Category: Opinión
Esto no es una crítica objetiva, pero ¿cuál lo es?.
La obra más afamada del director alemán Wolfgang Becker habla de los últimos días de la DDR, del despertar de un sueño, de la aspereza de la realidad, de la ironía de la vida y de la propia condición humana. Poco antes de la caída del muro la madre de Alex (Daniel Brühl) entra en coma. Durante los meses en los que se ausenta el país en el que vivía y del que era ferviente activista se desmorona. Al despertar, su delicado estado de salud obliga a Alex a crear la ficción de que el muro nunca ha caído. Esta fantasía sobrevive gracias a la inconmensurable voluntad de un Alex acuciado por las evidencias de la realidad. A partir de ahí encontramos dos películas, la trama que se desarrolla en el mundo real y la Historia-ficción que Brühl urde y que, como él mismo nos dice, acaba por cobrar vida propia y por convertirse en la Alemania que él siempre habría deseado.
Sin querer dotarlo de un análisis trascendental ni tratar de decir más de lo que el director quería plasmar, no puedo evitar en cambio reflexionar sobre varios aspectos de la película. La entrada en el coma es para mí el colapso del sistema. Un punto de inflexión en el que se gesta el nuevo Estado. Un mecanismo de desconexión que da lugar a la materialización de un mundo ideal. La aspiración comunista ha degenerado en un sistema burocrático, militar y dictatorial, algo que se aleja mucho del paraíso soñado. Además su necrosis se hace cada vez más patente cuando al otro lado del muro se dejan ver los relucientes colores del marketing del capital. Colores que el propio Alex observa mientras trata de construir esa nueva Alemania alternativa pero, ¿quién necesita más esa nueva Alemania?
La grandeza de la cinta reside en que mientras nos regodeamos en el juicio de una sociedad caduca, suave y delicadamente unas gotas empiezan a salpicar de crítica nuestro idealizado mundo capitalista. Gotas que no tardarán en convertirse en torrente que refresca nuestras cabezas durante los 118 minutos que nos regala Becker.
Hoy es inevitable hacer una referencia al mundo del fútbol. Después de años de mundial y con la historia que estos arrastran un equipo como el de la Selección ha alcanzado finalmente un puesto para el que parecía estar vetado; al que por más que desplegase un juego excelso y de entrega era imposible alcanzar. Finalmente se le ha concedido una recompensa.
Pero siempre que se produce un evento de este alcance proliferan como hongos intelectualoides que no contentos con sentirse de una clase superior por estar más allá del mal y el bien hacen ostentación de ello y tratan de inferior, de cenutrio, a cualquier aficionado o interesado. No será la primera vez que alguno hace referencia a la tan manida expresión de “pan y circo” para evidenciar que el fútbol es un entretenimiento de masas con el fin de contentar a la plebe y desviar su mirada sobre los verdaderos problemas. A esos pseudointelectuales les diría que un vistazo, no ya al amplio universo futbolístico sino al restringido ámbito de los mundiales, nos enseña mucho. Como por ejemplo como Alemania consiguió una victoria moral y una resurrección espiritual tras la debacle y los horrores de la II Guerra cuando alcanzó la victoria en el mundial de Suiza del 54. Cómo un país como Uruguay (hoy 3 millones de habitantes) se proclamó campeón de la 1era edición en 1930 y reeditó su victoria 20 años más tarde ante 200.000 brasileños en el famoso maracanazo. La historia de los mundiales nos señala la hipocresía de la FIFA cuando mantuvo la sede de Argentina 78 en plena dictadura y la falta de escrúpulos de los combinados que no fueron capaces de hacer un plante. Nos enseña además como los mundiales han servido de elemento propagandístico para regímenes como el de Mussolini en el 34 o como el compadreo de Rimet adjudicó la sede de Francia 38; del mismo modo que las petroleras norteamericanas y Adidas en su lucha de influencias acabaron por sustituir la sede de Colombia por la de México. Nos evidencia como la devoción de un país convierte en divina una jugada ilegal o como Alemania devuelve a Inglaterra un gol fantasma 44 años después. Nos enseñan cual es la tendencia de los mercados al elegir nuevas sedes hacia donde expandir el negocio (mundial de Japón-Corea ´02 o Sudáfrica ´10) y como aprovechar para tomar medidas políticas cuando se está más atento a otras cosas, como el reciente caso de la reforma laboral el día del debut español o como cuando en el 66 el primer ministro británico Harold Wilson congeló salarios y dividendos mientras los súbditos/aficionados atendían a cómo Inglaterra ganaba su primer y único mundial. Pero sobretodo nos recuerda como fútbol y política van tan de la mano que los equipos se organizan en función del origen de sus jugadores al mismo tiempo que nos revela cómo se traza la delgada línea roja que separa nación e interés constatando lo relativo del asunto.
