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Una app para dominar una pandemia (con o sin) desigualdad

El solucionismo tecnológico es la tabla de salvación ante la pandemia: centrémonos en vacunas, apps y tests y volveremos al business as usual. También se pueden añadir otros cachivaches para evitar el contacto (pasemos del mundo de los botones y las pantallas táctiles al mundo sin contacto), para mejorar la higiene de superficies, para depurar ambientes o para avanzar en la digitalización.

Pero  la vacuna puede tardar, las pruebas (los tests), además de sensibilidad y especificidad, necesitan interpretarse y sobre todo gestión de los casos y contactos y los cachivaches han de incorporarse a nuestra prácticas sociales (esto es, el paso de la innovación tecnológica a la innovación social). Por ejemplo, todavía estamos aprendiendo a utilizar la tecnología más potente, de las pocas con eficacia probada, contra el virus: el jabón. ¿Y las apps?

Una de las cosas que más ha podido sorprender a quien siguiera con interés el discurso de la inteligencia artificial, el big data, etcétera, es el contraste entre el gran potencial que implica y su utilidad práctica en esta pandemia. Me explico. Se entiende que empresas como Amazon, Facebook, Google, Apple, etc. recopilan una ingente cantidad de información sobre nuestros movimientos, compras, búsquedas, conversaciones, contactos, etc. La base de datos de ensueño para la investigación epidemiológica y también para la sociológica. Todos ellos podrían haber hecho saltar las alarmas sobre la extensión de una pandemia, si no en enero, al menos en febrero o a inicios de marzo. No ocurrió. Los modelos se construyeron a través de las fuentes propias de los sistemas de vigilancia epidemiológica clásica, que poco a poco se fueron expresando en tableros de datos como el de la Johns Hopkins (en realidad una copia del que publica OMS, pero este no ha tenido fama pese a que le proporciona a aquel la mayoría de los datos). Así, hubo que esperar a marzo para contar con modelos como el famoso del Imperial College y es de este tipo de fuentes de donde se han nutrido analistas de datos y estudios de epidemiología como principal recurso informativo para su labor.

En conclusión, tenemos los datos y modelos de las viejas instituciones del mundo analógico, pero no hay modelos (publicados) de las potentes empresas tecnológicas.

Sí que hay una serie de datos de Google, muy impresionante, sobre cómo se ha reducido nuestra actividad durante los confinamientos, pero esto es más bien información descriptiva de lo acontecido que información predictiva. Yo no he conseguido encontrar nada con carácter predictivo de las empresas tecnológicas. Y a decir verdad, también es normal, no tienen objetivos de salud pública y su modelo de negocio es otro (captar atención para vender publicidad y/o vender a través de sus canales de comercialización).

Además, parece que el mundo orgánico de los virus, no acaba de ser captado por el mundo digital. El intento ahora, sin embargo, es usar apps para el trabajo de seguimiento de contactos (en neolengua “rastrear”).

Se han apuntado muchas limitaciones posibles de las apps. Varias de ellas están glosadas aquí por The Economist. No voy a repetirlas, pero sí me quiero centrar en algunas analogías que se están aplicando que confunden la interacción social necesaria para la trasmisión de un virus con la interacción social que es capaz de detectar una aplicación.

  • El valor de las apps para el seguimiento de contactos (“rastreo”), sería que permitirían identificar con qué personas ha estado en contacto alguien que da positivo durante el período de incubación, en especial, en los días anteriores a la manifestación de los síntomas y de inicio de los mismos, que son aquellos donde el riesgo de trasmisión es mayor. La cuestión es cómo medir dicho contacto (una opción es hacerlo con bluetooth y establecer un tiempo concreto de exposición). Esto puede servir para listar el volumen de contactos potencialmente relevantes. No obstante, dicho volumen de contactos puede ser ingestionable por los servicios de salud y, más importante, dar falsas alarmas para quienes hayan aceptado ser notificados. Por ejemplo, daría aviso si compartimos pared con un vecino, si hemos estado al otro lado de la mampara en un establecimiento, si hemos llevado equipos de protección adecuados en el hospital, y quizá si hemos estado en un semáforo junto a otro coche por un tiempo prolongado.
  • La idea clave es pensar que cercanía equivale a riesgo de contagio, pero este solo se puede producir si el virus entra en nuestro organismo a través de boca, ojos o nariz (por mencionar  algunos orificios) y esto no ocurre necesariamente si se usan mascarillas, con adecuada higiene de manos y la interiorización de una serie de gestos. Es decir, no depende de con quién has andado, sino qué has hecho con dicha persona y cómo lo hayas hecho.

Ninguno de los dos puntos anteriores invalida la utilidad de las apps, pero apunta a un uso como herramienta complementaria por parte de los servicios de atención primaria y vigilancia epidemiológica. Es decir, de nuevo se depende de las viejas estructuras analógicas y puede tener el interés de permitir reducir el tiempo dedicado a llamar e informar. Sin embargo, hay que tener en cuenta que abre el pastel de cómo gestionar la ansiedad de quienes reciban avisos por contactos que en realidad han sido contactos sin riesgo de trasmisión y también los posibles riesgos de producir mecanismos prejuiciosos de atribución de responsabilidad (probablemente guiados por el racismo y otros -ismos).

  • Más importante me parece el reconocimiento de las limitaciones que suponen las diferentes formas de brecha digital y de espacios no cubiertos. Hay personas en zonas sin cobertura, personas sin teléfono (sobre todo mayores y menores), personas con teléfonos en los que no se pueden instalar dichas apps, personas fuera del universo de Apple y Google, personas sin contrato de datos suficientes, personas a las que se les acaba la batería y hasta personas que de vez en cuando se dejan el teléfono en casa, por haber, hay hasta quien no sabe conectar el bluetooth. Ninguno de estos aspectos se distribuye de forma equiprobable en función del sexo, la etnia, la edad, los niveles educativos, clase social territorio o las condiciones de vida. De nuevo hay que preocuparse por el paso de la innovación tecnológica a la innovación social (cómo es incorporado en las prácticas sociales).

