La peste en Valencia. 2º parte

-Las primeras medidas: enterramientos extamuros y morberías:

A finales de octubre de 1647, la peste era ya dueña de Valencia. Las parroquias se vieron desbordadas en la recogida de los muertos, por lo que la ciudad puso a su disposición unos carros para facilitar su labor. La medida no solucionó el problema. Los cementerios de la urbe acabaron saturándose. Por esta razón se prohibieron los enterramientos intra muros, habilitándose para ello un terreno al sur de la ciudad, cerca del Hospital General.

Otro instrumento fundamental para atajar la enfermedad fue la creación de morberías a donde podrían trasladar y cuidar a los apestados. El primero que entró en funcionamiento fue el de Arrancapins, asistido por los descalzos de San Juan de la Ribera, mínimos y trinitarios. A este siguieron otros situados en diferentes distritos de la ciudad: el de Troya, situado en el arrabal de San Vicente, atendido por dominicos; el del Huerto de Arguedes, junto al portal de la Corona, del que se ocuparon franciscanos y jesuitas, el de la calle Morvedre atendido por capuchinos etc.

-Las Juntas de Sanidad:

Avanzado el mes de noviembre, las ya disminuidas arcas municipales, no podían sostener los gastos provocados por la peste. La Ciudad no tuvo más remedio que pedir ayuda al conde de Oropesa, organizándose a consecuencia de ello la primera Junta de Sanidad. El virrey y el arzobispo la presidirían, y estaría integrada por otros representantes de la corona, del Municipio y de la Iglesia.

La junta se reunió en la Sacristía de la catedral, tan solo en dos ocasiones. En la primera se planteó la situación desastrosa en la que se encontraba Valencia, con muy precarios recursos y sin nadie que pudiera socorrerla financieramente (puesto que los nobles hacía tiempo que habían salido de la ciudad). En la segunda sesión, se propusieron varios remedios para sanear la hacienda municipal. Sin embargo, las rivalidades surgidas en la junta entre el virrey y los jurados  llevaron al conde de Oropesa a disolverla.

Pero la necesidad  de dar curso a las medidas aprobadas para afrontar los gastos ocasionados por la enfermedad, obligó a que el 22 de noviembre se formara una segunda Junta de Sanidad compuesta por los mismos integrantes aunque con mayor representación municipal. Todos sus miembros acordaron que, para que no hubiera malentendidos, los fondos procedentes de los recursos arbitrados, en lugar de ser depositados en la Taula, se guardaran en la sacristía de la seo, en un arca cerrada por 3 llaves, una en poder del arzobispo, otra custodiada por el jurado en cap de los ciudadanos, y una última en poder del encargado de los censos.

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La peste en Valencia. 1º parte

El itinerario de la peste en el siglo XVII

El itinerario de la peste en el siglo XVII

La interpretación que la sociedad del Seiscientos hacía de las calamidades  como epidemias y catástrofes naturales, estaba relacionada con la mentalidad teocrática imperante en la época. Las aflicciones eran así enviadas por Dios para castigar por los pecados cometidos colectivamente. Hacia 1647, muchos valencianos parecían haber cometido suficientes errores en los últimos años como para desatar la cólera divina. Entre finales de junio y principios de julio, la peste se presentará en la capital, empeorando  una ya más que evidente crisis.

Procesiones y plegarias:

La peste llegó a Valencia a bordo de un barco mercante procedente de Argel. Las autoridades sin embargo se resistieron en principio a aceptar la realidad ya que el hacerlo suponía aislar a la ciudad. De esta forma  hasta finales de verano no se adoptarán más que unas pocas medidas preventivas encaminadas a evitar el contagio de las personas que entraban en la capital, además de otras medidas para mejorar las condiciones higiénicas de la urbe. El virrey intentará ocultar la verdadera causa de las muertes al rey pero los nobles comenzarán a huir de la ciudad, aterrados por la extensión de la enfermedad.

A comienzos del otoño el pánico se había apoderado de la ciudad. Los valencianos, desesperados, buscaron refugio en la Iglesia. Esto motivó que el arzobispo (fray Isidoro de Aliaga) tomara algunas decisiones como reforzar el clero de las parroquias con frailes de varios conventos para poder atender al espectacular aumento de demanda de administración de sacramentos.