Más allá de todo esto, el fútbol es un divertimento y una distracción como cualquier otra y si dejamos que nos envilezca, que nos distraiga, no hay que buscar más responsables que nosotros mismos. Quizá levante tantas suspicacias por ser tan arrollador, por hacer de cualquier aficionado un experto, por sus sumas desorbitadas y estar siempre en primera línea. Entretenimiento es fútbol, es deporte pero también es cine y es música o arte y literatura. Cada uno en su momento y lugar pero su grandeza o bajeza dependerá de cómo los afrontemos, de lo que saquemos de ellos. Porque en prosa se puede escribir “Crimen y Castigo” o el índice de libros prohibidos, con el mismo pincel pintar “Las Meninas” o trazar los planos de Auschwitz y en 8mm podemos rodar “La Ricota” o “El triunfo de la voluntad”. No busquemos en el fútbol el origen de todos nuestros males, o sí, hagámoslo, porque entonces nos descubriremos señalándonos frente al espejo.
No me considero ni mucho menos un entendido en la materia pero sí que he venido siguiendo los movimientos en el mundillo de los medios de los últimos años. Pedir que en España exista un medio del todo imparcial y no politizado parece ya un ejercicio de imaginación excesivamente arduo en el que ya solo nos entretiene creer en una definitiva evolución de la televisión pública. Contar aquí con algo semejante a la BBC británica resulta por tanto una quimera y más en un país en el que somos tan suspicaces a la hora de encontrar politizadas las noticias como, por el contrario, tan abierta y personalmente apolíticos. Hay quien opina que en realidad esto no es malo, que la contraposición de informaciones tendenciosas acaba por resultar o formar en el espectador una opinión propia, personalmente permítanme que lo dude y más en un mundo en el que tan acostumbrados estamos a la noticia, más que masticada, digerida y excretada.
Hace unos años el gobierno socialista abrió la manga para la entrada de dos nuevas televisiones privadas, La Sexta y Cuatro y pocos años más tarde y con la llegada de la TDT el dial se poblaba en sus franjas altas de emisiones de marcado corte conservador (incluso un poquito más). De aquellas grandes televisiones destacaba su, en principio, cercanía ideológica. La primera de tendencia izquierdista y con la inversión en productoras con marcado fin deportivo y medios complementarios (Diario Público); y la segunda perteneciente a un grupo bien conocido, Prisa. Durante su corto periodo de vida se han batido en duelo recíproco y global en el campo de batalla de la televisión. Las dos decidieron apostar por una televisión de “calidad” asociando el término casi exclusivamente a la no emisión de programas del corazón o sensacionalistas. Si Cuatro parecía renunciar a aquella premisa con la difusión de programas como Channel nº 4 o matinales como Las Mañanas y se marcaba tantos en la retransmisión de grandes eventos deportivos (Eurocopa 08) con un equipo contrastado en las ondas de la emisora del grupo (SER) y programas de producción propia de cierto éxito (Callejeros); La sexta respondía con la compra (o los litigios por esta) de los derechos del futbol, baloncesto o programas de humor como Se lo que Hicisteis (a partir de la crítica a programas del corazón) el Intermedio o Buenafuente, con más éxito de crítica que de público.