El gran desafío de estas utilidades lo es en términos de desigualdad en salud. Dado el fetichismo que sentimos por los objetos, en general, y de los objetos tecnológicos, en particular, es previsible que una naturalización de la utilización de apps para el estudio de contactos, aunque fuera como elemento muy complementario, llevara pronto a olvidar a todas las personas en las situaciones anteriores (ocurre ahora, por ejemplo, con la enseñanza en línea de urgencia). Quienes organizamos esto (lo mismo me da que hablemos de la docencia o del estudio de contactos) tendemos a pensar que los demás comparten nuestros medios tecnológicos e interpretamos la información desde nuestro marco de experiencia. Es lo que algunos han llamado violencia simbólica y es la forma de pensamiento que legitima las instituciones, esto es, las pautas de acción formalizadas, que proporcionan ventaja a unos grupos sociales sobre los otros (que discriminan o excluyen). Si empezamos a hablar de las apps con esto en la cabeza y explicitándolo en el discurso, me parece que tienen un potencial (limitado, pero relevante) a valorar.

 

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Bienvenida a Nueva Realidad

En el partido clásico entre Orwell y Huxley sobre a qué se parecerá el futuro cada uno de ellos ha marcado ya varios tantos. El último de Orwell se refiere a la neolengua y, desde luego, el concepto “Nueva Realidad” es destacable. ¿Cómo será Nueva Realidad?

13 Most Ridiculous Things From 'The Walking Dead' S07E06 "Swear"

La primera respuesta nos la da Huxley. Es un mundo guiado por los argumentos científicos y tecnológicos. La apertura la dieron las curvas epidémicas y los modelos epidemiológicos y ahora el espacio se lo disputan farmacéuticas (pruebas diagnósticas -llamadas tests en neolengua-, vacunas, fármacos) y tecnológicas (el big data a través de los móviles, la inteligencia artificial). Hay una buena dosis de biopolítica y de tecnopolítica. Y es inevitable pensar que conocen poco, tan poco como los politólogos antes de la caída del muro de Berlín o como los economistas de 2007. Esto no es una crítica a estas ciencias, pues la realidad es así y, por tanto, la forma de conocerla también, sino a los que las venden como motos. El solucionismo tecnológico es la gran esperanza, me incluyo, para resolver problemas mucho más complicados, pero nadie puede predecir sus tiempos y sobre esa esperanza y prisa es donde crecen las estrategias de marketing. Y es que quizá la ciencia sea la forma de pensar más equivocada que ha probado el ser humano, si exceptuamos todas las otras formas de pensar que ha probado nuestra especie.

Nueva Realidad, como Vieja Realidad, no existe. Existe la realidad de ahora, pero debido a nuestra infinita capacidad de pensar e imaginar sobre lo que vivimos creamos la ficción del pasado (no, no éramos felices) y hasta sobre el presente y el futuro. Este es un terreno abonado para la manipulación, esto es, la realidad será percibida como nos la presenten otros, nuestro grupo, nuestros pares, los nuestros, que, obviamente, son los buenos (y sí, “una mentira repetida mil veces…”). Así Nueva Realidad puede ser un lugar donde comer pizza es la Nueva Nutrición, pero también Nueva Realidad puede ser un mundo sin petróleo y con energías renovables donde aparquemos el coche por la bici. Sin embargo, entiendo, Nueva Realidad no es un lugar al que se llega. Es un lugar al que se va. Se trata de ir haciendo el camino o, si se quiere, “the way is the goal”. En resumen, será como la hagamos.

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Pirámide nutricional de Nueva Realidad

 

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Plato de Harvard de Nueva Realidad

Nueva Realidad para ser soportable, como lo fue Vieja Realidad, tiene que tener medios de distracción masiva (otro acierto de Huxley), y, entre las primeras valoraciones de nuestra nueva situación se destacó el tiempo que proporcionaba para Netflix, también se mantuvieron las retrasmisiones deportivas que continuaron hablando de exactamente los mismos temas que trataban cuando había partidos de fútbol, y, por supuesto, ahondamos en el consumo de medios de comunicación y de los medios de autocomunicación de masas (yo, particularmente volví a caer en el blogueo y en Twitter después de años desintoxicado). Las redes también se han inundado de arte pictórico, música, magia y hasta danza, teatro y circo. Las posibilidades de formación, charlas y conferencias se han multiplicado y queda menos para que vuelva el fútbol y su industria. Una de las características de Nueva Realidad es el avance en la virtualización, que ya venía dado.

Nueva Realidad implica una nueva economía. The Economist lo ha llamado la economía del 90% (en España puede ser el 80%), pues sencillamente hay una parte de las cosas que hacíamos (bares, restaurantes, hoteles, viajes, eventos musicales, deportivos, fiestas populares) que desaparecen sin fecha de recuperación [bueno, algunos dan fechas para el inicio de las fiestas, como las que dan los líderes de las sectas mesiánicas a sus seguidores, aunque no se sabe si conseguirán más o menos acólitos cuando no se cumplan]. También desaparecen, al menos por un tiempo, consumos asociados, pues sin grandes eventos sociales el impulso de compra de ropa, cosméticos, peluquerías, etcétera, puede bajar ostensiblemente [o quizá sea la forma de compensarse por lo anterior]. Podemos ver una caída del PIB del 5 al 13% nos dicen. En realidad, lo que hemos hecho es dar un salto de una economía a otra. Es como cuando se intentaba medir el PIB de las economías soviéticas y compararlo con las post-soviéticas. No está mal como ejercicio de clase. Una vez hayamos ajustado nuestras expectativas, podremos ver si “crecemos” o no. Aquí hay que recordar las propuestas que se han sucedido en los últimos años sobre cómo habría que medir el crecimiento. Puede ser un buen momento para hacer tabula rasa en cuanto a mediciones. Una de las propuestas más recientes es la de Kate Raworth, pero en general, aquellas que apuestan por un nuevo modelo de economía para hacer frente a la insatisfacción de las necesidades humanas básicas y adentrarse con prudencia en la nueva era climática. ¿Tiempo para un “new green deal” inclusivo con las personas y los ecosistemas?.

En Nueva Realidad hay muchas incógnitas sobre cómo seremos. ¿Cómo y con quién nos vamos a relacionar? ¿Cuánto tiempo estaremos en nuestro hogares? ¿Será un mundo globalizado, desglobalizado, autárquico o con grandes regiones como la europea? ¿Con nuevas hegemonías, hegemonías venidas a menos o business as usual? ¿…?

Una de las partes menos sexys de Nueva Realidad, menos sexy que los medios de distracción masiva o el avance tecnológico, es que nuestra supervivencia futura como sociedad depende de los impuestos y la gestión que se haga de ellos o, mejor dicho, de los mecanismos distributivos que se organicen. La esperanza de vida no depende necesariamente del crecimiento del PIB, sino más bien de las políticas públicas que se pongan en marcha. El premio Nobel de Economía Amartya Sen mostraba que los episodios de hambre en África y Asia no se corresponden con crisis de producción agrícola sino con procesos políticos de distribución. Un evento mucho más devastador que este, la Segunda Guerra Mundial, no supuso por ejemplo una caída de la esperanza de vida de la población británica, sino lo contrario, según la explicación de Richard G. Wilkinson, por la distribución de alimentos y el impulso de solidaridad (entonces no había redes sociales) que caracterizó la movilización bélica en el Reino Unido (entonces lo era).

