Concha Alós en Granada

El camino doctoral va concluyendo: la tesis ahora mismo está en manos de los evaluadores externos. Llegada a este punto, comienza la retrospectiva, el examen de conciencia. El viaje en el tiempo se detiene en el otoño de 2019. Paseo por la Gran Vía de Granada. Me acompaña mi amigo Ángel. Vamos charlando animadamente, bueno, corrijo, soy yo la que no deja de hablar y mi tono de voz se eleva por las cabezas de los viandantes que nos preceden. Voy entusiasmada porque quiero ir a una librería de viejo, buscando libros de Concha Alós. Estoy determinada a comenzar la tesis analizando su obra. Por aquel entonces, era una autora descatalogada de las estanterías. Entramos. Los libros están ordenados alfabéticamente según la inicial del primer apellido. Voy al estante de la A. Ahí está: Los enanos. Increíble. Pago. Mi amigo y yo salimos a tomar un café para terminar de echar la tarde. La sorpresa que me guardaba con Los enanos espera paciente en la bolsa.

Llego a casa contenta con mi nueva adquisición. Se la enseño a mi marido. Él arquea las cejas: mira, hay algo escrito aquí. ¡Cómo! Es un autógrafo de Concha Alós para una tal Lucía con fecha de mayo de 1975. La dedicatoria es cordial, pero llena de cariño, dice: «en esta Granada inolvidable». No es posible saber por qué Lucía se deshizo del libro o cómo fue a parar a una librería de libros usados. Hay historias que siempre se escapan de entre los dedos, solo queda la imaginación, la suposición. Sea como fuere, el azar quiso que aquellas palabras escritas con el puño y letra de Concha Alós llegaran a mí. Aquellas palabras fueron como un susurro en el oído de confirmación, de impulso. En el otoño de 2019, recién armaba mi proyecto investigador, o sea, que no tenía ni idea de lo que quería hacer exactamente. Las dudas me invadían, la orientación académica no era la esperada… El desánimo comenzaba a instalarse cómodamente en mi cabeza. Por eso, las palabras de Concha Alós, aunque no fueran para mí, las sentí como tal y me reafirmaron en mi proyecto. Fue el aliento que necesitaba, la señal del universo de los cuentos de Coelho. De alguna manera pensé que Concha Alós me estaba pidiendo que continuara. Así lo quise pensar y así me sirvió para respirar.

Enredada en mi investigación, olvidé el detalle fortuito de aquella dedicatoria que en su día colgué en mis redes sociales, emocionada como estaba con el hallazgo. No hace mucho, el recuerdo de aquella publicación de hace seis años reapareció. Sonreí ante la ingenuidad de aquella casualidad y volví a colgarlo. De nuevo, el azar hizo de las suyas y Amparo Ayora del Olmo me reveló un dato importante de aquel mayo de 1975. En comentarios del post, me facilita un recorte de prensa en el que se anuncia −con foto incluida− la participación de Concha Alós en la Feria del Libro de Granada el 17 de mayo de 1975, tres días antes de su clausura. No sabemos cómo llegó el libro a la librería de viejas reliquias editoriales. No sabemos quién fue aquella Lucía privilegiada que intercambió unas breves impresiones con la escritora −de la dedicatoria infiero que fue una charla amena con una Concha muy cercana y cálida con sus lectores−. Pero la aparición del dato de la fecha exacta de aquel encuentro, a estas alturas de camino investigador, vuelve a tener un efecto catalizador en mí. Parece que es Concha Alós quien sonríe, allá donde esté. Quiero pensar que la escritora está orgullosa de que haya llegado a este punto. La valoración de mi trabajo depende de los evaluadores externos, aun así, me gusta pensar que ella está satisfecha, ya no tanto por la discutible calidad del trabajo, sino por todo lo conseguido hasta el momento: su nombre vuelve a brillar y en las estanterías están sus obras. Es un pensamiento reparador, un consuelo que cierra una etapa.

Concha Alós estuvo en Granada el 17 de mayo de 1975 firmando libros. Seguramente, caminó por Gran Vía, por el Paseo de los Tristes. Me la imagino apoyada en el murete que protege al Darro, mirando al río. Ella era una gran observadora de la naturaleza. Me la imagino feliz, sonriente. Y soltando un garabato en la portada de una novela suya pensando que cobraría sentido para una joven doctoranda cuarenta y cuatro años después. Al menos, con este ánimo de reflexión le cuento a mi amigo Ángel, ahora que charlamos de nuevo por Gran Vía.

Concha Alós en el apagón (de 1979)

Mañana se cumplirá un mes desde el último apagón que paralizó más de la mitad de la península Ibérica. Los medios (al menos aquellos titulares que me han llegado) solían hablar de un evento «extraordinario» sin precedentes. Para documentar casos antiguos, acudían a otros países como el apagón del estado de Nueva York en agosto de 2003 que dejó a oscuras a gran parte del noroeste americano, incluyendo territorios de Canadá. Los apagones recurrentes en Cuba y Ecuador (por continuar con más ejemplos) responden a otras logísticas que, por lo que sea, pasaron desapercibidas al colectivo periodístico que consideró no hacer el paralelismo. El caso es que, montando ya la parte de la bibliografía de la tesis doctoral, apareció en las referencias una noticia publicada en ABC el 22 de marzo de 1979 cuyo titular decía: «Atraco frustrado a Concha Alós la noche del apagón» (p. 55). Este «apagón» dejó sin luz a buena parte del Levante y zonas de Aragón. La nota de prensa tilda de «noche del gran apagón», pero no especifica cuántas horas duró ni a qué hora comenzó.