Tras la muerte del fundador Jesús de Polanco en 2007 los designios de la cadena del punto blanco parecen haber navegado a la deriva en las revueltas aguas de los medios españoles. Hace cosa de un año empezaron a escucharse los primeros rumores de fusión. Aunque la tendencia natural en lo que a líneas editoriales se refiere nos hubiese hecho pensar en una fusión entre las dos novatas, las cadenas veteranas veían en aquellas un suculento pastel al que se hacía difícil resistirse. Durante meses las uniones y rupturas “sentimentales” se sucedieron a ritmo vertiginoso pero la guinda del pastel la puso el anuncio de que Cuatro había comprado los derechos para la emisión de un mundial al que España parece acudir, de una vez por todas, como favorito real. Telecinco, más popularmente conocida como la televisión de Berlusconi, no pudo resistirse y, más que fusionarse, su exceso de pasión le llevo a absorber a Cuatro en el beso que sellaba el enlace.
Seguro que a lo largo del relato he omitido datos e informaciones probablemente muy jugosas e interesante pero ya avisaba de mi corto recorrido en este campo. Por ello ahora simplemente recogeré los hechos que a vuelapluma recuerdo haber observado desde que se juraran aquellos votos nupciales. Con esta sucesión no pretendo indicar que cada hecho sea consecuencia del anterior sino que simplemente queden aquí recogidos.
El periodista y director de informativos Iñaki Gabilondo, con una más que dilatada trayectoria en el grupo y que había abandonado las ondas de la Ser para capitanear el nuevo proyecto de noticias Cuatro (que a su vez había degenerado en un revuelto de difícil distinción entre noticias y opinión), anunciaba su despedida y retiro a las más tranquilas aguas de CNN+ (también del grupo). Cuatro anunciaba la venta de los derechos del mundial mediante “subasta” a Telecinco (oh! Sorpresa). El director de contenidos (Daniel Anido) y el director de informativos (Rodolfo Irago) de la cadena SER eran condenados por la emisión de parte del contenido del sumario sobre el caso Gürtel. Paco González director de Carrusel Deportivo, programa líder de la radio deportiva y de larga tradición y reconocimiento en las ondas de la radio nacional, era suspendido indefinidamente de empleo y sueldo (algo que acabará más que probablemente con su despido) por unas “diferencias” con la dirección de la emisora. Por su parte el locutor y presentador de deportes Cuatro, Manolo Lama, se hacia el Harakiri televisivo en una conexión en directo carente de toda sensibilidad y en busca de una risa fácil demostrando que si bien era un meritorio narrador de partidos también nos encontrábamos ante un pésimo periodista. La disculpa de Lama llegó rápida pero tras haber levantado una polvareda que no ha hecho más que recordarnos aquello en lo que se había convertido su espacio de deportes, en un pseudo-informativo de tintes sensacionalistas donde sólo se salvaban algunos videos rescatados de la producción de Canal+.
¿Cuál será el próximo paso?, ¿en qué derivará aquella andanza del grupo en la televisión?, ¿hacia dónde navega Prisa? Sólo el tiempo nos dará respuesta pero lo cierto es que la misma “casa” que se erigía garante de la imparcialidad ha censurado los comentarios de sus oyentes en Carrusel, la que mostraba sin pudor su actuación entre el 11 y el 14 M pide hoy a sus colaboradores que eviten el tema González. En las aguas de la información la nave de la empresa líder zozobra sin rumbo haciendo peligrar aquello en lo que algunos ven el equilibrio necesario entre informadores.
Cuando uno se acerca a los medios estos días dan ganas de dejarlo. Apetece más apagar la tele, cerrar el periódico sintonizar otra emisora o abrir otra web. Esa es una de las primeras reacciones que tenemos cuando se nos acerca la catástrofe de Haití. Pero si nos forzamos a mirar, si tratamos de escuchar, más allá de las cifras se nos intenta transmitir un mensaje: no olvidemos Haití.