En Nueva Realidad las empresas hacen un importante esfuerzo publicitario con términos destacados como unidad, compromiso, juntos, personas, familias, esperanza, etcétera. Parece que es un mundo empresarial que también mira a los impuestos y al estado como nuevo cliente. A través de sus asociaciones y representantes públicos reclaman planes de rescate, prolongaciones de ERTEs, fiscalidad, programas de crédito, etcétera.

Y por supuesto, a nadie se le escapa las posibilidades infinitas que existen en Nueva Realidad de control autoritario a través de la tecnología, sobre todo, de nuestros móviles (punto para Orwell). Bastaría desconectarnos o salir a la calle sin ellos, pero no queremos (punto para Huxley). El papel del estado es por tanto ambiguo, múltiple, polifacético, tan necesario (redistribución, estímulo, servicios de salud, garante de los mecanismos democráticos), como mal visto (impuestos y burocracia) y peligroso (autoritarismo). ¿Quién nos engañará esta vez y cómo lo hará? Creo que todavía tenemos una oportunidad de acertar, pero la diana está lejos y la miopía muy aprendida.

¿Qué será, será?

[De momento mañana voy en bici que garantiza la distancia física, la movilidad limpia y la actividad física que tanto necesitamos… también se hace camino al pedalear]

 

 

 

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Sobre las rupturas en las series de datos

Uno de los temas que más está dando que hablar es el de la calidad de los datos para seguir la pandemia. Hoy, sin ir más lejos, España ha anunciado una ruptura en la serie de datos para armonizar datos autonómicos y también ha sido sonoro el caso de China que ha aumentado su cifra de fallecidos o el de hace unos días en Francia para incluir personas fallecidas en residencias. Esto, por supuesto, sirve para desmoralizar a algunos, para interpretarlo como chapuza por otros, para levantar sospechas de manipulación, para criticar, y, en general, ayuda poco a crear certidumbre, pero ¿cómo se puede evitar?

Renuncia de responsabilidad: lo que viene a continuación no es para legitimar a ningún gobierno (ya que todos producen series con rupturas, excepto el de Corea del Norte que se mantiene con cero casos, lo que creo que apoya lo que digo a continuación).

Para conseguir una serie sin rupturas se tendrían que dar múltiples circunstancias que no se pueden dar en el caso de una pandemia, me explico:

  1. Durante todo el período debes tener la misma capacidad de hacer pruebas (tests). Sin embargo, esta capacidad tiende a aumentar conforme avanza el tiempo.
  2. En todo el territorio debes tener la misma capacidad de hacer pruebas. En muchos países las pruebas estuvieron centralizadas al principio en unos pocos laboratorios y se han ido extendiendo con el tiempo.
  3. La capacidad no debe ser desbordada en ningún momento puntual ni en ningún lugar del territorio. La alta concentración de casos en un momento concreto en una ciudad podría sobrepasar la capacidad local. Esto ha sido/es/será habitual con crecimientos exponenciales.
  4. Se debe usar siempre el mismo instrumento de medida. Aquí tenemos las PCR, los “tests” rápidos, las pruebas serológicas… cada una con sus características propias.
  5. El instrumento de medida se debe usar siempre en las mismas circunstancias (la probabilidad de un falso negativo, por ejemplo, depende del momento del período de incubación en el que se aplique la prueba). Nadie puede saber en qué momento de este período se encuentra un potencial caso.
  6. La prueba a aplicar debería tener una sensibilidad del 100% y una especificidad del 100%. Esto es muy raro en cualquier prueba diagnóstica. No he conseguido buena documentación sobre las pruebas que se aplican con el COVID pero parece que no cumplen con el 100% en ninguna de las dos dimensiones, esto es, son susceptibles de producir falsos positivos y falsos negativos (y además han circulado muchas pruebas defectuosas, las últimas en el Reino Unido).
  7. Depende de la prevalencia de la propia enfermedad que se quiere investigar. El valor predictivo de una prueba diagnóstica depende de lo prevalente (lo frecuente, para entendernos) que sea la enfermedad. ¿Alguien quiere más dinamismo? Esto es casi como lo del principio de incertidumbre de Heisemberg.
  8. Se debe aplicar siempre a la misma población. En la fase inicial se aplicaba a personas con viajes a zonas afectadas, después se aplicaron a personas hospitalizadas con síntomas graves y/o a sus contactos, según el país con más o menos intensidad, luego se puso énfasis en personas con profesiones de riesgo (sanitarios, etc.), rara vez a personas que no presentan síntomas e, incluso, en nuestro contexto, rara vez a las personas con síntomas leves. Ahora preparamos estudios para extraer muestras representativas de la población en las que hacer pruebas serológicas. Y el criterio seguirá cambiando (¡y es bueno que lo haga!).
  9. También es importante no cambiar la definición de caso. No es igual definir como caso a cualquier persona que haya dado positivo en cualquier prueba, que hacerlo solo con los que han dado positivo en PCR. Igualmente, se está tratando a personas como casos de COVID, debido a su sintomatología clínica, aunque las pruebas hayan dado negativo por lo que no es igual incluir casos sospechosos y confirmados. También ha habido cambios en si se considera caso a toda persona que fallece con COVID con independencia de las otras enfermedades que padezca, también habido diferente criterio según si el fallecimiento se ha producido en hospital o en residencia.
  10. Toda la población a estudiar debe tener el mismo acceso a las pruebas durante todo el período. Esto depende de factores tales como la gravedad de los síntomas (los que no desarrollan síntomas tenderán a no buscar pruebas), cómo son percibidos e interpretados los síntomas por el individuo, el acceso al sistema de salud (por distancia, motivos económicos, saturación de las vías de comunicación, etc.), la disponibilidad de las pruebas, etcétera.
  11. En ninguno de los puntos de la cadena de producción de la información debe haber errores. Es decir, no debe haber errores al tomar las muestras de los pacientes, ni al conservarlas, ni al manipularlas en el laboratorio, ni al trascribir los resultados y comunicarlos, etc. En una epidemia con subidas y bajadas fuertes, pero también con curva de aprendizaje, creo que es arriesgado asumir que los errores son constantes.

