La figura de Alejandro Magno cautivó bien temprano la imaginación de literatos y novelistas. Del 300 d.C. aproximadamente data la biografía novelada del estratega macedonio, atribuida en un ms. al historiador que lo acompañaba, Calístenes.
A diferencia de la Vida de Alejandro de Plutarco, esta obra está llena de inexactitudes geográficas e históricas. Esto no se debe tanto a la distancia de más de quinientos años entre la fecha de composición y las gestas que se narran, cuanto al gusto por la ficción y lo fabuloso típico de la literatura popular. Así, por ejemplo, para hacer de Alejandro un héroe mítico se lo presenta no como hijo de Filipo II, sino del faraón Nectanebo, que haciéndose pasar por astrólogo y mago, seduce a Olimpiada disfrazado de dios Amón.
La obra se caracteriza además por la profusión de episodios fantásticos con seres sobrenaturales y viajes a lugares insólitos que vienen a resaltar el carácter aventurero del joven monarca, el cual en su afán por transgredir los límites humanos, se ve poseído por un fuerte deseo por conocer todo lo que le rodea, superando los límites geográficos del mundo conocido. Es por ello capaz incluso de aventurarse en el primer viaje submarino, sumergido en una esfera de cristal.
Los milagros de la naturaleza son impresionantes, pero no suficientes para el espíritu inquieto de Alejandro. Como entonces se decía que la mayor sabiduría estaba en manos de los indios, decide visitar a los gimnosofistas, unos ascetas hindúes cuya inteligencia pone a prueba Alejandro. A través de las respuestas que los sabios dan al monarca griego el texto nos trasmite un mensaje actual, el de la necesidad de respeto hacia los demás y la humildad, así como un modo de vivir sencillo y natural.
Estos son algunos de los episodios de la obra que los alumnos escogieron para una lectura colectiva.
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