Nadie discute que la generación de conocimientos es un pilar fundamental en la economía de los países desarrollados. Esta industria, llamémosla así aunque no genere bienes materiales, es tan rentable que bastantes países invierten en ella alrededor del 3% del PIB y hay tendencias al alza. En cambio, muchos países sin tradición científica hacen inversiones más modestas, por ejemplo del 1% del PIB, pero el rendimiento es casi cero. El hecho absurdo de invertir para no ganar y sin enterarse es un problema de medidas que merece una explicación.
La actividad de la industria que genera conocimientos se llama investigación y el producto inmediato de la investigación son los trabajos científicos que se publican en revistas especializadas. El desarrollo de la informática ha hecho muy fácil contar estos trabajos y el número de citas que reciben. El problema es que el progreso científico y el desarrollo de conocimientos no se produce por acumulación de los datos generados por los trabajos que se publican. Muy al contrario, el progreso científico y el desarrollo de conocimientos se deben a hallazgos que ocurren con muy baja frecuencia en relación con la gran cantidad de publicaciones que genera la investigación. Por ello, contar publicaciones o citas para valorar el rendimiento de la investigación es tan fácil como inútil.
Leer el artículo completo de Alonso Rodríguez Navarro publicado en EL PAÍS 21/06/2011