Hoy día estamos tan acostumbrados a ver barbarie y catástrofe a nuestro alrededor que ya no nos impacta. Es como si la cantidad de información que nos proporciona este mundo cruel nos saturase y hubiésemos creado en nuestro interior una frontera para el sufrimiento que una vez traspasada nos hiciese mirar el dolor más como producto de la ficción que de la realidad. Porque nos impactamos con una muerte violenta, nos horrorizamos con una docena pero el impacto no es proporcional cuando mueren miles, decenas de miles.
Pero la máxima está siendo otra. Parece que conscientes de la gravedad de la situación y con la lección aprendida de tantos otros haities ha calado un nuevo mensaje, el no olvidemos Haití. Pero lo olvidaremos. La noticia por más que se renueve y no deje de perder interés se quemará en las parrillas televisivas y dejará de ser interesante. Llegarán las segundas rebajas, San Valentín, una nueva ola de frío o de calor y dejaremos de hablar de Haití. ¡Pesimista! diréis pero pensemos en los otros haities que estamos olvidando en este momento y que esperan a que cualquier catástrofe les haga merecedores de tener sus quince minutos de fama entre estébanes y grandes hermanos. Porque sí, los medios también han de ser entretenimiento pero ciertamente las comparaciones son odiosas. Y si no qué pensáis que estamos haciendo en este momento sino olvidar los escenarios de miseria de las catástrofes pasadas y obviar los de las futuras. Porque ¿dónde están o cuáles son los próximos haities que aguardan a que les toque el próximo premio gordo? Y volviendo al principio ¿Qué será de Haití cuando se apaguen los focos de las cámaras?
Hoy donamos dinero, exigimos buena voluntad y disposición de nuestros líderes, reconocemos la generosidad de actos benéficos varios pero mañana calmada nuestra conciencia consentiremos. Participaremos de un mundo en el que conviven la miseria con la opulencia en el que somos capaces de lo más grande y de lo más ruin, de un mundo en el que hemos encumbrado como máxima universal a la hipocresía.
Con la esperanza de que nos sirva de algo, de algo parecido al espejo que nos muestre nuestras vergüenzas, esperemos guardar por mucho tiempo a Haití en nuestra memoria.
Si has podido conciliar el sueño, a las 4.00 horas serás despertado para entre las 4.30 y las 5.00 a.m. tomar tu últimacomida. En algunos Estados como deferencia se te dejará elegir el menú de tu última colación. En caso de pertenecer a alguna religión mayoritaria recibirás la visita de tu sacerdote, rabino, pastor o equivalente. Si eres culpable te arrepentirás seguramente como tu último acto de cinismo, si no lo eres, lo harás pensando en todos los porqués. Por qué te asignaron al último cabrón de abogado que acababa de salir de la Facultad, por qué habrías de conocer a quien no deberías o por qué no el hijo puta que te va a clavar una aguja no se la mete por el culo, aunque quizá también pienses en esto siendo culpable. Entre las 6.00 y 6.15 te traerán la ropa con las medidas justas que te tomaron hace apenas unos días. Al concluir te llevarán a la sala circular recorriendo el corto trayecto que tantas veces has imaginado desde que te trasladasen a esa celda de aislamiento. Un último vistazo a los que te rodean, al equipo de enfermeros, a los testigos sedientos de tu sangre que no se derramará sino que se verá corrompida por el sodio pentotal, al representante legal que te repetirá la sentencia que conoces de memoria, con suerte a tu familia y, cómo no, la camilla de la que no te levantarás. Si tienes un poco de suerte y el enfermero es habilidoso no te pasará lo que a aquel muchacho de Ohio. Mientras te acuestas, te atan e introducen la vía piensas en las personas que antes han ocupado ese mismo lugar, en todas las que han recibido la pena de muerte, en los que, como en aquella película de Eastwood, se salvaron en el último momento, en los que mueren en otros países y de otra forma. ¡Hay que joderse! todavía tienes suerte de no morir apedreado o ahorcado o frito o degollado. Luego notas como la presión en tu brazo aumenta mientras dejas de sentir poco a poco, desde tus extremidades hasta el pecho. Pero todavía tienes tiempo de notar como tus músculos se agarrotan con la segunda de las inyecciones. Justo después tus pulmones se contraen dejan de respirar y adiós.
