Seguro que a muchos les suena este esquema…
¿Con qué fase os identificáis más?
Estas últimas dos semanas no han dejado de sucederse serios percances en las obras de construcción de la línea de alta velocidad a su paso por la ciudad de Barcelona, y que han afectado de forma directa a varios miles de personas. Cualquier analista político que se precie no dudaría en afirmar que desde que el Presidente del Gobierno fijó fecha a su inauguración, todo ha ido a peor. Y tendría su parte de razón; trataré de explicar por qué.
Desde la relativa ignorancia de los hechos concretos que ha podido desatar esta cadena de incidentes, me atrevo a mencionar una serie de medidas que deberían haberse aplicado a esta obra y, en general, a cualquier obra subterránea de cierta envergadura que se realice en un entorno urbano, es decir, fuertemente construido.
Para empezar, debe realizarse una afirmación inicial: cualquier actuación importante sobre el terreno –excavaciones, bombeos de agua, cimentaciones, túneles…- modifica su comportamiento, de forma que éste reacciona para adaptarse a su nueva situación. La pregunta inmediata es: ¿y cómo reacciona? Pues de diversas formas: comprimiéndose, dilatándose, desplazándose, empujando, relajándose e incluso desmoronándose.
Como consecuencia de estos movimientos, pueden verse afectadas construcciones e infraestructuras próximas a la zona sobre la que se ha actuado si no se toman las medidas preventivas necesarias.
¿Y cuáles son esas medidas? Pues en primer lugar, realizar una adecuada caracterización del terreno, investigando suficientemente sus propiedades para saber con qué nos estamos enfrentando. En incontables casos, un deficiente estudio del terreno ha sido sinónimo de percances, incluso de orden catastrófico. Subestimar el terreno siempre es un error que se acaba pagando muy caro.
Otra medida necesaria es emplear sistemas constructivos compatibles con el entorno de la obra, es decir, que provoquen una mínima afección sobre él. En campo abierto, por ejemplo, no hace falta tener tantas precauciones como en un entorno urbano, ya que en este último caso los movimientos de “acomodación” del terreno pueden afectar a edificios o infraestructuras colindantes. Además, en el diseño del sistema constructivo deben preverse acciones que puedan influir notablemente en el comportamiento del terreno, como lo han sido las fuertes precipitaciones caídas este último mes: el agua modifica las características resistentes del terreno, y por desgracia, lo hace a peor.
En ocasiones, especialmente cuando la obra es compleja o los plazos son muy ajustados, se pueden emplear medidas que, aunque más costosas económicamente, permiten trabajar con mayor comodidad y seguridad, lo que a la larga mejora el rendimiento global de la obra. Así, puede hablarse de técnicas de recalce (consolidación) de cimentaciones –principalmente el micropilotaje- para evitar daños en edificios y otras construcciones colindantes, especialmente si son antiguos; o de técnicas de refuerzo o mejora del terreno, existiendo una gran variedad de ellas en función de las necesidades. El problema de estas medidas complementarias es que deben estar cuidadosamente planificadas y ejecutadas antes de abordar la ejecución de la obra, no cuando ya sea tarde y los problemas hayan aparecido. Y es que muchas veces no hay tiempo –ni dinero- para estos “lujos”.
Pero la medida más adecuada –especialmente en época electoral- sería muy sencilla y económica: simplemente con poner un esparadrapo en la boca a todos aquellos políticos que osaran comprometer la seguridad de una obra queriendo establecer un plazo para su inauguración. Los plazos de ejecución de las obras deberían ser un tema tabú para ellos, incluso por ley, y que quedara exclusivamente restringido a los profesionales que verdaderamente sabemos lo que cuesta ejecutar una obra y, lo que es más importante, sus “tempos”: a veces no se puede ni se debe correr más, aunque exijan los intereses políticos de una determinada persona -Alcalde, Conseller, Ministro, Presidente o lo que sea- por muy poderosa que ésta pueda llegar a ser. Si no, las consecuencias se acaban pagando porque, aunque algunos aún no lo quieran ver, el terreno ni sabe de plazos electorales ni le interesa la política.
