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2. Estructura y organizacion interna

El escuadrón y sus tipos

El escuadrón nació de una idea básica muy sencilla: disponer los cinco tipos de armas: picas, espadas, alabarda, arcabuz y mosquetes de forma conjunta que se obtuviese el mejor rendimiento de las mismas, haciendo del conjunto “un castillo fuerte en campo llano”, en el que los piqueros se disponían en una formación tan cerrada que “entre uno y otro no pueda pasar persona”, mientras que los tiradores adoptaban una menos densa para poder hacer uso de armas. Los tercios escuadronaban solo en las batallas campales. En el resto de tipos de combate no estaban sometidos a las limitaciones de dicha formación.

En su modalidad más elemental se componía de un cuadro de piqueros, normalmente incluyendo a los de las compañías de arcabuceros. A sus lados, se disponían las denominadas “guarniciones”, integradas por la arcabucería que existía en las compañías de piqueros. Era aconsejable que no tuvieran un frente de más de cinco hombres, ya que ésta era la distancia máxima que cubría la pica. Finalmente, se colocaban en las esquinas las “mangas”, constituidas por personal de las compañías de arcabuceros del tercio. Su misión era actuar bien a cierta distancia del grueso de la unidad o reforzar a ésta. En cuanto a los mosqueteros, se situaban donde fuese más oportuno, a ser posible al abrigo de algún obstáculo como una zanja o una pared, si hubiera, o junto a los arcabuceros. Si había demasiados de éstos, lo que como se sabe era frecuente en la infantería española, los sobrantes eran equipados con picas.

De esta manera, todas las armas se apoyaban mutuamente. Los piqueros, reforzados por los alabarderos que en el escuadrón formaban con picas, defendían a los arcabuceros y mosqueteros de la caballería enemiga, y éstos, a su vez, les cubrían mediante su fuego.

Por poner un ejemplo, en el escuadrón denominado “cuadro de terreno”, un tercio de 3000 hombres con 1200 piqueros, 1620 arcabuceros y 180 mosqueteros formarían con un núcleo de los primeros de 56 de frente y 22 de fondo. Los segundos se repartirían en dos guarniciones de 120 cada una, y cuatro mangas de 300. Los terceros se agruparían en un lugar idóneo o se distribuirían entre los arcabuceros.

Para constituir el escuadrón se acudía a varias formulas matemáticas, como las que se han comentado al describir la figura del sargento mayor, pero siempre había unos principios inmutables. Se calculaba que, de media, cada soldado era el centro de un rectángulo de tres pies por siete. Uno lo ocupaba el hombre mismo; uno a cada costado le separaba de sus compañeros de fila. Las banderas se situaban en el centro y ocupaban el doble que una hilera de picas. Por motivos de seguridad, los lados de la hilera que formaban se cerraban con coseletes.

El escuadrón se continuaba siempre “a la sorda”, en silencio, a fin de evitar la confusión, y a la carrera. Para cubrir su frente, se prefería a los piqueros más altos (aunque estos tenían el incoveniente de ofrecer mejor blanco a la artillería) y mejor armados. Pero como la rapidez y el orden eran criterios prioritarios, se colocaban en esa posición los que llegaran antes, siempre que estuvieran completamente equipados. Ser “muy principal, y con armas doradas y con una pica de mil palmos” no bastaba para ocupar ese lugar de privilegio, por ser el de mayor peligro, si se llegaba tarde a la formación.

Tradicionalmente, se llamaba a la primera hilera “la de los capitanes”, ya que la constituían estos, completándose el núcleo requerido de hombres con oficiales “reformados”. Parece singular costumbre esta de colocar a los principales mandos en el lugar de mayor peligro, ya que se corría el riesgo de que la unidad se quedase sin oficiales, pero quizás la conveniencia de dar ejemplo a la tropa y la reputación exigían este particular tipo de despliegue.

Organizar el escuadrón en la práctica era una tarea compleja. El número de hombres disponibles variaba de día en día, a tenor de las bajas y las incorporaciones, lo que creaba serios problemas, ya que era imprescindible que la formación fuese compacta, de manera que las hileras y filas estuviesen completas, sin faltar ni sobrar gente. En realidad, el sargento mayor tenía que improvisar cada vez que formaba un escuadrón, en función de los efectivos presentes. Las características del enemigo, además, tenían una influencia directa. No era lo mismo luchar contra un ejército holandés, fuerte en infantería,  que contra uno francés, en el que predominaba su excelente caballería pesada, o un turco, con su desconcertante mezcla de jenízaros disciplinados y de jinetes irregulares.

El terreno también era un elemento a tener en cuenta. El escuadrón solo podía desplegar en una superficie llana, de modo que las formas y las dimensiones de esta podían llegar a dictar el tipo de formación, al punto de que había uno denominado “por terreno condenado”.

Los planes del general en jefe afectaban también al escuadrón. Si opta por la defensiva, convenía reforzar el fondo de la unidad a costa del frente, ya que así la densidad de las filas permitía cubrir bajas más fácilmente, evitando que se abrieran brechas peligrosas. En cambio, para la ofensiva resultaba preferible primar el frente sobre el fondo, de manera que se situaran más combatientes en las primeras hileras.