En definitiva, toda serie de datos tenderá a presentar rupturas, en especial, ante un fenómeno emergente. Todo sin necesidad de que un estado en particular quiera maquillar sus datos, que, por supuesto, también puede ocurrir, aunque en los tres casos mencionados al principio de este artículo los cambios que han incluido serían en contra de su imagen como país. Corea del Norte es la excepción, pues su serie de datos no tiene rupturas.

Desde luego que hubiera ayudado (y mucho) haber contado antes de una crisis como esta con una sólida red de laboratorios, protocolos coordinados entre territorios, capacidades industriales propias en cada país para producir los reactivos y componentes necesarios para las pruebas, equipos de vigilancia amplios formados para la producción, depuración y análisis de datos o haber dispuesto de una red de centros de salud pública bien dotada de recursos humanos para poder llegar a todos los casos y sus contactos, etcétera, pero esa no era nuestra situación de partida (se tarda décadas en construirla y unos pocos impulsos austericidas en reducirla).

En la investigación que yo aprendí a hacer, éramos muy conscientes de los problemas con los datos, cualquier serie de datos tiene errores y problemas de ruptura de la serie (incluido el PIB, el paro, el IPC, el Euribor o cualquier otro que hayamos sacralizado). Por ello, la clave para entender un fenómeno consiste en la triangulación de fuentes de información (combinación de fuentes), el estudio de fenómenos asociados y la aplicación de otras formas de triangulación (de observadores, de análisis, de paradigmas explicativos, etc.). Se trata de valorar las diferencias entre resultados, reconociendo que existe distancia entre la realidad y la medición de la misma, lo que lleva a reconocer el riesgo de error y nuestro desconocimiento.

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Contar e interpretar

Es bien conocido que a los seres humanos se nos dan mal las matemáticas. Incluso a los que se le dan bien las matemáticas, cometen errores extraordinarios. El libro de Matt Parker recopila algunos ejemplos.

Los errores de cálculo al menos son más fáciles de identificar y corregir. Más en un mundo interconectado.

Sin embargo, en epistemología, hay un tipo de error que se considera más grave: el de interpretación. Imagina que sabes sumar dos más dos granos de arroz (4, si no me equivoco) e interpretas que es suficiente para nutrirte.

Si el error de cálculo es común, los de interpretación son omnipresentes.

En el caso concreto de la estadística, los errores clave de este tipo tienen que ver con la inferencia estadística (resumiendo: los relacionados con la utilidad de la muestra que tengo para hablar de lo que le ocurre a la población que estudio).

Uno de los sesgos más importantes que afectan a la inferencia estadística es el sesgo de selección (o el de participación). Este sesgo es fácil de entender con un par de ejemplos:

  • ¿Qué ocurre si para hacer un estudio sobre la extensión del tabaquismo realizo las encuestas en la puerta de los estancos? (prácticamente solo encontraré fumadores).
  • ¿Puedo estudiar la brecha digital circulando un cuestionario en línea?

Como se puede observar, este tipo de error no es calculable (o, mejor dicho, para conocerlo necesitarías comparar con un estudio con un diseño adecuado y, sin él, no es calculable).

Por cierto, no se corrige con una mayor muestra. Si tienes una muestra de 1 000 000 de clientes de los estancos, tendrás una muestra igual de sesgada que si solo has entrevistado a 100. Este sesgo es muy frecuente en los cuestionarios en línea: son fáciles, rápidos y baratos de producir, pero no controlas los sesgos.

A veces, el error de interpretación se debe a falta de información de referencia. Por ejemplo, sin denominadores claros, es difícil interpretar una proporción. Imaginad que solo se hace test a personas hospitalizadas y a los profesionales sanitarios. Si un 12% de los contagios se observan en personal sanitario… ¿qué nos dice ese dato? Pues poco, al menos que sepamos cuántos son los hospitalizados y cuántos los sanitarios y a qué proporción de cada grupo se le ha hecho la prueba.

Otro error, se puede deber al marco interpretativo de referencia. En la fase de control, hubo un sesgo muy importante que afectó y luego desbordó a varios países (España, incluido, pero no exclusivamente, Italia, Francia, Alemania, USA, Reino Unido, etc.) de analizar los “casos importados”, de manera que las personas con síntomas similares, pero sin historial de viajes o contactos con viajeros no fueron analizadas, despreciando la hipótesis de que la importación se hubiera podido producir semanas antes.

Más importante es que para conocer la salida de una epidemia como esta, la epidemia de las curvas y los modelos, sería clave conocer qué porcentaje de la población ha sido infectada y, de ella, cuál ha desarrollado inmunidad. Sin embargo, no lo sabemos, pues para conocerlo, todas las personas infectadas deberían haber sido diagnosticadas. Esto no está ocurriendo en ningún país hasta la fecha, ya que:

  • Existe una capacidad limitada de hacer pruebas o tests (incluso en los países que hacen muchos tests, no se hacen a toda la población). Aquí la revista The Lancet explica una parte del cuello de botella.
  • Como la capacidad es limitada, se aplican prioritariamente a las personas con síntomas y, si se tiene capacidad, a sus contactos.
  • La COVID-19 apenas presenta síntomas en la población más joven e incluso no presenta síntomas de ninguna clase en una parte de la población.
  • Para conseguir un caso confirmado tienen que pasar varias cosas: primero, que la persona perciba los síntomas, segundo, que los identifique como síntomas de COVID-19, tercero, que busque el contacto con el sistema de salud para que le realicen la prueba, cuarto, que el sistema sea accesible (es decir que el teléfono o vía de contacto funcione, que los costes sean asumibles, etc.), quinto, que el sistema de salud tenga capacidad de hacerle la prueba, sexto, que la prueba no de un falso negativo, séptimo, que todos los casos se comuniquen igual al registro estadístico (fechas, definiciones, etc.). Creo que se observan los posibles problemas de esto. Se pueden acumular errores según el nivel educativo de la población, la calidad de la información, las motivaciones individuales, la organización del sistema de salud, sus recursos, etc.

Pongamos que en un determinado grupo de edad el 10% de 1000 personas ha sido infectado, esto es, 100 personas. Pongamos que, de ellos, un 75% presenta síntomas (75 personas). Pongamos que solo se analiza a los que presentan síntomas graves y estos son un 75% de los que tienen síntomas (56 personas). Tendríamos que por cada 56 personas diagnosticadas en ese grupo de edad, hay 46 sin diagnóstico que ya ha pasado la enfermedad.

