“A cada paso un palacio, una ruina, un jardín, un desierto, una casita, un establo, una columnata… y todo tan cerca que se podría dibujar en una hoja pequeña de papel.”(J. W. Goethe, Viaje por Italia)
Las circunstancias por las cuales el viajero proyecta su periplo hacia tierras desconocidas son variadas y diversas. La partida repentina de Cervantes hacia la Ciudad Eterna forma parte de los enigmas y misterios que rodean a nuestro autor. Posiblemente ese altercado con Antonio Sigura fue uno de los motivos por los cuales Cervantes viajara a Roma, “reina de las ciudades y señora del mundo”, tal y como el autor la definió en una de sus Novelas Ejemplares. Sin embargo, al analizar su biografía podríamos considerar también, que lo que motivo su viaje no fue sólo la huida de la justicia, sino más bien el intentar satisfacer una inquietud intelectual, moral y tal vez caballeresca. La formación académica del autor del Quijote no fue universitaria, pero ello no quiere decir que Cervantes no fuera un escritor culto. El estudio atento de sus obras ha demostrado que conocía a fondo lo más importante de las doctrinas renacentistas y a los autores, italianos y españoles, más importantes de su tiempo. Aparte de que su ideología se halla en todo de acuerdo con la del siglo XVI, basta tener en cuenta las constantes alusiones a Aristóteles, Platón, Horacio, Ariosto, etc., así como a los escritores españoles contemporáneos, para poder afirmar que, aunque no fuese un sabio erudito, tampoco ignoraba lo esencial del pensamiento humanístico.
Y tal vez fue esta inquietud intelectual o, posiblemente, la necesidad de demostrar su hidalguía, (atestiguada mediante un informe emitido en Roma, sobre su limpieza de sangre) las que propiciaron que el autor entrara en contacto con esta ciudad destinada desde su origen a la grandeza.
El origen de Roma ha sido objeto de investigación, especulación y controversia desde el primer escrito de carácter histórico. Ya en el siglo V a.C. ciertos historiadores griegos incluyeron a Roma entre las fundaciones del héroe Eneas que huyó a Italia tras el saqueo de Troya. Eneas, sólo fue, de hecho, uno de los míticos aventureros de los que se dijo que erraron por el Mediterráneo occidental y fundaron asentamientos a lo largo de sus costas. Es difícil saber si algunas de estas leyendas corresponden a una realidad histórica, pero fueron muy populares entre los griegos y, con el tiempo, arraigaron también en Roma. (Imagen: es.museicapitolini.org)
Los romanos no produjeron relatos históricos hasta alrededor del 200 a.C., fecha a la que corresponde la primera historia de Roma, escrita por el senador Quinto Fabio Píctor. Este autor consultó probablemente archivos sacerdotales, documentos de las principales familias aristocráticas y relatos de los historiadores griegos; estas fuentes, junto con los datos obtenidos de la tradición popular oral, monumentos y vestigios fueron la base de su relato histórico sobre la Roma primitiva. Atribuyó la fundación de la ciudad a Rómulo que según la tradición fue abandonado junto a su hermano Remo, a orillas del Tiber. Los niños se salvaron al ser amamantados por una loba y más tarde fueron rescatados por unos pastores, con los que pasaron su infancia en las colinas que dominaban la orilla izquierda del río. Fue aquí donde más tarde fundó Rómulo la ciudad que llevó su nombre, después de haber matado a su hermano en una disputa.
Esta fusión artificial entre el relato popular y la conjetura fue transcurriendo por el tiempo, hasta que Virgilio, Tito Livio y Dionisio de Halicarnaso le dieron su forma definitiva. Los elementos históricos de la leyenda son difíciles de discernir. Como se ha dicho, la parte que hace referencia a los troyanos es casi con absoluta seguridad pura ficción, aunque algunos especialistas ven en ella un vago recuerdo de los contactos entre el mundo micénico y la Península Itálica. El destacado papel de Lavinium y Alba Longa refleja, sin embargo, la importancia que estos lugares tuvieron como centros religiosos en los períodos iniciales.
En la actualidad Roma sigue siendo una ciudad colmada de leyendas y misterios. El viajero podrá adentrarse en sus recoletas plazuelas, perderse entre sus calles y encontrarse con monumentos, museos e iglesias sin apenas desplazarse. En cada rincón de la villa el forastero se encuentra con un lugar pintoresco: balcones adornados con coloridos tiestos de flores, espectaculares fuentes impasibles al tiempo, terrazas que invitan al visitante a degustar un “cappuccino”…Todo el conjunto forma un armonioso festival de luz, de color y de sabor que invita al viajero a gozar de todos sus sentidos.
(Imagen: Piazza Farnese. Reme y Santi)
Es una Roma de lujo cultural pero también bulliciosa y activa. Sus muros, sus calles, sus esquinas han visto fluir el esplendor y la decadencia. Roma es el techo más importante en el que se ha representado la historia y las pasiones del mundo.
La mañana es el mejor momento para encontrar abierto lo que nos interese visitar. La mayoría de iglesias y museos cierran a medio día y algunos vuelven a abrir a las cuatro o las cinco. En verano al medio día hace muchísimo calor para hacer visitas, por esa razón es bueno aprovechar ese rato para degustar una tranquila comida en algún pintoresco lugar o sencillamente descansar aplaciblemente en una terraza para recuperar fuerzas.