A los clérigos se les dará una serie de indicaciones  para evitar el contagio: vestir sotanas de bocacín y manteo y hacerse acompañar de un seglar  con báculo y un hacha, que encenderían al entrar en la casa de los enfermos y moribundos para oírles en confesión.

Además el arzobispo  autorizó la celebración masiva de procesiones. La Compañía de Jesús, los mercedarios, el Municipio, la cofradía de la Sangre, la parroquia de Santa Catalina, el Estudi General, entre otros, recorrían día tras día las calles y plazas implorando misericordia. Sin embargo, estas continuas aglomeraciones de gente solo contribuyeron a extender aun más la enfermedad.

La expulsión de los moriscos. Efectos económicos

La expulsión de los moriscos, hecho de enorme importancia en la Historia de nuestro país, se tomó ya en el Consejo de Estado de 1602, pero quedó aplazada hasta enero de 1608, cuando se decide definitivamente llevarla a cabo empezando por los moriscos de Valencia.

En vísperas de la expulsión, la sociedad morisca está compuesta por: una gran masa de campesinos con poca tierra, en parcelas muy reducidas, jornaleros a tiempo parcial o, artesanos y arrieros subempleados (cabe destacar que condiciones económicas bastante precarias); sin embargo al mismo tiempo existen también otros sectores  de posición más o menos acomodada, con una propiedad  de pequeño o mediano tamaño, e incluso se podría mencionar  una capa social minoritaria de mayor poder económico, con una actividad mercantil importante (arrendamientos, compraventas, préstamo…), siendo su fuente fundamental de ingresos. Sus patrimonios  corresponderían a una pequeña burguesía de campesinos y comerciantes acomodados que asume el liderazgo político (y con frecuencia el religioso) de la comunidad morisca.

La expulsión se llevó a cabo en 1609, perdiendo un tercio de la población del Reino.

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La expulsión  implicó la desaparición  de dos grupos sociales importantes: uno empobrecido y en vías de proletarización, que tenía que recurrir cada vez más al trabajo como jornalero o a actividades marginales que le permitiesen sobrevivir; y otro de una clase media rural de propietarios de tierra, comerciantes, arrendatarios de diezmos, regalías o señoríos etc. lo cual contribuyó a extender la propiedad de la nobleza en los señoríos abandonados (a costa de los alodios moriscos).

La expulsión de esta sociedad supuso que  muchas localidades vieran reducidos sus efectivos humanos  a causa de que muchos de sus habitantes  debieron acudir a repoblar otros lugares abandonados -en 1620 se afirmaba que en la ciudad de Valencia había 1200 casas vacías desde la expulsión-.

La repoblación en gran parte cristaliza en  la extensión de la enfiteusis con jornaleros o pequeños propietarios cristianos y con algunos artesanos que se iniciarán como agricultores, debiendo abandonar su anterior residencia y “avasallarse” en el nuevo lugar. Además se produjo una disminución de la mano de obra y consecuentemente un aumento de los salarios.

Además se puede observar también: reducción del consumo de manufacturas (ante la ruina de nobles y censalistas); descenso de la recaudación de impuestos municipales al disminuir los intercambios comerciales; la escasa pericia como agricultores de muchos repobladores…

Sin embargo se puede señalar también algunos aspectos algo más positivos. La expulsión permite una redistribución más racional y equilibrada de la población en atención a las posibilidades agrícolas, en particular en zonas de media montaña. Posibilita el reagrupamiento de las antiguas pequeñas parcelas en otras de mayor tamaño, lo que podría redundar en un aumento de la productividad.

Y es ese mismo trasiego de tierras que prosiguió a la expulsión, el que ayudó a potenciar los patrimonios inmobiliarios de los sectores sociales solventes. Campesinos y artesanos ricos, profesionales de todo tipo y miembros de la pequeña nobleza serán los compradores de tierras de moriscos en lugares de realengo.

Las Germanias en la ciudad de Valencia(II)

Los agermanados se concentraron en la ciudad de Valencia en  los barrios de las parroquias de San Martin, Santa Creu, y San Joan ,barrios típicamente gremiales.

Los protagonistas de la primera Germanía tales como Sorolla, Estellés, Urgellés, Peris, Llorens(Hijo) y Dídac Trevinyo residían en el barrio de la parroquia de San Martín. Johan Caro ‘el burgués’ vivía en el barrio señorial de la parroquia de San Nicolás.