Pero, ¿son esas las proporciones? No, en muchos grupos de edad son probablemente mucho más suaves (el famoso 80-15-5 del informe de OMS sobre Wuham, 80% con síntomas, 15% con síntomas graves y 5% con necesidad cuidados intensivos). En países como España es probable que la casi totalidad de los menores que han desarrollado inmunidad no haya sido detectado, pues al no presentar síntomas y no tener un pronóstico grave, no hay esfuerzo de diagnóstico. Y esto pasa, aunque en menor proporción, en los jóvenes y en grupos de más edad, aumentando con la edad el porcentaje de casos que sí que se detecta. Por otro lado, muchas personas en casa, con síntomas, no reciben la prueba.

Hay dos estudios, uno publicado en nota oficial de su gobierno, y otro en la revista BMJ que apuntan que hasta un 50% y un 70% de la población afectada podría haber pasado la enfermedad sin síntomas. El gobierno es el de Islandia, que tiene tradición de transparencia, donde un 50% de los casos era asintomático, si bien el estudio tiene sesgos de participación ya que la mayor parte de las pruebas se han realizado a personas con síntomas o a las personas que voluntariamente la han solicitado (se puede entender que si percibes algún síntoma estás más motivado para solicitarla). El otro caso es en Vo’ Italia, donde se aplicó la prueba a toda su (pequeña) población, encontrando que al menos un 50% de los casos era asintomático en una localidad donde la epidemia se había extendido ampliamente.

A partir de esto, he hecho algunas simulaciones (esto es, con datos inventados y, por tanto, muy poco válidos, usando la estructura de edad de la población de España) y sería factible  que 7 o más de cada 10 casos no haya sido detectado en España, pues a los casos asintomáticos, habría que sumar los que han tenido síntomas leves y no han recibido test, pero ojo, también sería posible que sean muchos menos. Es decir, no sé. Por eso hace falta lo que apunto como conclusión:

¿Cómo lo podemos saber?

Los estadísticos y estudiosos de las poblaciones (sociólogos, epidemiólogos, demógrafos, economistas…), hace siglos, inventaron un sistema sencillo para resolver el problema de las muestras sesgadas. Se trata de aplicar las leyes de la probabilidad a la hora de escoger los casos a estudiar, esto es, realizar muestras aleatorias o probabilísticas y conseguir que los casos finalmente estudiados sean exactamente los seleccionados (esto es clave). ¿Se puede hacer? Sí, llevamos décadas haciendo estudios con muestras probabilísticas. Quizá haya menos experiencia en la realización de muestras probabilísticas representativas de toda la población que combinen información serológica, pero vamos, nada que no se pueda hacer. Es lo que nos toca ahora y me alegró mucho escuchar ayer que es lo que se está pensando. Si lo conseguimos, los fotogramas de esta película pueden cambiar mucho con respecto a los modelos y curvas que estamos siguiendo cada día.

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Si lo habían visto venir, por qué no nos preparamos

Ha habido muchos profetas que nos avisaban de lo que nos está pasando. No me refiero a los profetas retrospectivos que ahora, a toro pasado, afirman que había que haber actuado antes. Me refiero a instituciones y personas que advirtieron de que esto iba a ocurrir. Sin embargo, no nos preparamos, ¿por qué?

 

¿Nos habían avisado?

Sí, categóricamente sí. Ha habido muchos análisis y avisos:

Además, esto ya ha ocurrido. Recuerdo que en mis clases de epidemiología se hablaba de la gripe de 1918 como ejemplo. En aquella ocasión, un virus al parecer más letal que este acabó con más de 50 millones de personas (hay estimaciones que hablan de hasta 100 millones), cuando se acababa la Gran Guerra (la I Guerra Mundial, a la que superó varias veces en letalidad), afectando a la población joven, con fábricas, ciudades, infraestructuras y campos arrasados, sin sistemas sanitarios para atender a la población, sin respuestas guiadas por el conocimiento epidemiológico y el caso es que todavía hablamos de los felices años veinte. Creo que tenemos una oportunidad de volver hacerlo, pero esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

Entonces, ¿por qué no estábamos preparados?

A continuación se repasan algunos elementos que hubiéramos necesitado para dar respuesta y las razones por las que no contamos con ellos.

  1. Un organismo multilateral capaz de coordinar la acción e intervenir (tenemos a la OMS, pero su acción depende de los estados miembros). No lo tenemos porque esto es inaceptable para las grandes potencias internacionales. En este caso, especialmente para Estados Unidos que se opone históricamente, y más con el presidente actual, a la creación de instituciones multilaterales.
  2. Capacidades de respuesta en cada país, pues las pandemias en un mundo interconectado son globales. No lo tenemos porque  esto es inaceptable para los partidos políticos nacionalistas (racistas), sobre todo, los del Norte global. Los países “de blancos” no están dispuestos a colaborar con el resto, quizá ni siquiera en el interior de la Unión Europea (Nota: no, a los españoles, ni a los italianos, no nos consideran “blancos”, ni siquiera a los que se creen supremacistas blancos).
  3. Desarrollo de un sistema de salud público con capacidad de multiplicar camas hospitalarias, con una fuerte red de vigilancia epidemiológica (personas que puedan hacer tests y seguir los contactos y los correspondientes sistemas de información y análisis), laboratorios, industria de suministros farmacéuticos y de sistemas de protección propia, etcétera. No lo tenemos porque esto es admitir que es necesario un gasto en salud más elevado (y por tanto más impuestos) y más coordinación de la respuesta sanitaria por los poderes públicos (más regulación y subordinación del sector privado). Todo esto es ideológicamente inaceptable para muchos partidos políticos.
  4. Finalmente, para resolver una pandemia como esta, y otros muchos problemas socioeconómicos, es necesario prever un sistema de respuesta social comunitario para atender a las necesidades de la población, barrio a barrio, institución a institución. Por ejemplo, un tercio del total de muertos en España son personas mayores en residencias. Con más dotación de personal, con mejor formación, mejores sistemas de información e infraestructuras, hubiera sido evitable. No lo tenemos porque de nuevo nos lleva a los requisitos políticos que apuntaba en el párrafo anterior.

 

En definitiva, se puede entender que podríamos habernos preparado, pero no hemos querido. La hipótesis de la mala fe.

También se puede entender que a pesar de que para la epidemiología era un riesgo claro, ha fallado a la hora de comunicarlo. Es como el cuento de Pedro y el lobo, Pedro anticipa y los demás piensan que miente. La hipótesis de la ignorancia (eppur sabíamos).

Por cierto, los informes que comentaba al principio nos advierten de otros riesgos que no estamos previniendo adecuadamente: calentamiento global, conflictos bélicos, ciberataques sistémicos, pérdida de biodiversidad… ¿Nos vamos a preparar?


