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8. Poemas épicos, anécdotas y legado

Palabras y expresiones procedentes de los tercios

Pese a la disolución de los tercios, uno de los legados que nos han dejado los tercios, además de que su nombre sigue siendo utilizado en la actualidad en algunas unidades de la legión y de la infantería de marina españolas, fue la incorporación a nuestro vocabulario de numerosas palabras nuevas surgidas de las campañas por diferentes países y la rápida evolución del armamento y las técnicas de combate que se vivieron entre los siglos XVI y XVII. Muchas de las palabras provenían del italiano como eran centinela, escopeta, alerta, infantería… Otras eran de origen francés como sargento, vanguardia, retaguardia… Y otras muchas fueron de cuño propio y nacieron en medio de batallas, en acuartelamientos o celebraciones, conformando así un argot particular de los Tercios y dejándonos, como herencia, muchas de esas palabras.

Columna de Tercios avanzando en orden hacía su lugar de destino. Grabado del siglo XVII

Primero es mejor comenzar explicando el origen de la palabra Tercio. Aunque su origen es algo dudoso, su procedencia más probable es la mención que aparece en una ordenanza para “gente de guerra” de 1497 donde se cambia la formación de la infantería para dividirla en tercios:

“Repartiéronse los peones (la infantería) en tres partes. El uno, tercio con lanzas, como los alemanes las traían, que llamaron picas; y el otro tenía nombre de escudados (gente de espadas); y el otro, de ballesteros y espingarderos”

Con el tiempo los ballesteros y espingarderos serían sustituidos por los arcabuceros.

Otras palabras no tienen un origen tan dudoso, como es el caso de camarada. Su origen viene de cuando los tercios tenían que prolongar su estancia en algún lugar. Entonces se reunían en grupos de ocho o diez para hacer camarada o camareta. Así lo explica un documento de la época:

“Hacen la camarada, esto es, se unen ocho o diez para vivir juntos dándose entre ellos la fe (juramento) de sustentarse en la necesidad y en la enfermedad como hermanos. Ponen en esta camarada las pagas reunidas proveyendo primero a su vivir y después se van vistiendo con el mismo tenor, el cual da satisfacción y lustre a toda la compañía.”

También el armamento recibía apelativos especiales como la cinta que llevaban en bandolera donde transportaban saquitos con doce porciones de pólvora y a la que llamaban Los Doce Apóstoles, ya hablado en la anterior entrada de anécdotas de los Tercios.

También a su daga la llamaban Quitapenas o Misericordia pues era lo que normalmente utilizaban para dar el golpe de gracia. Y es que para un soldado del tercio, la daga era el complemento indispensable para la espada. La llevaban en la espalda a la altura de los riñones para poder sacarla con rapidez y además la habilidad de los españoles en su manejo era legendaria. Así lo explicaba un Francés que tuvo la desgracia de probarlo.

“Se baten espada en mano, no retroceden jamas; paran el golpe con el puñal que llevan siempre y cuando hacen con él el gesto de tirar al cuerpo debéis desconfiar de la cuchillada; y cuando os amenazan con la cuchillada , debéis creer que quieren alcanzaros el cuerpo[…] Son temibles con la espada en la mano a causa de sus puñales. He visto varias veces a tres o cuatro españoles hacer huir a varios extranjeros y echarlos por delante de ellos como a un rebaño de corderos.”

También en los campos de batalla nació alguna expresión que ha perdurado hasta nuestros días como la de Dejar en la estacada. Recibía el nombre de estacada los obstáculos hechos con estacas afiladas que se colocaban para impedir el avance sobre las líneas enemigas.

Otra expresión utilizada era irse a la porra. El sargento mayor de cada Tercio dirigía a sus hombres moviendo un gran garrote, llamado porra. Cuando una columna en marcha hacía un alto prolongado, el sargento mayor hincaba en el suelo el extremo inferior de su porra distintiva para simbolizar la parada. En su inmediación se establecía rápidamente la guardia. También quedaban bajo su vigilancia los soldados arrestados, que durante ese descanso debían permanecer sentados en torno a la porra que el sargento había clavado al principio. Eso equivalía por tanto a «enviar a alguien a la porra» como sinónimo de arrestarle. Esto originó el actual y despectivo “vete a la porra”.

Otra expresión surgida durante las campañas militares fue me importa un pito. Surgió del pífano o “pito”, que era el chico que tocaba ese instrumento en el ejército. Su paga era muy baja. Por tanto significa darle muy poco valor al asunto.

También hay otras expresiones, relacionadas con las guerras de Flandes y los Tercios como “Se armó (o se armará) la de San Quintín” (que alude a la batalla que tuvo lugar el día de San Lorenzo —10 de agosto— de 1557, ganada por las armas españolas de Felipe II contra los franceses, y en la que los Tercios estuvieron dirigidos por Manuel Filiberto, duque de Saboya) o “pasar por los bancos de Flandes” (que significaría superar una dificultad, lo que vendría de su similitud con una zona peligrosa en el mar de Flandes, las casas bancarias flamencas y los muebles fabricados con pino de Flandes). poner una pica en Flandes” (como sinónimo de algo sumamente dificultoso o costoso, refiriéndose a los gastos y esfuerzos que suponía el envío de los Tercios). Cervantes usó varias expresiones similares en El Quijote: la expresión que utiliza el personaje de Sancho Panza cuando afirma que “pues si yo veo otro diablo y oigo otro cuerno como el pasado, así esperaré yo aquí como en Flandes”, equivale a decir «en cualquier parte». La expresión “en Flandes se ha puesto el sol” proviene del título de una obra teatral de Eduardo Marquina (1879–1946), y viene a simbolizar el ocaso del poderío hispánico en los Países Bajos tras la crisis económica y social que desataron los conflictos bélicos y religiosos durante más de dos siglos.

Pero en los Tercios no todo era marcialidad y peleas, algunas veces también había sexo. Así lo explicaba esta ordenanza:

“Es preferible que no haya hombres casados, pero de permitirse, para evitar mayores inconvenientes, que haya por cada cien soldados ocho mujeres, y que estas sean comunes a todos.”

Por este motivo nació en los Tercios el término de Mujer privada, aquella que estaba casada y acompañaba a su marido soldado, para diferenciarlas de las mujeres públicas. De todos modos, había que tener cuidado con quien te lo hacías pues las enfermedades venéreas estaban a la orden del día y no era raro que salieran molestos tumores en los genitales que los soldados llamaban incordios.

También y aunque estaba penado con la muerte y normalmente la hoguera (ya que ese delito lo juzgaba la inquisición) existía la homosexualidad. A aquellos que practicaban la sodomía se les denominaba bujarrón, término despectivo que se sigue usando hoy en día.

Otro término peyorativo que aún se usa es el de chusma aunque en tiempo de los Tercios la chusma eran los prisioneros condenados a apalear sardinas (a remar) en galeras.