No sé si verdaderamente es así pero en el mejor de los casos así me lo imagino. La pena de muerte sigue en vigor en gran número de países y lo que es mejor, en los que fue abolida todavía hoy se escuchan a partidarios que la reclaman enérgicamente. Nos gusta rebozarnos en la miseria de preguntar y azuzar a la gente que sufre, a los familiares de las víctimas poniéndoles un micrófono delante para preguntarles: Ud. ¿Qué haría con él? ¿Qué esperamos escuchar? ¿caridad cristiana? Por eso no impera el gobierno de las víctimas porque sería el peor de los caos.
Si no puedes devolver la vida no tienes el derecho de quitarla. Sé que muchos pensarán que igualmente se debería aplicar a los asesinos pero si nos planteamos eso comentemos el mismo crimen que ellos y lo primero que nos debe separar de los criminales es el raciocinio (la moral). Además de esa forma jugamos con la sutileza de donde colocar la frontera. Es decir, quiénes han de recibir la pena capital. En nuestra cultura occidental hay quien lo tiene claro, asesinos y violadores. Pero hemos de entender que nuestra cultura no es la única y que engordaríamos nuestro ego si pensáramos que es la mejor. Por lo tanto si para nosotros el mayor atentado es el que se produce contra la libertad sexual y contra la propia vida como no aceptar que en otros ámbitos sea igualmente grave la traición, la injuria o en otros lugares el adulterio, la ofensa a la religión o la disensión política. Es más, si aceptamos que en nuestra cultura uno de los mayores crímenes es el que se comete contra la vida ¿cómo imponemos como pena ese idéntico crimen? Volvemos a lo mismo.
Pero lo peor es que lo revestimos de legalidad. Creamos una enorme paranoia que consiste en un darnos los unos a los otros golpecitos en la espalda mientras nos decimos qué bien estamos, qué bien lo hacemos y cuánta razón tenemos. Luego cada uno lava su conciencia (el que la tenga) como quiere o como puede. Nos escondemos entre la masa tanto para defenderla como para criticarla; nos contentamos inventando nuevos y modernos sistemas teóricamente indoloros; nos excusamos justificándonos o simplemente no tenemos necesidad de nada de esto porque no encontramos nadie que cuestiones nuestros actos, no existe ni la conciencia ni la vergüenza pública.
Pero como alguien decía hace bien poco nosotros podemos. Nosotros podemos cambiar nuestra Historia y dejar atrás esta práctica atroz. Aunque quizá este no sea el mejor de los ejemplos pues esa parece ser labor demasiado grande para el flamante premio nobel de la paz.
Sé que estos juegos de moralidad son sencillos cuando las cosas se ven desde la perspectiva de la lejanía porque es muy fácil hablar o escribir pero qué haríamos, mejor dicho, ¿que escribiría yo si me matasen a una hija?
La simetría no existe, la única verdad es la asimetría. No hay dos flores iguales en todo el universo, dos copos de nieve semejantes ni mucho menos dos personas idénticas. Buscar nuestro doble en el mundo es buscar la fuente de oro al pie del arco iris. Es más, dentro del propio cuerpo humano, obra suprema de la naturaleza, tenemos un brazo y una pierna más larga o corta que la opuesta, un ojo más abierto que otro o un pecho más voluptuoso y otro más pequeño. Ni siquiera el Hombre de Vitruvio que ilustra el artículo anterior insertado en su cuadrado y su círculo geométricamente perfecto y siendo canon de proporciones anatómicas alcanza la pureza absoluta si lo observamos a la micra y si no que se lo pregunten a la “doña perfecta” de la Mona Lisa y que ella misma nos explique la ausencia de continuidad que hay en el escenario a sus espaldas.
La naturaleza es sabia pero no es perfecta. Después de toda una eternidad intentándolo ha sido incapaz de crear dos cosas iguales, ni siquiera por error. Y a aquellos que creen que sí que lo es que me expliquen cómo es que ha sido capaz de crear un ser como el humano que se empeña en autodestruirse y destruir a la propia naturaleza.