El análisis de la geopolítica interurbana de los agermanados revela la misma concentración parroquial. Se observa una  estrategia de agrupación militar de agermanados en cinco plazas : el Tossal, junto a la Morería, zona conflictiva por excelencia; la plaza de Pellicers, donde confluía el artesanado de San Martín, muy cerca de la casa de Peris;la  plaza de San Francisco, donde radicaba el Ayuntamiento, en cuya Sala de Consejos se plasmaron los logros institucionales más brillantes de los agermanados; la plaza de los Predicadores, hoy Tetuán, desembocadura del abundante campesinado revoltoso de Benimaclet,y la plaza de la Catedral, centro neurálgico de la efervescencia agermanada.

Los incidentes más resonantes de la actividad agermanada se vieron reproducirse en el mismo contorno: plaza de la Catedral, en la parroquia de Santa María (punto de partida de los ataques antisodomitas y del asalto de la casa del virrey);plaza de Santa Catalina ( en la que se vivió el asalto a la casa del capotero Pere Malet) , las plazas de Mercado (en la parroquia de San Juan) y la plaza de Panarrojas, hoy Benlliure,(en la parroquia de San Martín) fueron escenario también de sucesos relacionados con ajusticiamientos y liberaciones de presos de los que, como sabemos, muchos fueron llevados a la horca.De la misma manera se podrían tener en especial consideración  las calles de Gracia y Fumeral al pasear por el casco histórico en nuestros días de la capital valenciana.

 

La Universidad de Valencia

La fundación de la Universidad de Valencia debemos relacionarla con un proceso expansivo del ámbito cultural que afectó de forma general a las Coronas de Castilla y Aragón. Su origen se remonta al siglo XVI con una fuerte vinculación al municipio, el cual se encargaba de financiarla junto con las aportaciones eclesiásticas y el pago de las matriculas por parte de los estudiantes, la Universidad de Valencia acogerá un fuerte movimiento humanista debido a los numerosos contactos con el exterior y la afluencia de catedráticos formados en otras universidades.

Sin embargo, desde mediados de siglo XVII la Universidad se vio afectada por el aislamiento de la ortodoxia contrarreformista promovida desde el Concilio de Trento algo que afectó tremendamente a la ideología humanista e impidió una mayor apertura al movimiento de renovación científica que estaba imperando en Europa.  Por otro lado, la filosofía se sometió a los preceptos teológicos y los estudios históricos se limitaban casi en su totalidad a las hagiografías (vidas de santos).

En el siglo XVII la Universidad de Valencia (Estudi General) promulgó una serie de ordenaciones para reglamentar aspectos de la enseñanza que hasta el momento no habían tenido cabida. En cuanto al ámbito científico, la actividad era bastante escasa debido al desconocimiento de la mayor parte de las corrientes científicas y filosóficas a pesar de que se mantuviera el nivel de las enseñanzas de anatomía y botánica.

Paralelamente, tuvieron lugar una serie de problemas en el seno interno de la organización universitaria que conllevó a un descenso del alumnado extranjero por lo que la mayoría de graduados a mediados del siglo XVII eran de origen valenciano.

La Contrarreforma en Valencia

Dentro del marco histórico de la Contrarreforma y tras el Concilio de Trento se dio paso a una lucha entre la Iglesia Católica y el Protestantismo liderado por Lutero. Dentro de este contexto, en Valencia destacará la figura del Patriarca Juan de Ribera (1532-1611), gobernador de la diócesis valentina y responsable de que se implantara el espíritu contrarreformista en Valencia además de ser responsable de la construcción del Colegio del Corpus Christi.

Para decorar ese mismo edificio el Patriarca compró obras de artistas italianos barrocos llegando incluso una copia de la obra del Martirio de San Pedro de Caravaggio. La Muerte del Patriarca Ribera provocará una intensa crisis espiritual en Valencia y un vacio que será retomado por el padre Simó, cultivador popular de la religiosidad milagrera.

 

"Juan de Ribera en la expulsión de los moriscos" (Francisco Domingo Marqués)

“Juan de Ribera en la expulsión de los moriscos” (Francisco Domingo Marqués)

La decadencia de la Diputación

Hasta la llegada de la Diputación, Valencia se encontraba en inferioridad de condiciones frente a catalanes y aragoneses en cuanto a instrumentos de defensa se refiere. La Diputación de Valencia surgió en el siglo XIV para administrar los subsidios concedidos por las Cortes a la Corona pero a diferencia de Cataluña y Aragón, Valencia se configuraba bajo un mecanismo de recaudación que sólo ejercía una función representativa del reino.