La noticia, ubicada en una breve columna de la sección «Sucesos» de la cabecera nacional, centra su atención en el intento de atraco que un par de chavales desalmados aprovecharon la vulnerabilidad del momento para llevar a cabo su fechoría. A Concha Alós el apagón la pilló en Barcelona, cenando en casa de unos amigos. Salió a la calle alumbrada con una vela, tomando rumbo a casa. Dos muchachos se acercaron a ella con la vieja excusa de preguntar la hora. La escritora intuyó que a esos dos chicos la hora les importaba un pepino y que buscaban otra cosa. Así que, decidió ignorarlos y continuar su camino. Pero ellos insistieron, poniéndose a su lado amenazadoramente: le exigieron las pertenencias que llevaba encima. No sabemos si los muchachos tenían algún arma o, simplemente, se dedicaron a extorsionar con el empleo de la violencia verbal. Concha Alós sacó arrojo desde sus entrañas y reaccionó empujando a los chicos. Salió corriendo hacia un coche que transitaba por allí. Resultó ser un taxi libre. La escritora aseguró que pasó mucho miedo y que no sabe cómo consiguió dominar la situación. Ella lo achacó a su falsa seguridad ante el par de maleantes. A mí me gusta pensar que fue la adrenalina, esta querida hormona que nos pone a tono en situaciones extremas.

Cuando leí por primera vez, hace ya tres años, la noticia sobre la anécdota del atraco frustrado, la eventualidad me sacudió porque me ayudó a humanizar a la escritora. Me explico: mi admiración por ella, a veces, toca el grado de mito o leyenda que despoja a Concha Alós de materialidad, de cuerpo, de una vida, a fin de cuentas. El intento de atraco bajó la figura de Concha Alós de mi Olimpo personal y la aterrizó en una cotidianidad anodina e, incluso, cruel, si me aprietas. Ya me lo dice mi director de tesis: “no idealices tanto”, “tienes que ser más objetiva con la autora…”, lo intento siempre, créeme. Pero he de admitir que no me es tarea fácil.

Sin embargo, leída ahora esta noticia con nuestro apagón todavía caliente en la memoria, el caso de Concha Alós se aleja de aquel idealismo para aproximarme a otras reflexiones. El apagón del pasado mes nos dio una lección importante: no podemos dar elementos por sentados en nuestro modo de vida y, sobre todo, no podemos perder la calma ante acontecimientos extraordinarios que alteren nuestro ritmo cotidiano por muchos estragos que estos produzcan. Asimismo, nuestro apagón, con todo su dramatismo de gente atrapada en ascensores, en el metro, parada en mitad de la nada sobre las vías de un tren, de un atasco infinito… no fue algo inaudito en nuestro día a día, se trata de un riesgo que asumimos como sociedad dependiente de la energía eléctrica, tan compleja, tan inestable, a veces. El suceso de marzo de 1979 nos enseña que nuestro apagón no fue único en la historia y nos aterriza lo insólito a la llana realidad o cotidianidad. Yo lo hice con Concha Alós y su atraco frustrado, ni siquiera reparé en su momento en el detalle del apagón. Espero que esta noticia nos ayude a todos a normalizar un riesgo asumible, sin caer en el caos o en el amarillismo del drama. No dejemos que la adrenalina se apodere de nosotros.

Fragmento de la noticia en ABC (22-III-1979, p. 55).

De reflexiones y críticas literarias

Hace un mes que ando callada por estos lares. La recta final antes de oficializar el depósito de la tesis está siendo especialmente dura y absorbente. Hoy, corrigiendo y montando en firme el borrador de lo que será el mecanoscrito final, me he topado con una reseña dedicada a la novela Argeo ha muerto, supongo que no había incluido en el epígrafe correspondiente. El artículo está firmado por la crítica y académica Isabel de Armas y aparece publicado en La Estafeta Literaria en su número de diciembre de 1982 (pp. 102-104). El texto lleva por título «Julia y el miedo a volar». Julia es la protagonista de la obra, aunque su familia, los Vilache, la llama Jano cariñosamente.

Esta reseña de la novela me ha llamado la atención, primero, por su extensión y, segundo, por su lucidez a la hora de abordar la trama, de hallar las tensiones y conflictos de los personajes. Sin embargo, a pesar de sus sabias observaciones, no he podido evitar cierto regustillo rancio. Una suerte de sentimientos encontrados en los que, paradójicamente, esta crítica literaria me chirría a la par que me fascina. La tesis de Isabel de Armas es que Julia (o Jano) desarrolla a lo largo de las doscientas cuarenta y cuatro páginas que ocupa la novela un «miedo a volar». Ese miedo a volar es sinónimo de salir de los convencionalismos sociales, dar rienda suelta a los deseos. En este caso, el deseo y el placer de Jano es su hermanastro Argeo con el que mantiene una relación casi incestuosa. Lo de casi en cursiva es porque biológicamente no son hermanos, aunque son criados como tal en el mismo hogar. De este amor prohibido, clandestino, finalmente descubierto por una tía, surgirá el declive, la necesidad de sobrevivir; es decir, de adaptarse a los preceptos sociales. Se anula toda posibilidad de vuelo.

