Tras abordar en entradas anteriores las relaciones de la física con las otras ciencias y las relaciones de la física con la tecnología, en la presente contribución se abordarán diversos aspectos de las relaciones entre física y sociedad.
La física no sólo ha influido de forma decisiva en el desarrollo de las otras ciencias y de la tecnología, sino que hoy en día es aceptado por la mayoría de los científicos e historiadores el hecho de que las concepciones físicas repercuten en las relaciones sociales, políticas y culturales del hombre. Pocas cosas han influido en nuestro mundo tan universal como la física (y la ciencia en general) y algunas de sus aplicaciones. Así por ejemplo, y como señala Díaz-Hellín [1], la producción de electricidad a gran escala derivada de las investigaciones de Michael Faraday (1791-1867) tuvo la repercusión social que bien puede sintetizarse en estas palabras: “Un día, señor, podrá gravarla con impuestos”, respuesta de Faraday a William Gladstone (1809-1898), Ministro de Hacienda inglés, a la pregunta de éste por el valor práctico de la electricidad. Una respuesta universal y enormemente predictiva, como nos recuerda puntualmente el recibo de la luz [1].
Resulta indiscutible que pocas cosas han influido y siguen influyendo en nuestra sociedad como la física y algunas de sus aplicaciones. Esa influencia suele pasar, en muchas ocasiones, inadvertida, incorporándose casi sin que nos demos cuenta a lo que acabamos por considerar “natural” [2]. Lo que gracias a la física sabemos acerca del Universo, de los fenómenos naturales o de las extrañas particularidades del mundo físico a escala microscópica ha influido también en la visión que una persona informada tiene hoy del mundo natural, incluyendo en ese mundo a la propia humanidad [2]. Max Planck (1858-1947) llegó a afirmar en una ocasión que “la física no sólo tiene su razón de ser indispensable para la técnica y para la economía, sino también por su papel importante en la lucha por la concepción total del mundo” [3]. Es incuestionable que los avances de la física han alterado profundamente las relaciones física-sociedad y la sociedad actual, más allá de interesarse por las innovaciones científicas, ha adoptado estilos en función de ellas. Todo ello favorecido por el impacto de las nuevas tecnologías y su divulgación a través de los diversos medios de comunicación.
La física es parte de nuestra cultura, del fruto acumulado de la actividad racional del ser humano, y para su desarrollo han participado a lo largo de los siglos generaciones de investigadores que han trabajado sobre los conocimientos disponibles en cada momento, perfeccionándolos y aumentándolos. Cuando se analizan los efectos de la física a lo largo de los siglos podemos llegar a la conclusión de que toda persona que vive en nuestra sociedad actual, tanto si ha estudiado física como si no, es intelectualmente “hija” de Copérnico, Galileo, Newton, Faraday, Maxwell, Planck, Bohr o Einstein, pues nuestra imaginación y nuestro razonamiento intelectual fueron modelados, en cierta medida, por los descubrimientos y los avancen en el campo de la Física que todos estos científicos -y otros muchos más- han ido haciendo a lo largo de los siglos [4].
Como señalan Holton y Brush [4], el problema de la relación entre las teorías científicas y la sociedad es probablemente uno de los problemas más interesantes y difíciles de la historia, filosofía y sociología de la ciencia. Las teorías científicas actúan, a través de nuevos conceptos, predicciones y visiones del mundo sobre la Sociedad, no sólo influyendo sobre esta última sino también modificándola. Una prueba de ello fue el impacto que se produjo en la Europa del Renacimiento la introducción por Copérnico (1473-1543) del sistema de referencia heliocéntrico (ya propuesto en la antigua Grecia por Aristarco de Samos (310 aC-230 aC)) y que supuso desterrar la teoría geocéntrica desarrollada, nada más y nada menos, por Santo Tomás de Aquino (1225-1274), quien había aunado las ideas aristotélicas con la teología cristiana. Esta revolución copernicana influyó en la filosofía, la religión y la forma de pensar de la civilización occidental. Podemos imaginar como se habría vivido en la sociedad globalizada de hoy en día, y con los medios de comunicación existentes en la actualidad, el proceso de la Inquisición a Galileo (1564-1642) por enseñar las doctrinas heliocéntricas de Copérnico por considerarlas contrarias a las “Sagradas Escrituras”. Seguramente se habría convertido en un “espectáculo de masas” seguido por una gran número de personas en todo el mundo y equiparable, por ejemplo, a unos Juegos Olímpicos o a un Mundial de Fútbol. De tanta importancia fue en su día el proceso que el libro de Galileo “Diálogos sobre los dos grandes sistemas del mundo” fue incluido en el Index Expurgatorius de la Inquisición (junto al de Copérnico y a otro de Kepler) hasta el año 1835, casi doscientos años después de la muerte de Galileo, y el Vaticano no anunció hasta 1968 la revocación de la condena de las teorías de Galileo [2].