Sin embargo, en el siglo XVII la Diputación no contaba con la fuerza necesaria debido a la bancarrota financiera dando lugar a un colapso económico mayor que el de otras diputaciones como la catalana.

La Diputación estaba compuesta por seis diputados, seis contadores, tres tesoreros y tres administradores generales que tenían un periodo de nombramiento de tres años. Cada estamento estipulaba cuales iban a ser sus representantes de manera trianual siendo sólo el Estamento Militar donde había una cierta competencia, por lo que la elección se hacía a sorteo.

 

La Unión de Armas

Aunque en la mayoría de asuntos el Reino de Valencia se autogobernaba según sus propios mecanismos, es en el terreno de la defensa donde desempeñará un papel más activo junto a la monarquía.

Dado esto, en 1625 tendrá lugar la creación de la Unión de Armas ideada por el Conde Duque de Olivares, con la formación de un ejército de 160.000 hombres costeado por los reinos según su población y riqueza, además la Unión de Armas tendrá como objetivo repartir de una manera más uniforme la carga militar evitando así que ésta recayera únicamente en Castilla. El sistema fracasará sobre todo en Cataluña, dando lugar a una revuelta en 1640 además de en  otras regiones periféricas.

Conde Duque de Olivares

Conde Duque de Olivares

La Unión de Armas pareció haber tenido un gran éxito en Valencia, sin embargo había que tener en cuenta que el peso de la carga militar era mucho menor en esta ciudad frente a otras zonas de la monarquía ya que casi nunca se encontraba en la primera línea de conflicto. El resultado será una mayor implicación del Reino de Valencia en los gastos de la Corona durante la segunda mitad del siglo XVII.

Los Estamentos en el siglo XVII

 

  • El Estamento eclesiástico estaba formado por cuatro obispos (Valencia, Orihuela, Segorbe y Tortosa), cinco abades o priores, representantes de los cuatro capítulos episcopales que a su vez representaban las cinco órdenes militares y el general de la  orden de los Mercenarios cuya función era rescatar cautivos cristianos de manos moras, algo que la población valenciana apreciaba con gran medida.
  • El Estamento Real o Tercer Estado era bastante débil y ninguna ciudad salvo Valencia tenía derecho a estar representada, excepto en la reunión de las Cortes. Los  hombres que formaban este estamento compuesto por jurats, racional y síndic eran en la mayoría de los casos candidatos reales e incluso después de la Insaculación de 1633 el rey impedirá que los candidatos que no fueran de su agrado saliera elegido.
  • El Estamento Militar o Nobiliario será la autentica fuerza de la ciudad, ya que era el estamento al que los otros dos se remitían a la hora de tratar asuntos de importancia para la población. De garantizar el orden del mismo se encargaba el síndic del estamento, el cual se erigió como una figura de gran influencia a la cual se elegía de manera bianual. Cabe señalar que las reuniones de este estamento siempre se celebraban en Valencia y sólo exigían la presencia de 25 de sus miembros para poder celebrarse, por lo que el poder real del Estamento Militar pasó a una serie de individuos activos que residían en la ciudad de Valencia

 

 

 

Las Cortes Valencianas del siglo XVII

La monarquía valencia se gobernaba por las leyes tradicionales, los llamados Furs (fueros), los cuales eran promulgados en las Cortes y jurados por todos los reyes que subieran al trono. Dado esto, las relaciones entre el rey y los valencianos estaban concebidas a modo de contrato ya que a cambio de respetar sus libertades el rey exigía lealtad a sus súbditos. Dentro de este ámbito, y para defender esta relación bidireccional la ciudad de Valencia contaba con las instituciones representativas de los nobles, el clero y los ciudadanos.

Sin embargo, a principios del siglo XVII los reyes comenzaron a legislar por decreto, haciendo caso omiso al mecanismo tradicional de las cortes. Se incrementó el volumen de legislación con la correspondiente pérdida de autonomía valenciana y el incremento de la intervención de la Corona, algo que las Cortes consideraban que era necesario combatir.  Sin embargo, la enorme cantidad de peticiones que las Cortes le hacían llegar daba lugar a que fuera muy difícil para el monarca dar respuestas concluyentes en el momento de la clausura formal de las Cortes. Esto suponía que el rey disponía del importe de los subsidios y se reservaba el derecho de poder declinar las peticiones de cuya aceptación había dependido que el subsidio fuese concedido.