Los errores y las irregularidades son belleza. Los cánones están para ir contra ellos, lo cual no quiere decir que no sirvan de nada sino todo lo contrario, son indispensables para, por oposición, descubrir lo verdaderamente bello. Si no es así los retoques de Photoshop o las falsas modelos (¿modelos de qué?) no son solo un error sino un atentado contra la naturaleza y por lo tanto contra cada uno de sus resultados es decir contra cada uno de nosotros y contra cada uno/a de ellos/as. ¿Por qué lo son si al fin y al cabo también son obra de esa misma naturaleza? Porque pretenden dar muestra de lo que no son, porque su presunta perfección no es otra cosa que el miedo humano a no aceptarse tal como es y porque a pesar de llamarse “modelos” de lo único que son ejemplo es de un ideal irrealizable al que ni ell@s ni nosotr@s podremos llegar. Porque si aceptamos que cada uno es diferente ¿por qué la belleza tiene que seguir ciertos preceptos? ¿Cómo pretendemos convertir lo heterogéneo por esencia en homogéneo por decreto? ¿Por qué imponernos esta condena a ir contranatura?
La imperfección y la asimetría son lo puramente natural. Cada individuo es tan irrepetible como solo el tiempo lo sabe ser. Si aquellas o aquellos modelos dejasen de serlo su belleza eclipsaría los focos de cualquier pasarela.
Al fin y al cabo la metódica forma con la que la naturaleza produce elementos tan sistemáticamente diferentes solo puede ser resultado de una superior perfección. La forma en que estos resultados son tan enteramente diferentes y por el contrario igualmente bellos, la forma en que se contraponen y complementan la forma de ver entender el mundo, eso también es pura simetría.
No a la SGAE. 3- Razones morales
La piratería es delito. Ese es el mensaje final de los “spots” que vemos en los cines. Transmitir datos y compartir archivos es robar ideas originales de autores que con su sudor han creado una idea original, ¿no te da vergüenza?
La estrategia de la SGAE no solo ataca desde el plano legal, ejerciendo como lobby para conseguir una legislación que pene y criminalice a los que practiquen la piratería, sino desde el moral, hablando de una falta de ética por parte de todos los internautas que pretenden hacerse con las creaciones de esforzados autores. Lo cierto es que esto tendría cierta base si se usase con ánimo de lucro, es decir, si me bajo música pero sobre todo si la subo a internet y cobro por ello. En ese caso cierto, me estoy beneficiando ganando dinero a expensas de algo que no he creado y que me ha venido caído del cielo. Por ello opino que las penas deberían caer sobre los que comercian con el material pirata y más cuando tras vendedores callejeros suelen esconderse mafias involucradas en tráfico de personas o redes esclavistas. Son a ellos a los que hay que perseguir y no a los manteros. Pero los usuarios de P2P no comerciamos, no nos lucramos y nuestro único enriquecimiento es el que se produce, por ejemplo, escuchando música.
De todas formas siempre resulta irónico escuchar cómo se llenan la boca sobre lo ético aquellos que no dudan en poner precio a la cultura. Para ellos es perfectamente comprensible y entra dentro de lo moral cobrar por cada transferencia de archivos, vivir de las glorias que cierto día crearon y sentarse a recibir los réditos, o sobretodo actuar de fiscales contra agrupaciones de fiestas, conciertos benéficos y demás ¿qué será lo próximo? ¿pagar por tararear una melodía?, ya ni me resultaría extraño.