 

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¿Hemos entendido las reglas del juego?

Para ganar una partida, tienes que tener claras las reglas del juego. Además de las reglas, tienes que conocer las estrategias. Pero vamos a las reglas de esta partida.

Primero, ¿cuál es el tablero de juego?:

Si uno ve los mapas, las representaciones gráficas de las estadísticas y los análisis que se están publicado no hay una pandemia, sino múltiples pandemias, una por país. No. El tablero es global. Esto significa que ahora lo que más nos debe estar preocupando no es lo que ocurre en nuestro país, sino lo que ocurre en todo el mundo. Qué va a ocurrir en países como Indonesia, India, Brasil… o USA, donde la crisis empieza a visualizarse (con mucho sistema oculto: muchos casos no diagnosticados).

Un aprendizaje de cara a futuras crisis. Las capacidades de los diferentes países para afrontar esto han sido muy desiguales, tanto para las estrategias de contención, como las de mitigación.

¿Si el tablero es global, son buenas las estrategias nacionales?

Las estrategias nacionales están dando buenos resultados en los países que se han revelado capaces para afrontar la crisis (China, Corea, Taiwan, Singapur…). Todos ellos entendieron que las estrategias de contención y mitigación debían combinarse desde el principio, pero pueden encontrarse con un efecto rebote conforme la pandemia se extiende por sus vecinos. Es decir, las estrategias nacionales son necesarias, pero pueden no ser suficientes.

Un error clave: muchos países centraron sus esfuerzos diagnósticos iniciales en vincular los casos con determinados países de origen. La perspectiva de la epidemia empezó a cambiar cuando se aplicaban los test a perfiles sin ese contacto “externo”. Ahora sabemos que ha podido haber trasmisión “interna” desde muy pronto.

¿Cuál es el centro del tablero?

En la mayoría de los juegos de estrategia la clave es dominar el centro del tablero. En el tablero global nadie dudaría poner en el centro a los Estados Unidos. En la Guerra Fría también poníamos a Rusia. En ese centro también está China y Europa.

Pues bien, Estados Unidos está pasando rápidamente al primer puesto de afectados. Si no lo ha hecho ya es probablemente por la incapacidad que ha mostrado hasta la fecha para extender las pruebas de diagnóstico (se parece a Irán). Tampoco ha adoptado medidas claras de contención y su presidente se ha dedicado a negar el problema, a dar la mano, a criticar a la oposición (tío, eres el presidente, son ellos lo que te tienen que criticar), a designar a personal no preparado para dirigir la crisis y a obviar las recomendaciones de su excelente Center for Disease Control. Por este camino, se podría llegar a las estimaciones que hablan de más de un millón de muertos en Estados Unidos.

Rusia dice tener 34 casos, todos importados. Es lo que pasa cuando solo analizas a los que vienen de fuera o cuando directamente mientes.

China fue foco de la crisis, pero parece reforzada por el aprendizaje que ha adquirido en la gestión de la (primera) oleada que ha recibido.

Europa está metida en la formación de la ola (fase ascendente de su curva epidémica), con respuestas muy desiguales de sus países miembros (el Reino Unido presenta una estrategia a la Donald Trump).

En definitiva, evolucione como evolucione esto, el centro del tablero va a temblar. Puede haber una reubicación de los jugadores, pero sobre todo, los impactos de lo que ocurre en el centro serán drásticos para el resto del mundo, tanto en términos epidemiológicos como sociales (esto es, económicos, políticos, culturales, militares).

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¿Qué ocurre en los laterales del tablero?

Hablaba de Indonesia, India, Brasil… y, por supuesto, Irán, Iraq, Arabia Saudí, Turquía… Aunque el sistema de comunicación global solo nos informa del centro del tablero, la partida se está jugando en todas partes. Es pandemia y todos los países van a participar de ella. Los movimientos, de nuevo, van a ser enormes.

¿Cómo se combinan las pautas de gobernanza y las pautas epidemiológicas?

Por lo que se sabe hasta la fecha del comportamiento de esta epidemia se expande exponencialmente a menos que se produzca una alteración importante de las pautas de interacción social (incremento de la distancia social), un uso eficiente de los recursos (sobre todo los del sistema de salud, pero combinados con tecnología, acción gubernamental, acción comunicativa y educativa, etc.) y se cuente con una alto nivel de concienciación y colaboración por parte de la población. Con todo ello se logra vencer la curva y con ello reducir la mortalidad catastrófica y la expansión de la enfermedad. Varios países lo están consiguiendo y varios lo estamos empezando a intentar. Las razones que fundamentan dicha estrategia es:

  • La constatación de que puede haber contagio antes de que los pacientes muestren síntomas, lo que favorece la trasmisión comunitaria y dificulta las estrategias de contención.
  • La admisión de que la epidemia no se debe tratar como una enfermedad importada (ya hay casos en la comunidad).
  • Las complicaciones que presenta la enfermedad para un porcentaje pequeño de los afectados, que llevan a requerir tratamiento médico intensivo (ventiladores, etc.)
  • La limitada capacidad de los servicios de salud para multiplicar varias veces su actual capacidad para atender la demanda anterior.
  • La alta mortalidad en caso de que dichos pacientes no sean atendidos (o de que no sean atendidos los pacientes con otras enfermedades para atender a aquellos).

Los países que no optan por la estrategia de la mitigación (hasta ahora USA, UK, Rusia, y, en general, los que presentan cifras bajas) se basan en la idea de que:

  • Los casos son importados. Negando los datos internos.
  • La partida no les afecta (“pues yo no juego”=cierro la frontera).
  • La economía debe continuar.
  • No tenemos capacidad (esta no se dice y se usa cualquiera de las anteriores)

La cuestión es cómo va a reaccionar la ciudadanía en cada caso, esto es, cuando sepan, elija la que quiera: a) que les mienten, b) que priorizan otros aspectos frente a la vida de los suyos, c) que no saben gobernar, d) que la economía no continua, e) que todas las anteriores son ciertas.

De manera torpe, lo que trato de decir es:

  • Hay una geopolítica de la epidemia y el tablero global se mueve.
  • Nuestras sociedades dejaron hace tiempo de ser nacionales. Son globales (podría decir “es global”, pero prefiero la paradoja).
  • Juguemos la partida que se está jugando: la respuesta a esta crisis es social, por tanto global, necesariamente innovadora.
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Innovación social a la coreana para salvar vidas

Corea del Sur está resultando ser un caso de éxito en el control de la epidemia. Junto con China es uno de los pocos países que ha dado la vuelta a su curva epidemiológica.

