La investigación sigue su curso. Lentamente. Gota a gota. Durante el ralentí del verano, he ido preparando una visita a los Archivos Generales de la Administración y de Defensa, sitos en Madrid, con el objetivo de consultar los expedientes de censura de las novelas de Concha Alós publicadas en la década de los sesenta, así como el sumario de su padre que fue represaliado durante la dictadura franquista.
Gracias a las conversaciones con Amparo Ayora del Olmo supe del ajusticiamiento del padre por parte del régimen. La hermana menor de Concha Alós corroboró este hecho en entrevistas realizadas en el domicilio de Amparo. Pero, claro, el testimonio oral debe ser revestido de datos objetivos, es decir, documentos oficiales que arrojen luz a las causas del encarcelamiento, de las fechas, del tiempo de condena… Disponer de esos detalles dan pista sobre la vida de Concha Alós cuya infancia transitó la dictadura de Primo de Rivera y la II República hasta el desenlace de la Guerra Civil, cuando era una mocita a punto de cumplir los diecisiete años. El final del conflicto bélico trajo consigo la muerte prematura de su madre y el castigo de su padre. Un padre, por otro lado, que decían las malas lenguas no biológico. Sin embargo, al margen de chismorreos, las sospechas se mantienen cuando se descubre en la partida de nacimiento de Concha Alós que Francisco Alós la reconoció ante notario tres meses después de haber nacido.
Los datos objetivos difícilmente podrán hablar sobre cómo asimiló Concha Alós esa nueva etapa de su vida, cómo se sintió; pero sí pueden aportarnos las claves del desarrollo de los acontecimientos y, a partir de ellos, inferir las cuestiones menos tangibles. Por eso, es importante consultar ese sumario porque los datos abren de manera fehaciente ventanas al pasado, ayudando a comprender mejor una circunstancia y, en definitiva, a entender mejor un modo de escribir como es el caso que me concierne.
El sumario descansa en el Archivo General e Histórico de Defensa cuya referencia, disponible en un Excel descargable en la web oficial de la Institución, me facilitó mi director de tesis, Juan A. Ríos Carratalá. La búsqueda en el archivo PARES (Portal de Archivos Españoles) no me dio buenos resultados y él, acostumbrado como está a la consulta de documentación sobre consejos de guerra, me encontró el dato. Me llamó un sábado por la tarde para darme la noticia. La investigación no conoce días de descanso.
Además del sumario, los expedientes de censura también son una parte vital del proceso de investigación sobre la literatura alosiana. El goteo del avance investigador ha ido postergando esta tarea esencial; sin embargo, he conseguido acotar un tiempo concreto para colmar este vacío en mi próximo viaje a Madrid. Son numerosas las cajas de consulta que me esperan en el AGA. Se permiten máximos de quince por día y tengo volumen para tres, contando con una velocidad de lectura y/o digitalización más que respetable. Vayan haciendo cálculos.
La investigación también me lleva, a veces, a toparme con puntos ciegos o callejones sin salida, al menos aparentes. Pues en un intento de saber más sobre el periodo de Concha Alós como funcionaria pública una vez conseguida su plaza de maestra en la isla de Mallorca, he buscado su expediente personal en el AGA y en el Archivo Central de Educación. En el Archivo General de la Administración, muy amablemente y sin que sirva de precedente, me facilitaron una copia digitalizada de dicho expediente que consta de un total de dieciocho folios. Los documentos que lo componen no suponen una novedad ni aportan datos distintos a los que ya barajaba porque son prácticamente los mismos que Joan Font Roig envió a Amparo Ayora del Olmo desde el Archivo Histórico de la Universidad de las Islas Baleares. El personal del Archivo Central de Educación me remitió al mismo expediente del AGA, pero con signatura diferente. El rigor investigador me obliga igualmente a consultarlo. Así que, seguiré insistiendo para poder verlo aprovechando mi visita a Alcalá de Henares el próximo mes de octubre.
La investigación sigue su curso. Lentamente. Gota a gota. El ralentí del verano abre un bostezo hacia la rutina, hacia la burocracia obligada a la hora de preparar este tipo de consultas que, aunque tediosas por la yincana administrativa, son tremendamente satisfactorias cuando se alcanzan los objetivos y, sobre todo, se rellenan los espacios en blanco de una vida tan azarosa e interesante como la de nuestra escritora Concha Alós.