Sobre el big bang y la expansión del universo
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra”. Con estas palabras comienza el libro del Génesis y como sucede en otras religiones representa la fascinación que ha sentido siempre el ser humano por el universo que le rodea. Basta fijarnos en el seguimiento mediático que tuvo hace unas semanas el “aterrizaje” de la sonda Rosetta sobre el cometa 67P o en el éxito de películas de aventuras cósmicas como “Gravity” o la recientemente estrenada “Interstellar”. Es seguro que todo comenzó con aquel hombre prehistórico que en las cálidas noches de verano contemplaría las estrellas, quizá con asombro y temor, y se sorprendería con sus formas y movimientos aparentemente erráticos en la bóveda celeste. Aquel antepasado de las cavernas no hizo ningún descubrimiento crucial, pero nos dejó como herencia la inquietud y la curiosidad que habían nacido en él. Está claro que aquellos hombres primitivos no eran capaces de darse cuenta de un hecho con una importancia clave en cosmología y que, sin embargo, fue descubierto hace 85 años. En 1929, cuando la bolsa se desplomaba en Wall Street dando lugar a la Gran Depresión, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble provocaba el desplome de las ideas de Newton y Einstein de un universo estático, al descubrir que las distancias entre galaxias aumentan continuamente, lo que significa que el universo está en expansión. La bóveda celeste va aumentando de tamaño y las estrellas se alejan unas de otras y las más alejadas lo hacen con mayor velocidad.