Las ideas y la personalidad de un científico como Isaac Newton (1643-1727) también han ejercido una influencia fundamental desde la publicación en 1687 de sus Principia, y no sólo en el campo de la física sino también en dominios que van desde casi todas las demás disciplinas científicas hasta la religión, pasando por el derecho o la filosofía. La visión mecanicista del mundo a la que tanto contribuyó Newton dominó durante más de dos siglos el pensamiento científico. Así por ejemplo, para Huygens (1629-1695) la tarea de la Ciencia consistía en “reducir todas las acciones naturales a causas mecánicas” e incluso Lord Kelvin (1824-1907) siguió manteniendo a finales del siglo XIX que un fenómeno físico sólo es comprendido cuando se logra encontrar un modelo mecánico cuyo comportamiento es análogo al fenómeno a explicar [3]. Pero no sólo en la Ciencia predominaban las ideas de Newton. A modo de ejemplo, Montesquieu (1689-1715) escribió acerca de la gravitación universal newtoniana, o “poder de gravitación”, en la exposición de “Principio de Monarquía” de su Espitit des lois, y John Adams (1735-1826), segundo presidente de los Estados Unidos y uno de los padres fundadores del país, invocó a la tercera ley de Newton para defender la nueva Constitución de los Estados Unidos de America [4].
También los cambios introducidos en la física a lo largo del siglo XX acabaron por originar implicaciones en campos tan variados como el arte, la poesía y la filosofía, y hasta llegaron a influir en la religión, la política y la publicidad. Han sido las revoluciones cuántica y relativista las que dieron lugar a la penetración de la ciencia en la sociedad hasta límites insospechados. Conceptos como espacio-tiempo, determinismo, simultaneidad, causalidad o complementariedad, pasaron de ser exclusivos de los físicos a generalizarse a la gente de la calle, gracias fundamentalmente a los medios de comunicación. En este sentido la Física ha resultado ser un elemento fundamental en algunos cambios culturales experimentados a lo largo del siglo XX por la sociedad occidental. Las implicaciones de la relatividad y la mecánica cuántica tuvieron un gran impacto sobre filósofos y humanistas y el problema de la interpretación de la teoría cuántica dio lugar a grandes controversias. En este sentido, Max Born (1882-1970) iniciaba su conferencia “La interpretación estadística de la Mecánica cuántica”, pronunciada con motivo de la entrega del Premio Nobel de Física de 1954, indicando que los trabajos por los que había sido honrado con el Premio Nobel de Física no contenían el descubrimiento de ningún fenómeno natural nuevo, sino los fundamentos de una nueva forma de pensar acerca de los fenómenos físicos (“The work, for which I have had the honour to be awarded the Nobel Prize for 1954, contains no discovery of a fresh natural phenomenon, but rather the basis for a new mode of thought in regard to natural phenomena.”) [5].
Resulta por tanto incuestionable que los avances de la física a lo largo de los siglos, y fundamentalmente los acaecidos en el siglo XX, han alterado de forma significativa el binomio física-sociedad, hasta tal punto que la sociedad actual no sólo se interesa por las innovaciones científicas sino que ha llegado a adaptar estilos en función de aquéllas. Evidentemente todo ello favorecido por una nueva sociedad dominada por las tecnologías de la información y las comunicaciones.
En cualquier caso, como señala J. M. Sánchez Ron [6], aunque resulta evidente la existencia de una cierta dependencia de la sociedad respecto a los avances científicos de cada época, lo contrario, es decir, la influencia de la sociedad sobre los avances científicos es una cuestión menos aceptada. Son especialmente los científicos los que se resisten a reconocer que sus teorías y modelos, elaborados al amparo del método científicos, puedan depender de factores ajenos a la ciencia, de factores externos y fortuitos. A pesar de ello, también es cierto que el control de la investigación científica corresponde a la sociedad [2] en la que se lleva a cabo, sociedad que podría, llegado el caso, incluso prescindir de algún tipo de investigación científica negándole la financiación necesaria para que ésta pueda llevarse a cabo [6].
Referencias
[1] J. A. Díaz-Hellín, “Faraday: El gran cambio de la Física”. Editorial Nivola, Madrid (2001), pp. 10-11.
[2] Cayetano López, “La Ciencia y el Mundo de Hoy” en “El Anuario el País 1996: Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente”. Ediciones El País, Madrid (1996), p. 4.
[3] K. Von Meyer, “Las interacciones ciencia-sociedad a la luz de la física atómica y subatómica” en “El Siglo de la Física”, L. Navarro, editor. Tusquets Editores, Barcelona (1992), p. 207.
[4] G. Holton y S. G. Brush, “Introducción a los conceptos y teoría físicas”. Editorial Reverté. Barcelona, 1988. pp. 293-294.
[5] M. Born y H. Born, “Ciencia y conciencia en la era atómica”. Alianza Editorial, Madrid (1971), p. 100.
[6] J. M. Sánchez Ron (en las “Conversaciones científicas” de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid en el Escorial, 11 de julio de 1996).