Publicado en Diario Información (06/11/2007)
Hace unos días, unas amenazantes grietas bajo el macho del Castillo de Santa Bárbara, en plena cara del moro del Monte Benacantil, desataban la alerta de las autoridades municipales. Apenas unos días más tarde, y como consecuencia de las precipitaciones caídas en la ciudad, aparecía de nuevo una piedra en el camino, más concretamente en el del TRAM, a su paso por las estribaciones de la Serra Grossa. Los que conocemos la zona y –aunque sea vagamente- sabemos cómo se comportan las rocas, no nos hemos sorprendido en absoluto de este suceso.
Ambos casos, extrañamente muy próximos en el tiempo, guardan algo en común: se trata de riesgos naturales asociados al terreno que pueden afectar a asentamientos humanos o infraestructuras. En definitiva, a nosotros mismos.
Si esa misma roca hubiera caído en un lugar deshabitado o poco frecuentado nadie se hubiera alarmado, es más, ni siquiera nos habríamos dado cuenta. Pero incluso en estos dos sucesos que sí hemos advertido, da la impresión de que inconscientemente asumimos con resignación que estamos a merced de la caprichosa naturaleza, al igual que ocurre cuando nos sacude un terremoto o nos cae encima un diluvio que anega la ciudad en un instante.
Sin embargo, estas situaciones pueden atajarse a tiempo actuando sobre el medio. Existe la ciencia y la tecnología necesaria para determinar si estamos ante un verdadero riesgo que pueda ocasionar pérdidas materiales o incluso de vidas humanas. Existen profesionales con una amplia formación técnica -destacando los Ingenieros Geólogos, titulados formados en la Universidad de Alicante- capaces de analizar la calidad de un macizo rocoso y determinar las medidas de consolidación necesarias, si es que se requieren.
El problema, como en tantos otros casos, es el desconocimiento general de que dichos problemas tienen solución, de que existen profesionales e investigadores que pueden estudiarlos y resolverlos. Y no hay que irse fuera del país ni de la provincia para encontrarlos: de hecho, se forman apenas a unos kilómetros de donde está usted, en nuestra propia universidad
Publicado en Diario 20 MINUTOS (05/10/2007)
No hace falta remontarse en el tiempo millones de años, ni mucho menos, para percatarse de los problemas que el hombre ha tenido y sigue teniendo con el medio geológico que le rodea. Cuando todavía resuenan en nuestros oídos los ecos de la tragedia del barrio del Carmel en Barcelona o los famosos socavones del AVE a su paso por Zaragoza, hace pocos días nos desayunábamos con un caso más cercano: la aparición de grietas en la roca sobre la que se asienta el castillo de Santa Bárbara, símbolo de la ciudad.
Como respuesta a estos problemas, que calan cada vez más en la opinión pública, y a la creciente demanda existente en los sectores público y privado de técnicos especialistas en el terreno, el Estado español se planteó la conveniencia de crear en el año 1999 el Título Universitario Oficial de Ingeniero Geólogo, del que la Universidad de Alicante fue pionera en su implantación, tras llevar dos años impartiéndolo como título propio.
La Ingeniería Geológica -como sucedió en el pasado con tantas otras titulaciones universitarias- nace como una titulación moderna capaz de cubrir un amplio campo de la técnica que hasta ahora carecía de forma clara de profesionales específicamente preparados y a la que actualmente se dedican diversos colectivos profesionales de titulaciones afines. Este título, de reciente implantación en España, ya cuenta con una larga tradición en otros países europeos y americanos.
La carrera se imparte como una titulación estructurada en dos ciclos, con una duración de cinco cursos, repartidos en diez semestres. Estos estudios conjugan la formación específica en Ciencias de la Tierra con los fundamentos tecnológicos propios de la Ingeniería. Es esta formación dual científico-tecnológica la que ofrece a los Ingenieros Geólogos las herramientas necesarias para analizar la composición y estructura de la corteza terrestre, así como los distintos materiales que la componen, incluyendo sus procesos físicos, químicos y mecánicos, sus relaciones en el espacio y su evolución en el tiempo.
Desde los primeros cursos, el estudiante recibe formación en materias clásicas de cualquier ingeniería, proporcionándole así numerosas herramientas de análisis y comprensión sintética de los procesos naturales. De este modo, partiendo de una fuerte base matemática y física, el futuro ingeniero geólogo recibe formación en asignaturas técnicas. La diferencia de esta ingeniería con otras afines -como Minas o Caminos- estriba en su gran carga en materias geológicas aplicadas.