Isabel de Armas observa este conflicto interior de Julia que se debate entre el amor a su hermano o la comodidad de un matrimonio reparador al lado de un hombre rico. Julia, aunque no muy conforme, se decanta por lo pragmático, por la vía fácil socialmente hablando. La conclusión de la crítica literaria es que Julia tiene miedo a volar, a salir de su zona de confort, que se diría ahora. La lucha interior de Jano finalmente es abatida hacia una realidad asfixiante y nada deseable por la protagonista. Ella abraza los estribos sociales en pro de la adaptación, de la vida tranquila. «Así, Julia no es capaz de salvar su circunstancia y tampoco de salvarse a sí misma», viene a decir la autora parafraseando la cita orteguiana. Hasta aquí podría estar de acuerdo. Pero, a mi parecer, creo que este juicio no es del todo justo, valga la redundancia. Al menos, no del todo exacto.

La crítica literaria pone el foco exclusivamente en la acción de Jano: en su decisión de casarse con ese señoritingo rico que vive con su madre y que es introducida con la misma naturalidad en el hogar conyugal. Pero yo me pregunto: ¿cuál debería haber sido la acción noble y rebelde de Jano para no acoplarse a los designios sociales? ¿Huir con Argeo? Recordemos que, tras el descubrimiento del delito incestuoso, ella es castigada y encerrada en un convento para su rehabilitación, como si su expresión sexual fuera una enfermedad o algo sacrílego para el trastorno de las buenas familias, y él es enviado al extranjero a estudiar, a formarse en una escuela de élite. El escarmiento cae únicamente para el lado femenino de la historia. Años después, cuando la pareja vuelve a encontrarse, Argeo tiene pareja: una mujer dócil, blanca y rubia. El ideal femenino del amor cortés garcilasiano. Él rechaza a Jano, la niega. Por tanto, ¿qué puede hacer ella para salvar su circunstancia, para curar su profunda herida si el único acicate que podría empujarla a la rebelión social le da la espalda, la abandona definitivamente?  

No sé, querida Isabel de Armas. Me da a mí que tu espléndida crítica se ha quedado coja en el análisis. Porque, quizá, la novela de Concha Alós no desea mostrar tanto el conflicto existencial de Julia, su miedo a volar, que también. Pero, leyendo el texto y conociendo profundamente la novela, me da por pensar si, realmente, lo que pretendía exponer Concha Alós en último término no era tanto el miedo a volar del individuo, sino, más bien, las nulas posibilidades de vuelo en una sociedad estructurada bajo férreos tabúes y unos convencionalismos que anquilosan cualquier atisbo de vida alternativa a la propuesta y diseñada por el mainstream. La circunstancia se salva con las herramientas disponibles al alcance de cada cuál y Julia no es que se quede en pista, es que decide enterrar un amor. Una pasión negada socialmente primero y por la otra mitad de la historia después. ¿Cómo rebelarse ante el último golpe? ¿Cómo salvarse del dolor? Ese es el verdadero conflicto que recrea la novela, la lucha existencial de Julia es sólo el móvil que pone en marcha la representación de una realidad más y más profunda…

Portada de la novela en su edición de 1982

La efimeridad del canon

Cada vez es más frecuente encontrar a Concha Alós en estudios académicos dedicados a la literatura escrita por mujeres. Estas monografías consideran el nombre de nuestra escritora una presencia ineludible. Bien. Algo bueno estamos consiguiendo. Fernando Candón-Rios se encarga de editar otro de los trabajos recientes sobre escritoras: Nuevos estudios críticos. Las voces femeninas en la literatura hispánica (2024). En este volumen, la investigadora Lorena García Saiz se aproxima a la literatura de Concha Alós en el capítulo: «La cotidianeidad incómoda en la España franquista en la narrativa de Concha Alós» (pp. 105-119). La autora repasa las cinco primeras novelas de la escritora, las publicadas en la década de los sesenta, aquellas afincadas en el realismo social del medio siglo. El recorrido subraya los temas principales que se hallan en la narrativa alosiana: la represión, las voces de los marginados, la mujer ninguneada en una sociedad machista… Realmente, no nos descubre nada nuevo, nada que no se haya dicho antes de Concha Alós. Sin embargo, la presencia de la escritora en un estudio como este me abre ciertos interrogantes y algunas certezas.

Las certezas o, más bien, la certeza es que el nombre de Concha Alós está en un momento álgido de reconocimiento. El número de publicaciones dedicadas a ella durante la última década así me lo da a entender. En cambio, los interrogantes son unos pocos más. Primero: ¿Cuándo se considera un autor o autora definitivamente restaurado en el canon? Segundo: ¿Está Concha Alós plenamente insertada en ese canon al nivel de Carmen Martín Gaite o Ana María Matute? Es decir, ¿podemos respirar tranquilas las alosianas y tumbarnos al sol a disfrutar de nuestra labor reivindicativa, de rescate? Un par de cuestiones más: ¿Seguirán publicando monografías en las que sigan incluyendo a Concha Alós? ¿Concha Alós es una moda pasajera? ¿Por qué ahora sí Concha Alós y antes no? ¿Es que antes no había alosianas? ¿Somos nosotras las originarias? Siento pinchar la burbuja, pero en la década de los ochenta ya hubo un movimiento alosiano bastante potente desde el ámbito estadounidense: Lucy Lee-Bonanno, Elizabeth J. Ordóñez, Ada Ortúzar-Young, Lynn K. Talbot… Actualmente, Debra J. Ochoa y, un pelín antes que ella, Astrid A. Billat tomaron el relevo de sus predecesoras. Contrariamente a lo que pasó en los ochenta, esta vez el pulso alosiano quiere caer hacia aguas nacionales. Esto no es una competición, quiero decir, que el impacto que tuvo por entonces Concha Alós en la academia yanqui, no llegó ni por asomo a la española. Hoy, parece que las tornas están cambiando. Bien por la parte que nos toca.

