2024 comienza fuerte con dos noticias. Como siempre: una buena −buenísima− y otra mala −triste−. Voy a omitir el tópico de la cal y la arena porque a mí las dos opciones se me hacen polvorón en la garganta, vaya usted a saber por qué. Además, no estoy siendo totalmente sincera: en realidad 2024 ha comenzado ramplón y normalito, ha sido 2023 el que se ha despedido poniendo el listón alto: para bien y para mal.
El pasado domingo, o sea, el 31 de diciembre nos decía adiós Isabel Steva Hernández, más conocida como Colita. La fotógrafa barcelonesa, artista de la Gauche Divine y gran activista política y cultural, tuvo grandes maestros como Oriol Maspons, Francesc Català-Roca, Leopoldo Pomés y Xavier Miserachs cuando empezó a trabajar con ellos como ayudante en 1961, tal y como señala la nota de prensa de RTVE. Su labor artística tuvo un considerable impacto en el mundo cultural e influyó en la promoción de escritores, cantantes, bailaores de flamenco… Sus primeras exposiciones tuvieron lugar a partir de 1965 y para cuando el proyecto del Bocaccio −el punto de reunión de la Gauche− alcanzaba su apogeo, dos años más tarde, Colita ya era toda una fotógrafa consolidada e imprescindible. Aquí adjunto los enlaces de las necrológicas más destacadas que han recordado a la fotógrafa que nació debajo de una col, según le contaba su padre, y que nunca dejó de poner el ojo a una realidad exasperante que ella convertía en belleza e ironía.
Concha Alós también formó parte de esos escritores retratados por Colita. Algunas de esas fotos pueden consultarse y descargarse en el Arxiu Nacional de Catalunya. La amistad entre Concha Alós y algunos fotógrafos catalanes se materializa en la figura de Toni Catany quien fue uno de los pocos asistentes al funeral de Concha Alós, junto a María del Mar Bonet. Indagando sobre el grado de amistad entre las dos mujeres y averiguar qué podría que contarme Colita sobre Concha Alós, me puse en contacto con Francesc Palop, director del Archivo fotográfico de Colita, y me confirmó su relación profesional y hasta incluso la buena onda entre ambas, pero también me dijo que «no llegaron a tener una amistad en el sentido de la palabra», cito textualmente la respuesta de su correo.
No obstante, la búsqueda en el Arxiu Nacional de Catalunya nos devuelve una fotografía de Concha Alós realizada por Colita fechada en 1992 que ya publiqué en la entrada de abril titulada «La providencia», lo cual demuestra, cuando menos, una relación profesional prolongada en el tiempo.
En cualquier caso, tampoco importa tanto cuán de amigas fueron; lo interesante en este punto es que sus vidas se cruzaron en el fervor cultural de la Barcelona del tardofranquismo −y un pelín más a juzgar por lo dicho en el párrafo anterior− y que nuestra escritora formó parte de la nómina de personalidades que desfilaron delante del objetivo de la gran fotógrafa. El nombre de Colita se ha cruzado innumerables veces en mi investigación doctoral, el comentario de Francesc Palop enfría un poco el asunto, pero no consigue restar admiración por una artista que tuvo a bien conocer y retratar a Concha Alós en un momento álgido de esa efervescencia cultural. Quizá por eso, a las alosianas nos ha trastocado tanto su muerte porque, además del valor incalculable de Colita como fotógrafa en la España de Transición, con su muerte se ha cerrado otra puerta al pasado de Concha Alós. El legado se desvanece ante la impasibilidad del transcurso de la vida.
Por esta razón, para evitar que el legado se borre, se esfume de entre los dedos como arena de playa, la labor de las alosianas sigue también imperturbable −aquí viene la buena noticia−. Nuestra alosiana francesa, Noémie François, vio publicado su artículo para el Boletín de la Biblioteca Menéndez Pelayo a finales del año que acabamos de dejar, lo cual aporta un gran cierre de año, añadiendo mi artículo de Anthropocenica, pero, sobre todo, indica la alegría de los resultados de nuestras investigaciones, ya que la palabra de Concha Alós se mantiene con marcado protagonismo y esperemos que dé juego para este 2024 y siguientes.
El artículo de Noémie François habla sobre los premios literarios más relevantes de la época franquista: el Nadal y el Planeta. Como ya hemos mencionado en muchas ocasiones −véase la entrada «La noche del Planeta» del pasado 31 de mayo−, Concha Alós tuvo la fortuna de ganar dos veces el Planeta, pasando por la descalificación en primera vuelta del Nadal con Los enanos (ABC, 7-I-1962, p. 75-6). La valía de la aproximación de Noémie François radica, no tanto en este dato anecdótico de la ruleta de los premios literarios que supuso la participación de Concha Alós en ambas convocatorias, sino en poner en blanco sobre negro la importancia de estos premios literarios para la profesionalización del oficio de escritor, más concretamente, para las escritoras.
Noémie François reivindica en su estudio la trayectoria profesional de Concha Alós y lo mucho que le brindaron los Planetas, el primero la publicidad y el segundo la consolidación de una escritora de pluma afilada. Asimismo, Noémie recuerda el éxito de sus novelas premiadas que fueron adaptadas a la televisión acallando las voces agoreras de los críticos menos amables que se acercaron en su día a las obras de Concha Alós.
De esta manera, «La alternativa al Nadal: el caso de Concha Alós y el Planeta» se erige como un artículo oportuno y necesario para mantener vivo el legado de una gran mujer que peleó como una leona para convertirse en una escritora reconocida y de nivel. Gracias, querida Noémie François, por no dejar caer a nuestra Concha Alós. Gracias por continuar siendo un bastión imprescindible en la investigación alosiana, tu ejemplo me da fuerzas para continuar con el mayor de los respetos y tesón la labor reivindicativa sobre Concha Alós. Las alosianas no dejaremos que caiga o, al menos, eso intentamos de corazón hasta que el transcurso de la vida nos deje atrás…