Dentro del plan de estudios también se incluyen otras asignaturas que completan la formación, introduciendo al estudiante en el mundo profesional, tales como Economía, Organización y Gestión de Empresas, Legislación o Proyectos. Además, para llegar a obtener el título de ingeniero geólogo es preceptiva la realización de un proyecto fin de carrera, donde el alumno demuestre la madurez adquirida a lo largo de los cinco cursos de formación.
Todo ello dota al ingeniero geólogo de una gran versatilidad, capacidad de análisis y visión de conjunto de los problemas relacionados con el terreno, y posibilita su integración en equipos de trabajo multidisciplinares, así como en la dirección y gestión de empresas del sector de la ingeniería civil o extractiva, sin perder de vista su capacitación para la docencia y la actividad investigadora.
La Ingeniería Geológica es, por tanto, una de las carreras con más futuro dentro de las ingenierías, con un amplísimo campo profesional relacionado con las grandes obras públicas de ingeniería y la necesidad de prevenir los riesgos que se derivan de la transformación de los espacios naturales. De hecho, las cada vez más numerosas ofertas de empleo dirigidas específicamente a ingenieros geólogos hacen que no exista paro entre estos titulados.
Las salidas profesionales del ingeniero geólogo en la provincia de Alicante se centran principalmente en el sector de la construcción. Otros yacimientos de empleo especialmente interesantes en la provincia se localizan en el sector de la piedra natural -canteras-, en la prospección y captación de recursos hídricos o en la gestión y regeneración del sensible -pero turísticamente muy rentable- medio costero integrado por las playas de nuestra región.
Hoy en día ya existen ingenieros geólogos trabajando en las obras subterráneas del Metro en Madrid y Barcelona, y en las del AVE y el TRAM en Alicante; también en laboratorios de control de calidad de obras públicas y edificación, en oficinas técnicas de ingeniería como proyectistas, como responsables de tratamiento y almacenaje de residuos sólidos urbanos, en la Administración local como especialistas en el ciclo del agua, como técnicos de empresas constructoras y de cimentaciones especiales, como docentes e investigadores en la Universidad, y un cada vez más largo etcétera.
El ingeniero geólogo, por tanto, podría definirse resumidamente como el profesional que estudia y se ocupa de la resolución de problemas relacionados con la interacción entre el hombre y el medio geológico como soporte de todas sus actividades.
Desde aquí, y en nombre de nuestro colectivo, animamos a empresas, organismos e instituciones públicas y privadas, así como a todo aquel que esté interesado personalmente -en especial a los estudiantes de bachillerato que en estos días deciden su futuro profesional-, a conocer más de cerca a este nuevo profesional que aún es un gran desconocido para casi todos, pero jugará sin duda un importante papel dentro de los retos que se le plantean a las sociedades modernas.
Publicado en Diario Información (05/10/2007)
Todos los años, como si de una macabra lotería se tratara, alguna que otra hoguera sufre algún percance serio una vez ha sido plantada, que por lo general suele acarrear daños totales o parciales en su imagen, la mayoría de las veces irreparables dada la escasez material de tiempo para subsanarlos.
Este año no ha sido una excepción, y dos hogueras -Mercado Central y Florida-Portazgo- han sido víctimas de esta fatalidad, con el consiguiente disgusto para todos los miembros integrantes de las mismas. Afortunadamente, no hubo daños personales.
La esbeltez de estos monumentos, su cada vez mayor altura y, sobre todo, la ligereza de los materiales utilizados en combinación con las caprichosas formas empleadas, a veces imposibles de mantener siquiera un equilibrio precario frente a la más mínima brisa de aire, plantean un problema que bien podría calificarse como de Ingeniería con mayúsculas.
Este problema, lejos de ser irresoluble, cuenta ya con profesionales cualificados que lo pueden abordar, asesorando al gremio de artistas durante el diseño y la construcción de las mismas. Por todo ello, y tal y como ya se ha sugerido por parte del Alcalde en declaraciones efectuadas estos últimos días, el Ayuntamiento debe ponerse de inmediato manos a la obra y exigir seguridad también en este tipo de estructuras provisionales destinadas a quemarse, nunca a caerse. Así, la estabilidad estructural de las hogueras de mayor envergadura debería estar avalada convenientemente por un proyecto realizado por un técnico competente en estructuras que evite estos desastres tan fácilmente remediables.