Sin embargo, observar el antecedente estadounidense, que comenzó con fuerza y luego se fue desinflando poco a poco, me hace pensar en qué pasará con nuestro globo sonda ahora, ¿por cuánto tiempo? ¿Qué más seguir haciendo? No podemos bajar la guardia. Por otro lado, también es justo ampliar el rango alosiano. ¿Qué hacemos con las coetáneas a Concha Alós que merecen el mismo podio: Carmen Kurtz, Dolores Medio, las Elenas Quiroga y Soriano, Adelaida García Morales, Mercè Rodoreda…? Hay tantas que las alosianas no damos abasto. A falta de respuestas contundentes ante tanta incógnita, sólo se me ocurren dos cosas. Una, no cejar en el empeño de reconocer a Concha Alós como una autora de nivel en nuestro panorama literario. Dicho de otra manera, ya nos podemos despedir del cóctel con sombrillita y aroma de coco sobre la tumbona. Y dos, celebremos y valoremos la presencia de estudios académicos que cada vez más amplían la lupa del canon y nos muestran joyas literarias de muchos quilates. El volumen que edita Fernando Candón-Rios es uno de ellos que saca brillo a nombres como Dolores Medio o Elena Quiroga, además de otras más contemporáneas como la dramaturga Mariana Villegas, de otras más allá como María de Zayas, otras inolvidables del 27 como María Teresa León, otras más canónicas como Almudena Grandes o Mariana Enríquez y poetas como Isabel Bono, Josefa Parra o Mercedes Escolano. No sé cuánto de innovación traen estos estudios sobre estas autoras, pero tanto da, porque lo importante aquí es no perderlas nunca de vista.

Imagen de la portada del libro. Obtenida desde la web de Casa del Libro.

Las hogueras crecen

El domingo anuncié la celebración de un encuentro de altura literaria que iba a ocurrir en el Centro Cultural La Malagueta ayer lunes. La magia de las redes sociales permitió que pudiera contactar con el magnífico Vicente Luis Mora. Por cierto, aprovecho la mención sobre la capacidad de conexión en las redes para contar que, gracias al consejo de un anónimo, conseguí que Maruja Torres respondiese a mis mensajes. Aunque nuestra charla se ha pospuesto sin fecha determinada, ya que ella tiene las mil y una ocupaciones, espero finalmente conseguir un breve intercambio de impresiones y poder escribir sobre ello por aquí más adelante. Volviendo a la sesión del club de lectura del Centro Cultural La Malagueta, quiero dedicar las líneas de hoy a felicitar la delicadeza, el mimo y el rigor de Vicente Luis Mora en el encuentro de ayer.

Como decía, a pesar de mi enemistad con las redes sociales (me estoy reconciliando un poco), conseguí contactar con Vicente Luis Mora que, rápidamente y súper amable, me brindó la oportunidad de participar (en diferido) en el coloquio dedicado a la novela de Concha Alós: Las hogueras. Mi aportación a la causa no fue gran cosa: un vídeo escueto de apenas cinco minutos en el que trato de condensar, a partir de tres aspectos, tantos y tantos matices que esconde la novela. Imposible hacerlo de una manera mínimamente decente. Pero como dice la canción de Mecano: en su fiesta me colé.

Sin embargo, esta entrada no va de mi participación en el encuentro (he de admitir que me hizo mucha ilusión la predisposición de Vicente Luis Mora y agradezco mil), sino de la calidad de Vicente Luis Mora para conducir la sesión del coloquio. Me dejó atónita la cantidad de significaciones que se comentaron de la obra. Me dio mucho gusto escuchar los comentarios de todos los participantes; tan diversos en sus lecturas y, a la vez, tan certeros y relevantes. Escuchándolos ampliaron mi óptica de investigación, a veces, tan encerrada en algunos aspectos que se olvida de mirar con la lupa necesaria para sobresaltar los matices, los pequeños detalles que marcan y guían una senda de análisis que se nutre de perspectivas, de aristas que se contradicen y se complementan. En definitiva, se trata de observaciones que iluminan partes del texto que en la lectura propia quedan en la sombra o pasan desapercibidos. Ahí reside la riqueza de la lectura y ahí reside la riqueza de compartir esa lectura con un grupo tan sensible como el que comentó ayer Las hogueras.

