Dinero y deporte – Dinero vs deporte

En los años veinte ya había polémica entorno a la profesionalización del deporte. Carros de fuego (1981)

En los juegos olímpicos de Londres que empiezan en unos pocos días se permitirán por primera vez las apuestas, es decir las apuestas legales. Hay que saber que las apuestas pueden llegar a mover miles de millones de euros sobre todo desde que se hacen en internet y que esos flujos de dinero que se mueve compulsiva y caprichosamente de un extremo al otro de la red son absolutamente imposibles de controlar en su integridad.

Todo eso no sería más que otro ejemplo de la libertad y el diktat de los flujos financieros si no fuera por que las apuestas, al igual que la lotería, blanquean dinero. “Sean” sesenta mil eurillos debajo de mi almohada o, mejor, en una de mis cuentas de las Islas Caimán que me niego reintegrar a la economía de mi país a pesar de las generosas amnistías rajoyesca. Ha llegado la final olímpica de tenis y apuesto treinta mil por la victoria de un jugador y otros treinta mil por su derrota. Pase lo que pase voy a ganar, pongamos quince mil, y a perder treinta mil. Al final tendré cuarenta y cinco mil eurillos blanqueados que apenas se notarán en el flujo de miles de millones que moverán las apuestas entorno a ese partido. Eso en el menos rentable de los casos, pues lo lógico es que me dedique a apostar a favor de todos los tienen las apuestas en contra para “tirar” dinero negro y maximizar beneficios con el que gane.

Evidentemente lo que preocupa no son esos sesenta mil euros que se ha ganado un fontanero reformando en “b” cuartos baños durante quince años. Lo de arriba sólo era un ejemplo para explicar el proceso ya que los sesenta mil euros son más fáciles de blanquear comprando chicles en cash en el kiosco de la esquina que apostando en las Olimpiadas, por decirlo de alguna manera. Lo que preocupa son los sesenta o los seiscientos millones que un caballero o una agrupación de caballeros tienen de la venta de armas o de la explotación sexual y/o laboral sin poder invertirlos en negocios demasiado oficiales. Son esos mismos caballeros los que entre otras muchas actividades habrán encargado a su conveniencia el diseño de las casas de apuestas olímpicas y estarán encargando ahora el estudio de los calendarios de las competiciones y de las posibles apuestas para maximizar el blanqueo dinero.

Un segundo peligro consecuencia de que correteen juntos el deporte y miles de millones es evidentemente que lo hagan revueltos y que el segundo termine comiéndose al primero. Si el dinero de las apuestas tiene fuerza para influir el resultado de partidos de la primera división del calcio italiano, ¿qué no va a ser de deportes en los que ese fraude puede ser casi indetectable? Pongamos una semifinal de tiro al arco sobre la que merodean unos cientos de miles de euros en apuestas, legales, ilegales, de origen a y de origen b: ¿Quién y cómo va a comprobar que un participante ha errado ligeramente el tiro voluntariamente? ¿Quién y cómo va perseguir la trama transnacional de este delito basado en pruebas tan subjetivas y que no deja rastro? Las apuestas en los juegos olímpicos pueden terminar falsificando ciertas pruebas además de ser una radiografía del dinero negro que se mueve por el planeta.

Hace ya tiempo que los valores del deporte se mantienen sobre todo de fachada, en las declaraciones y en las campañas fair play. Eso ya es algo. Pero está claro que el dinero está corrompiendo el deporte y transformándolo en un espectáculo a velocidad de vértigo, en un espectáculo que en muchos aspectos es incompatible con el deporte. Es un proceso que se ha acelerado – como todo – desde los años ochenta con la hyperprofesionalización, con el crecimiento exponencial de los beneficios de la publicidad y con los medios de comunicación globales. Ahora el COI, cuyos miembros son elegidos de manera poco democrática y poco representativa cede un paso más y los Estados, que son más democráticos y más representativos, aceptan. Otro ejemplo más, aunque esta vez por medio del deporte, de la creciente debilidad de los poderes públicos de la mayoría frente a la creciente fortaleza del dinero de una minoría.

P.S. La inspiración para este post sobre las apuestas en el deporte me ha venido de un programa de radio.

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