Mientras, se escudan en que la SGAE está, sobretodo, para proteger a los más débiles, a los músicos que empiezan, a los de profesión que el día de mañana necesitarán tener un retiro digno. Pero la verdad es otra y es que han actuado cuando su mercado de marketing/música ha empezado a zozobrar. Cuando las cuentas ya no salían porque los que compraban cualquier basura musical de más de 20€ envuelta en papel celofán donde solo se podía rescatar un par de canciones (el resto todo relleno) preferían descargarse lo mismo y eliminar el sobrante de su disco duro. Cuando sus escuelas/factorías dejaban de ser rentables en las tiendas de música y quedaban en meros programas televisivos de mayor o menor éxito. Fue entonces y no antes cuando la SGAE y su corte clamó al cielo y nos acusó a todos de sinvergüenzas, caraduras y delincuentes. Cuando rebasaron la frontera y se situaron por encima de los propios músicos como celosos defensores de unos intereses que no son más que los de su propio bolsillo. Pero son ellos los que se pueden pagar con nuestro propio dinero, pues el Ministerio de Cultura colabora religiosamente (con buena picha bien se jode que diría mi padre), caros anuncios donde además de insultarnos a nosotros insultan sobretodo a nuestra inteligencia. Respeto.
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pd.- amantes de los dobles sentidos y frikis en general, click aquí.
El segundo gran bastión al que la política de la SGAE se acoge es el factor económico. Este aspecto, que parece quedar casi velado tras otros recursos dialécticos de gran renombre es quizá uno de los que más les preocupa, de hecho ya traté de adelantar que en este sentido los de la SGAE han dado muestras de su alto nivel en cálculo al pronosticar las menguas en su pastel como consecuencia de la irrupción de Internet en lo que ellos han rebautizado como “industria musical”.
Se escudan en los artistas erigiéndose como defensores de estos. Nos bombardean con anuncios donde nos acusan de ladrones a los que cometemos el “delito” de descargar música de Internet. Unos cuantos policías, sheriffs con chapa de mercadillo, organizan persecuciones made in USA contra inmigrantes que buscan un agujero por el que ganarse el derecho a vivir que Occidente les niega tanto en sus países como en el primer mundo… todo sea por la defensa de los creadores de ideas, de los indefensos intelectuales… ¡mentira!
Según AFYVE del precio de un CD menos del 10% corresponde al artista, ¡menos de una décima parte! Por cada 20 euros que pagábamos por un CD de Ramoncín (curioso ahora por menos te dan el CD, CD2, bonus-tracks, DVD de concierto, camiseta y si aprietas las llaves del apartamento de verano del cantante) solo 2 iban a parar a su bolsillo. El resto, el 90%, se repartía y reparte entre el comercio, discográfica, impuestos… aunque quizá Ramoncín no haya sido el mejor ejemplo porque en su caso cobra por dos veces, la SGAE también se lleva su tajada. Si es así ¿por qué no decir la verdad? Que lo que pretenden defender son sus propios intereses, nada más lícito que defender lo propio ¿cierto? O es que se avergüenzan de que su trabajo sea cobrar por el esfuerzo de otros. Por otro lado no sería la primera vez que cantantes y grupos afirman que sus beneficios provienen en realidad de conciertos y publicidad y no de discos de oro, platino o circonita. Pues que así sea. Que sigan ganando los que son realmente buenos, los que curran sobre un escenario gira tras gira y no los que se tumban a recibir los réditos de éxitos pasados o peor los parásitos embusteros.
Pero poco a poco esta política ha ido calando. El primer paso se dio con la aprobación del Canon, esto es, un impuesto que gravase todo producto susceptible de almacenar música de manera lícita o ilícita. A ver a ver, si vas de legal pagas tus eurillos descargándote la música desde un programa tipo iTunes estas pagando dos veces por el mismo servicio: por un lado el porcentaje de impuestos que se carga en el precio de la canción y por otro el que pagaste al comprarte el iPod, mp3/4 o equivalente. Si eres un pirata/delincuente te están cobrando un impuesto por algo ilegal. Imaginad que cargasen un impuesto sobre las jeringuillas por ser susceptibles de inyectarse heroína, sencillamente perfecto. Pero como la sociedad camina más rápido que la ley el problema se les plantea con la transmisión de datos a través de programas P2P (tipo E-Mule, Ares…) con lo que pretenden poner un precio a la cesión de información, vamos como cobrarme por dejar una peli a un amigo solo que por Internet. Imagino que con este planteamiento las bibliotecas públicas deben estar acojonadas porque al fin y al cabo es a lo que se dedican, ¡veis! Eso es luchar por la defensa de la cultura.