La sesión desarrolló prácticamente los puntos esenciales de la novela. Vicente Luis Mora hizo una introducción magistral tanto de la autora como de la obra. Además, añadió material fotográfico de apoyo que fue fundamental para la contextualización de la época en la que transcurre la trama. Me cautivó su análisis de la novela. Con él, Las hogueras adquiere cuerpo, relevancia, las llamas crecen. La capacidad de este profesor y escritor para extraer de su lectura tal profusión de detalles y aspectos a tener en cuenta es abrumadora. Me quedé maravillada, embelesada escuchando. Cinceló con sumo cuidado y respeto la psicología de los protagonistas Archibald, Sibila y Asunción Molino, junto a Daniel el Monegro, pero también hubo espacio para los personajes secundarios que dan lecciones a los principales con su modo de vivir, de diseñar su existencia. La novela es un constante juego de paralelismos y contrapuestos. Bien lo dice una participante al principio de la sesión.

Las hogueras arrasa al lector con su fuego porque la calidad narrativa de la autora es tal que es capaz de poner delante una serie de cuestiones existenciales como, por ejemplo, qué es lo que busca el ser humano en última instancia; por qué se siente tan solo, aun acompañado de la sociedad; qué es lo que nos impide comunicarnos de manera profunda y auténtica con el otro; a qué se tiene miedo; por qué nos aislamos en nosotros mismos y quedamos a la intemperie como los restos del naufragio que quedan varados en la bahía de las algas de Son Bauló. Vicente Luis Mora cierra la sesión con esta tremenda reflexión e imagen de la novela. Y a mí no me queda más que compartirla con todo aquel que le apetezca quemarse un poquito con las hogueras que ya crecen y crecen… Me doy cuenta de que encuentros como el de ayer son la mecha del movimiento alosiano. Gracias, Vicente Luis por ser el portador de una antorcha tan potente y dignificar así el legado de Concha Alós. Muy feliz de que nuestra autora llegue cada vez a más personas y que todas ellas la lean con sincera admiración y comprendiendo el fin último de su mensaje. Creo que Concha Alós estará orgullosa allá donde esté.

Memoria que se propaga como el fuego. Las hogueras en Málaga

Tenía mucha razón Llucia Ramis cuando en su prólogo para la reedición de Las hogueras de la mano de Seix Barral escribía: «La memoria es una forma de reconocimiento; la desmemoria, de desconocimiento». El prólogo de Llucia Ramis, que lleva por título el mismo que yo tomo para esta entrada con toda la intención, destaca, además de por las virtudes que ya subrayé anteriormente, por su capacidad de traer a la actualidad, dándole plena vigencia, una historia que se escribió en la década de los sesenta:

La literatura es como el fuego. Mientras no se extinga del todo, una chispa puede volar desde las brasas moribundas hasta unos matojos, o hasta una bala de paja, o hasta un sotobosque reseco. Y entonces prende otra vez, vivo y destructivo, fuego nuevo. Enciende algo en alguien que, de pronto, siente que reconoce y se reconoce en lo que lee. Cambia el paisaje (2024: 20).

Llucia Ramis activa un nuevo foco de fuego que ya se ha convertido en un incendio imparable. El escritor cordobés y profesor de la Universidad de Málaga, Vicente Luis Mora, toma el testigo y propaga las hogueras en la próxima sesión de su club de lectura.

Según me chiva mi compañero, gran poeta y mejor persona, Ignacio Ballester Pardo: Mañana, lunes 17 de febrero, a las 19 horas, Las hogueras será protagonista en el Centro Cultural La Malagueta. La sesión podrá seguirse a través del canal de YouTube del centro. Después, quedará disponible en el canal y en el blog de Vicente Luis Mora. Muchas ganas de poder ver y escuchar las impresiones de los integrantes del club de lectura y, honestamente, mucha envidia al no poder participar de forma activa. Trataré de negociar con Vicente Luis Mora algún evento cultural en Málaga a propósito de Concha Alós.

De momento, animo a los lectores que se atrevan a quemarse con Las hogueras de Concha Alós y que mañana abran boca con la sesión del club de lectura porque como bien concluye Llucia Ramis:

Lo imperecedero y eterno no permanece estático; crece y disminuye, se hace fuerte, sus destellos reflejan en el entorno, juega con las sombras. Ahí está la trascendencia de Las hogueras. En aquel mismo fuego que, sesenta años más tarde, se ha propagado alcanzando a personas distintas y distantes, las ha iluminado, y se encuentran (juntas sin saberlo) reivindicando la viveza de unas llamas alegres, ardientes, hipnóticas, alosianas, alrededor de las que bailan para celebrar su memoria (2024: 20).

Imagen de la entrada principal al Centro Cultural La Malagueta. Tomada de Valle del Guadalhorce, artículo escrito por Juan Antonio Fernández el 1 de diciembre de 2022.

A la atención de Maruja Torres

Querida Maruja:

Disfruté muchísimo con la lectura de tu novela Un calor tan cercano (1998). Tu prosa tiene encanto, fuerza, pulcritud. Cautiva, en una palabra. Continuaré leyendo tu obra, me consta que es abultada. El motivo de mis líneas se aleja un tanto de tu labor como escritora y va más por el camino del periodismo. Ese del año catapún, de los comienzos. Aquellos al lado de Carmen Kurtz.

