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María Tudor, parte III

Ascenso al trono, matrimonio con Felipe II y muerte:

La siguiente en la línea sucesoria era María, pero su ascenso al trono se vio enturbiado por el ascenso de Lady Jane Grey, mujer protestante, para evitar la restauración del Catolicismo. No obstante, María se vio apoyada por el vulgo londinense, por lo que se hizo con el poder rápidamente.

Nada más estar en el trono, María suprimió el credo instaurado por su padre, dando pie a la restauración del Catolicismo. Un año después, en 1554, María se casó con Felipe II de España, hijo de Carlos V. Se dice que María, 11 años mayor que su esposo, nada más ver a éste en un retrato se enamoró de él, aunque el joven parece ser que no experimentó los mismos sentimientos. La pareja intentó en balde tener un heredero, intento frustrado debido a varias posibles causas: Por un lado, que María ya era avanzada en edad. Seguidamente, porque según algunos autores, tanto María como Isabel, padecían enfermedades heredadas seguramente por su padre, ya que ambas eran miopes, como su padre y además tenían algunas malformaciones idénticas a él, como los pies planos. Posiblemente, la esterilidad o la dificultad para engendrar un heredero, fuese otra cuestión a añadir. Por último, podría no haber tenido descendencia debido a su estado de estrés y paranoia constantes, lo que provocó que en más de una ocasión tuviera embarazados psicológicos.

En cuanto a sus actuaciones políticas, decir lo ya sabido por todos: Se dedicó a perseguir a protestantes y a la condena de herejía de los mismos, lo que supuso una pérdida demográfica para su reino, ya que llegó a mandar a la hoguera a casi 300 personas, y lo que también motivó que se le pusiera el apodo de Bloody Mary.

Por lo que respecta a su matrimonio con Felipe II, decir que los dos primeros años puede que sí fueran felices para la pareja, pero Felipe, viendo las atrocidades que su mujer cometía, fue distanciándose cada vez más de ella, distancia probablemente también motivada por la ausencia de un heredero y por la actitud de venganza que María mantenía incluso hasta contra su propia hermana, Isabel, a favor de quien Felipe intercedió en dos ocasiones. Así pues, una vez Felipe abandonó la corte británica, María fue sumiéndose en una grave depresión, que desencadenó otro embarazo psicológico al que el español no prestó mayor atención, de tal modo, que María falleció sola en Londres el 17 de noviembre de 1558.

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María Tudor, parte II

Mejoría en la corte:

Aún y así, esa lamentable situación no duró eternamente, y ello fue posible gracias al tercer matrimonio de Enrique VIII con Juana Seymour (matrimonio celebrado el año 1536), quien facilitó el acercamiento entre padre e hija, intercediendo a favor de María y haciendo que María cediera con sus creencias.

Aunque la situación mejorase poco a poco, María iba haciéndose mayor, y era constantemente utilizada por su padre como moneda de cambio en sus alianzas, siendo prometida a varios hombres, aunque luego no llegara a casarse con ninguno. De todos modos, la última esposa del rey, Catalina Parr, fomentó las buenas relaciones entre el monarca y sus hijas María e Isabel,  lo que conllevó que éstas volvieran a ser admitidas en la línea sucesoria, detrás del príncipe Eduardo.  Así que, muerto Enrique VIII en 1547, le sucedió su hijo al trono, Eduardo VI, quien también falleció en 1553.

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Lo más preciado de Catalina: Su hija, María Tudor

Nacimiento e infancia:

Nació en Londres el 18 de febrero de 1516, fruto del matrimonio entre Enrique VIII de Inglaterra y Catalina de Aragón.

María, como todo descendiente directo de los Reyes Católicos, gozó de una completísima y cuidada educación de la mano de tutores como Juan Luís Vives. Fue una niña despierta e inteligente que llegó a dominar 5 idiomas (inglés, latín, italiano, francés y castellano), además de poseer una cultura exquisita y refinada. Sin embargo, no todo fue de color de rosa para la princesa de Gales, ya que, a la edad de 11 años, sus padres se divorciaron (Enrique VIII pidió el divorcio de Catalina por dos razones: La principal, por no conseguir heredero varón, y la secundaria pero no por ello menos importante, porque se encaprichó de Ana Bolena, joven que en principio, podría darle el ansiado heredero).