This graphic, provided by the Korea Centers for Disease Control and Prevention (KCDC) on March 11, 2020, shows daily new confirmed cases of the novel coronavirus and total infections in South Korea. (PHOTO NOT FOR SALE) (Yonhap)

Fuente: Korean Center for Disease Control, 11/3/2020

Es uno de los países con mejores datos de mortalidad (la case-fatality-ratio más baja, por debajo del 1%), qué más esfuerzo diagnóstico ha hecho (con más pruebas por 100.000 habitantes, lo que también influye en el denominador de la CFR), pero también uno de los países que a pesar del tamaño de la epidemia ha podido ofrecer mejor tratamiento médico (porque no se han desbordado sus servicios).

¿Cómo lo está consiguiendo? En parte con innovaciones como la “drive-thru clinic” algo así como la “auto-clínica”.

Medical staff get samples at the "drive-thru" testing facility in the administrative city of Sejong on Feb. 26, 2020. (Yonhap)

El sistema es sencillo:

  • Han diseñado una app para que solicites el diagnóstico (de manera que no tienes que llamar a un número  y así no saturas el call centre).
  • Te dan una cita y te señalan un lugar.
  • Acudes al lugar en coche (creo que el sistema se podría mejorar permitiendo también acudir en bici, con el fin de hacerlo más inclusivo y para no contaminar el interior de un coche, pero eso es otra historia).
  • Te toman las muestras dentro del coche, con bajo riesgo para los sanitarios que las toman.
  • Te envían el resultado por el móvil y te dan instrucciones.

Por supuesto, esto no es más que una de las innovaciones de Corea del Sur, que mezclada con otras, explica su éxito.

Otra de las ventajas es que no se pone a otras personas en riesgo (pues no hay contactos en un centro de salud).

El tema es que es tecnológicamente muy viable en países con poco avance tecnológico como el nuestro: no hace falta tener la marca Samsung, sino que únicamente hace falta saber programar una app, tener población con móviles y gente con coche (o bicis).

Pensemos creativamente para hacer el mejor aprovechamiento posible de nuestros recursos. Aprendamos a incorporar la tecnología disponible para buscar soluciones a los problemas que tenemos. Exploremos los límites de la innovación social.

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En favor de una renta básica universal

La propuesta de una renta básica universal siempre me ha generado dudas, pero las circunstancias eran otras. Ahora la veo necesaria. Vemos que se cierran vuelos, que va a haber caída drástica de la actividad turística (una de las principales actividades económicas), que Italia mantiene abiertas únicamente las farmacias y supermercados, etc. No hace falta seguir. La contracción de la actividad económica va a ser fuerte y afectar a todos los sectores. En estas condiciones es esperable un crecimiento rápido del desempleo, pero también  del déficit en la relación ingresos-costes de actividades de autónomos y pequeñas empresas. El cierre de espacios educativos y asistenciales implica otro coste relevante por cuidados a menores y dependientes.

Creo que en estas condiciones, hay que aprovechar la sencillez de una propuesta como la renta básica universal. Su gestión podría ser relativamente fácil a través del sistema generado para el pago del IRPF, que por supuesto habría que suplementar con otras medidas.  Habría que gestionarla con urgencia para recibir los ingresos inmediatamente. Se puede por tanto hacer apoyándose en la campaña de la renta 2019. Fiscalmente, sin embargo, sería una operación para la renta de 2020 y, si se suma a los rendimientos del trabajo, etc. de dicho ejercicio, puede tener progresividad.

Habría que determinar la cantidad necesaria para que tenga el impacto que se espera. Debe ser una cantidad suficiente para  prevenir pobreza, afrontar los costes extra de la crisis epidémica, promover la cohesión social y la estabilidad social.

Su carácter sería temporal, podría establecerse por tres meses (a evaluar).

Por supuesto, estas son ideas a reflexionar, están escritas prácticamente a vuela pluma, sin trabajar colectivamente. Creo que esta vez hay que rescatar a la ciudadanía (y a los bancos no les vendrá mal una mejora de nuestras cuentas corrientes).

Nos encontramos ante una nueva situación, con aspectos que no han podido ser ensayados hasta la fecha. La crisis epidémica se puede transformar en otras formas de crisis social (con más o menos violencia estructural y directa). La innovación social, con lógica anticipatoria, no reactiva, será la clave para afrontar la situación de la forma más constructiva posible.

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Diez mecanismos sociales clave para abordar una epidemia

Las respuestas que estamos observando ante la epidemia, han hecho emerger una serie de cuestiones clave. ¿Estábamos preparados? Creo que la respuesta depende de cuántos de los siguientes puntos estén bien resueltos:

1)  Contar con mecanismos sociales que favorezcan los comportamientos que protegen la salud. Por ejemplo, un sistema de bajas que evite el “presentismo” laboral: acudir a trabajar con un trancazo, porque si no… Hace falta sistemas de bajas remunerados para todos los trabajadores.

2) Que no exista sistema oculto. Por ejemplo, pertenece al sistema oculto la economía sumergida. Otro ejemplo, sería la falta de información. Es necesaria la transparencia informativa para poder activar respuestas. La razón es que la respuesta no depende de un actor único que pueda gestionar por sí solo la información, sino que precisa la activación de múltiples actores que comparten la información de la que disponen.

3) Disponer de sistemas de vigilancia capaces de hacer emerger todos los casos. Resumiendo: la primera medida es garantizar la disponibilidad y accesibilidad a las pruebas diagnósticas. En Estados Unidos está habiendo problemas con los costes asociados a realizarse las pruebas debido a la organización de su sistema de salud.

4) Mecanismos de coordinación. En un mundo globalizado, el control en un país, refuerza el control en otro país y, lo contrario, también es cierto. Las respuestas coordinadas, mejoran los resultados. Me preocupan Irán, USA…

5) Un importante nivel de preparación educativa para que la población pueda entender los mensajes y su importancia y así adoptar prácticas preventivas. ¿Cuántos hemos aprendido a lavarnos adecuadamente las manos en los últimos días?

6) Una sociedad de iguales. Las capacidades para responder a esta crisis son muy desiguales. Sin igualdad, no puede haber coordinación (punto 4). Hay países que apenas acaban de recibir los equipos de diagnóstico y los tienen ubicados en su capital, a centenares de kilómetros de bolsas importantes de población. Igualdad entre países, entre los géneros, los grupos racializados, la población activa, etc.