Hace tiempo intercambié algún correo electrónico con Fernando Valls, una de las pocas personas que vio a Concha Alós en un evento cultural antes de su desaparición de la vida pública y de su letargo a causa del Alzhéimer. Fue a principios de 1995, según indica el escritor en su entrada de blog La nave de los locos. Él me dijo que si deseaba saber más sobre Concha Alós debía ponerme en contacto contigo, que la conociste bien. Pero me ha sido imposible desde entonces.

Mi primera opción fue buscarte a través de redes sociales. Yo solo tengo Facebook, me he negado a seguir la ristra de la conectividad (aunque eso es otra historia). El caso es que vi que tenías Instagram y embarqué a mi amigo Ángel Madero para que te mandara mensajes a través de ese canal. Imagino que ahora entenderás quién era el desconocido que invadió tu intimidad. Él no era el acosador, sino yo. Esperamos meses una respuesta que no llegaba. Hasta que mi amigo me dijo que te estabas apartando de las redes. Aplaudo la decisión (aunque eso ahora mismo no importa mucho y menos mi opinión al respecto).

Mis investigaciones sobre Concha Alós siguen su curso. Mis pasos académicos me llevaron hasta la profesora Inmaculada Rodríguez Moranta. Su ponencia sobre la labor periodística de Carmen Kurtz encendió una bombilla en mí: Concha Alós y Carmen Kurtz compartieron espacio juntas. Creo firmemente que son narradoras gemelas. Inmaculada Rodríguez Moranta me puso en la pista de que Carmen Kurtz fue un bastión importante para tu entrada en el mundo del periodismo. La conexión entre las tres no puede ser más obvia. Imagino que ya comienzas a entender el motivo de mi persecución, de mi insistencia en contactar contigo, de mi necesidad de hablarte.

He escrito sin éxito a la editorial Planeta para que me den una referencia tuya. También escribí a Cadena Ser. Cualquier pista, me vale. Ya sé que con el tema de la protección de datos hoy día es complicado, pero les he dicho que sean ellos los que te pongan en contacto conmigo. Les he dado permiso para que te pasen mi correo electrónico. Sigo sin respuesta. Voy a la desesperada ya. Como último recurso, me quedan estas líneas suplicantes en una entrada de blog que finge ser una carta.

Por favor, querida Maruja escucha mi reclamo. Ojalá puedas leer esto algún día más pronto que tarde. Esta entrada de blog que finge ser una carta parece una plegaria al cielo de las comunicaciones, al mundo interconectado, a la casualidad de que te lleguen noticias de este humilde blog y de estas palabras ahogadas. No sé qué más hacer. Se me agotan las ideas. Si alguien ajeno a la conversación puede ayudarme, estaré encantada de saber.

Gracias de antemano a ese ser desconocido y desinteresado que pueda hacer de enlace. Gracias, Maruja por tu trabajo, tu empeño y tu literatura. No pierdo la esperanza, seguiré tocando puertas. En alguna tendrán que abrirme.

Te abraza sinceramente, Nieves Ruiz.

Maruja Torres en 2013. Foto Leila Méndez. Asociación de la Prensa de Madrid. Cuando Maruja Torres fue galardonada con el XXII premio Agustín Merello de la comunicación.

Vocear la condición femenina: Los enanos y Duermen bajo las aguas, según Marie Gourgues

A finales del pasado mes de abril, tuvo lugar un Coloquio Internacional en la Universidad de Alicante dedicado a aquellas voces femeninas de entre los siglos XIX y XXI que plasmaron sus ideas en el ámbito de prensa. Nuestra alosiana francesa, Noémie François, nos deslumbró con su intervención dedicada a la producción en prensa de Concha Alós, centrándose, sobre todo, en los artículos más reivindicativos en temas sociales y la condición subordinada de la mujer en pleno franquismo. Como ya dije en anteriores ocasiones, Concha Alós cuenta con más de ochenta colaboraciones de prensa distribuidas en diferentes cabeceras del contexto catalán. En aquel Voces de papel: mujeres y prensa (siglos XIX-XXI), tuve el placer de conocer −y escuchar− a grandes investigadoras de la península y de más allá de los Pirineos. Sin traspasar la cadena montañosa, me detengo en un par de ellas. En primer lugar, me gustaría hablar de Ana Isabel Ballesteros Dorado que nos deleitó sobre mujeres poetas que publicaron en La Estafeta Literaria. Concha Alós publicó varios cuentos en la revista cultural, por lo que me acerqué a ella y hablamos. Ese fue el momento en el que la profesora se comprometió a ayudarme con la búsqueda de todas las publicaciones de Concha Alós al completo. Gracias otra vez.

Después, escuché atentamente la ponencia de la investigadora Inmaculada Rodríguez Moranta que habló sobre la producción en prensa de Carmen Kurtz. Me quedé atónita. Porque, conforme escuchaba a la profesora leer fragmentos de distintos artículos que la escritora catalana publicó, me parecía estar ante textos de Concha Alós. La semejanza en el tono, el registro, la manera de redactar era tan obvia que creí estar ante dos escritoras gemelas, narrativamente hablando. Sabemos que Carmen Kurtz y Concha Alós se conocieron. De hecho, ambas escritoras compartieron cartel en el ciclo de conferencias organizadas por el Ateneo de Barcelona, La mujer en la novela.