Así pues, en el peligro de que las Cortes se convirtieran en un elemento de obtención de capital era algo latente por lo que en el s XVII la monarquía perfeccionó su técnica para conseguir votos por medio de la atemorización o la concesión de favores.

 

 

 

 

 

 

 

 

Eduardo Álvarez de Toledo y la crisis de mediados de siglo

Tras las cortes de 1645, don Eduardo Álvarez de Toledo, conde de Oropesa, fue nombrado virrey de Valencia. El primer problema que tuvo que abordar fue la recuperación económica de la ciudad de Valencia. Desde sus primeros meses, el virrey se interesará por esta cuestión, convocando numerosas juntas para valorar el alcance de la crisis y tratar de poner remedio.  Entre las soluciones propuestas se encontraba la recuperación de algunas sumas adeudadas. Sin embargo  la crisis que afectaba a la ciudad era más compleja  y su resolución pasaba inmediatamente por la desarticulación de las facciones oligárquicas que controlaban el municipio y cuyos máximos dirigentes eran en ese momento Guillem Ramón de Anglesola y Joan Sabata. Responsables en buena medida de la corrupción que padecía la capital valenciana.

En este contexto, el virrey escudándose en el lamentable estado de las finanzas, propuso al rey la revocación del privilegio insaculatorio que gozaba Valencia desde el 1633, intentando así limitar el acceso a los puestos de gobierno a los miembros de las oligarquías enfrentadas. Así se hizo, pero esto provocaría una fuerte oposición, especialmente la de aquellos que se veían afectados por la suspensión del privilegio. Vista la situación, el Consell cambiaría de opinión y decidiría no apoyar la medida solicitando al rey la inmediata restitución del privilegio.

El virrey tuvo que convocar un gabinete de crisis y la situación durante los meses siguientes se hizo insostenible. El virrey acabará enviando a Felipe IV un memorial describiendo los alterados ánimos de los valencianos y proponiendo, como único remedio para establecer la paz pública, que se otorgara de nuevo la insaculación. Aunque también contemplará la posibilidad de proceder posteriormente contra los principales responsables de ese clima tempestuoso.

La irrupción de la peste sin embargo, aplazó la resolución de esta crisis general.

El Comercio

De la red de caminos valenciana no se sabe mucho. La ruta más importante del Reino seguía siendo la que unía a Madrid con Valencia por Albacete -mejorada en tiempos de Carlos III y Carlos IV- y que se bifurcaba sobrepasada Almansa hacia Valencia y Alicante a través del Valle del Vinalopó. El resto de los caminos eran deficientes y en su mayoría de herradura, inadaptados a la difícil orografía.

Los intereses marítimos de la ciudad de Valencia chocaron siempre con la geografía, ya que suponían una serie de deficiencias en el Grao ya que se abría a los vientos de levante, con aterramientos por su proximidad a la desembocadura del río y una costa baja y arenosa.  En el siglo XVI existía un rudimentario embarcadero, deteriorado con frecuencia e inservible la mayoría de veces. Desde finales del siglo XVII se sucedieron en consecuencia las propuestas de mejora, como por ejemplo hacer navegable el Turia desde su desembocadura hasta la ciudad, y construir en ella los muelles; desviar el cauce del Turia para evitar los aterramientos; y construir un puerto en Culera utilizando la Albufera como canal de navegación.

Alicante era por lo tanto el puerto principal del Reino, ya que las características de su puerto, abrigado, con buenos accesos y de considerable amplitud eran una excepción entre la mediocridad portuaria valenciana, limitada por una costa en la que a los acantilados se suceden playas abiertas y de escaso fondo.

Hay que destacar que en el siglo XVI se dio una fuerte expansión del comercio. Aunque esta situación de auge comercial se vio interrumpida bruscamente en el 1605 ya que se inició un fuerte descenso en el número de embarcaciones llegadas al Grao. Sin embargo hacia 1635 la coyuntura negativa comenzó a mejorar gracias a las relaciones comerciales entre Valencia y los puertos franceses, entre los que destacaba Marsella.

