El Privilegio de la Insaculación o de “Sac i Sort” de 1633

La organización política de la ciudad de Valencia descansaba en el Consell como órgano consultivo cuyos miembros se reunían para adoptar asuntos de mayor interés. Por otro lado, el Consell destinaba parte sus tareas a un comité ejecutivo (Consell Secret) el cual estaba integrado por oficiales temporales y vitalicios encargados de reunirse de manera diaria para tratar asuntos de todo tipo. Sin embargo, el peso específico del gobierno recaía sobre los jurados, el racional y el síndico como cargos más trascendentales de la ciudad.

La organización política de la ciudad de Valencia sufrió una evolución marcada por una secular oposición monarquía-ciudad ya que ambas luchaban por el control del gobierno. Ese deseo de autogobierno se vio intensificado en 1626 hasta que en 1633 el monarca Felipe IV accedió a otorgar nuevamente el privilegio de la insaculación que consistía en la elección de cargos al azar al colocar una serie de bolas en un saco. Esto se dio como consecuencia de la crisis financiera, aportando la ciudad de Valencia 20.000 libras a las arcas reales.

A pesar de que el cambio más trascendental vino dado de la mano del rey al aumentar el número de insaculables con la finalidad de evitar una concentración masiva de poder en manos de una pequeña oligarquía, por lo que aunque este privilegio venía a satisfacer el deseo de autonomía del municipio valenciano en realidad supuso una mayor intervención real.

 

El monarca Felipe IV

El monarca Felipe IV

La decadencia de la Diputación

Hasta la llegada de la Diputación, Valencia se encontraba en inferioridad de condiciones frente a catalanes y aragoneses en cuanto a instrumentos de defensa se refiere. La Diputación de Valencia surgió en el siglo XIV para administrar los subsidios concedidos por las Cortes a la Corona pero a diferencia de Cataluña y Aragón, Valencia se configuraba bajo un mecanismo de recaudación que sólo ejercía una función representativa del reino.

Sin embargo, en el siglo XVII la Diputación no contaba con la fuerza necesaria debido a la bancarrota financiera dando lugar a un colapso económico mayor que el de otras diputaciones como la catalana.

La Diputación estaba compuesta por seis diputados, seis contadores, tres tesoreros y tres administradores generales que tenían un periodo de nombramiento de tres años. Cada estamento estipulaba cuales iban a ser sus representantes de manera trianual siendo sólo el Estamento Militar donde había una cierta competencia, por lo que la elección se hacía a sorteo.

 

La Unión de Armas

Aunque en la mayoría de asuntos el Reino de Valencia se autogobernaba según sus propios mecanismos, es en el terreno de la defensa donde desempeñará un papel más activo junto a la monarquía.

Dado esto, en 1625 tendrá lugar la creación de la Unión de Armas ideada por el Conde Duque de Olivares, con la formación de un ejército de 160.000 hombres costeado por los reinos según su población y riqueza, además la Unión de Armas tendrá como objetivo repartir de una manera más uniforme la carga militar evitando así que ésta recayera únicamente en Castilla. El sistema fracasará sobre todo en Cataluña, dando lugar a una revuelta en 1640 además de en  otras regiones periféricas.

Conde Duque de Olivares

Conde Duque de Olivares

La Unión de Armas pareció haber tenido un gran éxito en Valencia, sin embargo había que tener en cuenta que el peso de la carga militar era mucho menor en esta ciudad frente a otras zonas de la monarquía ya que casi nunca se encontraba en la primera línea de conflicto. El resultado será una mayor implicación del Reino de Valencia en los gastos de la Corona durante la segunda mitad del siglo XVII.

Los Estamentos en el siglo XVII

 

  • El Estamento eclesiástico estaba formado por cuatro obispos (Valencia, Orihuela, Segorbe y Tortosa), cinco abades o priores, representantes de los cuatro capítulos episcopales que a su vez representaban las cinco órdenes militares y el general de la  orden de los Mercenarios cuya función era rescatar cautivos cristianos de manos moras, algo que la población valenciana apreciaba con gran medida.
  • El Estamento Real o Tercer Estado era bastante débil y ninguna ciudad salvo Valencia tenía derecho a estar representada, excepto en la reunión de las Cortes. Los  hombres que formaban este estamento compuesto por jurats, racional y síndic eran en la mayoría de los casos candidatos reales e incluso después de la Insaculación de 1633 el rey impedirá que los candidatos que no fueran de su agrado saliera elegido.
  • El Estamento Militar o Nobiliario será la autentica fuerza de la ciudad, ya que era el estamento al que los otros dos se remitían a la hora de tratar asuntos de importancia para la población. De garantizar el orden del mismo se encargaba el síndic del estamento, el cual se erigió como una figura de gran influencia a la cual se elegía de manera bianual. Cabe señalar que las reuniones de este estamento siempre se celebraban en Valencia y sólo exigían la presencia de 25 de sus miembros para poder celebrarse, por lo que el poder real del Estamento Militar pasó a una serie de individuos activos que residían en la ciudad de Valencia

 

 

 

Las Cortes Valencianas del siglo XVII

La monarquía valencia se gobernaba por las leyes tradicionales, los llamados Furs (fueros), los cuales eran promulgados en las Cortes y jurados por todos los reyes que subieran al trono. Dado esto, las relaciones entre el rey y los valencianos estaban concebidas a modo de contrato ya que a cambio de respetar sus libertades el rey exigía lealtad a sus súbditos. Dentro de este ámbito, y para defender esta relación bidireccional la ciudad de Valencia contaba con las instituciones representativas de los nobles, el clero y los ciudadanos.

Sin embargo, a principios del siglo XVII los reyes comenzaron a legislar por decreto, haciendo caso omiso al mecanismo tradicional de las cortes. Se incrementó el volumen de legislación con la correspondiente pérdida de autonomía valenciana y el incremento de la intervención de la Corona, algo que las Cortes consideraban que era necesario combatir.  Sin embargo, la enorme cantidad de peticiones que las Cortes le hacían llegar daba lugar a que fuera muy difícil para el monarca dar respuestas concluyentes en el momento de la clausura formal de las Cortes. Esto suponía que el rey disponía del importe de los subsidios y se reservaba el derecho de poder declinar las peticiones de cuya aceptación había dependido que el subsidio fuese concedido.

Así pues, en el peligro de que las Cortes se convirtieran en un elemento de obtención de capital era algo latente por lo que en el s XVII la monarquía perfeccionó su técnica para conseguir votos por medio de la atemorización o la concesión de favores.