El 30 de marzo de 1965, Concha Alós, Carmen Kurtz y Mercedes Salisachs impartieron sendas charlas para compartir con la audiencia sus experiencias como escritoras. Las conferencias llevaron por título: «La vida en mis libros»; «La razón de mi obra» y «La autora enjuicia su obra», respectivamente. Por desgracia, las referencias encontradas se quedan cortas para estimar el grado de amistad o posible vínculo, más allá de la literatura, de las tres escritoras o, más concretamente, entre Concha Alós y Carmen Kurtz. No es posible determinar qué tipo de influencia −si es que la hubo− se produjo entre ambas para desarrollar un estilo narrativo tan parejo.

Estas similitudes no han pasado desapercibidas para la investigadora de la Universidad de Lille, situada al norte de Francia, muy cerca de la frontera belga, Marie Gourgues. Su reciente estudio, publicado en 2023, así lo demuestra. El monográfico La mujer y el texto: nuevas propuestas críticas literarias, editado por Fernando Candón Ríos, Nuria Torres López y Leticia de la Paz de Dios, recoge el trabajo de la francesa que pone en paralelo las obras Duermen bajo las aguas (1955) y Los enanos (1962). En «Más allá del silencio: vocear la condición femenina en la (pos)guerra», Marie Gourgues analiza las novelas de las escritoras, donde sus protagonistas, cada una a su modo, tratan de «(re)conquistar» una voz sofocada por las dinámicas de la sociedad machista del franquismo y hacer valer su autonomía, su capacidad, su fortaleza y, en definitiva, su independencia como sujetos de pleno derecho.

Imagen perteneciente a la web de la Librería Dykinson

Las dos novelas fueron galardonadas con premios literarios. Ya sabemos la historia de Concha Alós y sus enanos. Carmen Kurtz consiguió el Ciudad de Barcelona siete años antes que la primera. Inmaculada Rodríguez Moranta dedica un capítulo sobre lo que significó para la carrera de Carmen Kurtz tal reconocimiento literario en el monográfico Cine, literatura y otras artes al servicio de las ideologías, coordinado por Teresa Fernández Ulloa, Francisco Javier de Santiago Guervós y Miguel Soler Gallo (2023).

Ambas autoras, como estudió Lucía Montejo Gurruchaga en Discurso de autora: género y censura en la narrativa española de posguerra (2010), tuvieron sus más y sus menos con el aparato censor. Los problemas con la censura en aquellos años tampoco suponen una novedad o algo extraordinario para la producción literaria de la época. Sin embargo, lo destacable aquí es que tanto Concha Alós como Carmen Kurtz fueron penalizadas por su modo de escribir: directo y crudo. Y no sólo eso. Sus obras fueron mutiladas porque hablaban sin complejos de temas espinosos para el régimen como el aborto, el divorcio, la prostitución o la homosexualidad. Lucía Montejo Gurruchaga observa con mucho atino que uno de los motivos por el que Concha Alós y Carmen Kurtz fueron silenciadas una vez llegada la democracia −sólo revalorizadas desde la academia estadounidense en las décadas de los ochenta y noventa− precisamente fue por su modo de escribir, que desafiaba la manera delicada y florida en la que se suponía que debían escribir las mujeres. Fermín Rodríguez, en su monografía dedicada a Concha Alós, señala el paternalismo que regía en el mundo literario del momento:

La actitud social, intransigente y restrictiva hacia la mujer, incluye también la creación artística de ésta. El chauvinismo masculino opera también en el campo del arte femenino. El hombre, con su preconcebida idea de cómo deber escribir la mujer, se cree llamado a imponer al artista del sexo “débil” normas masculinas, dictar qué puede y qué no puede poner en su creación artística (1985: 12).

Marie Gourgues hace ver en su estudio cómo ambas escritoras lucharon contra estos estereotipos a través de su literatura. Las voces de las mujeres que fueron «sofocadas» durante la etapa más rancia de nuestro pasado reciente se materializan en las protagonistas de Concha Alós y Carmen Kurtz que alzan las suyas para contarle al mundo sus experiencias subordinadas y ninguneadas bajo la tutela de los hombres. La investigadora francesa refiere una condición femenina que se abre paso en cada injusticia todos los días de su vida, incansablemente. Así, Pilar de Duermen bajo las aguas −la significación del nombre no es casualidad− demuestra con su determinación a su padre y a su marido que se puede ser fuerte, eficaz y tener voluntad propia a pesar de ser mujer. Pilar está muy lejos de conformarse con el rol de mujer sumisa, obediente y abnegada. De manera similar, la voz de María, plasmada en su diario −única voz que se permite elevar−, se erige en Los enanos como un reclamo al deseo perdido, mutilado por la incidencia de los convencionalismos sociales:

La protagonista de Los enanos no sigue un proceso de recuperación de la palabra igual que el de Pilar, porque no trata de enfrentarse a unos hombres particulares, sino a una abstracción, es decir, el sistema de valores franquistas que busca controlar el cuerpo y las actuaciones de las mujeres. El pasado de María entra en juego también en el concepto que se hace del lenguaje, de manera extremadamente traumática (2023: 143)

En definitiva, el punto de Marie Gourgues no es equiparar una literatura con otra para establecer un paralelismo de su parecido estilístico, que en cierta manera existe como comprobé en el Coloquio Voces de papel, sino más bien, la investigadora trata de subrayar una misma valentía, un mismo instinto de rebeldía que las empujó a denunciar una condición femenina injusta, inhumana, imposible. Marie Gourgues concluye al final de su estudio que Concha Alós y Carmen Kurtz toman la palabra para mostrar a la sociedad machista que la mujer tiene más aristas, complejidades, deseos y voluntades que los férreos convencionalismos asienten. Las palabras de Pilar y María quedaron latentes, bajo las aguas, esperando «su turno para salir a flote» (en Gourgues, 2023: 148 y Kurtz, 1975: 7).

