La Guía del Autoestopista Galáctico

¿Alguna vez has hecho autoestop? ¿Y autoestop intergaláctico? Para todo tipo de consejos acerca de viajes a planetas lejanos y de cómo sobrevivir al fin del mundo, habrá que preguntarle a los personajes de La Guía del Autoestopista Galáctico, uno de los libros más ridículamente graciosos que he leído nunca.

Originalmente, este libro se escribió como una radio comedia – que aún podemos apreciar en su versión original aquí –  en 1978. A partir de este año, la fiebre por La Guía del Autoestopista Galáctico se disparó, llevando al autor a no solo adaptar dicha radio comedia en una novela, sino a continuar con su historia – tanto en radio como en papel – con otros cinco tomos que conforman la saga homónima de los autoestopistas espaciales. Sin embargo, en la reseña de hoy nos centramos en el primer libro de dicha saga, el cual se puede leer perfectamente como un libro autoconclusivo.

 

DATOS DE LECTURA
Edición ilustrada de la versión inglesa de la novela

Título original: The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy

Autor: Douglas Adams

Año de publicación: 1979

Número de páginas: 208

Sinopsis: cuando Arthur Dent descubre – gracias a su amigo Ford Dent, quien apartentemente es un extraterrestre – que la Tierra está a punto de ser destruida, comienza la serie de aventuras más disparatadas que jamás podría imaginar. Desde robar naves espaciales hasta acabar en un antiguo constructor de planetas, el libro está plagado de sátira y diversión.

 

RESEÑA

El tiempo es una ilusión, a la hora de comer el doble.

Douglas Adams

He de admitir que no soy una gran fanática de los libros de comedia. Al menos, eso era lo que decía antes de leer La Guía del Autoestopista Galáctico: es un libro repleto de humor inteligente, en ocasiones terriblemente inglés, que recuerda maravillosamente a los mejores momentos de los Monty Python. Además, bajo esta capa cómica se esconden ingeniosamente temas transcendentales como es el verdadero sentido de la vida, así como muchos aspectos del comportamiento humano.

Comenzamos, cómo no, con unos personajes principales redondos, que se complementan a la perfección y que nos dan ese toque de absurdo a lo largo del libro. Por una parte, tenemos a Arthur Dent, un humano normal que se ve arrastrado a una aventura espacial cuando descubre que la Tierra va a ser destruida.

Además, completa este dúo tan disparatado Ford Prefect, un extraterrestre de forma humanoide que tiene como objetivo editar la nueva edición de la Guía del Autoestopista Galáctico de forma que la Tierra pase de estar clasificada como “inofensiva” a “fundamentalmente inofensiva”.

Una de las cosas más graciosas del libro es la forma en la que pequeños detalles, en un principio irrelevantes, acaban entrelazándose y siendo elementos de gran importancia en la trama. Esto hace que la trama sea inesperada toda la novela, manteniéndonos siempre atentos y encantadoramente sorprendidos.

El anterior es el caso – ojo, que vienen spoilers! – de las mascotas que tiene uno de los personajes secundarios, dos ratoncillos adorables que acaban siendo seres pandimensionales e hiperinteligentes que andan buscando el verdadero porqué del universo.

De entre todos los juegos de palabras y escenas ingeniosas, la que destaca sobre las demás es la referente a esta pregunta – ¿cuál es el sentido de la vida?. Aquellos que ya hayáis leído el libro, sabéis que la interpretación del autor es una de las más conocidas y más referenciadas de la ciencia ficción. Para los que no, tendréis que leer el libro para descubrir cuál es la respuesta ;).

Además, Douglas Adams hace reflexión que me parece maravillosa, diciendo que quizá lo que necesitamos para conocer la respuesta adecuada es hacer la pregunta adecuada. Así, le da la vuelta a esta pregunta trascendental para enfocarla no en su respuesta, sino en la búsqueda de esta.

 

VALORACIÓN

Solo puedo concluir esta reseña recomendando mil y una veces este libro a los amantes del humor inglés, así como a todo aquel que quiera pasar un buen rato y desconectar de la realidad con un libro que nos hace ver lo realmente absurda que es la propia vida.

4.5/5

 

 

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