Las hogueras crecen

El domingo anuncié la celebración de un encuentro de altura literaria que iba a ocurrir en el Centro Cultural La Malagueta ayer lunes. La magia de las redes sociales permitió que pudiera contactar con el magnífico Vicente Luis Mora. Por cierto, aprovecho la mención sobre la capacidad de conexión en las redes para contar que, gracias al consejo de un anónimo, conseguí que Maruja Torres respondiese a mis mensajes. Aunque nuestra charla se ha pospuesto sin fecha determinada, ya que ella tiene las mil y una ocupaciones, espero finalmente conseguir un breve intercambio de impresiones y poder escribir sobre ello por aquí más adelante. Volviendo a la sesión del club de lectura del Centro Cultural La Malagueta, quiero dedicar las líneas de hoy a felicitar la delicadeza, el mimo y el rigor de Vicente Luis Mora en el encuentro de ayer.

Como decía, a pesar de mi enemistad con las redes sociales (me estoy reconciliando un poco), conseguí contactar con Vicente Luis Mora que, rápidamente y súper amable, me brindó la oportunidad de participar (en diferido) en el coloquio dedicado a la novela de Concha Alós: Las hogueras. Mi aportación a la causa no fue gran cosa: un vídeo escueto de apenas cinco minutos en el que trato de condensar, a partir de tres aspectos, tantos y tantos matices que esconde la novela. Imposible hacerlo de una manera mínimamente decente. Pero como dice la canción de Mecano: en su fiesta me colé.

Sin embargo, esta entrada no va de mi participación en el encuentro (he de admitir que me hizo mucha ilusión la predisposición de Vicente Luis Mora y agradezco mil), sino de la calidad de Vicente Luis Mora para conducir la sesión del coloquio. Me dejó atónita la cantidad de significaciones que se comentaron de la obra. Me dio mucho gusto escuchar los comentarios de todos los participantes; tan diversos en sus lecturas y, a la vez, tan certeros y relevantes. Escuchándolos ampliaron mi óptica de investigación, a veces, tan encerrada en algunos aspectos que se olvida de mirar con la lupa necesaria para sobresaltar los matices, los pequeños detalles que marcan y guían una senda de análisis que se nutre de perspectivas, de aristas que se contradicen y se complementan. En definitiva, se trata de observaciones que iluminan partes del texto que en la lectura propia quedan en la sombra o pasan desapercibidos. Ahí reside la riqueza de la lectura y ahí reside la riqueza de compartir esa lectura con un grupo tan sensible como el que comentó ayer Las hogueras.

La sesión desarrolló prácticamente los puntos esenciales de la novela. Vicente Luis Mora hizo una introducción magistral tanto de la autora como de la obra. Además, añadió material fotográfico de apoyo que fue fundamental para la contextualización de la época en la que transcurre la trama. Me cautivó su análisis de la novela. Con él, Las hogueras adquiere cuerpo, relevancia, las llamas crecen. La capacidad de este profesor y escritor para extraer de su lectura tal profusión de detalles y aspectos a tener en cuenta es abrumadora. Me quedé maravillada, embelesada escuchando. Cinceló con sumo cuidado y respeto la psicología de los protagonistas Archibald, Sibila y Asunción Molino, junto a Daniel el Monegro, pero también hubo espacio para los personajes secundarios que dan lecciones a los principales con su modo de vivir, de diseñar su existencia. La novela es un constante juego de paralelismos y contrapuestos. Bien lo dice una participante al principio de la sesión.

Las hogueras arrasa al lector con su fuego porque la calidad narrativa de la autora es tal que es capaz de poner delante una serie de cuestiones existenciales como, por ejemplo, qué es lo que busca el ser humano en última instancia; por qué se siente tan solo, aun acompañado de la sociedad; qué es lo que nos impide comunicarnos de manera profunda y auténtica con el otro; a qué se tiene miedo; por qué nos aislamos en nosotros mismos y quedamos a la intemperie como los restos del naufragio que quedan varados en la bahía de las algas de Son Bauló. Vicente Luis Mora cierra la sesión con esta tremenda reflexión e imagen de la novela. Y a mí no me queda más que compartirla con todo aquel que le apetezca quemarse un poquito con las hogueras que ya crecen y crecen… Me doy cuenta de que encuentros como el de ayer son la mecha del movimiento alosiano. Gracias, Vicente Luis por ser el portador de una antorcha tan potente y dignificar así el legado de Concha Alós. Muy feliz de que nuestra autora llegue cada vez a más personas y que todas ellas la lean con sincera admiración y comprendiendo el fin último de su mensaje. Creo que Concha Alós estará orgullosa allá donde esté.

Memoria que se propaga como el fuego. Las hogueras en Málaga

Tenía mucha razón Llucia Ramis cuando en su prólogo para la reedición de Las hogueras de la mano de Seix Barral escribía: «La memoria es una forma de reconocimiento; la desmemoria, de desconocimiento». El prólogo de Llucia Ramis, que lleva por título el mismo que yo tomo para esta entrada con toda la intención, destaca, además de por las virtudes que ya subrayé anteriormente, por su capacidad de traer a la actualidad, dándole plena vigencia, una historia que se escribió en la década de los sesenta:

La literatura es como el fuego. Mientras no se extinga del todo, una chispa puede volar desde las brasas moribundas hasta unos matojos, o hasta una bala de paja, o hasta un sotobosque reseco. Y entonces prende otra vez, vivo y destructivo, fuego nuevo. Enciende algo en alguien que, de pronto, siente que reconoce y se reconoce en lo que lee. Cambia el paisaje (2024: 20).