Publicado en Diario Información (27/06/2007)
Información obtenida de utovía (http://utovia.blogspot.com)
Si hacemos un pequeño esfuerzo memorístico, a muchos de nosotros aún nos vienen a la cabeza imágenes de sucesos dramáticos y catastróficos como el huracán Mitch que devastó varios países centroamericanos, el tsunami originado en el océano Índico que asoló las costas de Asia o, de forma más próxima, la tragedia del camping de Biescas, el hundimiento del túnel de metro en el Carmel, los archifamosos socavones del AVE a su paso por Zaragoza y ya en el plano provincial, las fuertes inundaciones que sufrió la ciudad de Alicante en 1997. Por otro lado, el crecimiento de las ciudades que, como ocurre en el caso de Alicante, cada vez requieren infraestructuras más complejas o la necesidad de obtención de recursos naturales escasos -el agua lo es de forma especial en nuestra región- para abastecer núcleos de población cada vez mayores son también cuestiones más cercanas que precisan una solución.Como respuesta a todos estos problemas, que calan cada vez más en la opinión pública, así como la cada vez mayor sensibilización social por la gestión y explotación sostenible de los recursos naturales y la creciente demanda existente en los sectores público y privado de técnicos especialistas en el terreno, el Estado Español se planteó la conveniencia de crear en el año 1999 el Título Universitario Oficial de Ingeniero Geólogo, del que la Universidad de Alicante, entre otras, fue pionera en su implantación.
La Ingeniería Geológica –como sucedió en el pasado con tantas otras titulaciones universitarias- nace como una titulación moderna capaz de cubrir un amplio campo de la técnica que hasta ahora carecía de forma clara de profesionales específicamente preparados y a la que actualmente se dedican diversos colectivos profesionales de titulaciones afines. Este título, de reciente implantación en España, ya cuenta con una larga tradición en otros países europeos y americanos.
La carrera se imparte como una titulación estructurada en dos ciclos, con una duración de cinco cursos, repartidos en diez semestres. Estos estudios conjugan la formación específica en Ciencias de la Tierra con los fundamentos tecnológicos propios de la Ingeniería. Es esta formación dual científico-tecnológica la que ofrece a los Ingenieros Geólogos las herramientas necesarias para analizar la composición y estructura de la corteza terrestre, así como los distintos materiales que la componen, incluyendo sus procesos físicos, químicos y mecánicos, sus relaciones en el espacio y su evolución en el tiempo.
Desde los primeros cursos, el estudiante recibe formación en materias clásicas de cualquier ingeniería, proporcionándole así numerosas herramientas de análisis y comprensión sintética de los procesos naturales. De este modo, partiendo de una fuerte base matemática y física, el futuro Ingeniero Geólogo recibe formación en asignaturas técnicas como Dibujo Técnico, Topografía, Mecánica racional, Mecánica de Medios Continuos, Cálculo de Estructuras, Mecánica de Fluidos e Hidráulica, Técnicas Constructivas, Mecánica de Suelos y Rocas, Ingeniería Ambiental o Ingeniería Sísmica.
Foto: Artemio Cuenca
La diferencia de esta ingeniería con otras afines –como Minas o Caminos- estriba en su gran carga en materias geológicas aplicadas, repartida en asignaturas como Cristalografía, Mineralogía, Petrología, Dinámica Global, Geología Estructural, Geomorfología, Estratigrafía, Paleontología, Cartografía geológica, Geofísica aplicada, Prospección geoquímica, Sismología, Técnicas Cartográficas, Geología Ambiental y Ordenación del Territorio.Dentro del plan de estudios también se incluyen otras asignaturas que completan la formación, introduciendo al estudiante en la práctica profesional, tales como Economía, Organización y Gestión de Empresas, Legislación o Proyectos.
Además, para llegar a obtener el título de Ingeniero Geólogo es preceptiva la realización de un Proyecto Fin de Carrera, donde el alumno demuestre la madurez adquirida a lo largo de los cinco cursos de formación.