Estas consideraciones hicieron surgir una cantidad elevada de tipos de escuadrón: “pequeño agente”, “cuadro de gente en cruz”, “espinado”, “de corona”, “fortísimo perfecto”…existían también subespecies, dependiendo de que en el centro se situaran gastadores, picas secas, bagages, etc. Muchas de estas formaciones eran exquisitas y de placer, más para galanería que para combatir.

Las modalidades básicas eran el escuadrón cuadro de terreno, el de gente y el prolongado, que, a su vez, podía ser de gran frente o de frente estrecha.

El primero era un cuadrado. Como los intervalos entre los hombres de una hilera eran menores que los que había entre filas, ello suponía que, a fin de que los cuatro lados tuviesen la misma longitud, contaba más hombres de frente que de fondo. Por ejemplo, las hileras de 38 (que ocupaban 114 pasos, a siete por soldado). El segundo, en cambio, tenía tantos hombres entre las hileras como entre las filas, lo que implicaba que fuesen rectangulares, con los costados más largos que el frente. Así, si se hacía de hileras y filas de 20 hombres, las primeras ocuparían 60 pasos, y 140 las segundas.

El prolongado de gran frente era también de forma rectangular, pero con los lados más largos mirando al enemigo. Disponía de mayor número de combatientes en primera línea. Era el más utilizado por los tercios. En cambio, en el de frente estrecha, había menos soldados en primera línea, pero más detrás de ellos, en reserva. Era más adecuado a la defensiva.

El masivo escuadrón tradicional, ideado para el tipo de armamento existente a mediados del XVI, quedaría pronto superado. Mauricio de Nassau, seguido por Gustavo Adolfo de Suecia, marcó el camino del futuro, extrayendo las conclusiones de las innovaciones introducidas en el armamento, que hacían innecesario que los hombres se dispusieran en formaciones de tanta profundidad como hasta entonces., era ya posible, por consiguiente, ir a despliegues de mayor frente. Con ellos, a iguales efectivos, se conseguía poner más soldados en primera línea. Se aprovechaba mejor la fuerza disponible, al tiempo que las unidades resultantes eran más maniobrables.

A fines del XVI, Mauricio empezó un decisivo proceso de reformas, incrementando el porcentaje de soldados dotados con armas de fuego y rebajando en 1595 los efectivos de la compañía a 150 hombres, que pasaron a 113 en 1601, con solo 50 y 30 piqueros respectivamente. Tomó dos medidas de gran alcance. Una, reduciendo el fondo de las formaciones a sólo 10 hombres, que se consideraba el mínimo necesario para mantener una cadencia de tiro ininterrumpida. Otra, diferenciando claramente entre el regimiento, como entidad administrativa y como unidad táctica. Mantuvo así el primero, que podía ser muy numeroso, más que un tercio. Pero para el combate utilizaba lo que se pueden llamar regimientos provisionales, cuatro de los cuales, dispuestos en rombo, constituían cada una de las tres partes en que se dividía el ejército.a su vez, los regimientos se subdividían en batallones, en los que los hombres se agrupaban según las armas de que estaban dotados. Lo más normal era situar los piqueros delante y tras ellos los tiradores. Este tipo de regimientos se formaban con absoluta flexibilidad, y lo mismo podían estar integrados por dos regimientos administrativos cortos de efectivos, que por la mitad de uno de ellos, si era grande. El resultado era un despliegue a la vez sólido y flexible, con los distintos cuerpos escaqueados, recordando a las formaciones de las legiones romanas, que Mauricio había estudiado en profundidad. Como en el caso de éstas, facilitaba que las distintas armas y unidades se apoyasen entre si.

Paralelamente, Mauricio incrementó la proporción de los mandos, dotando a cada compañía con tres oficiales y cinco sargentos, y mejoró la instrucción de los hombres con continuos ejercicios, lo que redundó en un aumento de la eficacia de sus tropas.

El rey de suecia llevó más lejos estos cambios, disminuyendo la profundidad a sólo 6 hileras, elevando el número de oficiales hasta 128 por regimiento y formando su propio modelo. Su elemento esencial era el regimiento, generalmente de 8 compañías (aunque los había de 12 y hasta 16), con un total de 432 piqueros y 576 mosqueteros (la compañía tenía 54 de los primeros y 72 de los segundos).

En base a estas unidades se formaban los escuadrones, muy parecidos a los batallones holandeses, en principio de cuatro compañías cada uno, que para combatir también se reunían en grupos equipados con armas iguales. Lo más usual era que todas las 216 picas formasen un bloque a vanguardia, mientras que otro de 192 mosqueteros se situaban detrás. Los restantes 96 constituían una tercera línea.

Por último cabe destacar la brigada. Era una formación ad hoc, en cuya composición el criterio determinante era el número de hombres, no de unidades, y así podía estar formada por menos de un regimiento o por varios. Era un sistema similar  al de los regimientos combatientes de Mauricio. Se organizaba mediante la reunión de tres escuadrones (excepcionalmente, cuatro). Habitualmente, el de vanguardia formaba con sus piqueros delante, seguidos por parte de sus mosqueteros. A derecha e izquierda de estos desplegaban los piqueros de los otros dos escuadrones, flanqueados por sus propios mosqueteros. Los que sobraban se situaban a la retaguardia como reserva.