaba sentada en la cuneta. Parecía tranquila. Con el babero de los patitos apretaba la cabeza de Leopoldo [su hermano], que tenía los ojos cerrados. El babero estaba empapado, rojo (Alós, 1966: 27).

Sin embargo, El caballo rojo guarda en su interior mucho más que el dolor de la pérdida y de la guerra en sí misma. Luz C. Souto Larios hace muy bien en reivindicar la apuesta de Concha Alós en su novela a la hora de exponer contramodelos de la maternidad imperante en la época. El personaje de Nanín, la novia de un mando militar republicano Manolo Causanilles, se muestra contundente desmitificando el naturalizado y famoso instinto maternal que bien se había encargado la Sección Femenina de enarbolar e inculcar a fuego. Nanín no sólo se niega a tener un hijo con Manolo:

Era muy gracioso Manolo: «Quiero tener un hijo». Así, sencillamente, «quiero». Como si un niño se encontrara de pronto tirado en medio de la calle, como un gato pequeño. Si él tuviera que llevarlo en la barriga, pasar todo el embarazo y luego parir…Y aún si viniera por su natural, pero tener que ir a buscarlo con boticas… (Alós, 1966: 97).

Sino que, además, decide apartarse de un matrimonio en pro del exilio. Nanín abandona a Manolo para salvar su vida y no sucumbe ante los ideales de sumisión y abnegación ciegas. Así, entre el personaje de Nanín y Rosa, la madre de Isabel, se contraponen frente a frente dos modelos de mujer despojados de toda misticidad femenina. Incluso, tal y como subraya Luz C. Souto Larios, en la novela también aparecen contramodelos masculinos que desmienten los valores tradicionales estereotipados y promulgados por el régimen. La investigadora destaca la posición de tres personajes secundarios: Vicente Martell, Diego y Pedro Bibiloni. El primero ejerce la profesión de médico y desea que sus hijas estudien y no se conformen con el papel de enfermera, quiere que sus hijas sean doctoras como él. Además, su carácter pensativo, dubitativo y sin pudor a mostrar el miedo, se dibuja muy opuesto al canon varonil de un hombre de pelo en pecho. Diego, por su parte, será un chico vegetariano que hace gimnasia y cuida su forma física, le gusta la literatura y la fotografía. El conflicto de este personaje, según indica Luz C. Souto Larios, radica «en fracturar tanto el estereotipo de género como el de clase: por un lado, es hijo de un carpintero, pero se aleja de la profesión familiar y tiene intereses intelectuales, por otro lado, su sensibilidad autodidacta y artística choca con una sociedad en la que los hombres no podían mostrar fisuras» (2024: 18). Por último, Pedro Bibiloni es un joven soldado herido en la guerra que se muestra totalmente opuesto a la violencia y no tiene apuros en admitir su miedo a morir o sus aprensiones cuando estuvo metido en las trincheras del frente del Ebro.

Todo esto son motivos suficientes para no olvidarnos de la literatura de Concha Alós, en general, y en El caballo rojo, en concreto. Una novela osada que abre en canal múltiples aspectos de la sociedad franquista desde sus inicios mediante otros elementos fuertes como el trauma de la guerra y su experiencia en primera persona. Gracias, querida Luz C. Souto Larios por esta aportación tan necesaria para seguir con la labor de restauración del canon y no dejar de enriquecer el valor literario de Concha Alós. Y, sobre todo, miles de gracias por tus investigaciones y metodologías didácticas que abren portales como Escritoras Rescatadas que aglutinan y dan reconocimiento a más de cuarenta escritoras españolas del siglo XX, entre ellas no podía faltar Concha Alós, que también han sido silenciadas por el desdén de un canon machista.

Realismo de la fealdad

Constantino Bértolo dijo de Los enanos que la censura permitió que se publicara la novela porque fue leída como una historia en la que sólo habitan «gentes vulgares». Es decir, la censura minusvaloró la obra. El Lector 28 fue el encargado de redactar el informe de evaluación el 27 de octubre de 1962, diez más tarde del polémico premio Planeta. Destacan pasajes como:

Por la novela de Concha Alós […] desfilan la vida cotidiana, los afanes, las miserias y las virtudes de unos cuantos seres grises y vulgares; […] Estampas conocidas en el marco de la penuria económica o de la vida irregular que algunas veces ofrecen los realquileres o las pensiones modestas; cuadros inconexos y reales, a los que presta cierta unidad e interés el relato que […] va vertiendo la pupila María Robles Martorell, una desgraciada muchacha que se aparta de un amor imposible de legitimar y por el que hubo de dejar el calor y la comodidad de una familia honorable […] (AGA 5708/62).