Todo ello dota al Ingeniero Geólogo de una gran versatilidad, capacidad de análisis y visión de conjunto de los problemas relacionados con el terreno, y posibilita su integración en equipos de trabajo multidisciplinares, así como en la dirección y gestión de empresas del sector de la ingeniería civil o extractiva, sin perder de vista su capacitación para la docencia y la actividad investigadora.
La Ingeniería Geológica es, por tanto, una de las carreras con más futuro dentro de las ingenierías, con un amplísimo campo profesional relacionado con las grandes obras públicas de ingeniería y la necesidad de prevenir los riesgos que se derivan de la transformación de los espacios naturales. De hecho, las cada vez más numerosas ofertas de empleo dirigidas específicamente a Ingenieros Geólogos hacen que no exista paro entre estos titulados.
Las salidas profesionales del Ingeniero Geólogo en la provincia de Alicante se centran, principalmente, en el sector de la construcción. En las empresas que integran este sector, los Ingenieros Geólogos pueden realizar tareas puramente técnicas, así como de supervisión y de gestión. En estas áreas, se ocupan de aspectos geológico-ambientales, caracterización del terreno, proyecto y ejecución de obras de sostenimiento o subterráneas, túneles, obras de captación de aguas superficiales y subterráneas y, en general, de la obra pública vinculada al terreno. Esto implica, además, la previsión y mitigación de riesgos naturales como inundaciones, terremotos y inestabilidad de laderas y deslizamientos de terreno en general. Otros yacimientos de empleo especialmente interesantes en la provincia se localizan en el sector de la piedra natural –canteras-, en la prospección y captación de recursos hídricos o en la gestión y regeneración del sensible –pero turísticamente muy rentable- medio costero integrado por las playas de nuestra región.
Hoy en día ya existen Ingenieros Geólogos trabajando en las obras del Metro en Madrid y Barcelona, y en las del AVE y del TRAM en Alicante, en laboratorios de control de calidad de obras públicas y edificación, en oficinas técnicas de ingeniería como proyectistas, como responsables de tratamiento y almacenaje de residuos sólidos urbanos, en la Administración Local como especialistas en el ciclo del agua, como directores técnicos de empresas constructoras y de cimentaciones especiales, como docentes e investigadores en la Universidad, y un cada vez más largo etcétera.
El Ingeniero Geólogo, por tanto, podría definirse resumidamente como el profesional que estudia y se ocupa de la resolución de problemas relacionados con la interacción entre el hombre y el medio geológico, soporte de sus actividades. Para ello, debe conocer profundamente el medio geológico, ser capaz de entender los fenómenos que lo gobiernan y poder proyectar soluciones acordes al problema estudiado. Su principal objetivo es el de ofrecer a la sociedad sus conocimientos técnicos, adquiridos del estudio de la Geología en su vertiente aplicada, apoyándose en la sólida base proporcionada por las técnicas de las ingenierías clásicas, junto con el conocimiento de los últimos avances tecnológicos en estas materias.
Desde aquí, y en nombre de nuestro colectivo, animo a empresas, organismos e instituciones públicas y privadas, así como a todo aquél que esté interesado personalmente –en especial a los estudiantes de bachillerato que en estos días deciden su futuro profesional-, a conocer más acerca de este nuevo profesional que aún es un gran desconocido para casi todos, pero jugará sin duda un importante papel dentro de los retos que se le plantean a las sociedades modernas.
Información obtenida de utovía (http://utovia.blogspot.com)
Al menos, eso es lo que piensan algunos con la última decisión tomada por el gobierno, que pretende fusionar las actuales ingenierías de 5 años e ingenierías técnicas de 3 en un grado único de 4 años. Lógicamente, los colegios de ingenieros se han echado las manos a la cabeza, pero no porque vayan a desaparecer, sino porque de seguir adelante la reforma, por fin se normalizará una situación anacrónica. Y eso implica perder cuota de “poder”…Por otro lado, es muy triste leer artículos como el de EL PAIS (10/04/07), donde poco menos que ponen a los Ingenieros Técnicos de colocaladrillos y técnicos de antenas, cuando eso no es así. Menos mal que ya se ha publicado una rectificación por parte del INITE.
Veremos si al final se impone la cordura…
Información obtenida de utovía (http://utovia.blogspot.com)