Bibliografía:

Más allá del silencio: vocear la condición femenina en la (pos)guerra en Los enanos de Concha Alós y Duermen bajo las aguas de Carmen Kurtz en Fernando Candón Ríos, Nuria Torres López, Leticia de la Paz de Dios (ed.), La mujer y el texto: nuevas propuestas críticas literarias, Madrid, Dykinson, 2023, p. 136-148.

2025, ¡hola!

Saludamos al 2025 cuando estamos a mitad de enero. El parón de las navidades y la vuelta a casa desde Hungría han tenido mucho que ver para la vuelta al blog a estas alturas de comienzo de año. Este 2025 se presenta muy interesante académicamente hablando, pues la tesis está llegando a su desenlace y espero poder hacer el depósito hacia el ecuador del año. A estas alturas el miedo escénico empieza a planear sobre mi cabeza como un ave rapaz dispuesta a asaltarme en cualquier momento. Y no sólo eso. Acuden las dudas: ¿Estaré haciéndolo bien? ¿Conseguiré el objetivo que me propuse? ¿Habré mimado como merece la literatura de Concha Alós? Luego, viene la más cruel y arrebatadora de todas las dudas: A fin de cuentas, ¿qué estoy haciendo? Pero eso es una cuestión de corte existencial, sombra de las anteriores reflexiones. A lo que respecta a la investigación, las preguntas iniciales son el mantra con el que me despierto cada día y, desde que ya tengo la mira puesta en la entrega del trabajo, esas preguntas también me acompañan a la hora de irme a dormir.

Como cada inicio de año, resulta común tener propósitos de año nuevo. En mi caso, mis voluntades de cambio se rigen por el no cambio. Es decir, mantenerme firme en mi misión de reivindicación de Concha Alós, esperando que la defensa de la tesis sea el culmen de dicha misión. Por supuesto, el término de la investigación doctoral no será sinónimo de abandono a la figura de Concha Alós, pues todavía queda trabajo por hacer. Me gustaría mucho poder realizar los otros proyectos que tengo en paralelo a la tesis, que, de momento, van muy despacio. Por otro lado, espero que mi esfuerzo sirva de inspiración para otros investigadores que, me consta, se acercan a la literatura alosiana para sus tesis doctorales. Desde aquí les abro las puertas a la comunicación, al contacto académico. Estaré encantada de intercambiar impresiones, conocer más a fondo sus planteamientos de investigación, ampliar la comunidad alosiana, en definitiva.

Si, por el causal investigador, estos investigadores se toparan con este blog, se me ocurre decirles que “tranquilos, es normal tener dudas”. Las conversaciones con otros compañeros y compañeras me han enseñado que tanto el miedo escénico de hacerlo mal, la preocupación de si estará andando por la senda correcta como, incluso, las dudas más personales y existenciales que se presentan son un proceso natural ligado a cualquier trabajo de larga duración y tesón como requiere la tesis doctoral. No obstante, no hay que confundir estas palabras de apoyo −que parecen sacadas de un manual de autoayuda con mucha purpurina− con la dura realidad siempre al acecho como el ave rapaz que sobrevuela en cada cabeza. Quiero decir que el ánimo es necesario mantenerlo firme en el timón porque el camino de la investigación es un profundo mar donde siempre hay olas considerables que surcar, ya vengan de marejadas o de mar de fondo. Es deber del grumete investigador manejar con diligencia la situación. Ya adelanto que no es fácil, de ahí el mar de dudas. Válgame el símil marítimo para ilustrar lo que quiero decir.

Las dudas pueden ser tan grandes o más como las propias olas a cabalgar. Te hacen replantearte muchas cosas de tu vida profesional y personal −y, creedme, que se acentúan cuanto más cerca se halla el momento de− hasta el punto de querer tirar por la borda todo el camino andado. Así de simple y así de duro. En mi caso, las dudas no me interpelan para que abandone el barco, pero me acarician la frente con la fabulosa idea de dejar a Concha Alós en su puerto del final de la tesis. La ocurrencia es tentadora porque una ya está cansada, porque una cree que no va a llegar a nada, porque las dudas te gritan desde el espejo que tu trabajo no está sirviendo para nada: ¿Qué estás haciendo? Por eso, porque no quiero sucumbir, porque, a pesar de mis dudas, creo firmemente en lo que hago, el propósito de año nuevo es mantenerme fiel a mis objetivos iniciales, entre los cuales, está la tarea de valorar con firmeza la escritura de Concha Alós. Ojalá 2025 sea el año de la culminación de un trabajo al que le he dedicado más de cinco años, pero también, deseo que 2025 sea el año de Concha Alós.

Foto extraída del blog Notario Javier Díez, sección Avenida de la Libertad en la entrada “Concha Alós. Contra el olvido” del 3 de febrero de 2022. El momento de la imagen corresponde a la ceremonia del Planeta en 1964.