7) Aproximación anticipativa. Esto significa que los gobiernos, pero también las empresas, los centros escolares, los servicios de salud, etc., trabajan sobre posibles escenarios de futuro y de previsión sobre los acontecimientos. Lo ideal, es haber anticipado antes de que todo empiece. Lo necesario, ir al menos un paso por delante de los acontecimientos. Lo que hay que evitar, es ir un paso por detrás.

8) Una sociedad basada en la cultura del cuidado. Nuestras sociedades presentan diferentes tipos de situación de vulnerabilidad relacionadas con el ciclo de vida (la infancia y senectud), la salud (caer enfermo), la economía (procesos de empobrecimiento), la inclusión (la xenofobia y el racismo), la identidad (nosotros/ellos)… Todas estas formas de vulnerabilidad se pueden acentuar o reducir. Ahora vemos como esos mecanismos se pueden exacerbar en momentos de crisis o actuar como redes de protección si se han consolidado previamente. Por ejemplo, ¿estaba preparado el sistema de salud para una emergencia? ¿Estábamos atendiendo adecuadamente a la infancia?

9) Equilibrada entre el desarrollo local y global. Existen bienes y servicios que tiene sentido organizar a escala local (sobre todo los relacionados con las necesidades más básicas: agua, alimentación, energía, etc.), mientras que otros pueden organizarse a escala global (bienes de consumo esporádico…). De ello depende la resiliencia en caso de ruptura de la cadena de suministro.

10) Existe un marco comunicativo para resolver los problemas. Existen espacios deliberativos en los que plantear problemas, alternativas para resolverlos y se han decidido sistemas para tomar decisiones. En las sociedades democráticas esto puede aplicarse en varios niveles: los parlamentos es solo uno de ellos. Ante acontecimientos que pueden tener diferentes características en los diferentes niveles (de lo local a lo global) y sectores (salud, economía, educación, emergencias, etc.), es necesario contar con esos espacios de forma generalizada.

¿Estábamos preparados?. No sé, no sé. Creo que sin todo ello, más dura será la caída, pero sobre todo, con todo ello, mejora la calidad de la vida, es decir, que vale la pena hacerlo incluso aunque no sea para responder a una situación de crisis. ¿Aprenderemos? Si hacemos caso a los estudios prospectivos, más nos vale, pues además de epidemias, podemos enfrentar otras amenazas en el futuro: ciberataques generalizados, fugas radiactivas, crisis económicas, impactos atmosféricos, invierno nuclear, conflicto bélico, …

 

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Eventos públicos y expansión de epidemias ¿entonces, celebramos las fallas?

Se conoce desde hace tiempo, desde la gripe de 1918, que los eventos públicos contribuyen a la expansión de una enfermedad transmisible. Véase este bando de octubre de 1918:

Como vemos, unos pocos mozos, acudieron a un festejo en una localidad vecina y 800 de los 1200 vecinos acabaron con la gripe.

La literatura científica sobre el tema es extensa. Por ejemplo, en este artículo se llega a las siguientes conclusiones, por otra parte esperables, a partir del modelo que han construido (pensado para la gripe):

  • El impacto de un evento público, como unas fiestas populares, en la difusión de una epidemia es mayor cuando el evento se organiza antes del pico de la curva epidémica (ver las dos entradas anteriores), que cuando se hace después. En España, con respecto a las fallas, nos encontramos en fase ascendente.
  • El impacto de las fiestas es peor cuanto mayor es la duración de la fiesta y menor es el periodo de incubación (en el caso de Valencia, los que acudan a una mascletà hoy martes podrían contagiarse y contagiar a los que acudan a la del próximo lunes).
  • El artículo estudió los efectos de los viajes vacacionales y las fiestas. Los primeros producen contactos entre poblaciones (casos importados) y lo segundos transmisión entre participantes (trasmisión local). En las fallas veríamos los dos efectos combinados.
  • Aunque no es objeto del artículo, en el caso de los viajes vacacionales, se observa una caída en los casos nuevos debido a que por unos días, hasta que la gente empieza a viajar, no hay contactos en colegios, lugares de trabajo, etc.
  • Por otro lado, lo que menos impacto produce es no celebrar el evento o que no haya viajes. De hecho, este efecto se refuerza con el paso del tiempo, ya que a medida que la población adquiere inmunidad y puesto que uno tiende a contactar siempre a las mismas personas en lugares de estudio y trabajo, existe cada vez menos población susceptible en el entorno de cada persona contagiosa.
  • También es interesante constatar que la localidad más afectada sería aquella que organiza el evento.
  • Como todo modelo, es una simplificación de la vida real. Por ejemplo, no se considera si el comportamiento de las personas cambia por el propio hecho de participar en un acto masivo. El que las fallas sean unas fiestas con abundante consumo de alcohol y en torno a la comida, podría llevar a pautas previsiblemente favorecedoras del contagio.

Este otro documento de OMS tiene un tono más constructivo sobre cómo plantearse un acontecimiento masivo. Se limita a indicar todo lo que sería necesario para atender al impacto en un contexto de epidemia. Por ejemplo, habría que prever mayor capacidad del sistema de salud local, aumentar la capacidad de diagnóstico, proteger a las personas más vulnerables (por ejemplo, en este caso a las personas más mayores), prever que en caso de enfermedades contagiosas como esta, los casos nos podrán ser trasladados masivamente a sus lugares de origen pues hacen falta trasportes especiales, etc. En fin, que la lista no se cumple en este caso. Bueno, publico ya que van a dar la noticia de que las anulan. Dadas las circunstancias, mi opinión, me mojo, es que es necesario.

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p.s. Por comentarios con amistades. Esto también se puede analizar como una cuestión de opinión pública y gobernanza. Ya son muchas las personas que comparan, con chistes y en serio, las medidas que se están tomando en otros campos con la decisión sobre celebrar las fallas. Si se celebran, es probable que el gobierno no pueda seguir adelante con las medidas duras (cierres de colegios, de vuelos, de estadios, …). Al día siguiente no habrá padre o madre que no clame por el cese de las clases, por ejemplo. Eso sí, se agotarán los plazos para tomar la decisión lo más cerca posible de la plantà. Eso permitirá que siga creciendo la percepción de la gravedad (ahora me toca escribir otra entrada sobre las percepciones). También cabe el suicidio político, claro. No sería la primera vez.


Actualización del 11/3/2020, a las 10:45 a.m.

¡Por los pelos!. Si me despisto ayer un poco más, cuando hubiera publicado la entrada ya estaba desfasada. Anoche se anunció el aplazamiento (sin fecha) de las fallas. Lo dicho, hasta que no demos la vuelta a la curva epidémica no tendrá sentido celebrarlas.