Llucia Ramis activa un nuevo foco de fuego que ya se ha convertido en un incendio imparable. El escritor cordobés y profesor de la Universidad de Málaga, Vicente Luis Mora, toma el testigo y propaga las hogueras en la próxima sesión de su club de lectura.

Según me chiva mi compañero, gran poeta y mejor persona, Ignacio Ballester Pardo: Mañana, lunes 17 de febrero, a las 19 horas, Las hogueras será protagonista en el Centro Cultural La Malagueta. La sesión podrá seguirse a través del canal de YouTube del centro. Después, quedará disponible en el canal y en el blog de Vicente Luis Mora. Muchas ganas de poder ver y escuchar las impresiones de los integrantes del club de lectura y, honestamente, mucha envidia al no poder participar de forma activa. Trataré de negociar con Vicente Luis Mora algún evento cultural en Málaga a propósito de Concha Alós.

De momento, animo a los lectores que se atrevan a quemarse con Las hogueras de Concha Alós y que mañana abran boca con la sesión del club de lectura porque como bien concluye Llucia Ramis:

Lo imperecedero y eterno no permanece estático; crece y disminuye, se hace fuerte, sus destellos reflejan en el entorno, juega con las sombras. Ahí está la trascendencia de Las hogueras. En aquel mismo fuego que, sesenta años más tarde, se ha propagado alcanzando a personas distintas y distantes, las ha iluminado, y se encuentran (juntas sin saberlo) reivindicando la viveza de unas llamas alegres, ardientes, hipnóticas, alosianas, alrededor de las que bailan para celebrar su memoria (2024: 20).

Imagen de la entrada principal al Centro Cultural La Malagueta. Tomada de Valle del Guadalhorce, artículo escrito por Juan Antonio Fernández el 1 de diciembre de 2022.

A la atención de Maruja Torres

Querida Maruja:

Disfruté muchísimo con la lectura de tu novela Un calor tan cercano (1998). Tu prosa tiene encanto, fuerza, pulcritud. Cautiva, en una palabra. Continuaré leyendo tu obra, me consta que es abultada. El motivo de mis líneas se aleja un tanto de tu labor como escritora y va más por el camino del periodismo. Ese del año catapún, de los comienzos. Aquellos al lado de Carmen Kurtz.

Hace tiempo intercambié algún correo electrónico con Fernando Valls, una de las pocas personas que vio a Concha Alós en un evento cultural antes de su desaparición de la vida pública y de su letargo a causa del Alzhéimer. Fue a principios de 1995, según indica el escritor en su entrada de blog La nave de los locos. Él me dijo que si deseaba saber más sobre Concha Alós debía ponerme en contacto contigo, que la conociste bien. Pero me ha sido imposible desde entonces.

Mi primera opción fue buscarte a través de redes sociales. Yo solo tengo Facebook, me he negado a seguir la ristra de la conectividad (aunque eso es otra historia). El caso es que vi que tenías Instagram y embarqué a mi amigo Ángel Madero para que te mandara mensajes a través de ese canal. Imagino que ahora entenderás quién era el desconocido que invadió tu intimidad. Él no era el acosador, sino yo. Esperamos meses una respuesta que no llegaba. Hasta que mi amigo me dijo que te estabas apartando de las redes. Aplaudo la decisión (aunque eso ahora mismo no importa mucho y menos mi opinión al respecto).

Mis investigaciones sobre Concha Alós siguen su curso. Mis pasos académicos me llevaron hasta la profesora Inmaculada Rodríguez Moranta. Su ponencia sobre la labor periodística de Carmen Kurtz encendió una bombilla en mí: Concha Alós y Carmen Kurtz compartieron espacio juntas. Creo firmemente que son narradoras gemelas. Inmaculada Rodríguez Moranta me puso en la pista de que Carmen Kurtz fue un bastión importante para tu entrada en el mundo del periodismo. La conexión entre las tres no puede ser más obvia. Imagino que ya comienzas a entender el motivo de mi persecución, de mi insistencia en contactar contigo, de mi necesidad de hablarte.

He escrito sin éxito a la editorial Planeta para que me den una referencia tuya. También escribí a Cadena Ser. Cualquier pista, me vale. Ya sé que con el tema de la protección de datos hoy día es complicado, pero les he dicho que sean ellos los que te pongan en contacto conmigo. Les he dado permiso para que te pasen mi correo electrónico. Sigo sin respuesta. Voy a la desesperada ya. Como último recurso, me quedan estas líneas suplicantes en una entrada de blog que finge ser una carta.

Por favor, querida Maruja escucha mi reclamo. Ojalá puedas leer esto algún día más pronto que tarde. Esta entrada de blog que finge ser una carta parece una plegaria al cielo de las comunicaciones, al mundo interconectado, a la casualidad de que te lleguen noticias de este humilde blog y de estas palabras ahogadas. No sé qué más hacer. Se me agotan las ideas. Si alguien ajeno a la conversación puede ayudarme, estaré encantada de saber.

Gracias de antemano a ese ser desconocido y desinteresado que pueda hacer de enlace. Gracias, Maruja por tu trabajo, tu empeño y tu literatura. No pierdo la esperanza, seguiré tocando puertas. En alguna tendrán que abrirme.

Te abraza sinceramente, Nieves Ruiz.

Maruja Torres en 2013. Foto Leila Méndez. Asociación de la Prensa de Madrid. Cuando Maruja Torres fue galardonada con el XXII premio Agustín Merello de la comunicación.