Lo último en esto es cargar contra los creadores de este tipo de Software supongo que por crear estas herramientas de perversión. En Munera, el pueblo de mi tío, mataron a un hombre con un botijo. Suerte que la SGAE no andaba cerca sino se hubiesen llevado por delante al inventor de tamaña arma.
Finalmente, creo que he dado demasiadas vueltas para explicar algo tan sencillo y obvio como que lo que verdaderamente persiguen es defender sus propios intereses, es decir su parte del mencionado pastel, la parte que se han adjudicado. Que la convivencia entre música y gratuidad es posible ¿o no llevamos años conviviendo con el fenómeno Internet? Y ¿alguien ha visto que se deje de crear?, ¿ha descendido el públco en los concieros? Son los lobbys los que alzan sus cantos de cisne temerosos de verse aplastados por un fenómeno al que no se han sabido adaptar.
La cultura debe ser gratuita, debe circular libremente y ser accesible para todos. Sus autores habrían de ser filántropos o funcionarios, añadiría. Ese es el ideal en el que nos deberíamos mover pero, reconociendo que lamentablemente estamos muy lejos, lo trataré desde la cercanía y calidez que nos aporta nuestro mundo capitalista.
Los alumnos más avezados a la hora de comprender el funcionamiento de la industria en el sistema son sin duda los de la SGAE. Para ellos es una sencilla sucesión de ideas: la gente ha encontrado en Internet un filón de donde obtener música gratuita; si nadie paga por la música nada se factura; si nada se factura nadie querrá componer; por tanto se acabará la música, el negocio, ¿quiénes serán los culpables? vosotros usuario-delincuentes (otrora fans-clientes) que con vuestro egoísmo dejáis de engordar el nuestro y acabáis con (ahora sí) la CULTURA.
Lo primero que me pregunto es ¿cómo y cuándo la música o la cultura han pasado a ser industria? Iluso de mí pensé que era algo diferente. Ni las giras multitudinarias, ni las excentricidades de ciertos individuos, ni las factorías de “fenómenos” musicales habían levantado mis sospechas. Pero es cierto, todo esto se había convertido en una industria. Una industria en la que lo que triunfaba tenía que venir con el sello de una gran discográfica que invertía millones en publicidad, que pagaba a los medios para repetir sus temas hasta que la saciedad te obligase a tararearlos, que pagaba “realitys” multimillonarios seguros de recuperar su inversión sabedores de que el éxito lo garantizaba una fórmula matemática (a tanto invertido tanto beneficio), su merchandising o su imagen y no la calidad de sus “productos”.
En cierta ocasión escuché a Javier Capitán decir que el acto más democrático era hacer zapping y elegir el canal de televisión desde el sofá de casa. Totalmente de acuerdo. Por eso me opongo a los que dicen que tenemos una TV o, por otro lado, unos políticos que no nos merecemos. Creo que en ambos casos tenemos lo que nos hemos ganado porque son fiel reflejo de nuestra sociedad para lo bueno y para lo malo. Pues bien, gracias a Internet la democracia ha llegado también al mundo de la música, o está llegando, siempre que la vieja monarquía del pollo frito o las oligarquías de las discográficas (auténtico lobby inserto en el gobierno) no consigan amarrarnos al Antiguo Régimen de cultura-mercado.
Si la evolución se completa solo sobrevivirán los verdaderamente buenos, los que puedan ofrecer algo con calidad real, independiente de los cánones impuestos. Una buena forma de ponderar son por ejemplo los conciertos donde es más difícil ocultar las carencias de los productos prefabricados. Por lo tanto la transmisión de música libre por internet no es el apocalipsis como pretenden hacernos ver algunos sino una oportunidad de redención, de devolver la cultura a su pedestal de sector alejado de los intereses de unos pocos. Atrevámonos a someternos a la democracia y dejemos de practicar al equilibrismo con redes que protegen a unos y someten a otros.