Con este panorama, María rápidamente se vio obligada a posicionarse en la disputa conyugal, y por ello decidió ser partidaria de su madre, lo que sin duda, le supuso una gran fuente de problemas: Por un lado, se vio rápidamente recluida y vigilada las 24h sin tener contacto con el mundo exterior. Por otro, se le prohibió mantener contacto con su madre, y finalmente, se la dejó vivir en condiciones pésimas (llegando a marginarla) para hacer que dejara el Catolicismo de lado y aceptara el Protestantismo adoptado por su padre. No obstante, María siguió siendo fiel al Catolicismo, y pese a ser privada de las atenciones dignas de su rango, mantuvo su condición de católica y de fidelidad a su madre no importándole cuán mal pudiera llegarlo a pasar.

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La difícil tarea de una reina: tener descendencia

Como toda reina, uno de los cometidos principales de Catalina fue proporcionar un heredero sano a Inglaterra. Parece una tarea sencilla pero si nos retrotraemos al siglo XVI las cosas se complican ya que la mortalidad infantil era excesivamente elevada así como el número de mujeres que fallecían durante, o poco después, del parto. De hecho, ni las reinas se salvaban de estos inconvenientes y podemos poner como ejemplo el caso español. Isabel la Católica tuvo seis hijos pero sólo cinco alcanzaron la edad adulta (hecho ya de por sí casi milagroso). De estos cincos hijos, su hija mayor, Isabel, muere en el parto de Miguel de Paz, niño que también fallece al poco tiempo. Juan, el heredero, también contrae tuberculosis y muere aunque le da tiempo a engendrar un bebé con su esposa, bebé que muere antes de nacer. De modo que al final no es ni la primera hija, ni el único varón ni el hijo de este, la persona que hereda  las Coronas sino Juana, la tercera hija, que por avatares del destino acaba en el primer puesto de la línea sucesoria.

Catalina tendrá peor fortuna aun si cabe que su madre, pues todos sus embarazos no llegan a buen puerto o bien los bebés acaban pereciendo a los pocos días del nacimiento. Se cree que Catalina quedó encinta en al menos seis ocasiones y se sabe que dos de esos bebés eran varones mientras que otras dos eran hembras. Por orden cronológico podemos enumerarlos de la siguiente forma:

Niña nacida muerta: La que hubiese sido primogénita de Enrique y Catalina nació el mismo día de su muerte el 31 de enero de 1510.

Enrique, duque de Cornualles: Nacido el 11 de enero de 1511 y muerto el 22 de febrero del mismo año. De haber vivido se habría convertido en el heredero al ser el primer varón de la pareja. Sobre la causa de la muerte poco se sabe pero parece ser que nunca había estado completamente sano. Una breve nota recogida en los archivos de Westminster nos habla sobre el bebé “En el segundo año  de nuestro señor el rey,su gracia la reina dio a luz a un príncipe cuya alma esta ahora entre los sagrados Inocentes de Dios”. Sobre el estado de Catalina otras fuentes señalan que “como toda mujer, se lamentó mucho y sólo fue reconfortada por la persuasión del rey”.

– Enrique, duque de Cornualles: El segundo hijo varón de Catalina y Enrique nacerá en octubre del 1514, y, como su hermano con el que comparte el nombre morirá apenas un mes después.

María, princesa: Nacida  el 18 de febrero de 1516 apenas un mes después de la muerte de su abuelo materno será la única hija del matrimonio que logre sobrevivir. Hablaremos de ella en próximas entradas.

Niña sin nombre: De esta niña sólo conocemos que nació el 10 de noviembre de 1518 y que murió poco después.

Se cree que entre 1518 y 1522 la reina vuelve a quedar embarazada en dos ocasiones más pero en cualquier caso estos embarazos no llegan a buen término. Finalmente, en 1524, Catalina reconoce con tristeza el hecho  que se le ha pasado la edad para tener hijos. Esta afirmación no sólo implica el fin de las relaciones sexuales entre los reyes sino el inicio de las dudas de Enrique VIII sobre la validez que tiene el matrimonio.