En las dos últimas décadas del siglo XVII se detectan ya  señales de vitalidad: aumento del tráfico, solicitud de puerto franco para Valencia en 1679, y la creación en 1692 de la Junta de Comercio con la intención de canalizar la favorable situación de la economía valenciana en las directrices mercantiles de la monarquía de Carlos II.

La tímida política mercantilista ensayada en los últimos años del XVII tenía escasas posibilidades de prosperar en Valencia ya que era una ciudad necesitada de la importación de cereales para su consumo y que, con elevadas entradas de pescado salado y géneros manufacturados, solo podía corresponder mediante la exportación de frutos secos, sal, vino, sosa y, sobre todo, seda en crudo.

A pesar de todo los estudios sobre el comercio valenciano en el siglo XVIII son, aun hoy insuficientes por lo que puede ser esta una línea de investigación interesante.

La Taula de canvis y la Hacienda

La Ciudad realizaba toda su actividad económica a través de un organismo que propio: la Taula de canvis o Banco Municipal, y de una administración hacendística dividida en tres claverías, dos de las cuales están dedicadas al  censal: la Clavería dels Censals, que pagaba las pensiones, es decir, el interés o for que generaba la deuda, y la del Quintament, destinada a amortizar dicha deuda. La tercera Clavería, llamada Comuna, recoge todos los demás gastos, y se desdobla a partir de 1555, dedicándose la Clavería de Avituallament, esencialmente a ese menester, pero sin dejar de pertenecer a la primera.

El sistema hacendístico es en realidad muy simple: los ingresos y gastos regulados en los Capítols de Quitament y repartido entre las tres claverías y las dos administraciones se realizaban por medio de la Taula. Las cantidades consignadas a estos, lo eran por ese conducto, con lo que no podían disponer directamente de las mismas ni organizar una mínima racionalización económica (tarea que, por otro lado, no era de su competencia). Era, por tanto  en la Taula donde coincidían todos los ingresos de la Ciudad, y en la Taula “entraba” el Clavari del Comú para atender todos los pagos que ordenaban los Jurados.

El dinero de la Taula permitiría hacer frente a necesidades inmediatas, hasta que la constitución de censos traiga dinero efectivo.

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Crisis financiera en el siglo XVII

La crisis que vivió la ciudad de Valencia fue fundamentalmente de carácter estructural, a causa del frágil sistema hacendístico e impositivo del que estaba dotada. No poder atender a sus gastos con sus propios recursos, la hipotecaba y la hacía vulnerable. La solución a la que se acudió fue la de recurrir a la deuda pública, es decir, a los censales. Esto consiguió encerrarla en un círculo vicioso. Pagar las pensiones y mantener a la Ciudad abastecida eran los principales problemas de la oligarquía urbana que la gobernaba.

Otro factor que incidió muy negativamente fue la caótica administración hacendística. Todos los fondos estaban en la llamada Taula de Canvis y de ellos disponía el Consell para ir atendiendo a las principales necesidades a medida que se iban presentando (principalmente el abastecimiento de la ciudad, el pago de las pensiones y la devolución del capital entregado al censo por los ciudadanos). Siendo así la situación, lo cierto es que no estaba preparada para resistir una acumulación de coyunturas negativas, enmarcadas en este caso en una crisis generalizada más amplia como la del siglo XVII.

La tónica mediterránea de la crisis del siglo XVII, unida a una serie de circunstancias políticas y económicas produjeron (especialmente en los años centrales del siglo) la crisis valenciana que, por otro lado no fue tan profunda como para no permitir que la ciudad se ajustara a  la recuperación generalizada de tipo europeo, que hacia el 1680 afectó, a la periferia de la península.

Sin embargo hay que destacar que la crisis de la Ciudad de Valencia tenía su propia dinámica interna: una mala gestión administrativa, corrupción, mentalidad rentista, carácter oligárquico y endogámico de sus gobernantes, una cierta traición de la burguesía; todo ello unido a una serie de factores externos que agravaron las circunstancias.

Además se dieron  entre 1605 y 1625  una serie de factores determinantes que precipitaron  su propia crisis: expulsión de los moriscos en 1609, una gravísima crisis triguera en 1611-12, la bancarrota de la Taula en 1614 (la 1º del siglo), el desesperado recurso al censal que endeudó a la Ciudad más todavía, evidentes malversaciones de fondo, el precario momento por el que pasa el difícil entendimiento entre oligarquía urbana y monarquía por el control económico y político de la Ciudad…

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