El espectro de la radiación electromagnética cubre un amplio rango de longitudes de onda, desde las ondas de radiofrecuencia con longitudes de onda de varios kilómetros hasta llegar a los rayos gamma con longitudes de onda del tamaño de los núcleos atómicos, por debajo de los 10-14 m. Encajado entre las radiaciones infrarroja y ultravioleta, como una pequeña cuña, se encuentra el espectro visible, la luz visible o simplemente luz, una banda muy estrecha con longitudes de onda más pequeñas que la milésima parte de un milímetro y a las cuales es sensible nuestra retina.
Las distintas sensaciones que la luz produce en el ojo es lo que llamamos colores, de modo que el espectro visible se encuentra a su vez dividido en bandas caracterizadas cada una de ellas por un color: violeta, azul, verde, amarillo, anaranjado y rojo. La visión es el resultado de las señales transmitidas al cerebro mediante unas células fotorreceptoras sensibles a la luz, presentes en la retina y de las que hay de dos tipos, conos y bastones, denominados así por su forma externa.
Los conos se activan solo con la luz intensa, como la que hay a plena luz del día, y son sensibles a la longitud de onda o color de esta luz. Existen tres tipos de conos sensibles a longitudes de onda larga, mediana y corta del espectro visible, coincidiendo con las zonas del rojo, verde y el azul, respectivamente. De ahí la posibilidad que tenemos de percibir una gama muy extensa de colores. Los conos se encuentran concentrados mayoritariamente en la zona central de la retina, zona en la que tiene lugar la percepción del color. La visión debida a los conos se denomina visión diurna o fotópica.
Por el contrario, los bastones son capaces de actuar en condiciones de iluminación muy débil, como sucede en una noche de luna llena, y, a diferencia de los conos, no son sensibles al color. Los bastones abundan en la periferia de la retina (percepción visual periférica) donde se percibe en blanco y negro. La visión debida a los bastones se conoce con el nombre de visión nocturna o escotópica. Por eso, cuando no hay luz no somos capaces de distinguir los colores y, de noche, «todos los gatos son pardos».
Responde Augusto Beléndez Vázquez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alicante.
Pregunta enviada por Pablo Rosillo Rodes.
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