El arrepentimiento de María −que abandona a su amado por ser hombre casado y no desear vivir en pecado, perdón el pareado− pudo dar la clave para «salvar» la novela de los tijeretazos de la censura. Recordemos que el franquismo enarboló un modelo de mujer −sumisa, abnegada y dependiente− muy sujeto a los preceptos católicos. Por tanto, no es extraño observar que bajo este halo de beatitud y sufrimiento de María yace la constricción de todo siervo de Dios. Quizá fue esta la lectura que vio el censor número 28 y no la que propone Constantino Bértolo: «como uno de los testimonios más contundentes de la vida bajo el franquismo. El poder literario de su mirada sobre la realidad pone en evidencia la cruel y dura dictadura, su poder intimidatorio silencioso e implícito, pero a la vez manifiesto y visible». Es decir, que el «desfile de seres grises y vulgares» guarda en su interior «algo concreto y al tiempo difuso», asegura Constantino Bértolo, porque pone bajo esos «cuadros inconexos y reales» todo el aplomo de la fealdad del franquismo.

El periodista, crítico literario, profesor universitario, editor y escritor señala en su aproximación a Los enanos que, a través de los pequeños detalles: la suciedad de la cocina, el comportamiento de los niños, la usura de la dueña de la pensión, el sonido de las llaves del sereno, los redobles de los desfiles militares, la mirada lasciva de Don Benito, el asco de Sabina…, se encuentra «la característica más profunda y germinal del franquismo: su fealdad. Su fealdad civil, moral, individual y colectiva».

Constantino Bértolo durante su entrevista con El Salto (2021). Foto de David F. Sabadell

Otros autores como Fernando Larraz comentan las arbitrariedades o contradicciones que manejaba la censura a la hora de autorizar una obra. Por ejemplo, El gran sapo de Lauro Olmo (1961) fue sometida a tachaduras importantes. Igualmente le ocurrió a José María Cid con El trueno (1962). Al contrario, novelas como Los ninguno de Eugenio Nácher o El techo de lona de Mariano Tudela pasaron intactas por la censura (ambas publicadas en 1959). Quizá tenga razón Fernando Larraz cuando observa que «para la censura no había temas sociales prohibidos, sino tratamientos imposibles» (2014: 254). Es decir, que a la censura poco le importaban los retratos de fealdad que pudieran representar las obras, más bien observaban con celo que la obra guardara el decoro ante alusiones directas a figuras del franquismo y se preservara la moralidad católica (Manuel L. Abellán, 1980).

Bien es cierto que el relato de María son reminiscencias dolorosas del recuerdo de una vida anterior, pero, sobre todo, son la penitencia: «el peso de la culpa, el aborto, la soledad como destierro, vacío y prisión» como dice Constantino Bértolo. No hay lugar para la nostalgia, solo el castigo por haber desviado la senda. ¿Y no será que Concha Alós nos advierte precisamente de eso, de las consecuencias de vivir siguiendo esa línea recta? El dolor de María no representa la moralina de un escarmiento, sino la advertencia sobre la constricción del amor libre.

Dice Constantino Bértolo que en la novela no queda sitio para «el estilismo, la paradoja, la ironía o la parodia; sólo cabe la suciedad, la fealdad, la tristeza, la amargura, la mierda física y mental sin la menor sombra de psicologías de clase media o vida interior». Tiene razón. Los enanos dibujan el «realismo de la fealdad». Pasó «el filtro de la censura» porque su discurso fue tamizado por la penitencia de una pobre mujer. Las «gentes vulgares» con sus vidas «grises y tristes» se consideraron inofensivas, «inconexas». Sin embargo, la realidad, la triste y fea realidad es que Los enanos son el resultado de la fealdad misma que vive «a ras de ratas y a pan duro».

Quiénes somos? 55 libros de la literatura española del siglo XX ...

Constantino Bértolo tenía razón, la censura pasó por alto la descarnada crítica al régimen. Quizá no la pasó por alto, simplemente la menospreció porque tenían atado y bien atados los privilegios de los suyos. Mi ingenuidad quiere pensar que el aparato censor no supo leer Los enanos con toda su carga ideológica. Mi cinismo me dice que no solamente les importó un pito esa lectura crítica, sino que también la dejaron pasar por el escándalo mediático que suscitó la polémica del Planeta, dando preferencia al mercado editorial. Mi sentido común me orienta a sopesar todas las alternativas y a dejar en suspenso algo que no se sabrá cierto nunca. Lo único tangible que nos queda es la fealdad de Los enanos que bien deseaba mostrarnos en contraposición el camino opuesto hacia la belleza o la autenticidad del ser.

 

ABELLÁN, Manuel L. (1980). Censura y creación literaria en España (1939-1976). Ediciones Península: Barcelona.

BÉRTOLO, Constantino. (2021). ¿Quiénes somos? 55 Libros de la Literatura española del siglo XX. Editorial Periférica: Cáceres.

LARRAZ, Fernando. (2014). Letricidio español. Censura y novela durante el franquismo. Ediciones Trea: Gijón.